ISSN 2618-5628
 
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Estudio de género  
Psicoanálisis, Salud mental  
     

 
Género, Salud Mental y Psicoanálisis en la Argentina
 
Tajer, Debora
Universidad de Buenos Aires
 

 

Los Estudios de la Mujer, rama académica del feminismo de la segunda ola, luego devenidos en Estudios de Género en su relación con el campo de la Salud Mental se comenzaron a desarrollar en la Argentina durante la dictadura militar (76-83). En ese momento, en el contexto de los centros privados de investigación, las organizaciones no gubernamentales de mujeres y luego, a partir de la apertura democrática, en las universidades. La Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires fue pionera en este enfoque con los seminarios de Postgrado, que comenzaron en 1985. En 1987 se transformó en la Carrera Interdisciplinaria de Estudios de la Nujer y en 1988 en la Cátedra de Grado de Introducción a los Estudios de la Mujer cuyos antecedentes son los seminarios impartidos en la asignatura Psicología Social desde 1985. Constituyéndose en la primera asignatura de grado en género en el país y en América Latina.

En lo que refiere al psicoanálisis en particular, parte del origen también puede ubicarse en el ámbito del CEM (Centro de Estudios de la Mujer), alrededor del cual se congregaron algunxs de lxs diversxs autorxs en nuestro país que han aportado en estos debates constituyendo lo que actualmente se conoce como Escuela Argentina de Psicoanálisis y Género.

La pionera fue Eva Giberti, con sus aportes en el campo de las femineidades, la crianza, la infancia, la adopción y la violencia de género. Ana María Fernández ha contribuido en la articulación de las relaciones de poder con la subjetividad sexuada, el impacto de la lógica del "privado sentimentalizado" en la femineidad y una fuerte crítica a los paradigmas epistémicos desde los cuales el psicoanálisis piensa la diferencia sexual. Mabel Burin, con sus desarrollos sobre teoría pulsional y género, la medicalización del malestar femenino en plus y en la articulación entre trabajo, familia y modos de subjetivación generizados. Irene Meler ha aportado en el campo de la psicopatología desde las determinaciones genéricas y las conformaciones de las familias ensambladas y sus vicisitudes de género. Y ambas, Mabel Burin e Irene Meler, en la sistematización del campo de las masculinidades y las familias. Martha Rosenberg estableció los aportes locales en la línea del psicoanálisis de la diferencia sexual y en la mirada sobre aborto desde el psicoanálisis por su ubicación entre militancia y práctica psicoanalítica. Juan Carlos Volnovich ha promovido el rescate en este linaje de los aportes de Marie Langer, sus desarrollos en el campo de las masculinidades, la cultura prostibularia y su impacto en la psicosexualidad masculina y el abuso sexual. Irene Fridman ha hecho sus aportes en el campo de la violencia de género. Y Facundo Blestcher, en el campo de las masculinidades y las infancias trans.

Silvia Tubert y Emilce Dio Bleichmar, desde su residencia en España, son consideradas como integrantes de esta corriente. La primera ubicada con aportes en el campo de la maternidad, la paternidad, las nuevas tecnologías reproductivas y su impacto en el psiquismo, las relaciones históricas entre Psicoanálisis y Género, los aportes de este entrecruzamiento incluyendo las relaciones de Freud con las feministas de su época y los debates entre psicoanálisis, género y posmodernidad. La segunda, con sus intervenciones en la relación entre prácticas de sexualidad y narcisismo en la configuración de la histeria femenina, los efectos de la mirada sexualizante de los padres varones en las adolescentes mujeres y la depresión en las mujeres.

En esta panorámica, cabe mencionar el trabajo de Leticia Glocer Fiorini, quien fuera presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Si bien ella no forma parte de este grupo, es una interlocutora constante y vale en esta introducción compartir sus aportes al campo en el país. Cabe destacar su análisis crítico de las lógicas y modos de pensamiento que sostienen a las teorías explícitas e implícitas sobre la diferencia sexual.

En cuanto a dispositivos de transferencia de estas producciones, cabe destacar el gran aporte que constituye la ya mencionada existencia de la Cátedra de Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, cuya Fundadora y Profesora Titular ha sido Ana María Fernández hasta 2014, año en el cual me hice cargo de la misma. La cátedra se dicta ininterrumpidamente desde hace 32 años {ver nota de autor 1} y es pionera de grado en género en toda América Latina. Su propósito es introducir diversas temáticas de género y subjetividad con el fin de que lxs psicólogxs egresadxs de esa facultad tengan una base para abordar su práctica desde este paradigma.

En el campo de posgrado, se destaca la creación del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires en 1995, y luego el posgrado en la misma temática creado en 1999. Ambos diseñados, en su comienzo, por Irene Meler y Débora Tajer. Algunos textos presentados en ese espacio se pueden encontrar en diversos libros que los reúnen (Meler Tajer, 2000) (Meler, 2017). Cabe destacar también que Pilar Errazuriz realizó una traducción de escritos de la Escuela Argentina de Psicoanálisis y Género al francés (Errázuriz Vidal, 2017) abriendo de este modo nuevos horizontes de intercambio. También es importante mencionar el trabajo de Patricia Porchat para introducir nuestros aportes al portugués (Francoia, Porchat, Corsetto, 2018).

Del mismo modo, destacar la existencia desde el año 2000 al 2012 del Seminario de Posgrado "Varones, Mujeres. Subjetividad y Género", dictado por Sandra Borakievich y Débora Tajer en el marco del Programa de Actualización en el Campo de Problemáticas de la Subjetividad dirigido por Ana María Fernández en el área de Posgrado de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Y el Programa de Actualización en Género y Subjetividad en la plataforma virtual de Posgrado de la misma Facultad bajo mi dirección que comenzó en 2018 junto a Mercedes López, Alejandra Lo Russo y Mariana Gaba como docentes. También incluyo aquí un dispositivo de transmisión teórico-clínico que llevó a cabo desde 2004, denominado "¿Cómo trabajar en clínica psicoanalítica con perspectiva de género?", que ha pasado de grupo de estudio a seminario por el aumento del interés.

 

¿Por qué privilegiar el diálogo entre las diversas teorías psicoanalíticas y el campo interdisciplinario de los Estudios de Género?

Parte de la respuesta es geográfica: somos argentinxs y el psicoanálisis ha tenido y tiene un lugar preponderante en el campo de Salud Mental en nuestro país. Esto quiere decir que quienes formamos parte de este diálogo desde el principio somos psicólogxs y médicxs dedicadxs al ejercicio del Psicoanálisis en el ámbito terapéutico, la investigación y la docencia. Y que la formación clínica predominante en el campo de la Salud Mental sea en el marco del Psicoanálisis es una particularidad y excepcionalidad argentina.

Desde un compromiso ideológico con la defensa de los derechos de las mujeres, concebida como un aspecto esencial del pleno ejercicio de la democracia, nos motivamos para la adquisición de conocimientos provenientes principalmente de estudios históricos, antropológicos, sociales, políticos y económicos, a fin de comprender de un modo integral los orígenes y la racionalidad subyacente a los ordenamientos que instituyen la subordinación femenina y la dominación masculina. Esta comprensión se vio unida, desde un principio, a la voluntad política de aportar desde diversos ámbitos al logro de la plena condición ciudadana de las mujeres y los varones argentinos {ver nota de autor 2}.

Para dicho objetivo fuimos incorporando y transmitiendo nuevos conocimientos que ampliaron nuestra visión integral del campo de problemáticas. Pero llegó un tiempo en el cual luego de abrir significativamente el eje de la determinación social hubo necesidad en algunxs de volver a acotar el campo de estudio, focalizando la indagación en la subjetividad. Este retorno implica una profunda modificación de la perspectiva originaria en psicoanálisis y a la vez, tuvo como objetivo la producción de nuevos conocimientos caracterizados por un mejor nivel de elaboración conceptual. Por lo tanto, el diálogo entre género y psicoanálisis en nuestro país ha trabajado desde sus comienzos acerca de la construcción social de la subjetividad sexuada. Intercambio que se produce en un país caracterizado por un extraordinario desarrollo de las diversas corrientes psicoanalíticas, con una influencia que excede su ámbito específico de aplicación y que ha permeado toda la cultura.

 

Psicoanálisis y Género. Desventuras de un encuentro.

Pasado y presente

Podemos destacar que en vida del propio Sigmund Freud ha habido encuentros y desencuentros entre los Psicoanálisis y los Feminismos. Podríamos intentar señalar una cronología de estas vicisitudes destacando distintas etapas.

Caracterizamos como primera etapa al período inaugural en el cual al interior del campo del psicoanálisis se realiza un fuerte debate acerca de la sexualidad femenina, basado en la visibilización de nuevos desarrollos debido a los efectos transferenciales {ver nota de autor 3},o debates que discutían la masculinidad primaria o la erogenización de la vagina o el clítoris. Pero, aun así, esos debates rara vez incluyeron la constitución del psiquismo femenino y su relación con el estatus social de las mujeres en ese período histórico. Hay una interesante excepción del mismo Freud cuando establece una reflexión acerca del efecto neurotizante en las mujeres por el deber de ajustarse a las normas impuestas por el modelo social que la cultura asigna a las mismas (Freud, 1908). Como podemos apreciar, esta sensible reflexión se mantiene en línea paralela en relación a su pensamiento general acerca de la femineidad, motivo por el cual queda aislada de su producción global acerca de las mujeres y sus malestares. Además de responder a las demandas de las feministas de su época psicopatologizando las reivindicaciones caracterizándolas como motivadas por la envidia del pene o por una histeria fálico narcisista, a las cuales se le podría dar "solución clínica" (Freud, 1925,1931). Aun así, hubo también desde el principio un debate no solo con el feminismo "externo" sino al interior del campo con psicoanalistas que podemos reconocer como feministas tales como Lou Andreas Salomé (Con grandes aportes en el campo de la sexualidad femenina y su relación con el narcisismo) y Sabina Spielrein {ver nota de autor 4} para mencionar dos muy destacadas.

Las feministas de la época solían acusar a estos psicoanalistas de reproductores de la sociedad patriarcal. Tiempo más tarde, en la segunda ola del feminismo, se pudo avanzar teóricamente y catalogarlos de androcentristas y sexistas. Algunas autoras que han sentado esta posición han sido Simone de Beauvoir (1962) y Betty Friedan (2016).

Cabe señalar que aún en medio del fragor de la disputa y la desconfianza mutua, las nuevas perspectivas que introdujo el psicoanálisis en el campo de la psicopatología y la sexualidad, sedujo a algunas feministas no psicoanalistas llevándolas a buscar en él las raíces profundas de la subordinación y la indagación de las cicatrices que la misma deja como consecuencia {ver nota de autor 5}. Esta búsqueda se produjo a partir de haberse percatado del efecto patógeno que tenía sobre las mujeres la necesidad de ajustarse a los valores de la sociedad de ese período histórico; esto producía muchos de los cuadros descriptos por el psicoanálisis {ver nota de autor 6}.

Gran parte del debate entre feministas y psicoanalistas en este período se estableció en términos del hallazgo de congruencias o incongruencias entre las imágenes de las mujeres descriptas por el Psicoanálisis y las mujeres reales.

En los casos de hallazgo de coincidencias, los mismos introdujeron la necesidad de indagación acerca del por qué de las mismas y motivaron la búsqueda de adquisición, por parte de las mujeres, de modalidades más saludables de existencia que no implicaran un alto costo en malestar.

Las incongruencias, en su mayor parte, fueron planteadas desde el interior del mismo movimiento psicoanalítico. Cabe destacar especialmente los trabajos de Helene Deutsch, Karen Horney y Ernest Jones, que formaron parte del intenso debate que se produjo en los años 30 al interior de la comunidad psicoanalítica en torno a la sexualidad femenina. Fecundo debate que fue suspendido por el llamado a la necesidad de cohesión frente al ataque externo {ver nota de autor 7} y en aras de la convivencia política necesaria para atravesar dicha etapa. O resuelto, en algunos casos, identificando las diferencias como particularidades correspondientes a las líneas propias de algún país.

Cabe destacar que durante las décadas del 20 y 30 hubo un gran debate al interior del psicoanálisis sobre la femineidad. En esa etapa las mujeres estuvieron cada vez más presentes en el movimiento psicoanalítico, dentro del cual se desarrollaban además varios debates que las incumbían en su existencia y su práctica: la femineidad, la maternidad, el análisis de niños y la sexualidad femenina. Así como reclamaban el derecho a existir como ciudadanas con todas las de la ley, comenzaban también a ocupar el lugar de psicoanalistas.

Entre quienes seguían la línea de Freud se pueden encontrar a Jeanne Lampl de Groot con sus trabajos "La evolución del complejo de Edipo en las Mujeres" (1967) y "Contribución al problema de la femineidad". Helene Deutsch "La Psicología de la Mujer en relación a la función de procreación" (1979) y "La significación del masoquismo en la vida mental femenina" (1930). Luego Ruth Mack Brunswick con "La fase preedípica del desarrollo libidinal" (1940) y Marie Bonaparte con su "La sexualidad de la mujer" (1972).

Luego hubo otro grupo que debatió fuertemente las teorías de Freud sobre la sexualidad femenina, varixs de lxs cuales se incluían en la corriente llamada culturalista del psicoanálisis (Vainer, 2009), entre quienes podemos encontrar a: Josine Muller con "Contribución al problema libidinal de la fase genital en la niña". Karen Horney con "El miedo a la Mujer" (1932) y "La negación de la vagina" (1967). Melanie Klein con "El psicoanálisis de niños" y Ernest Jones con "El desarrollo precoz de la sexualidad femenina" (1927), "La fase fálica" y "La sexualidad femenina precoz".

Podemos señalar que la detención del debate, salvo la continuidad de la producción de las excepciones señaladas anteriormente, ha tenido un efecto de "cerrar filas" repitiendo lo desarrollado clásicamente por algunos maestros; dando como resultado que muchxs analizantes ‒tanto hombres como mujeres‒ no hayan podido ser escuchadxs en sus sufrimientos producidos por las vicisitudes del ajuste a los patrones de género hegemónicos.

También hay que destacar, dentro de esta historización, la posición del psicoanálisis con respecto a la homosexualidad. En términos teóricos, las postulaciones de Freud en "Tres ensayos de teoría sexual" (1905) plantean la inexistencia de un objeto fijo de la pulsión, abriendo la posibilidad de que tanto la heterosexualidad como la homosexualidad sean vicisitudes posibles, no privilegiando ninguna sobre la otra. Sin embargo, en paralelo con esta producción teórica, en las prácticas concretas en 1921 en una circular interna de la IPA se decide "por el momento rechazar a todos los homosexuales manifiestos (como candidatos a psicoanalistas), porque generalmente, son demasiado anormales". Esto nunca fue publicado, ni dicho abiertamente (Véase ampliación sobre el tema en Judith Butler (2008) y en Jorge Reitter (2018) )pero sus efectos se pueden apreciar hasta el momento. Todavía es un costo muy alto para alguien en una institución psicoanalítica asumirse públicamente como analista siendo gay o lesbiana y, mucho más alto aún, asumirse como trans.

Al mismo tiempo es dable destacar que, durante gran parte de su historia, las apreciaciones del Psicoanálisis operaron como premisas-verdad no interrogables, no poniendo en cuestión el grado de generalización de las mismas, donde se volvieron sinónimos la humanidad y la teoría. Por lo tanto, los criterios terapéuticos y la valoración del éxito de los tratamientos estuvieron permeados por ideales de normalidad construidos históricamente, sin percatarse de la necesidad de dar cuenta de esta situación. Es importante resaltar que dar cuenta de la historicidad de los conceptos y de las herramientas permite conservar cierta objetividad de los instrumentos al estar advertidx del sesgo producido por los mismos y también de la necesidad de revisarlos toda vez que sea necesario.

Volviendo a la línea histórica, en los años 60´en Francia se reabre el debate cerrado a finales de los 30´ sobre el estatus de lo femenino en Psicoanálisis. Este grupo es conocido como la Nouvelle Recherche. Una de sus autoras principales ha sido Jeannine Chasseguet-Smirgel (1985). En este grupo también se han destacado Bela Grunberger, Christien David y Marika Torok. Una de las contribuciones principales de este grupo ha sido en el campo clínico dado que, como bien señalaban, hasta ese momento a la sexualidad femenina se le había dedicado más atención teórica que clínica, para entender su real especificidad.

Una segunda etapa de la relación se abre en los años 70 {ver nota de autor 8} en los cuales podemos señalar como hito el trabajo de Juliet Mitchell {ver nota de autor 9} "Psicoanálisis y feminismo" (1982). En el mismo la autora señala su percepción de que no encuentra que el Psicoanálisis se constituya necesariamente en una recomendación de la sociedad patriarcal como criterio de salud mental, sino que lo considera como un análisis de los efectos de malestar correspondientes a la sociedad patriarcal moderna. Reflexionando acerca de ese período Ana María Fernández, en nuestro medio, retoma el planteo de Mitchell para señalar que el Psicoanálisis, que tiene como objeto la enunciabilidad de las formaciones inconscientes, no se ha planteado como uno de sus objetos de reflexión la articulación entre formaciones inconscientes y formaciones histórico-sociales {ver nota de autor 10} Por ende, quienes sostengan la existencia de esta relación, en este caso los feminismos al señalar que la opresión de las mujeres es histórica, deberán realizar la indagación crítica de la teoría en cuestión para poder incorporarla eficazmente a la elucidación de la opresión de género (Fernández, 1992, 2009). Por este motivo, lxs analistas interesadxs en una elección por ambos corpus han debido tomar como tarea la realización de un análisis de las marcas de la sociedad patriarcal en el interior de la teoría misma; tarea en la cual se han encontrado, entre otros escollos, con que la teoría de la sexuación del Psicoanálisis conlleva un implícito de difícil deconstrucción: naturaliza el patriarcado y ofrece causas psíquicas para aquello que constituye un complejo precipitado de la inferiorización política de un género sexual (Fernández, 1992, 2009). Por lo tanto, la tarea no se reduce a registrar el malestar debido al ajuste a los patrones hegemónicos sino que es necesario indagar los efectos intrasubjetivos de vivir en una sociedad patriarcal.

Es importante destacar que en el campo de las relaciones entre feminismo académico y psicoanálisis se ubican, en esa época, el surgimiento de dos grandes líneas que siguen hasta este momento: una que relaciona feminismo de la igualdad con corriente anglosajona (o de las relaciones objetales del psicoanálisis) y otra que relaciona feminismo de la diferencia con corriente francesa (o estructuralista) del psicoanálisis. En la primera podemos ubicar a Nancy Chodorow, Jane Flax, Juliet Mitchel y Jessica Benjamin y en la segunda, a Luce Yrigaray, Frida Saal y también a Helene Cixous y Teresa de Lauretis, que aun perteneciendo al campo de la filosofía y no siendo psicoanalistas, han hecho grandes aportes a esta corriente.

Podemos señalar que, en un primer momento, se trató de relacionar el estatus subordinado de las mujeres en el sistema patriarcal con las formas del malestar femenino. Esta tarea se realizó siguiendo la línea que planteó Freud en "El malestar en la cultura" (1930), texto en el cual expresa que no podemos esperar una conformación similar de los aspectos morales en aquellxs que más gozan de los bienes sociales (él se refería a los sectores más acomodados de la sociedad, entre los cuales se incluía) y los sectores más pobres. Él decía que quienes eran más afortunadxs socialmente podían estar más dispuestxs a dejar de lado sus deseos egoístas para someterse a los ideales culturales y sociales, de los cuales se veían beneficiadxs en mayor manera que los sectores subordinados. De este modo entendía que los sectores sociales más bajos no estuvieran muy dispuestos a las renuncias pulsionales a favor del interés colectivo.

Años más tarde, esta línea fue retomada por Herbert Marcuse (1968) para expresar esta demanda hacia los sectores sociales subordinados, de mayor exigencia que devolución social a cambio, como base de las relaciones capitalistas que él analizaba en términos de la producción de un plus de malestar. Estos desarrollos fueron incorporados por los Estudios de Género, utilizando estas herramientas para un grupo que hasta ese momento no había sido pensado como subordinado socialmente: las mujeres. La psiquis femenina había sido pensada en tanto efecto de la diferencia sexual anatómica (Freud 1925). Por lo tanto, sacar a la feminidad del campo de la esencia ("lo" femenino) y de la determinación biológica de la psicología (consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica), para darle un estatus de construcción social que constituye psiquismo, fue la tarea emprendida por los Estudios de Género, en un comienzo, en su diálogo con el psicoanálisis. Y desde ese nuevo punto de partida, luego se trató de ver cómo se constituía la feminidad de cada mujer como modo particular de singularización en relación con un social histórico en el cual las mujeres son "el segundo sexo" (De Beauvoir,1962).

Ubicándonos en el escenario del cambio de milenio, en lo que hoy situaríamos como la tercera ola del feminismo, se puede visualizar que la crítica de la modernidad impactó fuertemente el corazón del corpus psicoanalítico, aun el hegemónico, aumentando la sensibilidad acerca de la indagación de los vínculos entre lo histórico social y los padecimientos subjetivos, desde la perspectiva del campo de abordaje del Psicoanálisis.

Dicha sensibilidad dio la posibilidad de contar con nuevxs interlocutorxs y compañerxs de ruta caracterizadxs por una mayor necesidad de dialogo frente a lo incierto; aún cuando deconstruir la modernidad no llevó por añadidura el desmonte de la particular forma que el patriarcado adquirió en ese período. Mutaron las modalidades vinculares, laborales, amistosas, etc. manteniéndose la matriz de la asimetría jerárquica entre los géneros en las prácticas cotidianas, y en las clínicas.

Con respecto a este último punto, encontramos que una de las fuentes de profundo malestar en lxs sujetxs a finales de milenio, fue la coexistencia de ideales tradicionales e innovadores correspondientes a estas nuevas prácticas que, como capas geológicas, se fueron superponiendo entre sí. Esta superposición se ha producido en sujetxs que habían sido socializadxs de acuerdo a determinados ideales y que en un relativamente breve período histórico se encontraron inmersxs en condiciones muy diferentes a las cuales habían sido subjetivadxs. Este fenómeno produjo una vivencia de perplejidad y complejidad por la coexistencia de lo tradicional e innovador acrecentada por poseer, lxs sujetxs, una temporalidad de procesamiento más lenta que la de los cambios vertiginosos producidos en los valores e ideales. Incluso en lo relativo a ideales provenientes del logro de conquistas anheladas (mayores derechos, equidad en los vínculos, logro de autonomía, fluidez en la elección de objeto, entre otros) (Tajer, 2000).

Este panorama nos introdujo en una tercera etapa en la historia de los vínculos entre los Psicoanálisis y los Estudios de Género, rama académica de los feminismos. Avizorándose diferencias en el escenario, motivado por el cimbronazo relativo a la crisis de la modernidad y sus efectos en la práctica psicoanalítica: su modo de contrato y de financiamiento; algunos de sus supuestos y los cambios producidos en las constelaciones familiares de la cual provienen y en la cual construían su vida lxs sujetxs en análisis. Nuevas modalidades, que como señalamos con anterioridad, introdujeron la necesidad de aggiornamiento por parte de lxs analistas.

Desde la perspectiva del psicoanálisis con perspectiva de género, uno de los problemas actuales sigue centrándose en torno a la deconstrucción del patriarcado en su modalidad actual {ver nota de autor 11} y otra de las perspectivas se interesa por la revisión de las concepciones psicoanalíticas que exceden (aún cuando la incluyen) la problemática de la sexuación. Concepciones que dan cuenta de cómo se constituye el psiquismo humano, cómo logra un sujeto su autonomía, cuáles son los posibles estatus de la alteridad en el psiquismo, cómo se representan las diferencias. En síntesis, con qué herramientas opera el Psicoanálisis contemporáneo para pensar las profundidades de la complejidad humana.

Es a partir de esta preocupación que, entre otras razones, en nuestro medio fue de gran impacto en ese momento la visita de Jessica Benjamin a Buenos Aires en noviembre de 1997 {ver nota de autor 12}. Su planteo acerca del buen aprovechamiento que el psicoanálisis de género puede extraer en su intercambio con la corriente intersubjetiva en psicoanálisis para avanzar en algunos de los impasses dados por la necesidad de poder contar con otros modos de abordaje en temas centrales en esta corriente como son el logro de autonomía, la revisión del concepto de dependencia desde la propuesta de la interdependencia, más propia de la escala humana, en términos de necesidad simultánea de reconocimiento y libertad. Distanciándose del concepto moderno de autonomía del cual había abrevado hasta ese momento tanto el Psicoanálisis como los Estudios de Género en su elección de la teoría política que sustenta gran parte de sus desarrollos {ver nota de autor 13}, para incorporar operadores que hagan posibles relaciones más democráticas intra e intergénero.

A la luz de estas elucidaciones se nos planteó la necesidad de revisar cuáles son los efectos que han generado en lxs sujetxs los conceptos de autonomía y de libertad que dichos corpus han sostenido. Y qué efectos en el diálogo entre psicoanálisis y género.

Otra autora de gran impacto local ha sido Judith Butler, planteando que los cuerpos importan, pero no son destino (Butler, 2008). Y que el sexo biológico o anatómico siempre es un cuerpo significado previamente, no existe un cuerpo previo a la significación cultural. También llamó la atención acerca de los vínculos o amores "que no pueden ver la luz", por lo tanto no pueden ser significados (ni celebrados, ni visibilizados, ni velados) en su justa dimensión (Butler, 2009). Esta autora trascendió los ámbitos de especialistas e interpeló muchos más espacios, incluso al psicoanálisis que hasta ese momento no había interlocutado con los Estudios de Género, pero además ha trascendido los ámbitos profesionales para adquirir estatus de "estrella del rock". De hecho, hasta el día de hoy hay quienes piensan que el género comenzó con Butler. Proviene de la filosofía y forma parte de una corriente norteamericana en el campo de los Estudios Culturales en su relación con los Estudios de Género que dialogó con la teoría lacaniana desde los 80/90. De hecho, hasta el cambio del milenio, el lacanismo como práctica clínica era casi inexistente en EEUU {ver nota de autor 14}. Hay un texto compilado por Teresa Brennan (1993), una de las maestras de Butler, en el cual se sistematiza un encuentro llevado a cabo en 1987 para el cual invitaron a Luce Yrigaray, Rosi Braidotti y del cual participó Gayatri Charkravorty Spivak, una de las pioneras del poscolonialismo en psicoanálisis y género. Allí se debate la relación entre lo simbólico y la diferencia sexual en términos de la relación entre cuerpo, psiquismo y cultura. En ese debate las psicoanalistas abonan la teoría lacaniana de que el simbólico viene del lado masculino, ligado a la materialidad del cuerpo y que el precio por su "caída", es la psicosis. Mientras que las filósofas y cientistas políticas se basan más en el constructivismo. Brennan señala, muy lúcidamente, que hasta allí llegó el debate en ese momento, que el lacanismo libera del cuerpo biológico como destino, pero lo saca de la historia. Y que, por lo tanto, aún puede haber alguna otra manera de relación entre orden de lo simbólico, el cuerpo, la historia, el género, la salud mental y la emancipación. En respuesta a ese desafío planteado por la maestra, surge en el campo filosófico la obra de Butler.

Otro aporte muy significativo al campo clínico y teórico psicoanalítico, con perspectiva de género, fue la visita de Michel Tort, en 2015, con sus desarrollos acerca de lo que él denomina "la solución paterna" del psicoanálisis lacaniano (Tort, 2008), que es el monopolio de la función simbólica en lo masculino, solidaria de la hegemonía patriarcal. Estos desarrollos han permitido avanzar en nuevos diálogos y desafíos teóricos. Él plantea que la caída de un orden simbólico no es el fin de lo simbólico, sino de un modo de organización de sentido, puede haber otros (Tort, 2015).

En lo local, quiero destacar a tres psicoanalistas que aún cuando no se autodenominaron como pertenecientes a la corriente de psicoanálisis y género, han hecho grandes contribuciones a ese campo. Ellas son Silvia Bleichmar con sus aportes al campo de las masculinidades, la transexualidad infantil y a la relación entre lo social y lo intrapsíquico, Gilou García Reinoso por sus reflexiones acerca de las marcas del poder en las relaciones intergeneracionales y las dificultades para reconocer a las mujeres en tanto mujeres en el campo del psicoanálisis. Y, por último, la pionera Marie Langer, con su texto Maternidad y Sexo (1976). Marie fue la única mujer en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina APA y una autora y analista muy preocupada por el status de la mujer en el mundo y en la clínica {ver nota de autor 15}.

Hoy estamos en un cuarto momento de estos diálogos, caracterizado por la masividad del interés. La cuarta ola del feminismo ha impactado a toda nuestra sociedad, tanto a nivel local con #Niunamenos, "la revolución de las hijas" y el debate por la legalización por el derecho al aborto, como también a nivel internacional: el #Metoo y los paros internacionales de mujeres.

Este impacto ha llegado al ambiente psicoanalítico de manera masiva, planteando mil y un interrogantes.

Razón de más para que quienes venimos trabajando históricamente en esta línea, compartamos nuestro aporte a un psicoanálisis contemporáneo que este a la altura de las circunstancias y siga siendo revulsivo, como en los tiempos fundantes. Nos lo merecemos y, fundamentalmente, se lo merecen quienes nos consultan y confían en que podemos ayudarles a ponerle palabras a su dolor.

 

Notas de autor

1. Los primeros escritos están compilados en (Fernandez, 1992) y se encuentra en edición el libro de las Jornadas de conmemoración de los 30 años de la Cátedra realizadas en abril de 2019 (Tajer, en prensa).

2. Considero importante destacar este punto puesto que desde el comienzo ha habido tensiones lógicas entre feminismo político y feminismo académico (o Estudios de Género). Dado que sus lógicas, tiempos y necesidades son diferentes. Hay sin embargo puntos de confluencia, como bien lo señala Mabel Bellucci (1992), basados en una apuesta que los implica desde los orígenes y que es la necesidad de creación de teoría, técnica y tecnología para el cambio que el campo académico le ofrece al político. Los une el compromiso en la creación de "voluntades inteligentes". En el capítulo 9 veremos un ejemplo práctico contemporáneo de estas tensiones y también de sus convergencias.

3. Cabe destacar el agradecimiento que Freud le hace por escrito a Jeanne Lampl de Groot por haber tematizado las características del preedipo femenino dada la transferencia que se constituía entre analizante mujer y analista del mismo género.

4. Que realizó además un gran aporte teórico con la elaboración del concepto de «pulsión destructiva y sádica» en base al cual Freud desarrollará más tarde el concepto de pulsión de muerte

5. Léase texto de Silvia Tubert (2000) donde la autora da luz sobre algunas no muy difundidas relaciones en este período (1910-1920) entre feminismo y psicoanálisis.

6. (Por ejemplo los casos descriptos por Freud y Breuer en "Estudios sobre la Histeria" (1893-95)y por Freud en "Fragmento de Análisis de un Caso de Histeria" (El Caso Dora) (1905)

7. Ascenso del nazismo y exilio de lxs psicoanalistas judíxs alemanxs y austríacxs a Inglaterra, incluyendo al mismo Freud, y a EEUU

8. Los Estudios de la Mujer, rama académica del Feminismo de la Segunda Ola se crea en esa etapa, entre los 60' y 70'.

9. Cabe destacar la pertenencia de la autora al grupo de intelectuales del movimiento de la "nueva izquierda" inglesa, en el cual sobresale la presencia de Perry Anderson, Eric Hobsbawn y E. P. Thompson. Todxs autorxs de la revista New Left Rewiew

10. Fundamentalmente en relación a la modalidad de reciclaje con nuevas vestimentas que el mismo conserva al interior de la teoría y la práctica psicoanalítica en sus concepciones acerca de la femineidad y la masculinidad

11. Destacamos también el aporte de los psicoanalistas radicales como Reich y Laing que realizaron aportes en la revisión de lo histórico-social. El mayor aporte que han realizado los mismos al diálogo entre psicoanálisis y feminismo es su contribución al humanismo radical del cual este diálogo es heredero.

12. Invitada en el marco de las Jornadas "El duelo del padre" organizada por la Fundación de Estudios Clínicos en Psicoanálisis, noviembre, 1997.

13. Recuerdo una conversación que tuve con Jessica Benjamin en febrero de 1999 en su consultorio en Nueva York en la cual me preguntó cómo era la experiencia y los efectos de alguien analizadx por un analista lacaniano. Para ella era una curiosidad porque no conocía a nadie aún.

14. Aportes que se pueden valorar en su texto en Cuestionamos (1987) y en la compilación de su obra y vida (Volnovich, Werthein,1989)

15. Cabe señalar que, buena parte de los instrumentos de la teoría política feminista, al igual que otras perspectivas críticas, han quedado prisioneros de la concepción de libertad y autonomía modernas, en la cual han sido forjados, confrontándose con los mismos límites que le criticamos al efecto de uso que el psicoanálisis ha hecho de ellos.

 

Referencias

Bellucci, M. (1992). De los Estudios de la Mujer a los Estudios de Género: has recorrido un largo camino. En Fernández, A. M. (comp.), Las Mujeres en la Imaginación Colectiva. Una historia de discriminación y resistencias. Buenos Aires: Paidós.

Bonaparte, M. (1972). La sexualidad de la mujer. Barcelona: Península.

Brennan, T. (ed.). (1993). Between Feminism & psychoanalysis. Londres y Nueva York: Routledge.

Brunswick, R. M. (1940). La fase preedípica del desarrollo libidinal. En Escritos psicoanalíticos fundamentales (pp. 119-137).

Butler, J. (2009). Dar cuenta de sí mismo. Violencia, ética y responsabilidad. Buenos Aires: Editorial Amorrortu.

Butler, J. (2008). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo". Buenos Aires: Paidós.

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6ta Edición - Junio 2021
 
 
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