ISSN 2618-5628
 
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Trastorno delirante  
Erotomanía, Psicopatología  
     

 
La Erotomanía y el fundamentalismo
 
Zurita, Marcos
Revista Atlas
 

 

Cualquier aproximación al mundo del amor psicótico tiene un paso obligado por el mundo de los celos patológicos y la erotomanía, descrita de la mejor forma por Gaëtan De Clérambault.

Este texto intentará evaluar sobre la vigencia o no de las Psicosis Pasionales descritas por el psiquiatra francés, sobre cómo han podido sobrevivir, aunque más no sea como un tenue fósil, como un trilobite clínico, en la fría letra del DSM y la CIE, y, más importante aún, cómo el cuadro clínico es continuado hoy por un ejército de erotómanas y erotómanos dispuestos a llevar en alto las banderas del amor delirante (sería más justo decir "otros tipos de amor delirante") sean cuales fueren las coordenadas socioculturales que se despliegan a su alrededor. Al final, se expondrá una aventurada comparación con el pensamiento fundametalista.

 

De la Ninfomanía a la Erotomanía

El término erotomanía es usado ya en la Grecia antigua, asociado a la idea de "exceso de amor", excesos que llevaban a delirios, fiebre y ataques catalépticos (Diderot y D'Alambert, 1754).

Si bien el nombre ha quedado desde entonces, el concepto asociado a la palabra ha ido sufriendo algunas modificaciones a lo largo de la historia hasta llegar a la idea actual, formalizada cuidadosamente por De Clérambault.

Aquella erotomanía nombraba "enfermedad general causada por exceso de amor". Esta idea es mencionada por Plutarco (Jones, 1992) y por Galeno, entre otros.

Galeno describe el caso de una joven que se muestra afligida. El médico piensa el diagnóstico diferencial entre una melancolía (alteración de la bilis negra) o algo "inconfesable". Cuando comprueba que el pulso de la paciente se vuelve extremadamente irregular al estar en presencia de un actor conocido de la época, llega a la conclusión de que el origen de sus manifestaciones corporales es el exceso de amor hacia el artista.

Es interesante notar la idea de cómo en este enfoque está presente que algo intangible ("exceso de amor") puede cambiar el estado del organismo. Sobre todo, que esa intangibilidad no es religiosa; no es Zeus o Afrodita la que ocasiona ese cambio sino un hombre, aunque es necesario ver que no era un simple hombre, sino un actor, parte de los hombres privilegiados de la antigua Grecia.

En el siglo XVII se arriba al concepto de la erotomanía como la "práctica en exceso de amor físico". Es aquí que la erotomanía se separa del amor platónico y se asocia a la ninfomanía y la satiriasis (Cullen, 1803, Thomson, 1827).

La erotomanía no escapa a la ola de localización somática de las enfermedades mentales. Quizás por un sesgo cultural o quizás como una plena observación, se llega a la conclusión de un asentamiento en los órganos sexuales femeninos, más precisamente, se la rebautiza como "furor uterino" (de Bienville, 1771).

Esto supone un cambio importante con respecto a lo anterior: queda de lado la etiología intangible y se ancla el padecimiento al campo femenino.

Llegado el siglo XIX, la erotomanía es asociada con la masturbación y la homosexualidad, dentro de las perversiones. Esta visión más moralista llega a su punto más alto con la teoría de la degeneración.

Así, las ninfómanas del siglo XIX lo son debido a un trastorno de la personalidad surgido de las conductas moralmente malas de sus progenitores (alcoholismo, sífilis).

Más tarde el dualismo vuelve a prevalecer y la erotomanía se separa de la ninfomanía, pensándose la primera como una enfermedad mental y la última como una enfermedad localizada en el aparato genital. Años más tarde, la ninfomanía cae de enfermedad a síntoma hasta desaparecer de la nosología académica aunque sobreviviendo en la fantasía popular.

Ante este cambio, la erotomanía es definida como "un amor no correspondido originado en una enfermedad mental". El origen vuelve a tornarse intangible, al menos no-orgánico.

Esquirol incluye a la erotomanía dentro de las monomanías: "la erotomanía es una enfermedad cerebral crónica caracterizada por un amor excesivo por un objeto real o imaginario; es una enfermedad de la imaginación y es acompañada por una alteración del juicio: las ideas amorosas son tan fijas y dominantes como en la lypemania religiosa". Y agrega: " la erotomanía difiere esencialmente de la ninfomanía y la satiriasis ya que estas últimas se originan en los órganos reproductivos y ascienden al cerebro, en cambio en la erotomanía, el amor es todo de la cabeza; las ninfómanas son víctimas de un desorden físico, las erotómanas, de su imaginación" (Esquirol, 1838).

Trelat, años más tarde, describe la erotomanía dentro de las "locuras lúcidas" y plantea por primera vez separarlas en erotomaníacos primarias (esenciales) y secundarias (sintomáticas) (Trelat, 1861).

A principios del siglo XX el concepto de erotomanía sufre un nuevo cambio a raíz de la dicotomía entre las locuras parciales (ex monomanías) y los delirios. Son Serieux y Capgras quienes incluyen la erotomanía dentro de los delirios interpretativos (Serieux, P. & Capgras, 1909) a la vez que en Alemania, Kretschmer describe cuatro casos como "delirios erotomaníacos" (Kretschmer, 1918).

Benjamin Ball da cuenta de algo importante en el cuadro: el delirio erotomaníaco está en relación con otra persona y no con el delirante per se. Dice Ball: "el amado se transforma en objeto de especial atención y persecución: cualquier gesto, mirada o palabra, se vuelve evidencia de su amor por la paciente y cualquier 'pista' se vuelve evidencia. Un anuncio en el periódico que diga 'Juan a María', significa que el amado intenta comunicarse con la paciente por un pseudónimo" (Ball, 1888).

Krafft-Ebing plantea que la erotomanía es una expresión tardía de la paranoia y menciona que pueden existir procesos alucinatorios al servicio del delirio (Krafft-Ebing, 1893).

Kraepelin clasifica a la erotomanía dentro de la megalomanía paranoica y agrega al cuadro clínico las paramnesias, bajo la forma de "pseudomemoria" (delirio de la memoria).

Un año antes de estos conceptos kraepelinianos, en 1920, De Clérambault publica, junto a Brousseau, el caso de una mujer que aseguraba que George V estaba enamorado de ella y que le hacía saber de ese amor mediante un código que involucraba abrir o cerrar las cortinas del palacio real. Es aquí que De Clérambault dice que el orgullo y no el amor es el sentimiento que se pone en juego en la erotomanía, dejando al platonismo fuera del cuadro.

Finalmente la erotomanía sobrevive hoy en el DSM dentro de los Trastornos delirantes crónicos, de "tipo erotomaníaco". Y el constructo moderno de "erotomanía" halló su epónimo en quien reunió todas las características clínicas dispersas desde la Antigua Grecia, puliéndolas y agregando nuevas características fundamentales sobre el ahora estructurado "síndrome".

 

De la erotomanía al fundamentalismo

De Clerambault marca el núcleo delirante en lo que llamó el "Postulado Fundamental": Es el objeto el que ha comenzado a amar y quien más ama.

Las características del objeto a lo largo de los años varían en sus formas pero no en su contenido: son personas que ocupan rango social superior, de privilegio. Ayer Reyes, hoy celebrities. Pero también se pueden dar en microsociedades: el jefe de una oficina, un médico, un capataz.

Al ser el objeto el primero y quien más ama, el sujeto amado se vuelve un privilegiado, un elegido. El carácter asimétrico de los lugares sociales que ocupan el objeto y el sujeto establece también un contrato de difícil ruptura. No es un lazo entre pares, donde la ambivalencia puede ser el tono más habitual del lazo amoroso, la distancia simbólica de los protagonistas de la erotomanía rápidamente se inscribe en la entrega total. Es ese primer momento delirante de cualquier enamoramiento (pensamientos obsesivos, inquietud, autorreferencia, ideas megalómanas) extendido a todo el día, todos los días, todas las semanas y todos los años. Porque los cuadros erotómanos parecen llevar a un territorio no metafórico eso de "amar para siempre".

Ahora bien, la erotomanía ofrece un excelente laboratorio para reflexionar sobre dos cuestiones que trascienden la clínica estricta: una, la más evidente y que ya se mencionado, es el lazo amoroso. Es la elasticidad de las significaciones y no tanto las significaciones en sí, lo que separa el amor patológico del amor normal (no alcanza la bastardilla para aflojar estos juicios y éso es precisamente la gran duda alrededor de estos términos al asociarlos al amor, el amor, en definitivamente, termina siendo el gato de Schrödinger: puede al mismo tiempo estar vivo y muerto, normal y patológico).

La otra cuestión que la clínica erotómana puede ayudar a analizar es la dinámica de las ideas fundamentalistas. El fundamentalismo comparte con la erotomanía la asimetría: un sujeto es elegido, ya no por un objeto humano sino por una idea superior. En el recorte de las ideas religiosas, podría pensarse esto como un delirio místico. Pero lo que se quiere subrayar acá es otro tipo de fundamentalismo: el que florece en esta época a la hora del debate de ideas. El contrato entre pares, que estimulaba al intercambio de ideas opuestas, estaba más cerca del amor común: ambivalencias, algunos enojos pasajeros y ciertas revelaciones efímeras. Hoy se extendió otro contrato: quien expresa una idea se siente elegido por esa idea, no es una idea, es una revelación. Se establece, al igual que en la erotomanía, una relación asimétrica, donde el fundamentalista no puede romper el vínculo, ni siquiera modificarlo. El sujeto se pierde en el universo de esas ideas reveladoras y se abraza delirantemente a un juego de defensa y ataque intenso que tiende a cero. Los terraplanistas, los antivacunas y todas sus metonimias políticas leen la realidad como aquella erotómana que vigilaba las cortinas del Palacio, sus pruebas son pura interpretación sesgada (como toda interpretación, se podrá decir, sí, pero ésta tiene la rigidez del delirio).

Por último, en este juego de pensar el modelo erotómano como el modelo fundamentalista, no podemos dejar de lado la dinámica por etapas del cuadro psicopatológico. El enamoramiento, la desilusión, el despecho y que desemboca en el acoso. Cada una de estas etapas que se cumplen en un cuadro erotomaníaco puro, se cumplen también con aquellos que eligen encorsetar erotómanamente su pensamiento.

La mala noticia es que por ahora, al igual que siempre, no hay un tratamiento eficaz que revierta la salida del surco. Apenas se puede pensar en una prevención secundaria.

 

Referencias

Ball, B. (1888). La Folie erotique. Paris: Bailliere et Fils.

Cullen, W. (1803). Synopsis Nosologic; Methodic;, 6th edn. Edinburgh: W. Creech.

Thomson, J. (ed.). (1827). The Works of William Cullen, MD, 2 vols. Edinburgh: William Blackwood.

Diderot and D'Alambert (eds) (1754). Encyclopedie ou Dictionnaire Raisonn des Sciences, des Arts, et de Metieres, Vol. 4 (Paris: Briasson, David, Le Breton, Duran), 785-9.

de Bienville, M. D. T. (1771). La Nymphomanie ou trait de la fureur utrine, dans lequel on explique avec autant de clart commencements et les progrs de cette cruelle maladie dont on developpe les differentes causes; ensuite on propose les moyens de conduite dans les divers periodes et les specifiques les plus prouves pour la curation (Amsterdam: M. M. Rey).

Esquirol, E. (1838). Des Maladies mentales considees sous les rapports medical, hygienique et medicolegal, 2 vols. Paris: Baillire.

Jones, H. S. (ed.) (A1994). Greek-English Lexicon, compiled by H. G. Liddell and R. Scott Oxford: Oxford Clarendon Press.

Krafft-Ebing, R. von (1893). Lehrbuch der Psychiatrie, 5th edn (Stuttgart: Ferdinand Enke).

de Clerambault G, Brousseau A (1920) Coexistence de deux dlires: persecution et erotomanie (presentation de malade). Bull Soc Clin Med Ment 8:238-250.

Kretschmer, E. (1918). Der sensitive Beziehungswahn. Ein Beitrag zur Paranoiafrage und zur psychiatrischen Charakterlehre. Berlin: Springer.

Serieux, P. & Capgras, J. (1909). Les Folies raissonnantes. Le Delire d'interpretation (Paris: Alcan).

Trelat, U. (1861). La Folie lucide. Paris: Adrien Delahaye.

 

 
5ta Edición - Diciembre 2020
 
 
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