En
las últimas décadas se ha enfatizado
explícitamente la búsqueda y utilización de los
recursos de los consultantes y de los otros miembros del sistema
terapéutico. La noción de recursos está
en vías de transformarse en uno de los constructos que
aspiran a la validez transteórica, como la alianza terapéutica
(Horvath y Bedi, 2002; Norcross y Wampold, 2011), las etapas de
cambio (Prochaska, Diclemente y Norcross, 1992; Norcross, 2012) y las
curvas del cambio en terapia (Lambert,
2013). Esos constructos implican ideas muy generales, aplicables a
diversos modelos de psicoterapia, de las cuales se deducen
técnicas (por ejemplo, cómo construir alianza
terapéutica y repararla en caso de ruptura o las
intervenciones adecuadas para cada etapa del cambio, etc.).
El
constructo "recursos" no ha sido acompañado de una
descripción de los tipos o las clases de recursos que las
personas pueden desplegar. {ver nota de autor 1} Solo existen
procedimientos que "ponen de manifiesto" recursos que al
destacarlos llevan a un uso particular de
ellos. Un ejemplo podría ser la pregunta por las
excepciones (De Shazer, 1994): si existe la
excepción, la descripción de esa excepción lleva
a una forma de representación de lo que llevó a
constituirse en algo peculiar y allí
aparecen los recursos que permitieron esta excepción. Esa
descripción facilita algunas cosas. Por
ejemplo, si un paciente dice que su estado de ánimo es gris y
uno encuentra una manera de preguntarle si recuerda una excepción
a ese estado en las últimas semanas, automáticamente la
descripción de esa excepción lleva al qué y
cómo y por ende "qué se podría
utilizar" que es lo que estuvo disponible en esa oportunidad.
Propuesta
de una clasificación
Consideramos
que si se parte de una clasificación de los recursos se pueden
enriquecer notoriamente los procedimientos para ponerlos de
manifiesto y utilizarlos. Siguiendo los
lineamientos de Kahneman (2011), toda disciplina se beneficia de la
construcción de un vocabulario que permita distinciones que
lleven a acciones determinadas, entendiéndolas a los efectos
de una praxis.{ver nota de autor 2}. En el área de la
psicopatología existe cierto consenso de clasificación
(CIE 10, DSM IV, etc.), sin embargo, en el área de los
recursos aún no se ha alcanzado.
Aquí
profundizaremos en una clasificación que busca ayudar a
desarrollar este consenso. Se puede aplicar en general y
particularmente en psicoterapia estratégica. Definimos
psicoterapia estratégica como aquella que ayuda a los
consultantes a especificar un problema y a modificar las soluciones
intentadas fallidas que contribuyen a mantenerlo.
Definición
de recurso
La
palabra "recurso" viene del latín recursus
y significa "acción de recurrir, bienes o medios que
dispone alguien para realizar algo". Sus componentes léxicos
son el prefijo "re" (hacia, atrás, reiteración)
y "cursus" (carrera). Un buscar atrás para
tomar impulso.
Los
recursos, dicen Schiepek y Cremers (2003, p.p. 154) son:
"Fuentes
de energía de las que se puede obtener lo necesario para
diseñar una vida satisfactoria y buena, resolver problemas
o hacer frente a las dificultades."
Esto
puede implicar condiciones muy variadas, ya que cada persona es
diferente y debido a que en cada situación, desafío y
etapa de la vida se necesitan diferentes recursos.
La
definición de los autores implica una concepción de la
psicoterapia que apunta no solo a la resolución de problemas,
sino también al desarrollo personal y al logro del bienestar.
En nuestra perspectiva, aspiramos a algo más limitado; por eso
restringimos la definición a "fuente de energía
para resolver problemas o hacer frente a dificultades". Si un
recurso es entendido como "fuente de energía", la
existencia de una fortaleza no implica que sea un recurso, al menos
en ese momento. {ver nota de autor 3}
Al
trabajar con terapia estratégica este concepto se vincula
directamente con el problema definido a trabajar en el tratamiento.
Supongamos que una persona consulta por sentirse en un permanente
estado de ánimo gris y sabemos que tiene una historia en la
que ha tenido grandes momentos de disfrute entregándose a la
ejecución de música en el piano. Además,
exploramos que en esos momentos perdía un poco la noción
del tiempo sumergida al placer de la sucesión de notas entre
sus dedos. Hay allí una pasión por la música,
una aptitud, una posibilidad.
Sin
embargo, la pregunta en cuestión es: ¿Puede imaginarse
haciendo eso ahora como un modo de, al menos, interrumpir la
continuidad del ánimo gris? Si la respuesta es sí,
tiene el recurso. Si la respuesta es no, no tiene el recurso. Sigue
teniendo la fortaleza, pero en este momento no es fuente de energía,
no es un "buscar atrás que permite tomar impulso".
La
definición de Schiepek y Cremers (2003) de recurso como fuente
de energía implica que la persona puede sentir que cuenta con
algo para alcanzar un logro; ese mismo sentir es también un
saber y la conjunción moviliza. En eso pensamos al rescatar la
noción de fuente de energía. Implica que hay una idea
de que existe algo con lo que se puede operar, hay algo para hacer.
Nos trasladamos de impotencia a oportunidad. En el caso de la
pianista eso puede faltar hoy, ahora. Pero a lo mejor esta persona
tiene un hijo con dificultades escolares, y el impulso por ayudarlo y
la noción de que tiene los conocimientos para hacerlo podría
ser un recurso.
En
definitiva, entonces, los recursos son algo que "lleva"
hacia, o desde lo cual "ir" hacia. Ese algo es alguna forma
de herramienta cuya propia existencia proporciona parte de la
motivación pero cuyo uso, al mismo tiempo, depende de la
motivación. Por eso, parte de la tarea del terapeuta es
establecer esa ligazón. Todo eso se resume en "estado
motivacional de conocimiento": experiencias de que algo de uno
o de otros puede ser usado con cierta inmediatez. Es decir, no puede
estar muy lejos de la acción en la representación del
consultante. La persona tiene que "sentir", verse en la
situación en la que pone en juego el recurso, a eso nos
referimos con inmediatez. Si, por el contrario lo siente como "algún
día" será un elemento interesante como esperanza,
pero aun no tendrá que ver con los recursos que ayudaran a
resolver el problema.
Si
un recurso es potencial, no es todavía un recurso. Quizá
no llegue a serlo nunca. Puede ser útil inventariar los
recursos potenciales para tenerlos en cuenta y usarlos cuando puedan
ser activados. Los comienzos de las primeras entrevistas implican
inventariar recursos potenciales buscando los actuales. El concepto
de fuente de energía nos permite distinguir el recurso
potencial del actual. Puede que no sirva como fuente de energía
hoy, que tenga que cambiar algo en el estado interno o externo del
consultante para que pueda ser activado.
Al
buscar los recursos, el terapeuta debe tener
cuidado de que el consultante simultáneamente note que su
malestar está siendo atendido. Quien consulta lo hace
generalmente con un presente negro. Por eso es necesaria una
orientación hacia el futuro, que incluye superar la situación
actual. La terapia consiste en facilitar el camino de A a B. Para eso
el diálogo implica hablar de A al tiempo que ir marcando lo
que podría llevar a B. El terapeuta acepta los problemas y los
relaciona con recursos para superarlos.
Hoy
sabemos que los terapeutas más expertos indagan sobre recursos
más tempranamente en la sesión (Flückiger y Grosse
Holtforth, 2008). Esto aumenta las posibilidades de que el
consultante experimente momentos de "dominio" de la
situación y que los resultados de la terapia sean mejores al
término de la sesión 20 en comparación con
grupos control.
La
atención a recursos tiene como objetivo alcanzar los
objetivos del tratamiento. La literatura alemana, a partir de autores
como Gassmann y Grawe (2009), sugiere que esta actitud terapéutica
tiene ventajas indiscutibles: mejora la alianza de trabajo, el
paciente experimenta emociones positivas en las sesiones, se
fortalecen las expectativas de autoeficacia y autoconfianza y se
promueve la resolución de problemas.
Clasificación
de recursos: un tesauro
¿Cuáles
son las clases de recursos, de fuentes de energía de las que
se puede obtener lo necesario para hacer frente a los problemas o
resolver las dificultades?
El
esquema que pensamos tiene en cuenta los recursos personales del
consultante y los recursos circundantes. Pensamos que es más
un tesauro que una clasificación rigurosa. Un tesauro es la
lista de palabras o términos empleados para representar
conceptos. Proviene del latín thesaurus ('tesoro'),
y este a su vez del griego clásico thesauros
('almacén'). Podemos decir que estamos haciendo el
inventario del almacén de energía de la gente para
resolver los problemas por los que concurre a terapia. En definitiva,
nuestro tesauro es solo la proposición de un esquema mínimo
que obligue y ayude al terapeuta a estar atento y a buscar algo. Sin
duda se puede desarrollar otra clasificación, más
adaptada a cada terapeuta; aquí solamente exponemos una que
pensamos puede ser utilizada con relativa facilidad.
Como se puede
apreciar en el gráfico, los recursos del consultante pueden
ser intrínsecos de la persona o recursos circundantes
(personas, sistemas y otros recursos del contexto). {ver figura
1}.Comenzaremos por los recursos propios del consultante.
Recursos
intrínsecos
El
primer grupo de recursos propios lo constituyen las competencias.
Entendemos por competencia a toda característica
subyacente de una persona que le permite demostrar un desempeño
superior en un determinado rol y situación (McClelland, 1973).
Todos nosotros somos competentes en algunas cosas y no tanto en
otras. Una primera clasificación natural es:
-
para la vida familiar, la pareja y las relaciones
-
para la vida laboral y la educación
-
para el autocuidado y el bienestar
-
para encontrar sentido en la vida
Esta
última tiene que ver con la experiencia religiosa, intereses
comunitarios, intereses trascendentes, etc.
En
cada uno de los puntos de esta clasificación es posible
encontrar que la persona es más competente en un aspecto que
en otro, por ejemplo, más en la pareja que en la vida
familiar. Lo importante es en definitiva es encontrar en qué
es competente.
Competencia
es un concepto ligado a la acción, tiene que ver con clases de
acciones eficaces. Por ejemplo, si nos representamos un padre
competente versus un padre incompetente se nos ocurren diversas
conductas que pueden definir si una persona está en una
categoría o en la otra. Un padre competente tendrá
ciertas habilidades, ciertos valores, ciertas destrezas en el manejo
de sus hijos. Como terapeuta es importante evaluar la posibilidad de
que esa competencia como padre pueda ser usada como recurso para el
problema que se está tratando. Las competencias son
constructos complejos. Frecuentemente es necesario identificar como
recursos no solo competencias, sino aptitudes, intereses y virtudes.
Definimos
aptitud como la capacidad para aprender a actuar eficazmente
en un cierto número de áreas, en el sentido de una
habilidad innata (Bennett, Seashore, Wesman, 2002). Siguiendo el
modelo de tipos de aptitudes psicológicas distinguimos las
siguientes:
-
Abstracta o científica: para entender principios y teorías
que no están inscritos en la naturaleza.
-
Espacial: para manejar espacios, dimensiones y geometría.
-
Numérica: para comprender y desarrollar mecanizaciones
numéricas.
-
Verbal: para comprender palabras, oraciones, textos y relaciones
entre los mismos.
-
Mecánica: para comprender la transmisión de movimientos
y sus disfunciones.
-
Artística-plástica: para desarrollar formas, aplicar
colores y apreciar formas estéticas.
-
Musical: para relacionar y memorizar notas musicales, generar
arreglos y crear música.
-
Social: para comprender e interactuar con el prójimo.
Coordinación
visomotriz: para movimientos finos y coordinación de ojo-mano.
Ejecutiva:
para planificar y dirigir grupos de trabajo.
Organización:
para clasificar, ordenar y sistematizar una fuente de información.
Persuasiva:
para argumentar, convencer y ordenar una fuente de información.
Pensamos
que los intereses son inclinaciones o preferencias del
consultante. Según la escala de Kuder (1991), estos pueden
ser:
-
Actividad al aire libre
-
Interés mecánico
-
Interés por el cálculo
-
Interés científico
-
Interés persuasivo
-
Interés artístico
-
Interés por la tecnología. Este último lo
agregamos nosotros.
La
clasificación de los intereses se solapa en muchos casos con
la de las aptitudes. Es importante tener en cuenta que alguien puede
tener aptitud para algo, pero no tener un interés o viceversa.
No siempre es necesario que una persona tenga aptitud para que su
interés pueda ser utilizado como recurso. Un adolescente puede
tener interés por la música o por los deportes, pese a
no tener aptitud particular en esas áreas. Ese interés
puede constituirse en un recurso. A la inversa, la aptitud sin
interés no servirá, pero el terapeuta que ilumina la
existencia de una aptitud puede explorar modos de desarrollar el
interés en usarla de una u otra manera.
Una
virtud, por otro lado, es la cualidad que permite a quien la
posee tomar y llevar a término lo que considera correcto en
las situaciones difíciles. Las virtudes se van desarrollando
por la práctica. La virtud es un término que Seligman
(2011) rescató de la filosofía y la religión,
para proponer un sentido genérico y transcultural. Cada una de
las virtudes da pie a un conjunto de fortalezas características.
Él propone las siguientes: la sabiduría y la búsqueda
del conocimiento, el valor, el amor y la humanidad, la justicia, la
templanza y la espiritualidad y la trascendencia. Otras podrían
ser: curiosidad, responsabilidad, tenacidad. A continuación,
caracterizamos brevemente las enunciadas por Seligman.
-
Sabiduría y búsqueda del conocimiento: Implica la
adquisición y la aplicación del conocimiento; la
habilidad para usar la inteligencia y la experiencia para buscar
soluciones y respuestas. En esta categoría Seligman (2011).
incluye las fortalezas cognitivas: creatividad, curiosidad, apertura,
espíritu, amor por el aprendizaje y perspectiva.
-
Coraje: Es la cualidad que persigue la consecución de metas
ante situaciones de dificultad, externa o interna. Implica el uso y
el fortalecimiento de la voluntad para lograr objetivos. En esta
categoría están las fortalezas emocionales: valentía,
persistencia, vitalidad e integridad.
-
Humanidad: Significa preocuparse por los demás, tener
sensibilidad al dolor ajeno y la solidaridad. En esta categoría
se agrupan: el amor, la inteligencia emocional y la bondad.
-
Justicia: Es la virtud cívica que conlleva una vida en
comunidad saludable, tiene que ver con la concepción que cada
cultura posee del bien común. En esta categoría están
la equidad, la ciudadanía y el liderazgo.
-
Templanza: Es la virtud que nos hace fuertes ante los excesos; nos
permite aprender cuáles son nuestras necesidades reales y no
dejarnos llevar por los caprichos y las tentaciones que puedan
surgir. La templanza trata de buscar la moderación. En esta
categoría se incluyen la auto-regulación, la prudencia,
el perdón, la misericordia y la humildad/modestia.
-
Trascendencia: Se refiere a la capacidad del ser humano para
experimentar su experiencia en la vida como parte de una totalidad
más amplia dentro de un contexto global. Se basa en reconocer
que nuestra vida está dentro de procesos más amplios
dentro del espacio - tiempo (aquí caben todas las creencias y
religiones humanas) que tratan de dar un sentido distinto, una
dirección a la vida humana.
Denominamos
recuerdos de éxito a los registros del consultante de
una experiencia pasada en algún sentido similar a la
problemática que tiene ahora y que pudo resolver adecuadamente
desde su propia perspectiva. Un recurso es fácilmente
identificable si el consultante usó algo parecido en una
situación semejante y tiende a pensar que la podría
aplicar aquí.
El
ítem Otras características, es como siempre una
miscelánea. Un ejemplo de lo que se podría incluir allí
es "sentido del humor"; puede ser un recurso si le
permite a una persona distanciarse lo suficiente de una situación
difícil para operar con más flexibilidad.
Como
comprenderá el lector, la lista se puede ampliar o achicar.
Aquí hemos optado por un camino intermedio, pero efectivamente
el inventario puede ser muy detallado o muy sintético. Depende
en parte del propósito y de las características
personales del terapeuta.
Recursos
circundantes
Los
recursos circundantes se refieren a fuentes de energía que no
se encuentran en el consultante mismo. En pocas palabras "recurso
circundante" es todo aquello que está fuera de la
persona del consultante que aumenta la probabilidad de conductas
beneficiosas o disminuye la probabilidad de conductas inconvenientes
vinculadas al problema por el que se consulta. Dependiendo de la
naturaleza del recurso, del estado de motivación para
aplicarlo y de las barreras para su uso, convendrá
alternativamente estimular a la persona para que active el recurso,
acompañarla para que lo busque (llevarla) o traer el recurso
hacia ella. Eso dependerá de la clase de recurso circundante
de la que se trate.
Definimos
tres clases de recursos circundantes:
1.
Personas que enriquecen la experiencia vital y a las que uno puede
recurrir para resolver problemas, recibir apoyo emocional,
desarrollar las emociones positivas o adquirir conocimiento.
Algunos ejemplos son los familiares, los amigos, los maestros o los
mentores.
2.
Instituciones o grupos con los que uno cuenta para dar respuesta a
las necesidades. Estos pueden incluir comunidades específicas,
escuela, trabajo, iglesia u organizaciones sin fines de lucro.
3.
Bienes de todo tipo. Por ejemplo, recursos económicos,
tecnológicos, ambientales, entre otros.
Comenzaremos
ahora por referirnos a la primera clase: Personas que enriquecen
la experiencia vital.
Ellas
pueden ser recursos para disminuir o resolver el problema por dos
vías:
a)
Actuando de un modo diferente al que suelen hacerlo cuando el
consultante o paciente manifiesta su problemática, con lo que
podrían ayudar a producir a su vez una respuesta diferente.
Por ejemplo, no seguir exhortando al adolescente a limpiar su cuarto
mientras que lo limpian por él.
b)
Activando recursos internos del consultante o paciente a través
de su vínculo. Por ejemplo, si el adolescente se va con su tío
a acampar por quince días, probablemente será
estimulado por el ejemplo y al mismo tiempo la necesidad aumentará
su posibilidad de desarrollar más hábitos de orden.
Existen
dos maneras en que el terapeuta puede accionar para activar los
recursos que esas personas significativas implican. La primera es
estimular al paciente para que vaya y se contacte con la persona. Por
ejemplo, "Me mencionaste la otra vez que tu tía en una
situación parecida... ¿Esta es una situación en
la que valdría la pena volver a ponerte en contacto con ella?
¿Por qué no la llamas de aquí a la sesión
que viene y vemos de qué hablaron? ¿Te parece que
podría ayudar conversar con ella?".
En
la segunda el terapeuta le pide permiso al paciente, se contacta con
la persona y promueve el encuentro, con o sin presencia suya. Una
posibilidad es que el terapeuta llame o visite a esa persona y la
contacte con el consultante. El terapeuta aquí moviliza el
recurso hacia el consultante, en lugar de movilizar el
consultante hacia el recurso como en el ejemplo anterior. No
se estimula al adolescente para que vaya con el tío, sino que
se llama al tío para que vaya y se lo proponga.
Instituciones
o grupos.
La
iglesia, un club de ajedrez o el grupo de narcóticos anónimos
son ejemplos típicos de lo que consideramos instituciones o
grupos que pueden constituirse como la segunda clase de recursos. La
iglesia puede ser tanto un lugar de pertenencia como un medio
institucional para encontrar sentido; el club de ajedrez puede servir
tanto para concentrarse en algo que no sean las preocupaciones del
momento como para socializar; y el grupo de narcóticos
anónimos puede ayudar a reencontrarse con los principios que
lo llevaron a superar una situación muy difícil. Es
fácil ver que estos grupos o instituciones podrían ser
desarrollados como recursos en más direcciones: el cura podría
ser muy simpático o el club podría servir para
desarrollar el sentido de la competencia y el aprendizaje, entre
otros.
Como en el caso
anterior, el terapeuta puede dirigir la conversación para que
el consultante se ponga en contacto, que "vaya hacia" el
recurso, pero a veces esto es difícil porque existen barreras
internas (vergüenza, miedo) o externas (distancia, complejidad,
acceso). Existe entonces la posibilidad de que el terapeuta acompañe
al paciente para ponerlo en contacto con el recurso.
Una
tercera posibilidad menos usual es la de traer el recurso hacia al
paciente, como por ejemplo citar al profesor de ajedrez a una reunión
con el consultante.
A
modo de ejemplo, se puede sugerir a un consultante que concurra a un
grupo de autoayuda y trabajar con él hasta que acepte la idea
y vaya. En otros casos es preferible que el terapeuta acompañe
al consultante hasta el grupo y lo ponga directamente en contacto con
él. Una tercera alternativa es arreglar las cosas para que un
miembro de ese grupo tenga una sesión conjunta con el
consultante y el terapeuta en el consultorio o en la casa de aquel,
para que vaya apreciando para qué le podría servir
concurrir a ese grupo.
Hoy
en día existen también grupos e instituciones
virtuales. Ejemplos de ellos son foros de discusión sobre
problemáticas específicas (sobre sueño, miedo a
los exámenes, entre otros) o instituciones tales como La
Asociación Española de Ayuda Mutua contra Fobia Social
y Trastornos de Ansiedad. Su uso depende, una vez más, del
conocimiento de su existencia, y el terapeuta puede intervenir en la
interacción del consultante con ellos asesorando a este sobre
la calidad de los contenidos y la utilidad de las interacciones. Debe
funcionar en cierto sentido como un curador, que selecciona y ayuda a
interpretar el material.
A
modo de otro ejemplo, consideremos un caso donde el terapeuta recibe
a un padre y una madre que consultan porque el chico no va a la
escuela y no tiene relación con pares ni con adultos fuera de
sus familiares directos. El niño es muy demandante y los
padres se acusan mutuamente de no cubrir todas las necesidades. Lo
expulsan de dos escuelas. Se interesa por las catástrofes e
incendios y la madre lo acompaña a visitar un cuartel de
bomberos, que le explican su trabajo. El joven empieza a soñar
con ser bombero algún día. El cuerpo de bomberos lo
adopta y él se pasa casi todo el día allí. El
jefe del cuartel se da cuenta que puede ayudar y le va mostrando que
tiene que aprender varias cosas si quiere algún día
trabajar como bombero. Encuentra allí una motivación
para estudiar, después de un tiempo descubre que es capaz de
estudiar si tiene interés suficiente y comienza a dar algunas
materias.
Este
caso nos permite ver la interacción entre recursos propios
(interés en las catástrofes) y recursos circundantes
(personas -madre, jefe de cuartel-, instituciones -cuartel de
bomberos-).
Bienes
de todo tipo
Es
la tercera clase de recursos. En principio, definimos a los bienes de
todo tipo por la negativa: son aquellos recursos externos que no son
ni personas significativas, ni instituciones. Por ende, constituyen
un conjunto muy heterogéneo que básicamente implica
"algo que pueda ser usado para…". Pueden
ser de naturaleza variada: recursos económicos de la persona,
fuentes de inspiración, distracción o instrucción
(libros, música, películas), medios de transporte,
lugares de la naturaleza, entre otros.
Por
ejemplo, muchos estudios resaltan la utilidad de que una
persona tendiente al sobrepeso tenga muy a mano los medios para hacer
ejercicio. Esto puede implicar un parque cerca de su casa o una
caminadora en su habitación. El conocimiento sobre el impacto
de la cercanía en los hábitos del consultante pertenece
al terapeuta. Éste hará uso de él para sugerir
conductas en un rango tan amplio como mudarse a una zona donde pueda
hacer ejercicio fácilmente, hasta explorar que se compre la
caminadora en vez de irse de vacaciones.
El
vínculo entre el problema y el bien de todo tipo puede
establecerlo tanto la persona como el terapeuta. Destacamos aquí
particularmente los que establece el terapeuta que implican un
acoplamiento entre sus conocimientos sobre cómo operan ciertos
bienes y lo que podría beneficiar al paciente.
Un
ejemplo del uso de este tipo de recursos se dio en el caso de un
consultante con dificultades para controlar sus impulsos. El
consultante llega al tratamiento porque se siente muy angustiado
cuando, al caminar por la calle, no puede contener sus ganas de decir
groserías, perseguir y tocar a mujeres. Después de
hacerlo se avergüenza y siente mucha angustia e impotencia
frente la imposibilidad de controlarse, miedo a ser descubierto y a
tener consecuencias legales. Esto le sucede en el trayecto desde y
hacia el trabajo, 600 metros que él hace caminando. Conociendo
su amplio interés por la música, el terapeuta sugiere
usar un recurso externo. La intervención se basa en prescribir
el uso de una aplicación de música en su teléfono
inteligente para distraer su atención camino al trabajo. De
este modo, las seis cuadras que el consultante debe recorrer están
inundadas de su música preferida y su atención se
focaliza en ella. Estaría implicado un recurso interno del
paciente (interés por la música) vinculado con un
recurso circundante.
¿Cómo
usar el tesauro?
Hasta
aquí hemos hecho una descripción de los ítems
generales de lo que hay o podría haber en el "almacén".
¿Qué hacer con ella? ¿Cómo hacer para que
no resulte engorrosa y se transforme en algo útil en el
proceso terapéutico? En este artículo proponemos tres
formas.
En
la primera opción, el terapeuta después de clarificar
con el consultante el problema por el que consulta, lo invita a
llenar un inventario en el que pasa revista al listado y marca los
ítems que le parece al consultante que podrían ser
recursos para resolver el problema. {ver nota de autor 4} Esto lleva
naturalmente a que la sesión siguiente comience con la
indagación por parte del terapeuta de lo que el paciente
consideró. Si surgen muchos recursos, probablemente sea bueno
seleccionar unos pocos y ver a dónde llevan; si no surge
ninguno ese es un buen punto para empezar la terapia.
En
la segunda opción el terapeuta y el paciente llenan juntos el
listado y construyen un consenso sobre los recursos a utilizar.
Dejamos a criterio del terapeuta evaluar si usar la primera o la
segunda opción; creemos que la variable a considerar es la
capacidad del consultante de llenar el inventario a solas y por sí
mismo o no. También aquí juega un papel la preferencia
del terapeuta.
Como anexo de este artículo adjuntamos el inventario con la
instrucción para administrarlo. Por supuesto, no pretendemos
que el instrumento tenga una validez rigurosa, creemos que lo
importante es que el consultante pueda representarse recursos y
compartir esa representación con el terapeuta.
Una
tercera forma de utilizar el esquema en el tratamiento es que el
terapeuta tenga en su cabeza el listado y busque la oportunidad para
identificar recursos en el discurso o comportamiento del consultante.
Aquí es donde entra en juego la noción de pies,
desarrollada en psicoterapia por Sergio Bernales, a partir del
concepto de "pie" en el teatro. En la acción
teatral lo que uno de los actores dice o hace da "pie" a
que el otro intervenga con su parte. Bernales (2005) describió
que en psicoterapia los pies pueden ser "gestos, palabras o
acciones del consultante que son tomadas a continuación por el
terapeuta como una entrada para resaltar la comprensión, el
cambio o los recursos del consultante". {ver nota de autor 5}
A
continuación, mostramos tres ejemplos:
En
el primer caso (comprensión) el consultante llora. El llanto
es un pie para que el terapeuta exprese su comprensión
alcanzándole un pañuelo.
En
el segundo caso (cambio) una pareja de padres consulta porque su niño
se hace pis en la cama y menciona que en la semana que pasó
entre la decisión de hacer la consulta y su concreción
hubo noches en que el niño amaneció seco. Eso da pie a
que el terapeuta pueda indagar qué cosa diferente hicieron
ellos. Tiene que ver con resaltar lo ya hecho en relación al
problema.
En
el tercer caso (recurso) como mencionamos a lo largo del artículo
se trata de resaltar algo propio de la persona o de su entorno que
puede facilitar la resolución del problema.
A
medida que el consultante habla, el terapeuta que tiene una mirada
centrada en recursos puede hacer una apreciación más
precisa de lo que el consultante dice y tomar algunos pies
para resaltar recursos e invitar a emplearlos.
Proponemos
aquí un ejercicio al lector: registre su próxima
entrevista con un consultante en audio. Escúchela y fíjese
cuántos pies que dan entrada a recursos aparecieron en los
primeros diez minutos de la entrevista y cuántos usted
utilizó. Es muy probable que la lectura reciente de este
artículo haya aumentado momentáneamente su agudeza para
"ver" recursos y eventualmente ponerlos en juego. Aun
así, seguramente su escucha le permitirá registrar
otros pies que no utilizó.
Y
ahora le proponemos que antes de ver a su siguiente paciente mire con
atención durante dos minutos el gráfico, el listado de
recursos. Mire el tesauro, no piense solo en la noción general
de recursos.
Si
graba su próxima entrevista es probable que aparezca un
listado de pies para recursos más rico y preciso.
"Mágicamente" el consultante produjo más
pies. El único problema es que si después de
eso, ya contento con el aprendizaje se limita a decidir que se fijará
en los recursos los meses siguientes, pronto volverá al estado
inicial. Verá la misma (poca) cantidad de recursos que antes
de comenzar el experimento, aun pensando que la noción de
recurso es muy útil y que la está utilizando todo el
tiempo. Eso al menos es lo que afirman Flückiger y sus colegas
en su artículo "Ressourcenaktivierung lernen"
(Flückiger, Lakatos, Weisensee, Reinecker, 2012). La solución
a esto a es que el terapeuta se tome al menos un minuto para volver a
mirar el tesauro gráfico antes de cada entrevista o, por lo
menos, el listado de recursos ya puestos en juego en ese proceso
terapéutico.
En
resumen, en este artículo hemos tratado de contribuir al
desarrollo del constructo recurso. Haciendo nuestras las palabras de
Grawe y Grawe-Gerber (1999):
"El principio de activación de recursos es un
mecanismo de cambio que influye todo el proceso terapéutico.
Corresponde más a una actitud del terapeuta que a una técnica.
El desarrollo de un pensamiento orientado a recursos y de
competencias específicas para activar los recursos del
consultante debería constituir una parte de cualquier programa
de entrenamiento en psicoterapia."
Con
esto en la mira ofrecimos una definición de ese constructo
apropiada para su uso en psicoterapia breve estratégica junto
con un tesauro que facilita al terapeuta distintos procedimientos
para identificar recursos del consultante y su entorno que pueden
contribuir a la resolución del problema que presenta.
{Ver
Anexo}
Notas
de autor
1.
El modelo de psicología positiva de Martin Seligman (2002)
pone énfasis en la identificación de fortalezas, que
son aspectos positivos de las personas necesarios para la
construcción de sus virtudes, pero una fortaleza no
necesariamente implica un recurso para la resolución del
problema que se plantea en la consulta.
2.
Aquí vale mencionar el libro de Flückiger, Wüsten,
Zinbarg y Wampold (2010) que sugiere una heurística. Pero,
siguiendo a Kahneman (2011), consideramos que esta heurística
requiere una clasificación para ser más efectiva.
3.
Aquí vale mencionar el libro de Wampold y Flückiger
(2010) que sugiere una heurística. Pero, siguiendo a Kahneman
(2011), consideramos que esta heurística requiere una
clasificación para ser más efectiva.
4.
Aquí vale la pena citar que existen otros inventarios, tales
como el Inventario de Recursos de Berner (Trösken y Grawe,
2003).
5.
El Diccionario de la Real Academia define Pie como "Palabra con
que termina lo que dice un actor en una representación
dramática, cada vez que a otro le toca hablar".
Referencias
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