Los
Estudios de la Mujer, rama académica del feminismo de la
segunda ola, luego devenidos en Estudios de Género en su
relación con el campo de la Salud Mental se comenzaron a
desarrollar en la Argentina durante la dictadura militar (76-83). En
ese momento, en el contexto de los centros privados de investigación,
las organizaciones no gubernamentales de mujeres y luego, a partir de
la apertura democrática, en las universidades. La Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires fue pionera en
este enfoque con los seminarios de Postgrado, que comenzaron en 1985.
En
1987 se transformó en la Carrera Interdisciplinaria de
Estudios de la Nujer y en 1988 en la Cátedra de Grado de
Introducción a los Estudios de la Mujer cuyos antecedentes son
los seminarios impartidos en la asignatura Psicología Social
desde 1985. Constituyéndose
en la primera asignatura de grado en género en el país
y en América Latina.
En
lo que refiere al psicoanálisis en particular, parte del
origen también puede ubicarse en el ámbito del CEM
(Centro de Estudios de la Mujer), alrededor del cual se congregaron
algunxs de lxs diversxs autorxs en nuestro país que han
aportado en estos debates constituyendo lo que actualmente se conoce
como Escuela Argentina de Psicoanálisis y Género.
La
pionera fue Eva Giberti, con sus aportes en el campo de las
femineidades, la crianza, la infancia, la adopción y la
violencia de género. Ana María Fernández ha
contribuido en la articulación de las relaciones de poder con
la subjetividad sexuada, el impacto de la lógica del "privado
sentimentalizado" en la femineidad y una fuerte crítica
a los paradigmas epistémicos desde los cuales el psicoanálisis
piensa la diferencia sexual. Mabel Burin, con sus desarrollos sobre
teoría pulsional y género, la medicalización
del malestar femenino en plus y en la articulación entre
trabajo, familia y modos de subjetivación generizados. Irene
Meler ha aportado en el campo de la psicopatología desde las
determinaciones genéricas y las conformaciones de las familias
ensambladas y sus vicisitudes de género. Y ambas, Mabel Burin
e Irene Meler, en la sistematización del campo de las
masculinidades y las familias. Martha Rosenberg estableció los
aportes locales en la línea del psicoanálisis de la
diferencia sexual y en la mirada sobre aborto desde el psicoanálisis
por su ubicación entre militancia y práctica
psicoanalítica. Juan Carlos Volnovich ha promovido el rescate
en este linaje de los aportes de Marie Langer, sus desarrollos en el
campo de las masculinidades, la cultura prostibularia y su impacto en
la psicosexualidad masculina y el abuso sexual. Irene Fridman ha
hecho sus aportes en el campo de la violencia de género. Y
Facundo Blestcher, en el campo de las masculinidades y las infancias
trans.
Silvia
Tubert y Emilce Dio Bleichmar, desde su residencia en España,
son consideradas como integrantes de esta corriente. La primera
ubicada con aportes en el campo de la maternidad, la paternidad, las
nuevas tecnologías reproductivas y su impacto en el psiquismo,
las relaciones históricas entre Psicoanálisis y Género,
los aportes de este entrecruzamiento incluyendo las relaciones de
Freud con las feministas de su época y los debates entre
psicoanálisis, género y posmodernidad. La segunda, con
sus intervenciones en la relación entre prácticas de
sexualidad y narcisismo en la configuración de la histeria
femenina, los efectos de la mirada sexualizante de los padres varones
en las adolescentes mujeres y la depresión en las mujeres.
En
esta panorámica, cabe mencionar el trabajo de Leticia Glocer
Fiorini, quien fuera presidenta de la Asociación
Psicoanalítica Argentina. Si
bien ella
no forma parte de este grupo, es una interlocutora constante y vale
en esta introducción compartir sus aportes al campo en el
país. Cabe destacar su análisis crítico de las
lógicas y modos de pensamiento que sostienen a las teorías
explícitas e implícitas sobre la diferencia sexual.
En
cuanto a dispositivos de transferencia de estas producciones, cabe
destacar el gran aporte que constituye la ya mencionada existencia de
la Cátedra de Introducción a los Estudios de Género
de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos
Aires, cuya Fundadora y Profesora Titular ha sido Ana María
Fernández hasta 2014, año en el cual me hice cargo de
la misma. La cátedra se dicta ininterrumpidamente desde hace
32 años {ver nota de autor 1} y es pionera de grado en género
en toda América Latina. Su propósito es introducir
diversas temáticas de género y subjetividad con el fin
de que lxs psicólogxs egresadxs de esa facultad tengan una
base para abordar su práctica desde este paradigma.
En
el campo de posgrado, se destaca la creación del Foro de
Psicoanálisis y Género de la Asociación de
Psicólogos de Buenos Aires en 1995, y luego el posgrado en la
misma temática creado en 1999. Ambos diseñados, en su
comienzo, por Irene Meler y Débora Tajer. Algunos textos
presentados en ese espacio se pueden encontrar en diversos libros que
los reúnen (Meler Tajer, 2000) (Meler, 2017). Cabe destacar
también que Pilar Errazuriz realizó una traducción
de escritos de la Escuela Argentina de Psicoanálisis y Género
al francés (Errázuriz Vidal, 2017) abriendo de este
modo nuevos horizontes de intercambio. También es importante
mencionar el trabajo de Patricia Porchat para introducir nuestros
aportes al portugués (Francoia, Porchat, Corsetto, 2018).
Del
mismo modo, destacar la existencia desde el año 2000 al 2012
del Seminario de Posgrado "Varones, Mujeres. Subjetividad y
Género", dictado por Sandra Borakievich y Débora
Tajer en el marco del Programa de Actualización en el Campo de
Problemáticas de la Subjetividad dirigido por Ana María
Fernández en el área de Posgrado de la Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Y el Programa de
Actualización en Género y Subjetividad en la plataforma
virtual de Posgrado de la misma Facultad bajo mi dirección que
comenzó en 2018 junto a Mercedes López, Alejandra Lo
Russo y Mariana Gaba como docentes. También incluyo aquí
un dispositivo de transmisión teórico-clínico
que llevó a cabo desde 2004, denominado "¿Cómo
trabajar en clínica psicoanalítica con perspectiva de
género?", que ha pasado de grupo de estudio a seminario
por el aumento del interés.
¿Por
qué privilegiar el diálogo entre las diversas teorías
psicoanalíticas y el campo interdisciplinario de los Estudios
de Género?
Parte
de la respuesta es geográfica: somos argentinxs y el
psicoanálisis ha tenido y tiene un lugar preponderante en el
campo de Salud Mental en nuestro país. Esto quiere decir que
quienes formamos parte de este diálogo desde el principio
somos psicólogxs y médicxs dedicadxs al ejercicio del
Psicoanálisis en el ámbito terapéutico, la
investigación y la docencia. Y que la formación clínica
predominante en el campo de la Salud Mental sea en el marco del
Psicoanálisis es una particularidad y excepcionalidad
argentina.
Desde
un compromiso ideológico con la defensa de los derechos de las
mujeres, concebida como un aspecto esencial del pleno ejercicio de la
democracia, nos motivamos para la adquisición de conocimientos
provenientes principalmente de estudios históricos,
antropológicos, sociales, políticos y económicos,
a fin de comprender de un modo integral los orígenes y la
racionalidad subyacente a los ordenamientos que instituyen la
subordinación femenina y la dominación masculina. Esta
comprensión se vio unida, desde un principio, a la voluntad
política de aportar desde diversos ámbitos al logro de
la plena condición ciudadana de las mujeres y los varones
argentinos {ver nota de autor 2}.
Para
dicho objetivo fuimos incorporando y transmitiendo nuevos
conocimientos que ampliaron nuestra visión integral del campo
de problemáticas. Pero llegó un tiempo en el cual luego
de abrir significativamente el eje de la determinación social
hubo necesidad en algunxs de volver a acotar el campo de estudio,
focalizando la indagación en la subjetividad. Este retorno
implica una profunda modificación de la perspectiva originaria
en psicoanálisis y a la vez, tuvo como objetivo la producción
de nuevos conocimientos caracterizados por un mejor nivel de
elaboración conceptual. Por lo tanto, el diálogo entre
género y psicoanálisis en nuestro país ha
trabajado desde sus comienzos acerca de la construcción social
de la subjetividad sexuada. Intercambio que se produce en un país
caracterizado por un extraordinario desarrollo de las diversas
corrientes psicoanalíticas, con una influencia que excede su
ámbito específico de aplicación y que ha
permeado toda la cultura.
Psicoanálisis
y Género. Desventuras de un encuentro.
Pasado
y presente
Podemos
destacar que en vida del propio Sigmund Freud ha habido encuentros y
desencuentros entre los Psicoanálisis y los Feminismos.
Podríamos intentar señalar una cronología de
estas vicisitudes destacando distintas etapas.
Caracterizamos
como primera etapa al período inaugural en el cual al interior
del campo del psicoanálisis se realiza un fuerte debate acerca
de la sexualidad femenina, basado en la visibilización de
nuevos desarrollos debido a los efectos transferenciales
{ver nota de autor 3},o debates que discutían la masculinidad primaria o la
erogenización de la vagina o el clítoris. Pero, aun
así, esos debates rara vez incluyeron la constitución
del psiquismo femenino y su relación con el estatus social de
las mujeres en ese período histórico. Hay una
interesante excepción del mismo Freud cuando establece una
reflexión acerca del efecto neurotizante en las mujeres por el
deber de ajustarse a las normas impuestas por el modelo social que la
cultura asigna a las mismas (Freud, 1908). Como podemos apreciar,
esta sensible reflexión se mantiene en línea paralela
en relación a su pensamiento general acerca de la femineidad,
motivo por el cual queda aislada de su producción global
acerca de las mujeres y sus malestares. Además de responder a
las demandas de las feministas de su época psicopatologizando
las reivindicaciones caracterizándolas como motivadas por la
envidia del pene o por una histeria fálico narcisista, a las
cuales se le podría dar "solución clínica"
(Freud, 1925,1931). Aun así, hubo también desde el
principio un debate no solo con el feminismo "externo"
sino al interior del campo con psicoanalistas que podemos reconocer
como feministas tales como Lou Andreas Salomé (Con
grandes aportes en el campo de la sexualidad femenina y su relación
con el narcisismo) y
Sabina Spielrein {ver nota de autor 4} para mencionar dos muy
destacadas.
Las
feministas de la época solían acusar a estos
psicoanalistas de reproductores de la sociedad patriarcal. Tiempo más
tarde, en la segunda ola del feminismo, se pudo avanzar teóricamente
y catalogarlos de androcentristas y sexistas. Algunas autoras que han
sentado esta posición han sido Simone de Beauvoir (1962) y
Betty Friedan (2016).
Cabe
señalar que aún en medio del fragor de la disputa y la
desconfianza mutua, las nuevas perspectivas que introdujo el
psicoanálisis en el campo de la psicopatología y la
sexualidad, sedujo a algunas feministas no psicoanalistas llevándolas
a buscar en él las raíces profundas de la subordinación
y la indagación de las cicatrices que la misma deja como
consecuencia {ver nota de autor 5}. Esta búsqueda se produjo
a partir de haberse percatado del efecto patógeno que tenía
sobre las mujeres la necesidad de ajustarse a los valores de la
sociedad de ese período histórico; esto producía
muchos de los cuadros descriptos por el psicoanálisis {ver nota de autor 6}.
Gran
parte del debate entre feministas y psicoanalistas en este período
se estableció en términos del hallazgo de congruencias
o incongruencias entre las imágenes de las mujeres descriptas
por el Psicoanálisis y las mujeres reales.
En los casos de hallazgo de coincidencias, los mismos introdujeron la
necesidad de indagación acerca del por qué de las
mismas y motivaron la búsqueda de adquisición, por
parte de las mujeres, de modalidades más saludables de
existencia que no implicaran un alto costo en malestar.
Las
incongruencias, en su mayor parte, fueron planteadas desde el
interior del mismo movimiento psicoanalítico. Cabe destacar
especialmente los trabajos de Helene Deutsch, Karen Horney y Ernest
Jones, que formaron parte del intenso debate que se produjo en los
años 30 al interior de la comunidad psicoanalítica en
torno a la sexualidad femenina. Fecundo debate que fue suspendido por
el llamado a la necesidad de cohesión frente al ataque externo
{ver nota de autor 7} y en aras de la convivencia política
necesaria para atravesar dicha etapa. O resuelto, en algunos casos,
identificando las diferencias como particularidades correspondientes
a las líneas propias de algún país.
Cabe
destacar que durante las décadas del 20 y 30 hubo un gran
debate al interior del psicoanálisis sobre la femineidad. En
esa etapa las mujeres estuvieron cada vez más presentes en el
movimiento psicoanalítico, dentro del cual se desarrollaban
además varios debates que las incumbían en su
existencia y su práctica: la femineidad, la maternidad, el
análisis de niños y la sexualidad femenina. Así
como reclamaban el derecho a existir como ciudadanas con todas las de
la ley, comenzaban también a ocupar el lugar de
psicoanalistas.
Entre
quienes seguían la línea de Freud se pueden encontrar a
Jeanne Lampl de Groot con sus trabajos "La evolución del
complejo de Edipo en las Mujeres" (1967)
y "Contribución
al problema de la femineidad". Helene Deutsch "La
Psicología de la Mujer en relación a la función
de procreación" (1979) y "La significación
del masoquismo en la vida mental femenina" (1930). Luego Ruth
Mack Brunswick con "La fase preedípica del desarrollo
libidinal" (1940) y Marie Bonaparte con su "La sexualidad
de la mujer" (1972).
Luego
hubo otro grupo que debatió fuertemente las teorías de
Freud sobre la sexualidad femenina, varixs de lxs cuales se incluían
en la corriente llamada culturalista del psicoanálisis
(Vainer, 2009), entre quienes podemos encontrar a:
Josine Muller con
"Contribución al problema libidinal de la fase genital
en la niña". Karen Horney con "El miedo a la
Mujer" (1932)
y "La
negación de la vagina" (1967). Melanie Klein con "El
psicoanálisis de niños" y Ernest Jones con "El
desarrollo precoz de la sexualidad femenina" (1927), "La
fase fálica" y "La sexualidad femenina precoz".
Podemos
señalar que la detención del debate, salvo la
continuidad de la producción de las excepciones señaladas
anteriormente, ha tenido un efecto de "cerrar filas"
repitiendo lo desarrollado clásicamente por algunos maestros;
dando como resultado que muchxs analizantes ‒tanto hombres como
mujeres‒ no hayan podido ser escuchadxs en sus sufrimientos
producidos por las vicisitudes del ajuste a los patrones de género
hegemónicos.
También
hay que destacar, dentro de esta historización, la posición
del psicoanálisis con respecto a la homosexualidad. En
términos teóricos, las postulaciones de Freud en "Tres
ensayos de teoría sexual" (1905) plantean la
inexistencia de un objeto fijo de la pulsión, abriendo la
posibilidad de que tanto la heterosexualidad como la homosexualidad
sean vicisitudes posibles, no privilegiando ninguna sobre la otra.
Sin embargo, en paralelo con esta producción teórica,
en las prácticas concretas en 1921 en una circular interna de
la IPA se decide "por el momento rechazar a todos los
homosexuales manifiestos (como candidatos a psicoanalistas), porque
generalmente, son demasiado anormales". Esto nunca fue
publicado, ni dicho abiertamente (Véase
ampliación sobre el tema en Judith Butler (2008) y en Jorge
Reitter (2018) )pero
sus efectos se pueden apreciar hasta el momento. Todavía es un
costo muy alto para alguien en una institución psicoanalítica
asumirse públicamente como analista siendo gay o lesbiana y,
mucho más alto aún, asumirse como trans.
Al
mismo tiempo es dable destacar que, durante gran parte de su
historia, las apreciaciones del Psicoanálisis operaron como
premisas-verdad no interrogables, no poniendo en cuestión el
grado de generalización de las mismas, donde se volvieron
sinónimos la humanidad y la teoría.
Por lo tanto, los
criterios terapéuticos y la valoración del éxito
de los tratamientos estuvieron permeados por ideales de normalidad
construidos históricamente, sin percatarse de la necesidad de
dar cuenta de esta situación. Es importante resaltar que dar
cuenta de la historicidad de los conceptos y de las herramientas
permite conservar cierta objetividad de los instrumentos al estar
advertidx del sesgo producido por los mismos y también de la
necesidad de revisarlos toda vez que sea necesario.
Volviendo
a la línea histórica, en los años 60´en
Francia se reabre el debate cerrado a finales de los 30´ sobre
el estatus de lo femenino en Psicoanálisis. Este grupo es
conocido como la Nouvelle Recherche. Una de sus autoras principales
ha sido Jeannine Chasseguet-Smirgel (1985). En este grupo también
se han destacado Bela Grunberger, Christien David y Marika Torok. Una
de las contribuciones principales de este grupo ha sido en el campo
clínico dado que, como bien señalaban, hasta ese
momento a la sexualidad femenina se le había dedicado más
atención teórica que clínica, para entender su
real especificidad.
Una
segunda etapa de la relación se abre en los años 70
{ver nota de autor 8} en los cuales podemos señalar como hito el trabajo de
Juliet Mitchell {ver nota de autor 9} "Psicoanálisis y
feminismo" (1982). En el mismo la autora señala su
percepción de que no encuentra que el Psicoanálisis se
constituya necesariamente en una recomendación de la sociedad
patriarcal como criterio de salud mental, sino que lo considera como
un análisis de los efectos de malestar correspondientes a la
sociedad patriarcal moderna. Reflexionando acerca de ese período
Ana María Fernández, en nuestro medio, retoma el
planteo de Mitchell para señalar que el Psicoanálisis,
que tiene como objeto la enunciabilidad de las formaciones
inconscientes, no se ha planteado como uno de sus objetos de
reflexión la articulación entre formaciones
inconscientes y formaciones histórico-sociales {ver nota de autor 10} Por ende, quienes sostengan la existencia de esta relación,
en este caso los feminismos al señalar que la opresión
de las mujeres es histórica, deberán realizar la
indagación crítica de la teoría en cuestión
para poder incorporarla eficazmente a la elucidación de la
opresión de género (Fernández, 1992, 2009). Por
este motivo, lxs analistas interesadxs en una elección por
ambos corpus han debido tomar como tarea la realización de un
análisis de las marcas de la sociedad patriarcal en el
interior de la teoría misma; tarea en la cual se han
encontrado, entre otros escollos, con que la teoría de la
sexuación del Psicoanálisis conlleva un implícito
de difícil deconstrucción: naturaliza el patriarcado y
ofrece causas psíquicas para aquello que constituye un
complejo precipitado de la inferiorización política de
un género sexual (Fernández, 1992, 2009). Por lo tanto,
la tarea no se reduce a registrar el malestar debido al ajuste a los
patrones hegemónicos sino que es necesario indagar los efectos
intrasubjetivos de vivir en una sociedad patriarcal.
Es
importante destacar que en el campo de las relaciones entre feminismo
académico y psicoanálisis se ubican, en esa época,
el surgimiento de dos grandes líneas que siguen hasta este
momento: una que relaciona feminismo de la igualdad con corriente
anglosajona (o de las relaciones objetales del psicoanálisis)
y otra que relaciona feminismo de la diferencia con corriente
francesa (o estructuralista) del psicoanálisis. En la primera
podemos ubicar a Nancy Chodorow, Jane Flax, Juliet Mitchel y Jessica
Benjamin y en la segunda, a Luce Yrigaray, Frida Saal y también
a Helene Cixous y Teresa de Lauretis, que aun perteneciendo al campo
de la filosofía y no siendo psicoanalistas, han hecho grandes
aportes a esta corriente.
Podemos
señalar que, en un primer momento, se trató de
relacionar el estatus subordinado de las mujeres en el sistema
patriarcal con las formas del malestar femenino. Esta tarea se
realizó siguiendo la línea que planteó Freud en
"El malestar en la cultura" (1930), texto en el cual
expresa que no podemos esperar una conformación similar de los
aspectos morales en aquellxs que más gozan de los bienes
sociales (él se refería a los sectores más
acomodados de la sociedad, entre los cuales se incluía) y los
sectores más pobres. Él decía que quienes eran
más afortunadxs socialmente podían estar más
dispuestxs a dejar de lado sus deseos egoístas para someterse
a los ideales culturales y sociales, de los cuales se veían
beneficiadxs en mayor manera que los sectores subordinados. De este
modo entendía que los sectores sociales más bajos no
estuvieran muy dispuestos a las renuncias pulsionales a favor del
interés colectivo.
Años
más tarde, esta línea fue retomada por Herbert Marcuse
(1968) para expresar esta demanda hacia los sectores sociales
subordinados, de mayor exigencia que devolución social a
cambio, como base de las relaciones capitalistas que él
analizaba en términos de la producción de un plus de
malestar. Estos desarrollos fueron incorporados por los Estudios de
Género, utilizando estas herramientas para un grupo que hasta
ese momento no había sido pensado como subordinado
socialmente: las mujeres. La psiquis femenina había sido
pensada en tanto efecto de la diferencia sexual anatómica
(Freud 1925). Por
lo tanto, sacar a la feminidad del campo de la esencia ("lo"
femenino) y de la determinación biológica de la
psicología (consecuencias psíquicas de la diferencia
sexual anatómica), para darle un estatus de construcción
social que constituye psiquismo, fue la tarea emprendida por los
Estudios de Género, en un comienzo, en su diálogo con
el psicoanálisis. Y desde ese nuevo punto de partida, luego se
trató de ver cómo se constituía la feminidad de
cada mujer como modo particular de singularización en relación
con un social histórico en el cual las mujeres son "el
segundo sexo" (De Beauvoir,1962).
Ubicándonos
en el escenario del cambio de milenio, en lo que hoy situaríamos
como la tercera ola del feminismo, se puede visualizar que la crítica
de la modernidad impactó fuertemente el corazón del
corpus psicoanalítico, aun el hegemónico, aumentando la
sensibilidad acerca de la indagación de los vínculos
entre lo histórico social y los padecimientos subjetivos,
desde la perspectiva del campo de abordaje del Psicoanálisis.
Dicha
sensibilidad dio la posibilidad de contar con nuevxs interlocutorxs y
compañerxs de ruta caracterizadxs por una mayor necesidad de
dialogo frente a lo incierto; aún cuando deconstruir la
modernidad no llevó por añadidura el desmonte de la
particular forma que el patriarcado adquirió en ese período.
Mutaron las modalidades vinculares, laborales, amistosas, etc.
manteniéndose la matriz de la asimetría jerárquica
entre los géneros en las prácticas cotidianas, y en las
clínicas.
Con
respecto a este último punto, encontramos que una de las
fuentes de profundo malestar en lxs sujetxs a finales de milenio, fue
la coexistencia de ideales tradicionales e innovadores
correspondientes a estas nuevas prácticas que, como capas
geológicas, se fueron superponiendo entre sí. Esta
superposición se ha producido en sujetxs que habían
sido socializadxs de acuerdo a determinados ideales y que en un
relativamente breve período histórico se encontraron
inmersxs en condiciones muy diferentes a las cuales habían
sido subjetivadxs. Este fenómeno produjo una vivencia de
perplejidad y complejidad por la coexistencia de lo tradicional e
innovador acrecentada por poseer, lxs sujetxs, una temporalidad de
procesamiento más lenta que la de los cambios vertiginosos
producidos en los valores e ideales. Incluso en lo relativo a ideales
provenientes del logro de conquistas anheladas (mayores derechos,
equidad en los vínculos, logro de autonomía, fluidez en
la elección de objeto, entre otros) (Tajer, 2000).
Este
panorama nos introdujo en una tercera etapa en la historia de los
vínculos entre los Psicoanálisis y los Estudios de
Género, rama académica de los feminismos. Avizorándose
diferencias en el escenario, motivado por el cimbronazo relativo a la
crisis de la modernidad y sus efectos en la práctica
psicoanalítica: su modo de contrato y de financiamiento;
algunos de sus supuestos y los cambios producidos en las
constelaciones familiares de la cual provienen y en la cual
construían su vida lxs sujetxs en análisis. Nuevas
modalidades, que como señalamos con anterioridad, introdujeron
la necesidad de aggiornamiento
por parte de lxs analistas.
Desde
la perspectiva del psicoanálisis con perspectiva de género,
uno de los problemas actuales sigue centrándose en torno a la
deconstrucción del patriarcado en su modalidad actual {ver nota de autor 11} y otra de las perspectivas se interesa por la revisión
de las concepciones psicoanalíticas que exceden (aún
cuando la incluyen) la problemática de la sexuación.
Concepciones que dan cuenta de cómo se constituye el psiquismo
humano, cómo logra un sujeto su autonomía, cuáles
son los posibles estatus de la alteridad en el psiquismo, cómo
se representan las diferencias. En síntesis, con qué
herramientas opera el Psicoanálisis contemporáneo para
pensar las profundidades de la complejidad humana.
Es
a partir de esta preocupación que, entre otras razones, en
nuestro medio fue de gran impacto en ese momento la visita de Jessica
Benjamin a Buenos Aires en noviembre de 1997 {ver nota de autor 12}.
Su planteo acerca del buen aprovechamiento que el psicoanálisis
de género puede extraer en su intercambio con la corriente
intersubjetiva en psicoanálisis para avanzar en algunos de los
impasses dados por la necesidad de poder contar con otros modos de
abordaje en temas centrales en esta corriente como son el logro de
autonomía, la revisión del concepto de dependencia
desde la propuesta de la interdependencia, más propia de la
escala humana, en términos de necesidad simultánea de
reconocimiento y libertad. Distanciándose del concepto moderno
de autonomía del cual había abrevado hasta ese momento
tanto el Psicoanálisis como los Estudios de Género en
su elección de la teoría política que sustenta
gran parte de sus desarrollos {ver nota de autor 13},
para incorporar operadores que hagan posibles relaciones más
democráticas intra e intergénero.
A
la luz de estas elucidaciones se nos planteó la necesidad de
revisar cuáles son los efectos que han generado en lxs sujetxs
los conceptos de autonomía y de libertad que dichos corpus han
sostenido. Y qué efectos en el
diálogo
entre psicoanálisis y género.
Otra
autora de gran impacto local ha sido Judith Butler, planteando que
los cuerpos importan, pero no son destino (Butler, 2008). Y que el
sexo biológico o anatómico siempre es un cuerpo
significado previamente, no existe un cuerpo previo a la
significación cultural. También llamó la
atención acerca de los vínculos o amores "que no
pueden ver la luz", por lo tanto no pueden ser significados (ni
celebrados, ni visibilizados, ni velados) en su justa dimensión
(Butler, 2009). Esta autora trascendió los ámbitos de
especialistas e interpeló muchos más espacios, incluso
al psicoanálisis que hasta ese momento no había
interlocutado con los Estudios de Género, pero además
ha trascendido los ámbitos profesionales para adquirir estatus
de "estrella del rock". De hecho, hasta el día de
hoy hay quienes piensan que el género comenzó con
Butler. Proviene de la filosofía y forma parte de una
corriente norteamericana en el campo de los Estudios Culturales en su
relación con los Estudios de Género que dialogó
con la teoría lacaniana desde los 80/90. De hecho, hasta el
cambio del milenio, el lacanismo como práctica clínica
era casi inexistente en EEUU {ver nota de autor 14}.
Hay un texto compilado por Teresa Brennan (1993), una de las maestras
de Butler, en el cual se sistematiza un encuentro llevado a cabo en
1987 para el cual invitaron a Luce Yrigaray, Rosi Braidotti y del
cual participó Gayatri Charkravorty Spivak, una de las
pioneras del poscolonialismo en psicoanálisis y género.
Allí se debate la relación entre lo simbólico y
la diferencia sexual en términos de la relación entre
cuerpo, psiquismo y cultura. En ese debate las psicoanalistas abonan
la teoría lacaniana de que el simbólico viene del lado
masculino, ligado a la materialidad del cuerpo y que el precio por su
"caída", es la psicosis. Mientras que las
filósofas y cientistas políticas se basan más en
el constructivismo. Brennan señala, muy lúcidamente,
que hasta allí llegó el debate en ese momento, que el
lacanismo libera del cuerpo biológico como destino, pero lo
saca de la historia. Y que, por lo tanto, aún puede haber
alguna otra manera de relación entre orden de lo simbólico,
el cuerpo, la historia, el género, la salud mental y la
emancipación. En respuesta a ese desafío planteado por
la maestra, surge en el campo filosófico la
obra de Butler.
Otro
aporte muy significativo al campo clínico y teórico
psicoanalítico, con perspectiva de género, fue la
visita de Michel Tort, en 2015, con sus desarrollos acerca de lo que
él denomina "la solución paterna" del
psicoanálisis lacaniano (Tort, 2008), que es el monopolio de
la función simbólica en lo masculino, solidaria de la
hegemonía patriarcal. Estos desarrollos han permitido avanzar
en nuevos diálogos y desafíos teóricos. Él
plantea que la caída de un orden simbólico no es el fin
de lo simbólico, sino de un modo de organización de
sentido, puede haber otros (Tort, 2015).
En
lo local, quiero destacar a tres psicoanalistas que aún cuando
no se autodenominaron como pertenecientes a la corriente de
psicoanálisis y género, han hecho grandes
contribuciones a ese campo. Ellas son Silvia Bleichmar con sus
aportes al campo de las masculinidades, la transexualidad infantil y
a la relación entre lo social y lo intrapsíquico, Gilou
García Reinoso por sus reflexiones acerca de las marcas del
poder en las relaciones intergeneracionales y las dificultades para
reconocer a las mujeres en tanto mujeres en el campo del
psicoanálisis. Y, por último, la pionera Marie Langer,
con su texto Maternidad y Sexo (1976). Marie fue la única
mujer en la fundación de la Asociación Psicoanalítica
Argentina APA y una autora y analista muy preocupada por el status de
la mujer en el mundo y en la clínica {ver nota de autor 15}.
Hoy
estamos en un cuarto momento de estos diálogos, caracterizado
por la masividad del interés. La cuarta ola del feminismo ha
impactado a toda nuestra sociedad, tanto a nivel local con
#Niunamenos, "la revolución de las hijas" y el
debate por la legalización por el derecho al aborto, como
también a nivel internacional: el #Metoo y los paros
internacionales de mujeres.
Este
impacto ha llegado al ambiente psicoanalítico de manera
masiva, planteando mil y un interrogantes.
Razón
de más para que quienes venimos trabajando históricamente
en esta línea, compartamos nuestro aporte a un psicoanálisis
contemporáneo que este a la altura de las circunstancias y
siga siendo revulsivo, como en los tiempos fundantes. Nos lo
merecemos y, fundamentalmente, se lo merecen quienes nos consultan y
confían en que podemos ayudarles a ponerle palabras a su
dolor.
Notas
de autor
1. Los
primeros escritos están compilados en (Fernandez, 1992) y se
encuentra en edición el libro de las Jornadas de
conmemoración de los 30 años de la Cátedra
realizadas en abril de 2019 (Tajer, en prensa).
2. Considero
importante destacar este punto puesto que desde el comienzo ha
habido tensiones lógicas entre feminismo político y
feminismo académico (o Estudios de Género). Dado que
sus lógicas, tiempos y necesidades son diferentes. Hay sin
embargo puntos de confluencia, como bien lo señala Mabel
Bellucci (1992), basados en una apuesta que los implica desde los
orígenes y que es la necesidad de creación de
teoría,
técnica y tecnología para el cambio
que el campo
académico le ofrece al político. Los une el compromiso
en la creación de "voluntades inteligentes". En
el capítulo 9 veremos un ejemplo práctico
contemporáneo de estas tensiones y también de sus
convergencias.
3. Cabe
destacar el agradecimiento que Freud le hace por escrito a Jeanne
Lampl de Groot por haber tematizado las características del
preedipo femenino dada la transferencia que se constituía
entre analizante mujer y analista del mismo género.
4. Que
realizó además un gran aporte teórico con la
elaboración del concepto de «pulsión destructiva
y sádica» en base al cual Freud desarrollará
más tarde el concepto de pulsión de muerte
5. Léase
texto de Silvia Tubert (2000) donde la autora da luz sobre algunas
no muy difundidas relaciones en este período (1910-1920)
entre feminismo y psicoanálisis.
6. (Por
ejemplo los casos descriptos por Freud y Breuer en "Estudios
sobre la Histeria" (1893-95)y por Freud en "Fragmento de
Análisis de un Caso de Histeria" (El Caso Dora) (1905)
7. Ascenso
del nazismo y exilio de lxs psicoanalistas judíxs alemanxs y
austríacxs a Inglaterra, incluyendo al mismo Freud, y a EEUU
8. Los
Estudios de la Mujer, rama académica del Feminismo de la
Segunda Ola se crea en esa etapa, entre los 60' y 70'.
9. Cabe
destacar la pertenencia de la autora al grupo de intelectuales del
movimiento de la "nueva izquierda" inglesa, en el cual
sobresale la presencia de Perry Anderson, Eric Hobsbawn y E. P.
Thompson. Todxs autorxs de la revista New Left Rewiew
10. Fundamentalmente
en relación a la modalidad de reciclaje con nuevas
vestimentas que el mismo conserva al interior de la teoría y
la práctica psicoanalítica en sus concepciones acerca
de la femineidad y la masculinidad
11. Destacamos
también el aporte de los psicoanalistas radicales como Reich
y Laing que realizaron aportes en la revisión de lo
histórico-social. El mayor aporte que han realizado los
mismos al diálogo entre psicoanálisis y feminismo es
su contribución al humanismo radical del cual este diálogo
es heredero.
12. Invitada
en el marco de las Jornadas "El duelo del padre"
organizada por la Fundación de Estudios Clínicos en
Psicoanálisis, noviembre, 1997.
13. Recuerdo
una conversación que tuve con Jessica Benjamin en febrero de
1999 en su consultorio en Nueva York en la cual me preguntó
cómo era la experiencia y los efectos de alguien analizadx
por un analista lacaniano. Para ella era una curiosidad porque no
conocía a nadie aún.
14. Aportes
que se pueden valorar en su texto en Cuestionamos (1987) y en la
compilación de su obra y vida (Volnovich, Werthein,1989)
15. Cabe
señalar que, buena parte de los instrumentos de la teoría
política feminista, al igual que otras perspectivas críticas,
han quedado prisioneros de la concepción de libertad y
autonomía modernas, en la cual han sido forjados,
confrontándose con los mismos límites que le
criticamos al efecto de uso que el psicoanálisis ha hecho de
ellos.
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