ISSN 2618-5628
 
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Adolescentes  
Orientación vocacional, Terapia de aceptación y compromiso (ACT)  
     

 
Aportes de la “Terapia de Aceptación y Compromiso” (ACT) a los procesos de Orientación Vocacional-Ocupacional
 
Diaz, Amorina
Fundación Foro
 
Longa, Laura
Fundación Foro
 
Settembrino, David
Fundación Foro
 

 

Introducción

Es sabido que la adolescencia es una etapa importante de cambios en la vida humana; caracterizada por múltiples transformaciones a nivel físico, emocional y social (Erikson, 1974). Dentro de esta transición, en el ciclo vital de las personas, se encuentra el proceso de elección vocacional o de carrera, que generalmente se realiza al finalizar la educación media. Esta demanda es abordada por lo que se conoce comúnmente como Orientación Vocacional Ocupacional

Así como la teoría y práctica de la Orientación Vocacional se ha visto intervenida por diferentes líneas en psicología, a partir de su nacimiento a finales del siglo XIX y comienzos del XX, hoy somos testigos de los cambios socioculturales de las últimas décadas que nos exigen una revisión en la forma de abordar esta temática, que incluye a los adolescentes, pero que además, trasciende a otras etapas del ciclo vital. Así lo entiende actualmente la denominada Orientación Vocacional Ocupacional Continua (Gavilán, 2017).

Es evidente que las transformaciones sociales y los eventos que las provocan, tales como avances tecno científicos, cambios en la educación y en el mercado laboral, entre otros, llevan a la práctica orientadora a una adaptación permanente para lograr acompañar a las personas en elecciones educativas y ocupacionales acordes con el contexto situacional e histórico inmediato. Pero, ¿cómo acompañar dichas elecciones en un mundo en constante transformación? Este trabajo introduce un nuevo protocolo para la implementación de los procesos de Orientación, a partir de la mirada de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), que hace posible este acompañamiento, afectando seis procesos mentales que inciden en la flexibilidad psicológica de las personas, con el fin de que puedan construir propósitos y proyectos vitales desde un mayor repertorio conductual, indistintamente de la topografía contextual (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999). Es por todo ello, que describiremos los lineamientos básicos de la metodología llamada Orientación al Talento Personal u OTP, concebida como el primer protocolo de Orientación basado en la Terapia de Aceptación y Compromiso (Quadrizzi Leccese, Settembrino, 2018). Se abre el espacio para pensar en las ventajas de esta herramienta en el Ámbito Comunitario, Educativo y de Salud Pública.

 

Adolescencia

La Organización Mundial de la Salud (2020) define la adolescencia como el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años, condicionada por diversos procesos biológicos.

La adolescencia también es un período de preparación para la etapa adulta que incluye la transición hacia la independencia económica y social.

Hoy en día la adolescencia enfrenta más allá de las dificultades propias de la etapa evolutiva en la que se encuentran, el desafío de elegir lo que se llama “proyecto de vida” con la connotación que genera el concebir que finalizando la etapa escolar, tengan que elegir el proyecto que probablemente sostengan a lo largo de su vida.

Se puede hablar hoy en la actualidad de preparar a los jóvenes para “un proyecto de vida” o podemos hablar de realizar un proceso en el que puedan construir “una vida con proyecto”.

 

Proyecto de vida

Para Casullo (1994), el conformar un Proyecto de vida está muy ligado a la formación de la “identidad ocupacional”, tanto como representación subjetiva de la inserción concreta en el mundo del trabajo tanto como pudiera sentirse incluido o excluido.

También sostiene que abordar el Proyecto de Vida implicaría analizar variables tales como: identidad, representación social, mundo del trabajo y empleo, eventos del ciclo de vida, autoestima, estructura y dinámica familiar. Todo esto en relación con dos dimensiones: tiempo y espacio, tanto personales como sociohistóricos (Casullo, 1994).

 

Ciclo vital, identidad ocupacional y proyecto de vida

En 1988, Stevens-Long, planteaban que la experiencia de vida de una persona, sea adolescente, joven o adulto, está conformada por una secuencia de sucesos de diversa índole que estructuran su “ciclo vital”. Tales acontecimientos tienen que ver con una cultura y proveen las bases para asignar roles y recursos en todas las sociedades. Estas categorías, según el autor, están relacionados con:

- La edad cronológica: la maduración física, el ingreso a la educación formal, la jubilación.

- Momentos sociohistóricos: segunda guerra mundial, crisis económica, desintegración de estados nacionales, guerras civiles.

- Circunstancias personales: aquí los acontecimientos se dan en forma impredecible. Vivir en una ubicación geográfica diferente (pueblo, ciudad) desempleo, muerte de un ser querido, enfermedades.

Según E. Erikson (1974) la “identidad” es analizada según dos dimensiones

- Los componentes “dados” como el temperamento, el talento, los modelos infantiles de identificación, los ideales.

- Las opciones “ofrecidas” como la disponibilidad de roles diferentes (hijo, alumno, amigo), las posibilidades concretas de ceder al mercado laboral, los valores elegidos, y redes de apoyo afectivo.

Para este autor, la identidad es característica de una etapa determinada del desarrollo humano y que deben darse precondiciones somáticas, cognitivas y sociales para que se constituya (Erikson, 1974). Siendo su construcción en términos de una dialéctica psico histórica, en una interacción constante entre la historia personal y la circunstancia histórica en la que se esté viviendo. Tanto los modelos parentales, como los que ofrecen la comunidad y los medios masivos de comunicación, pueden ser factores que generen ambigüedades en dicha estructuración.

La identidad ocupacional va a estar dada por la autopercepción en relación con la posible inserción del sujeto en la “cultura del trabajo”, y que remite a la autopercepción diacrónica en términos de roles laborales. Por tanto, el “proyecto de vida” requiere elaboración y consolidación de una identidad ocupacional. El logro de esta identidad es un proceso de construcción psicosocial (Casullo, 1994).

 

Breve genealogía de la Orientación Vocacional Ocupacional

La historia de la Orientación, sintéticamente, puede dividirse en dos etapas: la Informal o Precientífica, que abarca desde los orígenes de la humanidad hasta fines del siglo XIX; y la Formal o Científica, que comienza en el siglo XX y llega hasta la actualidad (Gavilán, 2017). En la primera etapa (Precientífica) la práctica orientadora, en relación a un ser humano en busca de consejo y guía, fue impartida por diferentes actores sociales: ancianos, hechiceros, la familia, el Estado. El destino de las personas era determinado fuertemente desde la clase social a la que pertenecían y los talentos naturales que detentaban. La segunda etapa, abarca desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, cuando educadores, filósofos y médicos destacados van a generar una mirada novedosa sobre lo que conocemos como Orientación Profesional. Pero es a partir de finales del siglo XIX y principios del XX, en medio de la Segunda Revolución Industrial (1870-1914), que la Orientación se irá constituyendo en una práctica Científica basada, inicialmente, en los aportes de la medicina y la Psicología Experimental de la época (Gavilán, 2017).

La obra de Frank Parsons, Choosing a vocation (1909), se ha tomado por muchos autores como el hito inaugural de la etapa Formal o Científica, junto al Primer Congreso Norteamericano de Orientación en Boston (1908) y la realización del primer curso de Orientación Profesional a cargo de un seguidor de Parsons, M. Hull en 1928 (Rascovan, 2016). El objetivo de esta nueva práctica, en medio de las sociedades capitalistas de principios del 1900, era de corte adaptativa, a fin de encontrar el trabajador indicado para cada puesto de trabajo, con el objetivo primordial de mejorar la productividad industrial. Esta forma de pensar la Orientación se asemejaba más a un proceso de selección de personal, que a un acompañamiento para la construcción de un proyecto de vida, por parte de quien consultaba. El paradigma del siglo XX fue el del trabajo asalariado y sostenido en el tiempo; y la práctica orientadora se constituyó, principalmente hasta los ´50, como un micro-instrumento al servicio del Estado Industrial (Arthur, Inkson y Pringle, 1999, p. 163).

Entre 1915 y 1950 la psicología diferencial va a ganar un lugar importante en la práctica orientadora y de su mano vendrán los test psicométricos para adecuar las personas a las ocupaciones. Y así, lo que en un principio se encontraba al servicio de la ayuda y la reforma social, ahora quedaba sujeto al ajuste y la selección (Gavilán, 2017).

A partir del contexto de postguerra, donde crece cantidad de personas con discapacidad y trastornos psicológicos, surge otra mirada en psicología, liderada por el psicólogo Carl Rogers, llamada counseling, fundada en el Enfoque basado en la Persona. Esta modalidad terapéutica, no directiva, va a contrastar fuertemente con la postura de la orientación con enfoque racional y directivo basado en rasgos y factores.

A partir de 1950, y dentro de la misma etapa Científica, comienza el período denominado investigativo, encabezado por E. Ginzberg y D. Super. Éste último se destacará por la investigación sobre el desarrollo de la madurez vocacional (Proceso del Desarrollo Vocacional) en un rango etario de los 12 a los 35 años de edad, dividiendo y clasificando dicho período en etapas y subetapas. Dentro de esta línea investigativa de la orientación también sobresalen los trabajos de Anne Roe desde las teorías psicodinámicas.

En Argentina, la obra de Rodolfo Bohoslavsky, “Orientación vocacional: la estrategia clínica” (1984), sintetizó las ideas y estrategias del equipo de profesionales de la Dirección de Orientación Vocacional de la Universidad de Buenos Aires y se conforma un cuerpo teórico conocido en Latinoamérica como "Escuela Argentina de Orientación Vocacional" (Rascovan, Del Compare, 1999). Esta concepción clínica, centrada en el sujeto que elige y el rol del orientador, con todo el cuerpo teórico del psicoanálisis, más aportes de la psicología social y el no directivismo, es la que llega a nuestros tiempos.

 

Contexto actual social laboral

Es más que notorio que el contexto de este incipiente siglo XXI plantea una serie de realidades socioculturales muy diferentes a los orígenes de la Orientación Formal o Científica del siglo pasado. Actualmente vivimos lo que Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, denominó en 2016 “Cuarta Revolución Industrial”, también conocida como Industria 4.0. Esta etapa se encuentra atravesada por los avances tecnológicos emergentes en varios campos, que incluyen: robótica, inteligencia artificial, computación cuántica, biotecnología, Internet de las cosas (IoT), impresión 3D y vehículos autónomos. Esto puede traer, como todo avance tecnocientífico, consecuencias positivas y negativas. Con respecto a las primeras, es evidente que se observan mejoras, por ejemplo en la medicina de precisión o genómica, para la detección temprana de enfermedades y la personalización de los tratamientos. Respecto a las consecuencias negativas es evidente que la velocidad en la automatización de tareas, hasta ahora humanas, se transforma en un grave inconveniente si no se toman medidas en el corto y mediano plazo para educar a las personas en competencias que se requieran para futuras labores, e incorporando a la aquellas tantas que se encuentran fuera del sistema económico.

Sin embargo, en el resultado hoy visible, evaluando el desarrollo de la tecnología actual para producir robots, todavía no los hay suficientemente buenos para actividades que impliquen creatividad, empatía, persuasión o toma de decisiones complejas, al igual que para algunas tareas que requieren cierto nivel de habilidad sensomotora, como el cuidado de enfermos (IFR, 2017).

La proliferación de ocupaciones y diversificación de los trabajos asalariados han sido sin duda una de las consecuencias más características de la industrialización de principios del siglo XX. En el Siglo XXI, los procesos de globalización implementada en numerosas partes del mundo y los rápidos progresos de las tecnologías de la información, parecen en efecto inducir un nuevo contrato social en el cual los trabajadores deben convertirse en aprendices durante toda su vida, sabiendo utilizar tecnologías sofisticadas, respondiendo al desafío de las expectativas en términos de flexibilidad, sabiendo mantener su empleabilidad y creando sus propias oportunidades. En esta nueva perspectiva, la trayectoria profesional se concibe mas dependiente del individuo que de la organización. (Duarte, 2004).

Una de las consecuencias mayores de las interconexiones entre los diferentes dominios de la vida, es que no podemos más hablar con seguridad de “desarrollo de carrera” ni de “orientación vocacional”. Es necesario más bien considerar las “trayectorias de vida” en el curso de las cuales los individuos diseñan y construyen progresivamente su propia vida, incluyendo su trayectoria profesional Ya no son solamente los adolescentes quienes son confrontados a la cuestión mayor: ¿Que voy a hacer de mi vida? En la actualidad esto se plantea a toda persona que deba hacer frente a una serie de transiciones mayores en su existencia, ocasionadas por estos cambios en materia de salud, empleo o relaciones íntimas (Savickas, 2009).

En este marco, las y los profesionales de la orientación perciben que los enfoques y estrategias utilizadas hasta el momento, no alcanzan para dar respuesta a un contexto tan cambiante en lo educacional y lo laboral. Por un lado se suman año a año nuevas carreras y capacitaciones, ampliándose exponencialmente la oferta académica, y por otro, las personas ya insertas en el mercado laboral se mueven de empleo en empleo en períodos cada vez más breves, con la exigencia de reinventarse permanentemente. Esto último conlleva a consultas de reorientación de carrera y/o trabajo cada vez más frecuentes. Nos encontramos frente a un mercado laboral que exige inteligencia emocional, creatividad, flexibilidad, innovación, aprendizaje y formación constante, con lo cual, la sola idea de decidirse por una profesión u oficio evidentemente no alcanza. Por supuesto que la práctica orientadora no tiene responsabilidad en la formación de todas estas competencias, para ello se encuentra el sistema educativo en sus cuatro niveles, pero sí puede hacer un gran aporte respecto a educar en herramientas y estrategias personales de auto-orientación para poder afrontar y surfear este vertiginoso presente. Y ese es el objetivo primordial de la Orientación al Talento Personal (OTP), a partir de la inclusión de la psicología contextual en el campo de la orientación vocacional. Dentro de este enfoque contextual, la OTP toma los principios de la Terapia de Aceptación y Compromiso o ACT (por sus siglas en Inglés).

 

Proceso de Orientación Vocacional en la actualidad

Según Casullo (1994) las tareas de orientación y asesoramiento psicológico en el área de demandas vocacionales tienen como objetivo central ayudar a quienes las formulan. Estos problemas remiten en general a dificultades en la toma de decisiones. Los planteos más frecuentes se relacionan con las dudas de continuar o iniciar estudios, cierta ambivalencia en optar por distintas alternativas, inseguridad respecto a superar obstáculos que dificulten llegar a la meta elegida o bien ausencia de proyecto de vida.

Frente a estas situaciones los orientadores tienen como objetivo posibilitar que el sujeto pueda tomar una decisión basada en la mayor cantidad de información disponible sobre:

- El propio sujeto: sus aptitudes, intereses, competencias intelectuales, tipo de personalidad, hábitos de estudio, actitudes, presencia de eventos estresantes en su ciclo vital personal, auto concepto, percepción acerca de las expectativas de su entorno afectivo significativo, entre otros.

- La realidad sociocultural en a que vive quien solicita el proceso de Orientación Vocacional: nivel de posición en la estructura social del grupo de pertenencia, fuentes de trabajo disponibles, acceso a las oportunidades del sistema educativo formal, características económicas globales del momento socio-histórico, entre otros.

- Las relaciones con su realidad socio cultural: aspiraciones y fantasías de irse de su hábitat cotidiano.

En un proceso de Orientación Vocacional, se trabaja en una estrategia planificada como “proceso de asesoramiento” (Casullo, 1994). Un proceso implica una continuidad, un desarrollo progresivo con una dirección, un sentido y puede ser más o menos estructurado. La secuencia puede ser preestablecida o no, dependiendo de las condiciones en las cuales se desarrolla.

En la planificación Operativa del proceso de Orientación Vocacional se detallan las áreas de actividades más relevantes para elaborar un plan de trabajo:

- Evaluación de variables psicológicas relevantes: incluye la entrevista como herramienta fundamental y batería de pruebas psicológicas.

- Búsqueda y/o análisis de información pertinente: el orientador es un mediatizador entre las guías de estudiantes, solicitudes de consultoras, planes de estudio.

- Reflexión sobre los condicionamientos socioculturales: se trabaja en actividades para brindar un panorama sobre la diversidad de factores que intervienen en la selección de posibles alternativas ocupacionales, cuales son los condicionamientos que trascienden el plano individual.

- Devolución: es la comunicación a quien consulta para un proceso de Orientación vocacional, sobre los resultados obtenidos.

Las variables más relevantes que se trabajan en el proceso son: Habilidades, Inteligencia, Aptitudes, Intereses, Valores, Personalidad, Oferta académica y Contexto actual. No se profundizara en las técnicas específicas ya que excede el objetivo del trabajo presentado.

Tanto el número de encuentros como su frecuencia pueden ser prefijados o no (M.Casullo, 1994). {ver figura 1}

 

Proceso de Orientación al Talento Personal

La Orientación al Talento Personal (OTP) se presenta como una de las respuestas posibles, tanto desde su teoría como a través de su praxis, a las problemáticas planteadas dentro del campo de la orientación a partir de este nuevo milenio. Dentro de dichas problemáticas cabe separar dos instancias, por un lado, lo concerniente a la misma labor orientadora, en cuanto a la necesidad de incluir nuevos marcos teóricos (Burns, 2008) y en referencia a extender el objetivo de la elección de carrera para atender, más ampliamente, a la elaboración de un proyecto de vida en los consultantes, como parte de la actual concepción de salud integral y dentro de las acciones de promoción y prevención en salud (Gavilán, 2017); y, por otro lado, los dilemas planteados desde la actualidad sociocultural posmoderna, atravesada por el avance tecnocientífico, lo cual, desde múltiples niveles (comunicacional, interpersonal, laboral, etc.), afectan la configuración de un Yo “colonizado” por múltiples miradas y criterios de evaluación (Gergen, 1991) obstaculizado en la posibilidad de reflexionar sistemáticamente sobre sí y de elaborar proyectos personales significativos (Müller, 2013).

La Orientación al Talento Personal (OTP) es una nueva concepción y una innovadora modalidad de acompañamiento personal ocupacional. A su vez, al interior del proceso, la OTP trasciende el objetivo de facilitar en los consultantes el esclarecimiento acerca de un quehacer laboral ocupacional, para dar lugar a un abordaje educativo y profundo en relación a la construcción de un para qué hacer, un propósito vital actual que, finalmente, conduzca a la persona a un rol y una actividad específica (Quadrizzi Leccese, Settembrino, 2018).

En general, la o el adolescente, al finalizar la educación media se enfrenta socialmente a dos preguntas: ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a estudiar? Nosotros vamos a incorporar un nuevo interrogante que consideramos previo y que da sentido a los otros dos: ¿Cuál es tu propósito, hoy? Aprender a construir dicho propósito y dirigirse a acciones comprometidas que lo vehiculicen, como la capacitación profesional o en oficios, es el punto nodal de esta práctica basada en ACT que apunta, a partir de una mayor flexibilidad psicológica, a la construcción de propósitos vitales y proyectos personales. En este sentido, decimos que la OTP no parte de la necesidad de inserción laboral en las personas, aunque obviamente la incluye, sino de la necesidad de dar sentido a la existencia y el impulso de desplegar la singularidad, en todo ser humano.

La importancia de que adolescentes, jóvenes y adultos aprendan e incorporen una simple metodología para construir propósitos tiene, al menos, dos claros beneficios. El primero radica en la función de eslabón o ligazón que cobra el propósito vital, dentro de un proceso personal ocupacional, al sintetizar y dar sentido a la información personal (autoconocimiento) en relación a la información educacional y laboral; los dos ejes elementales donde, históricamente, se han apoyado los diversos procesos de Orientación Vocacional Ocupacional, más allá de sus enfoques y marcos teóricos. Y, en segundo lugar, este aprendizaje se convierte en una herramienta para la vida, pudiendo la persona autogestionar su aplicación en diferentes momentos y crisis vitales.

Como ya se ha dicho, este protocolo se encuentra basado en el cuerpo teórico-práctico de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), modelo que se inscribe dentro de los denominados abordajes de tercera generación en psicoterapia conductual y cognitiva (Hayes, 2004). Al interior de este enfoque comulgan, de forma original y efectiva, principios humanistas con procedimientos de cambio conductual, por lo cual, su amplia mirada hacia lo humano lo convierten en un modelo, basado en evidencias, altamente compatible con diferentes visiones en psicoterapia.

Es pertinente aclarar que para llevar adelante un taller de OTP no se requiere ser experto en ACT, alcanza con vivenciar sus seis procesos y comprender la relación de este marco conceptual-filosófico (contextualismo funcional-Teoría de Marco Relacional) con el desarrollo mismo del dispositivo que aquí se está exponiendo.

Por otro lado, si nos referimos al aspecto operativo de la OTP, este se presenta como un breve protocolo de 6 encuentros (extensible en función a la necesidad de las y los consultantes) en los que se incluyen técnicas de mindfulness, dinámicas propias de ACT, prácticas gestálticas, lúdicas, narrativas y multimediales. Actividades que son administradas con el objetivo fundamental de esclarecer y dar relevancia a la instancia valorativo-intencional de las personas.

Dicho protocolo puede ser implementado de forma individual o grupal, tanto desde el trabajo clínico en consultorios privados, como en espacios sociocomunitarios, educativos o de salud. Es relevante resaltar que, más allá de la modalidad y del lugar donde se implemente, la o el profesional deberá adaptar los contenidos propuestos a la idiosincrasia de la población a la cual se vaya a dirigir: vocabulario, videos, dinámicas, etc., requisito fundamental en relación a la eficacia y eficiencia de cualquier proceso terapéutico y/o educativo.

Respecto a las dinámicas implementadas en los talleres, éstas se encuentran diseñadas en función a los seis procesos en los que se basa ACT: aceptación, defusión, momento presente, yo contexto, dirección guiada por valores y acciones comprometidas. Es por ello, que la OTP puede definirse como un dispositivo de acompañamiento personal ocupacional basado en procesos. En el transcurso de los encuentros también se abordan conceptos clave para una mejor gestión de la experiencia de elegir, dirigidos a expandir el marco de referencia de la o el adolescente o joven: asertividad, metas y fines, libertad personal, elecciones y decisiones, flow (fluir), valores personales, entre otros; construyendo, al mismo tiempo, un espacio de reflexión, escucha plena y aceptación incondicional entre participantes y facilitadores. Cabe señalar, que la información acerca de profesiones y oficios, con la correspondiente oferta académica, también es parte del desarrollo de este proceso.

La OTP se propone, además, como un protocolo de código abierto, haciendo una analogía con los software y sistemas operativos de construcción colaborativa entre programadores informáticos. En este sentido, es nuestra intención generar una comunidad interdisciplinaria de profesionales interesados en el acompañamiento personal ocupacional que aporten y compartan nuevas prácticas e ideas en pos de mejorar la eficacia de esta propuesta. Subrayamos esto porque la metodología que aquí se presenta, además de contar con dinámicas propias, se alimenta, y lo seguirá haciendo, de actividades ofrecidas por otras disciplinas, siempre que se apliquen en función a los seis procesos en los que se basa ACT y, por otro lado, en relación a la tríada fundacional de la OTP:

INTENCIÓN - PROPÓSITO - PROYECTO

Para finalizar esta breve reseña, señalamos que la OTP hace gran parte de su aporte a través de la psicoeducación y se enmarca, más ampliamente, en una Práctica de Promoción y Prevención en Salud, al estar dirigida al pleno desarrollo de la singularidad en las personas.

 

El nuevo concepto de “talento personal”

El reconocido filósofo, ensayista y pedagogo español, José Antonio Marina, comenzó a hablar audazmente de la Ultramodernidad, a principios de este milenio, como el advenimiento de una nueva era a partir de un cambio radical en la concepción y utilización de la inteligencia por parte del ser humano (Marina, 2000). Marina es Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, catedrático de filosofía en el instituto madrileño de La Cabrera, conferencista e investigador. Su campo de estudio, hace varios años, se centró en la inteligencia y los mecanismos de la creatividad, generando una nueva teoría al respecto. Sostiene que el modo de pensar fragmentario de la posmodernidad puede ser sorteado a través de otro más integrador, creativo, sistemático y ejecutivo, factible de ser transmitido y aprendido por las personas. La generación de este tipo de inteligencia de nivel superior, o GRAN TALENTO, logra que el individuo pueda gestionar sus emociones, el resto de los talentos (aptitudes), integrar su personalidad detrás de metas bien elegidas y tener la capacidad para llevarlas a cabo.

Así pues, lo que nos interesa lograr es el GRAN TALENTO, que nos permite utilizar bien nuestras destrezas y capacidades para dirigir nuestra acción hacia una vida lograda.” (Marina, 2010)

Cabe aclarar desde un comienzo, para no generar confusiones, que el término talento tiene, principalmente, dos acepciones para la RAE (Real Academia Española): como inteligencia (capacidad de entender) y como aptitud (capacidad para el desempeño de algo). Mientras que Marina habla del GRAN TALENTO como un tipo de inteligencia de nivel superior, la OTP toma la segunda acepción, concibiendo al TALENTO PERSONAL como una aptitud o capacidad de nivel superior, en tanto quehacer integrador de otras capacidades y del estilo particular de la persona.

Al tiempo que podemos considerar a los talentos innatos como “herramientas de origen”, el concepto de TALENTO PERSONAL nace como instancia superior que incluye a los anteriores, pero como resultante de un proceso basado en una Intención Primordial, un Propósito Vital y un Proyecto Personal. Sostenemos desde la OTP que son tan relevantes las capacidades o “herramientas” del individuo, como su particular forma de valorar e intencionar sobre la realidad, lo cual es, en definitiva, lo que dará dirección y sentido a sus aptitudes naturales. ¿Qué es un martillo (herramienta), sin la intención de alguien de utilizarlo para algún fin valorado? Que alguien detente una capacidad innata no lo condiciona a tener que, necesariamente, hacer de aquello el eje de su proyecto de vida. La instancia valorativo-intencional es la que termina definiendo el sentido vital.

De esta forma, el individuo no es definido exclusivamente por su genética, por su herencia o disposición biológica, sino que es direccionado por sus valores personales; integrándose a sí mismo al tiempo que lo hace a nivel social, a través de un rol laboral.

Por todo ello, desde este modelo de acompañamiento, decimos que el TALENTO PERSONAL es la capacidad generada a partir de desempeñar una actividad valorada, con un estilo propio. Nadie puede realizar del mismo modo una profesión, oficio o cualquier labor respecto a otra persona, a pesar de compartir la misma capacitación o titulación académica.

Ahora bien, concretamente ¿cómo se puede aspirar a generar este Talento Personal? Para ello, la OTP cuenta con una particular metodología para clarificar/construir valores personales en las y los consultantes, y la planificación de acciones comprometidas en dirección a los anteriores. Dicho protocolo se divide en tres ejes o instancias principales:

1. la clarificación de una Intención Primordial (accionar valorado que imprime una dirección general);

2. la construcción de un Propósito Vital (valor personal – dirección y cualidades del accionar valorado);

3. y el diseño de un Proyecto Personal (plan estratégico sobre acciones comprometidas), que contenga la decisión del rol laboral que mejor vehiculice al Propósito Vital y, asimismo, los lineamientos básicos para lograr la capacitación necesaria.

El adecuado pasaje por estas tres instancias facilitará que la persona pueda dirigirse a generar su Talento Personal. {ver figura 2}

Al referirse este talento a una aptitud superior, integradora del individuo, ésta no podrá obtenerse desde el nivel valorativo-intencional o a partir de la planificación, sino que, como ya se dijo, es el corolario de un recorrido que excede el proceso de orientación. Y solo podrá ser alcanzado a través de la capacitación y la práctica sostenida, nivel que incluye y trasciende los anteriores.

La OTP en relación a las problemáticas actuales en orientación

En la actualidad, la práctica orientadora se debate, principalmente, entre cuatro ejes temáticos:

- la orientación vocacional con sujetos vulnerabilizados (Rascovan, 2016),

- la orientación en personas con discapacidad,

- la orientación en la escuela

- y la orientación en tiempos de la Cuarta Revolución Industrial.

Si bien estas problemáticas, al igual que otras, presentan diferencias en sus elementos constitutivos, todas guardan un común denominador a la hora de la consulta: un ser humano frente a la dinámica de elegir, decidir y actuar en una dirección valiosa para sí. En virtud de ello, el aporte fundamental de la OTP es ofrecer un nuevo marco teórico-práctico para abordar en la o el consultante dicha dinámica, afectando los seis procesos estudiados por ACT que intervienen en la flexibilidad psicológica, independientemente de la topografía del contexto. Por supuesto que se deben atender las posibilidades y los obstáculos particulares que ofrece cada problemática, pero eso no invalida el eficaz aporte de ACT al elicitar, metodológica y comprobadamente, dicha flexibilidad psicológica en las personas, favoreciendo la dinámica de elegir, decidir y actuar desde un mayor locus de control interno. En definitiva, la OTP, desde la inclusión de un nuevo marco teórico en este campo, suma nuevas herramientas en dirección a lo que, desde el psicoanálisis, Rascovan, denomina experiencia subjetivante, en relación a lo que debiera representar un proceso de orientación vocacional ocupacional (Rascovan, 2016). Lo central, en ambas posturas, se encuentra dirigido hacia el respeto y el despliegue auténtico de la singularidad de quien consulta, atravesada siempre por un contexto sociohistórico determinado.

Por otro lado, como facilitadores en este tipo de acompañamiento, proponemos mantenernos actualizados, pero sin dejarnos abrumar ante los cambios sociales que cada vez se suceden con mayor velocidad, como es el caso de la llamada Cuarta Revolución Industrial, y abocarnos más en afectar aquellos procesos psicológicos normales que intervienen, indefectiblemente y más allá de lo epocal, en la flexibilidad psicológica. Vale aclarar, que ACT entiende esta flexibilidad como la capacidad personal de dirigirse, en el momento presente, en una dirección valorada; aceptando el dolor que, eventualmente, esto conlleva. Y esto es beneficioso tanto para una persona en un contexto vulnerabilizado, como para otra que detenta algún tipo de discapacidad, o un adolescente que no presenta problemas psicofísicos y se encuentra transitando la educación media. Es por ello, que en todo taller de OTP la o el facilitador, luego que la persona logra escribir su propósito vital, debe brindar toda la información académica actualizada y teniendo en cuenta los cambios que se avecinan en relación al avance tecnocientífico y el mercado laboral. Lo mismo ocurre cuando quien conduce el proceso debe evaluar, junto con su consultante, las posibilidades concretas de estudio o empleo dentro de un contexto vulnerabilizado y/o atendiendo las particularidades de una persona con una determinada discapacidad; siempre al servicio y en dirección al propósito actual que la persona construyó en el transcurso del taller.

En relación a la Orientación en el ámbito educativo, cabe destacarse, que el dispositivo de OTP no contiene técnicas proyectivas, ni tampoco presenta técnicas psicométricas. Esta particularidad metodológica redunda en beneficio de todo profesional de la educación que desee capacitarse en dicho protocolo, más allá de los y las psicólogas y psicopedagogas que, históricamente, han conducido estas prácticas de orientación. La implementación de un proceso de OTP es abierta a otras disciplinas porque se encuentra diseñado como un taller de desarrollo personal ocupacional, no exclusivamente como un dispositivo clínico operativo. Esto favorece la puesta en práctica de este tipo de acompañamiento en la educación media, a cargo de profesores y/o tutores, ya que muchas veces los integrantes de los EOE (Equipos de Orientación Escolar), se encuentran mayormente abocados a las urgencias que presentan las y los niños y adolescentes, en detrimento de los importantes, pero no urgentes, procesos de orientación vocacional-ocupacional.

Lo expuesto anteriormente también es válido para profesionales de las ciencias sociales, como las y los trabajadores sociales y sociólogos/gas, que comúnmente realizan talleres para adolescentes, jóvenes y adultos en ámbitos sociocomunitarios. Es por ello que la OTP es un dispositivo factible de ser adaptado a los tres tipos de intervención: psicológica, pedagógica y sociocomunitaria.

 

Conclusiones

La Terapia de Aceptación y Compromiso hace entrada en el campo de la práctica orientadora a través de la Orientación al Talento Personal, sumando nuevas herramientas al servicio de acompañar a las personas en la construcción de propósitos y proyectos vitales, desde otra perspectiva hacia una mayor libertad personal. Y para ello, la OTP se sirve de la conceptualización que aporta ACT de la flexibilidad psicológica y los seis procesos intervinientes en la misma.

Por otro lado, al sumar el concepto de propósito vital, la OTP introduce un factor de ligazón o eslabón entre la información personal y la académica/ocupacional (ejes históricos de la orientación formal) que trasciende la decisión educativa/laboral, para atender más profundamente al sentido vital de las y los adolescentes, el cual que se irá actualizando a lo largo de la vida. Al finalizar la educación media, nos enfrentamos sistemática y socialmente a dos preguntas: ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a estudiar? La OTP incorpora un nuevo interrogante que considera previo y que da fundamento a los otros dos: ¿Cuál es tu propósito, hoy?

Respecto a los nuevos requerimientos contextuales de este incipiente siglo XXI, que exigen a las personas auto-orientarse permanentemente, la OTP viene a hacer su aporte en tal sentido, transfiriendo un breve método que puede ser autogestionado por quienes consultan, en cualquier momento del ciclo vital: a) clarificando una intención, b) construyendo un propósito y c) comprometiéndose en un proyecto de acción. 

En síntesis, la Orientación al Talento Personal, a partir de los principios de ACT, se ofrece como un protocolo de acompañamiento personal ocupacional para adolescentes, que excede la necesidad de inserción laboral, para abordar la necesidad de dar sentido a la existencia y el impulso de desplegar la singularidad, en todo ser humano.

 

Referencias

Arthur, M., Inkson, K., & Pringle, J. (1999). The new careers: Individual action and economic change. London: Sage.

Bohoslavsky, R., (1984). Orientación vocacional: la estrategia clínica. Nueva Visión

Burns, E. (2008). How can a “Southern Theory” perspective contribute to New Zealand Counselling? New Zealand Journal Counselling, 28(2), 10-24.

Casullo, M. M. y otros. (1994). Proyecto de vida y decisión vocacional. Paidos.

Duarte, M.E. (2004). O idividuo e a organizacao: Perspectivas de desnvolvimento.[The individual and the organization: Perspectives of development.] Psychologica (Extra-Serie). 549-557.

Erikson, E. (1974). Identidad, Juventud y Crisis. Paidós.

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4ta Edición - Julio 2020
 
 
Figura 1
 
 
Figura 2
 
 
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