El
comúnmente llamado abuso sexual infantil es ante todo un
delito. Delito que no es precisamente infantil sino que es un ataque
cometido por un adulto o alguien sensiblemente mayor que toma al niñx
como objeto arrojándolo al ejercicio de la sexualidad adulta.
Se trata de actos que han sido silenciados por años y que
provocan en lxs niñxs que los padecen efectos traumáticos
que marcarán su vida.
A
pesar de la obligatoriedad de defender a lxs niñxs plasmada en
la Ley de Protección integral sobre ellxs, sigue recayendo el
maltrato, el abuso, el hambre, el abandono dando cuerpo a la llamada
infancia en situación de riesgo, consolidándose así
el modelo descriptivo de la época.
Se
trata de un analizador que revela las representaciones que subyacen
en el campo social encubriendo lo peor de los discursos
conservadores. Dado que se trata de un grave delito que afecta a
miles de niñxs, resulta imprescindible interrogar el
imaginario tradicional de una justicia que es a todas luces
patriarcal y misógina. Una Justicia que muchas veces lejos de
proteger revictimiza con sus intervenciones.
He
propuesto la comparación entre el fenómeno del abuso y
el terrorismo de Estado debido a que en ambos se produce una
trasformación siniestra: entre la figura que debiendo
proteger deviene agresor. Situación que incrementa el rasgo
perverso.
El
comúnmente llamado ASI es una catástrofe
inevitablemente traumática para el psiquismo infantil y por lo
tanto provoca efectos que habría que explorar en su
singularidad. Es decir, que el niñx se encuentra con el
acontecimiento irá significándolo desde sus
representaciones previas y sus fantasmas constitutivos. Los efectos
traumáticos serán siempre singulares y se articulan
fundamentalmente a lo histórico vivencial y a la respuesta del
entorno frente a la revelación.
Es
preciso aclarar que trabajo con la concepción de un aparato-
psíquico abierto a lo real constituido a partir de
inscripciones provenientes del exterior y sometido constantemente a
los embates de la realidad. Tomo la idea de la existencia de una
realidad externa al aparato psíquico cuyos estímulos
influyen en él provocando desequilibrios que obligan a un
trabajo de metabolización y de procesamiento permanente. Sin
embargo, las vivencias muy traumáticas –aquellas en las
cuales el exceso de investimiento no logra resolución ya sea
por descarga, sea por ligazón, o por aquello que he descripto
bajo el modo de lo arcaico- que no logran aunque sean posteriores a
los primeros tiempos de la vida una retranscripción- pueden
aparecer en el sujeto bajo una forma en la cual el indicio está
operando como si nunca hubiera sido parte del entretejido psíquico
como algo que no logra metabolizarse y que nos sorprende por su
carácter "realista". Estos elementos quasi
alucinatorios que habría que pensar como síntomas de
fijación al trauma son, precisamente, los que se encuentran
en niñxs que han sufrido maltrato o abuso sexual . Cabe
recordar que uno de los elementos más importantes para
diferenciar el recuerdo de la alucinación es el monto de
investimiento entonces vemos que el recuerdo tiene cualidades
sensoriales menos vívidas. Este carácter que revisten
las vivencias traumáticas tiene un carácter quasi
alucinatorio porque hay poca elaboración y entonces más
que recuerdo es la emergencia de lo inscripto lo que se le impone al
sujeto bajo formas específicas.
Para
darnos una idea del impacto de estos hechos, podríamos pensar
que el maltrato y el abuso tienen el efecto de un terremoto en la
cabeza de quien lo padece. Lo traumático no es el producto
directo del estímulo externo sino la relación existente
entre el impacto y el influjo de excitación desencadenado en
el sujeto psíquico. Les niñxs representan en sus
dibujos una recuperación simbolizada de lo vivido donde la
realidad es el soporte de la escenificación para descargar lo
inmetabolizable pero también para recrearlo.
Tras
largos años de trabajo con casos de abuso sexual contra niñxs,
he observado que en la mayoría de ellos el ataque se produce
dentro de la organización familiar o en su entorno más
cercano. También he encontrado que las intervenciones que
respecto a estos casos se sostienen suelen ser sólo
mascaradas. Me refiero a muchas intervenciones, psicológicas,
de trabajo social pero sobre todo intervenciones del sistema
judicial. Recordemos que una mascarada es una farsa con la que se
pretende engañar. Otra de sus acepciones es ficción,
falacia, simulación. Es decir, es un "como sí".
El abuso contra niñxs constituye en sí mismo una
paradoja, con muchas similitudes con otras violencias de género.
Si bien aumentan las campañas para lograr la visibilización,
las acciones concretas siguen siendo, la mayoría de las veces,
absolutamente ineficientes. Dicha ineficiencia tiene un sustrato que
es, nada más ni nada menos que, el sesgo profundamente
patriarcal que tiñe la ideología de los operadores del
sistema judicial y en especial de jueces y juezas sumado a la falta
de una capacitación adecuada para sostener buenas prácticas.
Resulta
fundamental tener en cuenta que los tiempos de la justicia no son los
tiempos de las víctimas y, por lo tanto, mientras los
extensos expedientes descansan en los cajones de atestados e
impersonales escritorios, niños y niñas siguen siendo
humillados, maltratados, violados. Abusos que marcarán sus
vidas en forma indeleble. Hablamos de tiempos de infancia y
adolescencia que nadie podrá devolverles ni restaurar.
Con
una mirada retrospectiva encontramos con claridad que la
visibilización del abuso sexual contra niñxs y
adolescentes es un proceso que se da fundamentalmente como efecto
de los logros del movimiento feminista, de la idea de ruptura entre
lo público y lo privado, de las transformaciones respecto de
las concepciones de la subjetividad infantil, la difusión y
defensa de los derechos de niñas y niños, la lucha
inquebrantable de los movimientos de derechos humanos.
Generalmente
las denuncias son realizadas por las madres como adultas protectoras
y cuando el agresor es el padre, estas madres denunciantes son
maltratadas en la justicia. Ellas son acusadas de impedir el
contacto, rotuladas de locas, insatisfechas, inestables, vengativas,
etc. Sabemos también que muchas veces aludiendo al famoso
impedimento de contacto, se implementa aún el falso Síndrome
de Alienación Parental y los/as niños/as son obligados
a vincularse e incluso a vivir con sus agresores. En fin, vemos que
la justicia nada quiere saber del incesto, y prefiere no creer en la
palabra de lxs niñxs ni en las del adultx protectoxr que
lxs acompañe. Incredulidad que aumenta cuando quién
denuncia es la madre y el agresor el padre. La prohibición del
incesto es una prohibición primitiva, primordial, y sobre esta
prohibición se construye el sistema de parentesco tal como lo
plantea la Ley civil y al mismo tiempo la institucionalización
del sujeto como tal, lo cual permite concluir que se instaura tanto
el sistema como el sujeto a partir de la prohibición
estructurante.
Es
significativo que en nuestra legislación el incesto como tal
no es una figura penal, pero si es un agravante, si el autor de los
hechos delictuosos se halla unido a la víctima por relaciones
consanguíneas o de afinidad, de parentesco en definitiva. Esto
en el ámbito penal está sancionado por vía
indirecta a través de prohibiciones matrimoniales. La
prohibición del incesto es jurídica tal como Levi
Strauss lo planteara y como regla constituye un fenómeno
social que proviene del universo de las reglas, vale decir de la
cultura. Todo aquello que está sujeto a una norma pertenece
indudablemente a la cultura. Es decir el incesto se acota con la ley
y esto es necesario para que la sociedad sobreviva. Entonces ¿por
qué cuesta tanto a la Justicia creer cuando un padre pasa al
acto y comete incesto? Porque allí la idea del pater familia
se despliega con todo su poder y el patriarcado aplasta todo
ordenamiento posible, llevando a los jueces a decir que un niñx
necesita un padre para poder crecer aún si ese padre no ha
podido operar como tal y ha abusado de esx niñx
desubjetivándolo, arrojándolo a la sexualidad adulta,
reduciéndolo a la categoría de objeto para su propia
satisfacción sexual.
En
algunos casos incluso encontramos jueces y juezas que atacan
ferozmente a las madres replicando la violencia de género que
ellas vivieron antes, con sus agresores. Juezas que llegan a decir
que ven que un hombre es un buen padre porque lloró en la
audiencia y le llevó muchos juguetes de regalo" al niñx
con quien quiere revincularse ", juezas que sostienen que si la
madre de ese niño sufrió violencia de género
algo habrá hecho para provocarla, y demás barbaridades
sin que sus víctimas puedan defenderse porque ellas son la
Ley. Parecen creer aún que sólo el adulto es quien sabe
lo que el niño o niña necesita y "debe desear"
y que forma parte de sus derechos contar con una familia, aunque cabe
precisar – que para ellos – una familia no es tal si no
cuenta con un padre. La ideología patriarcal establecida
señala que es fundamental que un/a niño/a no pierda la
figura del padre ya que este es estrictamente necesario para la vida
del niño/a sin tener en cuenta que la historia nos muestra que
hay mucho por cuestionar respecto a la función paterna. Además
tengamos en cuenta que sólo se puede vincular lo vinculable,
el juez no puede producir las condiciones que uno de los pares del
proceso no posee.
En
la misma línea de cuestiones hay algo más grave aún
y se trata de aquellas situaciones donde habiendo escuchado la
palabra del niñx se minimizan los hechos ocurridos a fines
de preservar la "familia" .Aludiendo por supuesto a la
idea de familia tradicional , occidental y cristiana que nada tiene
que ver con las organizaciones familiares que hoy encontramos.
Mientras
tanto esas mujeres, madres peregrinan con sus inmensos expedientes
plagados de denuncias, encarnando otra cara de la violencia de
género, la cual no consiste en golpes (que en muchos casos ya
recibieron de sus agresores) sino de humillaciones múltiples,
maltrato, ejercido por una justicia que debería protegerlas a
ellas y a sus hijos e hijas. La llamada revinculación es el
proceso tendiente a establecer la conexión que se interrumpió
luego de la denuncia de la madre y de acuerdo con las declaraciones
del hijo o hija. Por supuesto nadie responde por la multiplicidad de
efectos psíquicos que la supuesta "revinculación"
provoca en esos niños y niñas. Efecto enloquecedor ya
que son obligados a volver a estar con quién los agredió
de múltiples maneras, a veces con el maltrato físico y
otras con el abuso sexual.
En
su libro Abuso sexual contra niños, niñas y
adolescentes Eva Giberti (2005) sostiene que la revinculación
resulta conmocionante para toda la familia y no solamente para lxs
niñxs, reactiva las escenas dolorosas asociadas con los
primeros momentos de la revelación.
Durante
dos años dirigí una experiencia de investigación
que consistió en un Observatorio interdisciplinario de
denuncias de casos de abuso sexual infantil realizadas en los centros
de asistencia judicial y en el Ministerio Público de la
Acusación.
La
importancia de la realización de un observatorio sobre una
problemática como la del abuso sexual infanto juvenil obedeció
a la necesidad de visibilizar la alta incidencia de este delito.
Sabemos que la problemática existe y que su incidencia es muy
alta. Por eso era necesario ver datos concretos. Al estudiar las
conclusiones que el mismo produjo encontramos que (excepto un sólo
caso) los agresores son varones, en su mayoría familiares
cercanos de las víctimas; que, además, la gran mayoría
de las denuncias son desestimadas porque se valoran insuficientes las
pruebas aportadas, que hay retractaciones y que las mismas no son
estudiadas. Asimismo, observamos que ni el niñx que denuncia,
ni el familiar que acompaña son asistidos como corresponde a
un episodio traumático de la índole del abuso sexual
que resulta difícil que el relato de lxs niñxs se
valore como un discurso verosímil, se desconfía del
relato de las madres, y que hay muy pocas (un número
insignificante) condenas en los casos mientras que muchos de los
niñxs agredidos termina siendo obligado a revincularse con el
agresor. Esa llamada "revinculación "sucede luego
de atravesar numerosos vericuetos de la burocracia judicial siempre
impregnada por un sesgo patriarcal. Por otra parte, cabe resaltar que
la historia de la burocracia no es la historia de los espacios
femeninos, por el contrario, la historia del Estado es la historia
del Patriarcado. El poder y la forma en que se expresa en los medios
no pueden ser vistos, toman sus decisiones y pactan bajo un manto de
opacidad. Se pueden inferir esos pactos y negociaciones a partir de
evidencias fragmentarias difusas no observables. La opacidad es su
forma de proteger sus proyectos.
Al
ver los resultados del mencionado observatorio coincidimos con lxs
funcionarixs a cargo que es necesaria una capacitación de
todos los operadores judiciales tanto en perspectiva de género
como en asistencia a víctimas. Es decir, falta, falta mucho.
Parece que el escenario judicial hubiera cambiado y sin embargo.es
frecuente encontrarnos con situaciones donde operadores con quienes
coincidimos teóricamente e incluso en encuentros y prácticas
contra la violencia de género, descreen del relato de una
madre y suelen evaluar que la mujer se presenta "muy
desbordada". No sería para menos cuando alguien lleva
largos años peregrinando por sede judicial para que la
protejan por la violencia de género y luego para que no le
entreguen su hijx a su agresor quién además también
maltrató al niñx incluso sexualmente.
¿Y
por qué el Psicoanálisis en esta escena? Porque el
Psicoanálisis nos brinda una caja de herramientas y de
prácticas para enfrentarnos y trabajar con el sufrimiento
humano. Si bien los conflictos son inherentes a la vida misma del
sujeto, la intensidad traumática que conlleva la violencia en
todas sus formas y especialmente el abuso sexual en la infancia
supera toda forma de registro y de metabolización. Y la
violencia de la que hablamos se da entre sujetos, por lo tanto,
debemos poder pensar acerca de ella, e intervenir adecuadamente
Si
entendemos la clínica como una caja de herramientas
construidas a lo largo de la formación donde se articulan un
conjunto de prácticas y saberes para escuchar e intentar
aliviar el sufrimiento humano no podemos obviar que ante una
situación de abuso los efectos en el psiquismo son arrasadores
y lxs analistas debemos estar capacitados para trabajar con ellos
.Por supuesto que cada paciente que haya sufrido abuso es singular
así como singular será su modo de transcribir y
tramitar su arrasamiento subjetivo .Su historia, posicionamiento
subjetivo y fundamentalmente la reacción del entorno serán
determinantes respecto a esa tramitación..
Respecto
al psicoanálisis, sabemos que existen posicionamientos
distintos dentro del corpus teórico. Posicionamientos que han
tenido y tienen mayor o menor vigencia en los distintos lugares
donde el psicoanálisis se practica. Las lecturas endogenistas
reducen toda la vida fantasmática del paciente a un origen
endógeno, interno que opera como proyección sobre las
figuras originarias. Su contraparte el exogenismo remite todo el
acontecer psíquico a aquello que proviene del mundo externo,
fundamentalmente del otro humano y puede desembocar en un
intersubjetivismo que despoje al inconsciente de su carácter
singular y eficiente. Es importante precisar que no se puede
confundir lo que le ocurre al niño /a con aquello que lo
provocó. Sostener que las cosas que le ocurren al paciente son
efecto de su propio deseo ha generado situaciones terribles en
psicoanálisis fundamentalmente en los casos de maltrato,
violación o formas de ataque, sodomización o sadización
de los cuerpos. Afirmaciones como esas resultan enloquecedoras
para el psiquismo de los seres humanos ya traumatizados: Por
supuesto esto no quita que sea necesario analizar los efectos
subjetivos del maltrato y de la violencia.
Frente
a los casos de abuso el analista debe preguntarse de qué
manera interpretar algo que proviene del mundo exterior pero comienza
a actuar desde el interior transformándose en una fuente
excitatoria por la inscripción que resulta de lo real
proveniente del exterior.
Es
importante señalar que especialmente el incesto impacta
también sobre la generación venidera a las de las
víctimas puesto que primero deberán hacer el duelo por
el padre perdido, el que no fue, para luego inscribir, desde la
reconstrucción del incesto cometido, la posibilidad de
reconstituir su propia subjetividad fragmentada. Más adelante,
vendrá la tarea de recuperar la memoria y poder trasmitir algo
a la generación venidera, incluso el doloroso secreto, que la
historia no se agote en el sufrimiento padecido, que su identidad no
sea sólo la de víctima.
La
clínica con víctimas de abuso no exige la construcción
de una especie de protocolo objetivado exige en cambio escuchar
aquellas palabras escondidas escatimadas al mismo sujeto por años.
Escucharlas de un modo singular y en un dispositivo que ante todo
garantice la libertad para que puedan enunciar su propio discurso, no
el nuestro.
Es
preciso decir que lo que trasmitimos acerca del trabajo analítico
será siempre fragmentario, difuso, insatisfactorio como si al
escribirlo se nos hubiera escapado aquello que resultaría
fundamental .Aquello imposible de trasmitir es justamente la
dinámica que muestra el nacimiento de un sujeto de discurso
que escapando a la precariedad de lo real recupera su palabra
cercenada por la historia vivida.
Lxs
analistas acompañamos a que el sujeto pueda articular esos
fragmentos desgarrados de lo real que pugnan por hacerse escuchar .A
partir de ese trabajo el paciente podrá comenzar a escuchar
otros sonidos, a habitar otros silencios poblados por
representaciones y recuerdos que se enhebren en su propia historia a
construir.
Quisiera
destacar que el abuso sexual en la infancia se enmarca, desde mi
punto de vista, en el campo de la violencia de género. Este
tema es enfermante, tiene un modo mórbido, es un tema
político, no es patrimonio de ninguna profesión. Es
decir, no puede haber especialistas en Violencia de género o
en Abuso, sólo somos profesionales de distintas disciplinas
que venimos animándonos a pensar estos estos temas con la
esperanza de encontrar algunas salidas. Pero es importante aclarar
que estos temas nos competen a todos los miembros de la cultura.
Cuando digo que se enmarca en la violencia de género lo
pienso debido a que la mayoría de las víctimas son
mujeres: niñas y adolescentes y los agresores son en su
mayoría varones, porque se trata de un tema que se produce
generalmente en el ámbito intrafamiliar u otros ámbitos
de cotidianeidad de la víctima y porque se trata de un crimen
que se ha silenciado históricamente bajo el manto protector
de la vida privada. Y, porque fue debido a los movimientos de
derechos humanos y de mujeres que comienza a ser denunciado y
atendido con la gravedad que le compete.
Cuando
las víctimas hablan, o cuando las madres o adultos referentes
hablan de lo ocurrido a sus niñxs, uno de los axiomas del
trabajo es escuchar y creer teniendo en cuenta que las personas
relatan cosas tal vez no de forma referencial. Entonces, esperar que
la gente informe ordenada, cronológica y precisamente los
sucesos padecidos es una falacia. En general, las personas hablan y
cuando hablan de cosas tan terribles como las agresiones sexuales
sufridas por sus niñxs, esperan encontrar en quien los
escucha, empatía, respeto y credibilidad. Lamentablemente esto
no siempre ocurre y el relato es escuchado en forma inadecuada,
sesgado y en una modalidad carente de empatía alguna.
Otra
de las cuestiones a interrogar es la recurrente idea de intentar
ubicar psicopatológicamente al agresor. Este es un grave
error que nos lleva a la idea de que se trata de hechos individuales
determinados por la patología de "ese" hombre. Se
trata de la dificultad de encontrar la inteligibilidad de los actos.
Pero esa inteligibilidad se encuentra en las representaciones
misóginas que nutren el cuerpo social patriarcal. Es decir, es
necesario pensar la violencia como una dimensión expresiva y
no instrumental. La violencia simbólica está entre
nosotros todo el tiempo porque tiene que ver con un pacto masculino
que revela la fragilidad masculina más que un interés
por la mujer. No se trata de sujetos anómalos. Se trata de
actos sociales, por eso debemos dejar de centrar el análisis
en el par agresor-agredida, para ubicarlo en las condiciones de
producción de subjetividades masculinas violentas y
colonizantes del cuerpo de la mujer y sus hijos e hijas. Las mujeres
tienen grabado desde muy temprano que su propio cuerpo incita,
entonces sienten que deben pasar desapercibidas para sobrevivir. Esto
rápidamente es aprendido por las niñas que muchas veces
deben escapar del acoso de primos y hermanos mayores, cuando no de
sus propios padres y padrastros en familias en las que la ideología
patriarcal domina la escena. Aún encontramos que algunos
jueces/as, psicólogos/as, abogados/as, comisarías,
trabajadoras sociales creen que la violencia aparece como un
accidente en la historia de esa familia, de esa pareja, pero esta
visión que las ubica como hechos aislados, excepcionales,
lleva a que las intervenciones intenten "recomponer el
vínculo". No hay vínculo basado en la violencia,
el dominio y el terror. Esas intervenciones propician una dilación
que muchas veces puede costar la vida de las madres y los/as
niños/as. Hablamos de una violencia estructural. Para
concluir, diremos que son muchos los casos donde la escena se repite,
y donde el abuso incestuoso y la violencia de género, quedan
impunes por "falta de pruebas". Pruebas que, a su vez, no
parecen alcanzarles nunca a los funcionarios de turno. Situaciones
incestuosas que lesionan la vida de niños/as en forma
permanente, situaciones que atentan contra las legalidades que
ordenan la vida en la cultura. Sin embargo, frente a este terrible
panorama, tanto los poderes del estado como muchos de los
profesionales intervinientes, sólo siguen montando mascaradas
de protección.
Hoy
las máscaras para invisibilizar el abuso contra niñxs
mutan, se reinventan siempre sobre un fondo de desconocimiento de lxs
niños como otro al que se debe alojar éticamente y al
que se debe fundamentalmente cuidar. La desmentida se repite
propiciando la posibilidad de que lxs agresores conserven la
impunidad de seguir devastando la vida de miles de niñxs.
Como profesionales de la salud,como ciudadanxs y como adultxs tenemos
la obligación de proteger a nuestras infancias .Es la única
forma de que una sociedad merezca seguir existiendo.
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