Introducción
Al
recibir un paciente en nuestra práctica clínica, uno de
los primeros datos que preguntamos, además del nombre es la
edad. La edad se presenta como un primer dato para empezar a poner en
contexto a esa persona, a ese sujeto y el motivo de consulta por el
cual recurren a nosotros. De hecho habemos quienes nos dedicamos a
atender niñas/os, adolescentes o adultas/os exclusivamente,
hay formaciones y especialistas en una u otra etapa vital. Y es que
no hace falta trabajar en salud mental, para saber y entender que
cada etapa vital tiene sus propios desafíos y crisis
características.
La
psicología evolutiva, también llamada psicología
del desarrollo o de los ciclos vitales, es una rama de la psicología
que atraviesa de manera transversal nuestra práctica
profesional, sin importar la escuela teórica a la que seamos
más afines o la especialización que tengamos en uno u
otro campo del amplísimo mundo que abarca la profesión.
La
Psicología Evolutiva estudia los cambios cognitivos,
emocionales y comportamentales de la persona a lo largo de su
desarrollo, entendiendo por desarrollo el acceso a estados cada vez
más complejos y “mejores” que los anteriores
(Cantero y
col.,
2011)
No
es casual que esta rama de la psicología se haya dedicado a
estudiar principalmente los cambios que se suceden durante la
infancia y adolescencia, puesto que estas son las etapas donde a
distintos niveles (biológico, cognitivo, conductual y
emocional) los mismos son más vertiginosos y notorios. Hacia
fines de la adolescencia y alcanzada la etapa adulta sabemos hoy que
el ser humano se encuentra a nivel físico y neurocognitivo en
el máximo potencial de sus capacidades.
Pero
el desarrollo no culmina con el inicio de la etapa adulta, de hecho
consideramos que la adultez temprana (etapa comprendida entre los 20
y los 40 años de edad aproximadamente) es una etapa vital con
enormes y variados retos y en donde se ponen de relieve los múltiples
factores, biológicos, psicológicos, sociales,
culturales, e incluso económicos y étnicos, que darán
un encuadre a las posibilidades de alcance del “máximo
potencial” de desarrollo de la persona humana.
Una
vez alcanzado el “máximo potencial” biológico
y cognitivo, comienzan los que son quizás los mayores desafíos
que enfrenta la persona humana en el camino hacia la construcción
de su identidad y el alcance de la “mejor versión”
de sí mismo.
Es
en esta etapa donde en la gran mayoría de las culturas y en
todo el escalafón socioeconómico, los seres humanos
deben enfrentar, la salida del hogar de la familia de origen, la
elección de una vocación, independencia económica,
la toma de decisiones respecto de la propia parentalidad y la pareja,
en pocas palabras, la construcción de un proyecto vital. Todas
estas decisiones y elecciones se ven, de una u otra manera,
acompañadas por un desarrollo personal producto de un
aprendizaje creciente que irá enmarcando y afianzando la
identidad adulta y durante este proceso, en el mejor de los casos,
florecerá una conciencia creciente de autodeterminación.
La
idea de escribir este artículo surgió de la frecuencia
con que recibimos en nuestra consulta adultas/os jóvenes, que
en muchos casos y por diversos motivos no se sienten seguras/os de
considerarse como tales, angustiados y en crisis por las dificultades
que encuentran en la consecución de los objetivos considerados
como “pilares de la vida adulta”. A esto se agrega que
aunque en muchas ocasiones el motivo de consulta no sean directa o
explícitamente las dificultades en la resolución de
estas “tareas”, la sintomatología con que se
presentan se ve atravesada,o incluso agravada por las mismas.
A
partir de lo dicho y desde ese interés de aportar y enriquecer
miradas decidimos reflexionar sobre la adultez como concepto actual.
¿Qué significa ser adulta/o hoy?, ¿Cuáles
son las tareas implícitas que asigna la sociedad a esta etapa
vital?, ¿Realmente hay dificultades a la hora de ingresar en
la adultez o se ha modificado la construcción de lo que hoy
significa ser adulta/o?, ¿Hay una nueva forma de abordar la
adultez por parte de la generación “Millennial” y
la emergente generación “Centennial”? , ¿Qué
conceptos o valores se asocian a la adultez y cómo los
entienden las/os jóvenes de hoy? , ¿Cual es el rol de
la autodeterminación en la vivencia de una adultez plena?
La
adultez como constructo social multideterminado y el contexto
familiar latinoamericano
Los
seres humanos somos seres de lenguaje, sociales, sistémicos e
interdependientes. Atravesamos nuestra socialización primaria
en el seno familiar. El sistema familiar nos estructura y nos define.
En esencia las familias dan marcos de pertenencia y normatividad que
deben apoyar la pertenencia pero también favorecer la
individuación. Las familias sin embargo están en
constante intercambio de información con lo social y cultural,
las familias cumplen ciclos recursivos y espiralados nutriéndose
de la cultura y brindando homeostasis al devenir del ser humano. De
acuerdo al concepto de familia
de Minuchin (1984)
“La familia es un grupo natural que en el curso del tiempo ha
elaborado pautas de interacción. Estas constituyen la
estructura familiar que a su vez rige el funcionamiento de sus
miembros. Debe apoyar la individuación y a la vez brindar un
marco de pertenencia¨.
La
familia como primer agente de socialización nos brinda un
contexto de pertenencia complejo que nos define y condiciona. Es en
un sano equilibrio entre individuación y pertenencia que
podemos pensar en una entrada genuina a la adultez. Siguiendo la
mirada de Minuchin, podemos clasificar a las familias en aglutinadas
o desligadas. Siendo las primeras de límites difusos, con un
exaltado sentido de pertenencia y cierto abandono de la autonomía.
Por el contrario las familias desligadas presentan una mínima
cohesión entre sus miembros y máxima individualidad.
Las
familias latinoamericanas tienen como modelo dominante el de ¨la
familia nuclear como modelo ideal con presencia de ambos padres
vinculados por matrimonio, con perspectiva de convivencia de larga
duración, hijos propios y rígida distribución de
roles¨ (Arriaga
2007).
Si
bien aún en latinoamérica prevalece desde un modelo
patriarcal este tipo de modelo familiar, la creciente incorporación
de la mujer al mercado laboral, la globalización y la apertura
social a temas como la legalización del aborto, la diversidad
de género, la ley de matrimonio igualitario son sólo
algunos ejemplos de la creciente diversificación de las
estructuras familiares.¨Existe
gran variedad de arreglos familiares: las personas pueden optar por
vivir solas, en parejas sin hijos, en hogares monoparentales, en
uniones consensuales, en uniones homoparentales. Se sabe de un
creciente número de familias ensambladas
(parejas que se unen y traen sus hijos de uniones anteriores y de
otros padres), así como de familias a distancia, producto de
las migraciones de alguno de sus integrantes, pero cuyo peso se
desconoce porque no es posible inferir su magnitud a partir de la
información de censos de población y de encuestas de
hogares¨
(Arriaga
2007).
La
región latinoamericana es la más desigual del mundo.
El estereotipo de la familia latinoamericana responde a los
indicadores de familia aglutinada, padres sobreprotectores y
presentes desde lo económico y psicológico. Con una
necesidad de pertenencia y una cultura de unión familiar que
por un lado establece lazos profundos y solidarios, una red de sostén
invaluable pero que también puede incrementar las dificultades
de emancipación económica, política y sobretodo
psicológica. A su vez transmitiendo desde un modelo de
organización patriarcal cierta desigualdad de género
siendo la mujer visualizada como única cuidadora y agente de
socialización de los hijos y al varón como principal
proveedor económico. Si bien la mujer ha aumentado su
participación en el mercado laboral como mencionamos
anteriormente, dentro del seno familiar la distribución de
roles y tareas está determinada por este modelo, sintiendo aún
la mujer la sobrecarga de sostener ambos roles asignados. El modelo
de masculinidad también en constante transformación nos
habla de un mundo cambiante, donde el género pasa a ser un
contínuo más diverso y flexible.
Dentro
de la entrada a la adultez que es el eje de este artículo,
este contexto económico social y de cambio de paradigma que
viven las familias latinoamericanas impacta directamente en las/os
jóvenes provocando un retraso en la edad del matrimonio,
nuevas formas de relaciones de pareja, la disminución de la
tasa de natalidad, un aumento en los años de escolarización
y retraso del ingreso al mercado laboral. La jóven mujer
latinoamericana se encuentra a su vez en tensión entre su
creciente participación en el mercado laboral y el papel que
socialmente se le asigna.
Entonces
podemos concluir que la independencia económica y autonomía
es más difícil de alcanzar en las/os jóvenes
latinoamericanas/os debido al tipo de conformación familiar, a
la estructura patriarcal y por el contexto socioeconómico que
atraviesa la región.
La
vida humana tiene aspectos biológicos propios del mundo animal
y aspectos adquiridos y sociales netamente del mundo humano. Los
seres humanos nacemos en estado de indefensión, inmadurez y
dependencia. Muchas especies animales también, sin embargo
rápidamente llegan a su madurez y autonomía. Hay
animales que conservan cierto comportamiento social pero ninguna
especie cumple el Ciclo Vital de la familia como lo hace el ser
humano. Este concepto fue creado desde la psicología
sistémica, por la escuela estratégica fundada por
Haley
(1980)
a partir de las conceptualizaciones de Milton Erickson. Él
desarrolló en concepto de Ciclo Vital de la Familia. Con sus
etapas especificadas como:
1-Período
del galanteo, 2- El matrimonio y sus consecuencias, 3-El nacimiento
de los hijos ,4-Dificultades matrimoniales del período
intermedio, 5-El destete de los padres ,6-El retiro de la vida adulta
y la vejez.
Desde
esta conceptualización podemos decir que la entrada a la vida
adulta coincide con el período del galanteo y la formación
de una familia (matrimonio y nacimiento de los hijos). Como
mencionamos anteriormente cuando hablamos de familias nos referimos a
toda la diversidad de nuevas conformaciones familiares. Hoy pensamos
al Ciclo Vital de la Familia como el tránsito resultante de
los interrogantes dominantes que la cultura y la especie nos ofrece.
Es casi imposible no ir deteniéndose en los momentos de crisis
vital marcados por la edad cronológica y biológica en
gran medida y por el ritmo que la sociedad de acuerdo a nuestra
etnia, urbanización y globalización, nos impone. La
pregunta acerca de la pareja por ejemplo es inminente a partir de los
20 si no hemos tenido algún tipo de experiencia vincular o
sexual, la pregunta acerca del deseo de ser padres a partir de los 30
parece ser un interrogante ineludible para las/os jóvenes,
sobretodo en el género femenino. Estos interrogantes
recurrentes en las distintas etapas de la vida no significan
necesariamente que una persona que no conformó una familia o
haya decidido no casarse no ingrese a la vida adulta. Estas son las
preguntas que la cultura nos plantea y que cada individuo deberá
responder para construir su proyecto de vida. Nos dan información
sobre nuestros modelos, nos dan información sobre nuestra
cultura y nos ponen en la necesidad de darles respuesta desde nuestra
condición e individuación. En la búsqueda de la
adultez es la respuesta al interrogante acerca de la pareja, la
parentalidad y la conformación de una familia, la que definirá
sin dudas nuestro proyecto de vida en el plano afectivo. Un proyecto
de vida que entendemos saludable en tanto creativo, independiente y
satisfactorio.
Concluimos
entonces que la adultez es una construcción social
multideterminada por nuestra biología, etnia,cultura,economía
y psicología,. Es un constructo dinámico en pleno
desarrollo y cambio.
Dentro
del eje laboral y económico, otro pilar fundamental que
debemos mencionar y que nos define como adultas/os productivas/os y
creativas/os es la vocación. La vocación que tiene que
ver con el llamado ¨vocare¨ a elegir un trabajo que nos
dignifique, nos permita desarrollar nuestros talentos y nuestra
identidad también parece afectado por esta realidad. No hay
aún desarrolladas políticas sociales que permitan
acuerdos equilibrados con respecto a las bases que proveen el
bienestar: estado-mercado-familia-comunidad. Entonces el acceso a una
elección vocacional depende en la mayoría de los casos
del estrato social al que pertenecemos y sus consecuentes
oportunidades educativas, laborales y por consecuencia económicas.
Aún así la elección vocacional no siempre está
garantizada desde las oportunidades educativas y económicas,
el perfil de familia aglutinada también implica una influencia
en la toma de decisiones de los hijos que en muchos casos eligen sus
carreras o trabajos para satisfacer las expectativas de sus padres
respondiendo al mandato familiar por encima del deseo personal. Como
vemos son muchos los contextos que atraviesan e interpelan a las/os
jóvenes adultas/os en el entramado de su identidad y el diseño
y construcción de su proyecto de vida.
Nativos
digitales; Millennials y Centennials ¿Hacia una nueva
construcción de la adultez?
Frente
a la pregunta: ¿qué significa para vos ser adulto?
Responsabilidad, independencia y conciencia fueron los términos
más utilizados en las respuestas de 65 jóvenes de entre
20 y 40 años invitados a contestar el cuestionario de
Autopercepción de la Etapa Vital diseñado para este
artículo. Si bien este cuestionario no tiene validez
científica a fines de investigación enriquece a modo
de sondeo de opinión las hipótesis y reflexiones del
presente ensayo sobre la entrada a la adultez.
El
perfil de la muestra fue homogéneo siendo 81,5% de género
femenino {ver figura 1}, mayoritariamente en el rango
comprendido entre 21 y 30 años de edad {ver figura 2} y
con estudios universitarios en curso o completos. Cuando los
interrogamos en relación a qué cosas les gustaría
lograr antes de los 40 años, más del 90% de los/as
encuestados/as mencionó estabilidad económica , laboral
y formar una familia.
De
las 65 personas encuestadas el 80% considera de importante a
indispensable lograr una pareja estable en el lapso de 3 a 5 años
{ver figura 3}. Mientras que el 47,7% no considera para nada
importante tener hijas/os en este mismo lapso {ver figura 4}. El
porcentaje mayor en orden de prioridades de importancia se lo
adjudicó el ¨trabajar en algo que te guste¨ con el 99%
, y el crecimiento económico con un 94% ambas variables
puntuadas como importantes a indispensables en el cuestionario
{ver figura 5} {ver figura 6}. El incipiente crecimiento de la mujer
latinoamericana en el mercado laboral y económico, el acceso a
la educación, el avance tecnológico, la globalización
entre otros factores están generando una importante revisión
en el rol social adjudicado a la mujer. Para las mujeres jóvenes
de hoy es tan prioritario el trabajo y el
crecimiento económico como lo es la formación de una
pareja estable, quedando para muchas en un segundo plano, o al menos
postergada, la decisión sobre una eventual parentalidad que
hoy tampoco queda limitada a un reloj biológico, dados los
avances en técnicas de fertilidad asistida. Aún así
existe una
tensión y superposición de roles, que genera con
frecuencia la vivencia de sobrecarga en las mujeres latinoamericanas.
La revisión sobre políticas de género orientadas
a la igualdad de oportunidades y su consecuente realización en
lo laboral y familiar afectivo creemos sería una forma de
acompañar los cambios que esta generación de adultos
emergentes nos invita a revisar y mejorar
(Houlberg,
Radivoy, Cuestionario :“Auto -percepción de la etapa
vital”, 2020)
Las
generaciones actuales como consecuencia de su inmersión en el
mundo digital y globalizado tienen diferencias en su cosmovisión
y construcción de la realidad. El fenómeno sociológico
de la relación entre las/os jóvenes y las tecnologías
digitales impacta en sus modos de relación, comunicación
y participación cívica. La masificación del uso
de las redes sociales y de internet en general ha modificado los
modos de interacción surgiendo a su vez nuevos códigos
comunicacionales entre las/os jóvenes. La interacción
cara a cara ha sido reemplazada por un lenguaje visual, plagado de
un sin fin de imágenes y códigos de interacción
virtuales. (Murden
y Cadenasso 2018)
Hoy
las formas de interacción y participación de las/os
jóvenes en la vida social tiene su canal de expresión
de manera on line y tener acceso a las tecnologías es
considerado un derecho, así lo expresa la firma en octubre de
2016 del Protocolo Adicional de la Convención Iberoamericana
de derechos de Jóvenes (OIJ,2016) señalando
expresamente en su artículo 5 que las personas jóvenes
tienen derecho al acceso a las tecnologías de la Información
y de la Comunicación (TIC), comprometiendo a los gobiernos a
desarrollar e incentivar la formulación de de estrategias y
prácticas óptimas que incrementen la posibilidad de
todas las personas jóvenes de participar.
La
hiperconectividad da lugar al hipervínculo y a la multitarea,
las/os jóvenes de hoy tienen las e-competencias necesarias
para poder leer información en internet a la vez que chatean,
bajan música de sus dispositivos portátiles y
participan de una convocatoria de participación cívica.
Ya no se trata de incorporar información sino de saber
buscarla, editarla y utilizarla. Estamos frente a una¨googleización
de la memoria¨ (Reig
y Vilches,
2013).
Las/os jóvenes son denominados hoy de diversas maneras. Así
podemos diferenciar a los ¨nativos digitales¨ o Millennials
y Centennials de los ¨inmigrantes digitales¨o generación
X, si bien ambas generaciones tienen un acceso y utilización
de la tecnología fluida y cotidiana los nativos digitales
presentan diferencias en sus procesos de subjetivación y
maneras de procesar la información aún a niveles
neurobiológicos de acuerdo a ciertas investigaciones en curso
(Prensky,
2010).
Esta
generación de jóvenes hiperconectados y globalizados es
también llamada “Generación we”, que se
caracterizarían por su fuerte conciencia solidaria, un acento
puesto en valores más humanos, por encima de lo material, con
una mayor conciencia ecológica y participación política
más activa y comprometida. La democratización de la
información, inmediatez de las imágenes y el flujo
veloz de la información las/os acerca a realidades disímiles
y las/os invita a comprometerse con realidades lejanas pero a la vez
próximas de manera virtual (Reig
y Vilches, 2013). Una
presencia comprometida en organizaciones de voluntariado, una actitud
de tolerancia religiosa, de etnia, sexual. Un sentido de
responsabilidad personal y conciencia del otro más marcada.
Así los pilares mencionados anteriormente sobre los que se
apoya el mundo adulto están en estas nuevas generaciones en
segundo plano. Los tiempos para pasar por esas etapas no son tan
rígidos, alcanzar objetivos lineales de éxito, por
ejemplo en lo económico o laboral como un lugar al cual llegar
o como un fin en sí mismo estarían subvalorados
privilegiando los procesos por encima de los resultados, una búsqueda
en relación a la felicidad más comprometida que se
traduce en proyectos de vida más flexibles, fluidos y
atemporales. (Murden y Cadenasso,
2018).
Algunos
términos asociados a la adultez: ¿De qué
hablamos cuando hablamos de responsabilidad, compromiso,
independencia y autonomía?
Frente
a la pregunta por el significado de la adultez,
palabras como responsabilidad e independencia aparecen casi sin
excepción. Y es que en el imaginario social el “Adulto”
con A mayúscula aparece fuertemente ligado a la imagen de una
persona mayor de 18 años con independencia económica de
su familia de origen, capaz de garantizarse a sí mismo “el
sustento” o condiciones mínimas de supervivencia (techo
y comida).
En
relación a la edad, cabe destacar que, si bien para el
sistema jurídico normativo un joven de 18 años es
considerado mayor de edad, en términos sociales y culturales
las personas de esta edad están aún más ligadas
a la imagen o idea de adolescencia que de adultez. De hecho en
nuestro país existe legislación que ampara a las/os
jóvenes que decidan proseguir sus estudios o prepararse
profesionalmente en un arte u oficio, para que reciban -si necesitan-
sostén económico de sus progenitores hasta los 25 años
(art.663 del Código Civil y Comercial de la Nación),
como así también muchas obras sociales incluyen dentro
el “plan familiar” a las/os jóvenes de hasta 25
años. Al respecto cabe mencionar que de entre las/os 65
jóvenes que respondieron al cuestionario de “Auto-percepción
de la Etapa Vital” (87,7% entre los 21 y 30 años) frente
a la pregunta ¿Te consideras adulto/a? solo un 52,3% respondió
que sí,
mientras que un 41,5% respondió con la opción “tal
vez”
y el restante 6,2% respondió que no
{ver figura 7}.
En
cuanto al concepto de responsabilidad se lo suele asociar con el
“hacerse cargo” ( como algo que hay que cargar, llevar a
cuestas) de las propias decisiones y sus consecuencias (castigos o
condenas sociales), así como con cumplir con las
“obligaciones” de la vida adulta, asociadas a lo laboral
y/o a la manutención y cuidado de los propios hijas/os en caso
de tenerlas/os.
Así
la responsabilidad aparece en la que es quizá la peor de las
acepciones de la palabra como “obligación”, es
decir algo que es impuesto desde afuera y que va muchas veces en
contra de la voluntad o deseo subjetivo.
Frente
a la pregunta por el significado subjetivo asignado al término
“responsabilidad” algunas de las respuestas fueron: “En
mi cabeza resuena casi como obligación” ,
“presión/ansiedad”, “hacer, resolver
cuestiones que impone la sociedad, aunque no prefiera hacerlo”,
“presiones”, “obligación que hay que
cuidar”. (Houlberg,
Radivoy, Cuestionario :“Auto -percepción de la etapa
vital”, 2020)
No
corre mejor suerte el concepto de “compromiso”, también
asociado a la adultez, aparece asociado a “cumplir con las
obligaciones y con la propia palabra”. Hay sin embargo en esto
último una contradicción, puesto que si se trata de “la
propia palabra” ¿quién obliga?. El concepto
aparece así, también teñido por su peor
acepción, “hacer algo por compromiso”, es hacer
algo sin un deseo genuino de hacerlo y con la finalidad de cumplir
una obligación impuesta desde afuera.
Vista
desde esta perspectiva no es de extrañar que la adultez
aparezca como el “cuco” al que ninguna/ningún
adolescente sensata/o quisiera aproximarse y frente al cual hasta
una/un octogenaria/o sentiría, si no es temor, al menos algo
de rechazo.
Pero
ésta es solo y afortunadamente una de las perspectivas y de
las posibles miradas que aparecen en el imaginario social respecto
del constructo de la adultez, por lo general entremezclada con
concepciones más reflexivas y menos escabrosas, que
trascienden lo heterónomo para adentrarse en los caminos que
nos llevan a contemplar a la adultez como el reinado de la autonomía
y la autodeterminación perfilando así una auténtica
libertad del ser.
Para
empezar a hablar de autonomía y de autodeterminación en
el ser humano adulto, se vuelve necesaria una breve reflexión
acerca de la responsabilidad y del compromiso en tanto valores.
Empecemos
por desglosar el concepto de “responsabilidad”.
En
su origen etimológico “la palabra responsabilidad está
formada por el sufijo idad-
de cualidad y el sufijo latino -bilis
( que puede, que es capaz de, que es posible), se forma en efecto a
partir del supino responsum
(dar
correspondencia a lo prometido, responder). Pero cabe añadir
que este verbo se forma con el prefijo re-
(reiteración,
vuelta al punto de partida, ida de vuelta atrás) sobre el
verbo latino spondere
(prometer,
obligarse, comprometerse a algo) Por eso la responsabilidad
es la cualidad de aquel que es capaz de responder a sus compromisos”
(deChile.net, 2020)
En
síntesis es la habilidad de dar respuesta y/o de cumplir
aquello a lo que nos comprometimos.
Respecto del concepto de “compromiso”, la palabra viene
del latín Compromissum que podría traducirse como “con-
promesa”.
En
relación a las promesas el sociólogo y filósofo
Rafael Echeverría
(2013)
afirma en su libro “Ontología del lenguaje” que
cada vez que hablamos estamos, de manera explícita o
implícita, asumiendo un compromiso. Cuando hacemos
afirmaciones nos comprometemos a que las mismas sean verdaderas,
cuando hacemos declaraciones, nos comprometemos a actuar de manera
consecuente así como a la validez de las mismas, cuando
hacemos una promesa en sí misma (que implica a alguien que
pide, alguien que ofrece y un acuerdo por parte de ambas partes en
cuanto a las condiciones de satisfacción y al tiempo en que
deberá cumplirse dicho contrato) nos comprometemos a
cumplirla. Por supuesto las promesas pueden romperse, podemos hacer
afirmaciones falsas, declaraciones inválidas, y no cumplir con
nuestros acuerdos, pero lo que ponemos en juego allí es
nuestra propia imagen y la confianza de los demás y de
nosotros mismos hacia nuestra persona.
Llegada
la adultez suponemos entonces que hemos alcanzado un grado suficiente
de conciencia como para ser capaces de responder frente a nuestras
promesas y que, de no hacerlo, lo que se pone en juego es la persona
en la que nos constituimos a través de nuestras propias
acciones. La responsabilidad surge de este modo como un valor y un
eje coyuntural de la vida adulta. Pero consideramos que no hay
verdadera responsabilidad si no se han pasado previamente por el
propio tamiz las creencias aprendidas durante la infancia y la
adolescencia. No existe libertad alguna si, en tanto adultas/os, no
tomamos conciencia de que somos responsables de los juicios a partir
de los cuales observamos el mundo y construimos nuestra particular
versión de “la realidad”.
En
otras palabras, asumirnos responsables, implica poner en nuestra
propia tela de juicio, todos los juicios, opiniones o creencias que
hemos aprendido durante nuestros años de crianza y dar
respuesta frente a los mismos. Recién entonces podemos empezar
a hablar de autonomía en la/el adulta/o.
Pero
¿qué es la autonomía?, ¿es lo mismo
autonomía que independencia? No, de hecho es en la diferencia
entre estos dos conceptos que radica la raíz de la confusión
que suele asimilar y asemejar independencia con responsabilidad,
cuando veremos que el hecho de ser independiente no implica
necesariamente la habilidad para dar respuesta desde una auténtica
autonomía.
Los
Profesores en Psicología, Edward Deci y Richard Rayan en sus
estudios sobre la motivación humana afirman que una persona
puede ser independiente sin ser autónoma, ya que el concepto
de independencia apunta a la capacidad de acción sin la
necesidad de un otro que ayude o intervenga, mientras que el concepto
de autonomía apunta a la capacidad
de decidir libremente y elegir entre las propias opciones.
Una acción independiente puede estar extrínsecamente
motivada, es decir que se puede hacer algo en función de
responder a necesidades o deseos que no son propios. Mientras que una
acción autónoma responde a motivaciones intrínsecas,
es decir que la persona ha adoptado como propias (Obregoso,
2016).
Alcanzar
la autonomía implica por tanto, el tamizado de las propias
creencias y opiniones de las que hablábamos más arriba.
Una/un adulta/o sería desde esta perspectiva una persona que
ha alcanzado (al menos) cierto nivel de autonomía.
Cabe
mencionar aquí que, sin adentrarnos demasiado en temas
filosóficos y/o teológicos y tras un breve recorrido
por el estado del arte, creemos que hay una tendencia hacia un cambio
de paradigma, en la concepciones de la responsabilidad y la autonomía
como valores, que va desde una concepción kantiana de la
autonomía, que aparece como teleológica (respondiente
a un fin último, proveniente de un orden o voluntad superior)
hacia una concepción nietzscheana donde el ser humano es autor
de su propio destino (Diel, 2017), siendo el destino (fatum) una
concatenación de acontecimientos creado por las propias
acciones. (Niesztche, s.f.)
Ya
lo decía el padre de la psicología evolutiva en el año
1934 “Para que una conducta pueda ser calificada de moral, es
necesario algo más que un acuerdo exterior entre su contenido
y el de las reglas comúnmente admitidas : es necesario además
que la conciencia tienda a la moralidad como a un bien autónomo
y sea capaz de apreciar el valor de las reglas que se le proponen.”
(Piaget,1984, P.339)
¿Será
entonces que en esta coyuntura entre la responsabilidad como
“obligación” (motivación extrínseca)
y la responsabilidad como habilidad de respuesta autónoma
frente a la realidad generada por las propias acciones (motivación
intrínseca) se vislumbra el salto cualitativo que abre paso a
una vivencia más plena de la adultez?
Antes
de cerrar este apartado y dar paso a las conclusiones del presente
artículo, nos parece imprescindible mencionar que muchas veces
el espacio terapéutico es un espacio que propicia la toma de
conciencia individual de las cuestiones aquí mencionadas. Es
frecuente que, como psicólogas/os, nos veamos ocupando el rol
de facilitadoras/es de procesos en los cuales vemos a nuestros
pacientes empoderarse, tomar las riendas de su propia vida, tomar
decisiones, dejar de responder a mandatos (sociales, familiares, etc)
para empezar a actuar en pos de sus propios deseos. Y en todos estos
procesos lo que sucede no es otra cosa que el paso de la heteronomía
a la autonomía, la toma de conciencia de la propia
responsabilidad y de la autodeterminación de su ser.
Conclusiones:
Autodeterminación y libertad, hacia un proyecto de vida digno
de ser vivido.
La
adultez consiste también en integrar los distintos aspectos de
nuestro ser, consiste en una síntesis dinámica de
quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos
ser en un interjuego interactivo y fluido con el medio, la cultura,
la biología, el contexto . Jean Piaget planteaba que el
proceso de aprendizaje no era más que un proceso de adaptación
al mundo donde el niño se apodera del objeto mediante la
asimilación, imponiendo sobre el mismo arbitrariamente sus
características. Esto le permite entender la dimensión
del mismo para así acomodarse en una segunda instancia aunque
recursiva a las condiciones que el mismo objeto ofrecía a su
cerebro. El ser humano vive en esta concesión dual constante
de ser individuo y a la vez ser social, de imprimir su sello novedoso
e inédito al mundo y sucumbir a los límites que la
biología y la cultura le imponen. Ser adulta/o es asumir la
responsabilidad y el compromiso de aceptar quienes estamos siendo y
quiénes queremos ser, ya que la identidad si bien es dinámica
se caracteriza por la estabilidad de seguir siendo en el cambio
mismo, para ser distintos de los demás en el medio de todos.
Poder entender este interjuego, para negociar el propio potencial con
las posibilidades y marcadores del contexto, podríamos decir
que es el arte de ser adultas/os.
Transformarse
en adulta/o va mucho más allá de la edad, tiene que ver
más con un posicionamiento frente a la vida, con un proceso de
transición de la heteronomía a la autonomía, con
asumirse con la “habilidad de dar respuesta” a aquellas
situaciones que nos interpelan. Tiene que ver con tomar conciencia de
que somos seres que vivimos dentro de marcos sociales y culturales
que nos moldean, pero con posibilidades de autodeterminación
casi infinitas y siempre presentes. Decidimos todo el tiempo y a cada
momento, aunque a veces no seamos conscientes de que estamos
decidiendo, siempre hay al menos una segunda opción. La etapa
vital que aquí abordamos, adultez temprana o juventud, es la
etapa en donde, (en condiciones óptimas) empezamos a tomar
cada vez más decisiones de manera autónoma, y con ello
ganamos dos cosas, libertad y responsabilidad, ¿Qué
mejor que responder ante las propias decisiones?
A
medida que la etapa adulta avanza nos volvemos cada vez más
competentes en esto de responder, decidir y volver a responder,
imprimiendo a cada paso algo de nuestra autenticidad, dando nuestras
propias y auténticas pinceladas a esa identidad la más
de las veces bastante frágil con la que abandonamos la
adolescencia.
Las
formas de ver la adultez están cambiando, las/os jóvenes
de hoy tienen quizá una mayor conciencia de la multiplicidad
de posibilidades de “diseño” de la propia
identidad y de construcción de un proyecto de vida. No
responden menos que otras generaciones a lo que se espera socialmente
de ellas/os, de hecho suelen estar muy preocupadas/os por hacerlo,
pero debido a la globalización y digitalización de la
cultura, tienen acceso a un panorama mucho más amplio de
posibilidades de ser dentro de la sociedad.
Estas
noticias alegrarian a Piaget, quien ya en 1934 haciendo un
paralelismo la evolución psicológica del niño y
la evolución social decía en las conclusiones de su
libro “El
criterio moral en el niño”:
“La
igualdad moral no es el resultado de un progreso hacia lo
homogéneo..., sino de una movilidad que está en función
de la diferenciación : cuanto más diferenciada está
una sociedad, mejor pueden los individuos cambiar de situación
según sus aptitudes y más se favorece la cooperación
intelectual y moral.” (Piaget,1984, P.334)
También
aparece
entre las/os jóvenes de hoy una mayor tolerancia y respeto por
la diversidad, se están abandonando las ideas rígidas y
los compartimientos estancos, para abrir paso a constructos sociales
más flexibles, fluidos y dinámicos. Frente a esta
amplitud de posibilidades quizá aparezcan personalidades más
auténticas y genuinas, aunque por las mismas razones estos
procesos lleven un poco más de tiempo.
No
hay tanto apuro por “establecerse” y formar una familia ,
las/os jóvenes saben ya que no es ese el “único
horizonte aspiracional” y que su felicidad no está allí
garantizada. Tienen mayor interés en viajar, en explorar un
mundo googleizado que ofrece infinitas ventanas simultáneas
para explicarlo y definirlo. Hoy la búsqueda de la felicidad
es definitivamente otra.
Coincidimos
con la hipótesis de Ryan y Deci, respecto de que los seres
humanos tenemos una necesidad psicológica innata de sentir que
somos seres que se autodeterminan (Orbegoso, 2016). Para que la
adultez “deje de considerarse algo triste y aburrido”
(Houlberg,
Radivoy, Cuestionario :“Auto -percepción de la etapa
vital”, 2020) tal
como nos agregaba una/un de las/os jóvenes encuestadas/os,
creemos que como sociedad deberíamos replantearnos nuestra
mirada sobre esta etapa vital y repensar qué les estamos
enseñando a nuestras/os niñas/os sobre valores como la
responsabilidad, el compromiso y la autonomía. Del mismo modo
no podemos dejar de atender la necesidad de fomentar la autonomía
en función de la mencionada necesidad de autodeterminación.
No
queremos dejar de agregar que consideramos que el espacio
terapéutico, es un espacio propicio y potenciador para abrir
los interrogantes entorno a estas cuestiones, para generar conciencia
de responsabilidad y autonomía en nuestros pacientes con la
finalidad última de que encuentren en la autodeterminación
una adultez más plena.
Para
finalizar quisiéramos agregar que en la reflexión sobre
la temática aquí planteada el hablar sobre la
construcción de la identidad y sobre la autonomía como
un componente fundamental para vivir ese proceso en plenitud, resultó
un tema recurrente y que dichas reflexiones nos remitieron a una
frase de la película “Todo sobre mi madre” (1999)
de Pedro Almodóvar en donde “La Agrado” (personaje
interpretado por Antonia San Juan) expresa: “Me llaman la
Agrado, porque toda mi vida sólo he pretendido hacerle la vida
agradable a los demás. Además de agradable, soy muy
auténtica...bueno, lo que les estaba diciendo, que cuesta
mucho ser auténtica, señora, y en estas cosas no hay
que ser rácana, porque una es más auténtica
cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí
misma."
Referencias
-Arriagada,
I. (2007). Familias
latinoamericanas: cambiantes, diversas y desiguales. Papeles
de población, 13(53),
9-22. Recuperado en 12 de julio de 2020, de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-74252007000300002&lng=es&tlng=es.
-Cantero
V.,
M. P.,
Delgado Domenech
B., Gión Méndez S., González Gómez C.,
Martínez Vicente A.B., Navarro Soria I., Pérez Pérez
N., Valero Rodriguez J. (2011). «1.-Historia
Y Conceptos De La Psicología Del Desarrollo».
En Psicología
Del Desarrollo Humano: Del Nacimiento A La Vejez. (p14).Alicante,
España. Editorial club Universitario.
-Diel,
L. (2017).
La
re- significación nietzscheana de virtud desde el horizonte de
una autonomía postmetafísica.
Nuevo
Itinerario, Revista
digital de Filosofía.
Recuperado de: http://dx.doi.org/10.30972/nvt.0122957
-Echeverría
R. (2013).
Ontología del Lenguaje
1°ed.12a reimp. Buenos Aires.Garnica.
-
Haley J. (1980).
Terapia
no convencional.
Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson
Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
-
Minuchin
S., Fischman C.
(1984).
Técnicas
de terapia familiar.
Buenos Aires ED Paidós.
-
Murden A.,
Cadenasso
J.
(2018).
Ser
Joven en la era digital.
Una aproximación a los procesos de construcción de la
subjetividad, Fundación
sm, Cepal, Naciones Unidas
-Nietzsche
F., (s.f.) Libertad
de la voluntad y fatum. Recuperado de:
https://www.elejandria.com/libro/libertad-de-la-voluntad-y-fatum/friedrich-nietzsche/1009
-Orbegoso,
A. (2016).
La
Motivacion intrinseca segun Rayan & Deci y algunas
recomendaciones para maestros.
Recuperado de:
https://www.researchgate.net/publication/311162177_LA_MOTIVACION_INTRINSECA_SEGUN_RYAN_DECI_Y_ALGUNAS_RECOMENDACIONES_ PARA_MAESTROS
-
OIJ (2016 [2008]): Convención Iberoamericana de Derechos de
los
Jóvenes.
Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica.
-Piaget,
J.
(1984). El
criterio
moral en el niño.
Barcelona: Ediciones Martínez Roca.
-
Prensky,
M. (2010): Nativos
e Inmigrantes Digitales.
Institución
educativa SEK.
-
Reig,
D. y Vilches,
L.
(2013). Los
jóvenes
en la era de la hiperconectividad: tendencias, claves y miradas.
Madrid: Fundación Telefónica/Fundación
Encuentro.