Introducción
La
mayoría de las instituciones requieren organizar grupos de
supervisión, por razones de tiempo y también de riqueza
interaccional. En
estos grupos se busca solucionar
la urgencia clínica de las consultas, desarrollar las
competencias del terapeuta supervisado y de sus colegas, y también
crear una cultura organizacional acorde con el modelo terapéutico
que se practique.
En
este artículo, presentamos un modelo de trabajo que hemos
utilizado y perfeccionado por décadas en el Centro Privado de
Psicoterapias (CPP) de Buenos Aires, institución que atiende a
grandes poblaciones, con cientos de pacientes mensuales, atendidos
por decenas de terapeutas. El modelo psicoterapéutico es
estratégico e interaccional, basado en la definición y
resolución de problemas de los consultantes.
La
supervisión ha sido considerada un pilar de la práctica
psicoterapéutica desde los inicios de esta disciplina clínica:
ya los planteos de Freud y sus discípulos la incluían
como "análisis de control". Hoy en día es
un espacio de revisión y resguardo del trabajo con el
paciente. El fundamento de cualquier formación y
especialización psicoterapéutica, a través de
distintas modalidades, desde el clásico formato conversacional
hasta la supervisión en vivo, pasando por grabaciones de la
sesión en audio o video. Más aún, se desenvuelve
como práctica clínica y formativa interminable, porque
se actualiza periódicamente en la dialéctica entre
distintas necesidades y respuestas, tanto para el terapeuta
principiante como para el experimentado.
En
el caso del modelo sistémico estratégico, la
supervisión ha tenido un particular desarrollo, en la búsqueda
de la mayor eficacia y eficiencia posible. La supervisión nos
recuerda que la psicoterapia precisa una constante enseñanza y
aprendizaje en el marco de la interacción, entre terapeutas,
supervisores y consultantes. Por otra parte, en el CPP, sumamos a la
organización como un acto
más
en esa red interaccional de construcción de saber clínico,
a favor de la resolución de problemas y la mejora del
bienestar de los consultantes. Nuestros cuarenta años de
experiencia en la atención de grandes poblaciones, nos
enseñaron la correlación directa entre la
estructuración de la supervisión y la calidad del
servicio terapéutico brindado y la calidad de la formación
continua de los psicoterapeutas.
Tratamos
de ordenar
las reuniones desordenadas, ineficaces y desparejas, tan difundidas
en nuestro ámbito. En este artículo describiremos
principios generales, métodos y técnicas particulares
de esta sistematización, con el fin de registrar nuestra
experiencia, y, especialmente, de compartirla para que pueda servir
como un modelo a adaptar a cada contexto.
Principios generales organizativos de la supervisión
Más
allá del abordaje conceptual y clínico que cada
terapeuta, grupo u organismo utilicen, hay ciertos principios básicos
de estructuración, cuya concreción resulta de gran
ayuda para la productividad del proceso de supervisión.
Lo
primero es tener en cuenta la necesidad de equilibrar e integrar los
aspectos clínicos y formativos de la supervisión; es
decir, no perder de vista en ningún momento ni uno ni el otro,
y reconocer que se retroalimentan en un círculo virtuoso.
En
segundo lugar, definir de antemano los objetivos de la supervisión
en cada nivel (desde el global del proceso, hasta el particular de
cada encuentro); luego, planear estrategias y tareas para cumplir
dichos objetivos.
Posteriormente,
armar una agenda concreta donde se dividan los tiempos del proceso de
supervisión anual, semestral, mensual y de cada encuentro para
cada tema y recurso a desplegar. Todo esto ha de estar enmarcado en
un ambiente grupal y profesional de confianza, que propicie un
espíritu de equipo y tanto una escucha como una participación
constructivas.
Por
lo tanto, los principios organizativos generales de la supervisión
pueden ser sintetizados en los siguientes puntos:
a)
Equilibrio e integración del aspecto clínico y
formativo de la supervisión como propósito global.
b)
Plantear objetivos a corto, mediano y largo plazo en el proceso de
supervisión.
c)
Planear estrategias, técnicas y recursos a desplegar para
cumplir esos objetivos.
d)
Armar una agenda que concrete todos los puntos anteriores.
e)
Propiciar un espíritu de equipo, escucha y participación
constructivos
1.
El Centro Privado de Psicoterapia y su paradigma
La
estructura organizacional del CPP necesita de un funcionamiento que
posibilite un permanente control sobre la calidad y eficacia del
sistema de atención (es decir, de las prestaciones que se
brindan).
El
CPP adhiere a un modelo de pensamiento estratégico-interaccional,
que transforma los problemas y las quejas que los consultantes traen
a la terapia en motivos de consulta específicos, focales,
comportamentales. Esto posibilita definir objetivos realizables para
la terapia. Su cumplimiento debe poder ser monitoreado, tanto por el
terapeuta como por el sistema consultante. Este modelo de pensamiento
es el espíritu que impregna a la organización en su
totalidad e implica un compromiso de cada uno de sus miembros a una
evaluación constante respecto al alcance de los objetivos
establecidos en cada área.
Las
reuniones cumplen ciertos requisitos de calidad, basados en los
principios generales organizativos que ya enumeramos. En una
organización asistencial de esta envergadura, es necesario un
dispositivo estructurado. Este dispositivo de supervisión es
múltiple; por un lado, asegura un estándar mínimo
de atención o de eficacia en la sesión, y, por el otro,
atiende a las necesidades de formación continua de sus
terapeutas, una formación que no es sólo para el
conocimiento clínico del profesional sino que además
responde a los objetivos de la institución.
2.
Sistema, objetivos y agenda
Las
reuniones semanales de supervisión congregan entre veinte y
veinticinco psicoterapeutas cada una, y tienen una duración de
dos horas y media en total. En estos espacios el intercambio entre
profesionales puede ser muy amplio y rico, pero también muy
caótico ¿A qué prestar atención? ¿Cuál
es el objetivo del encuentro? ¿Social, académico,
clínico, de aprendizaje, de intercambio de información?
Debido a que puede ser muy fácil perder el foco, estos
espacios son cuidadosamente planificados, según objetivos
generales y específicos. Aquí es donde el rol del
coordinador se vuelve central. Los coordinadores son profesionales
con amplia experiencia clínica, combinada con capacidad de
liderazgo, organizativa y de enseñanza.
Definen
objetivos generales que se mantienen por ciertos períodos de
tiempo, y objetivos particulares con estrategias y recursos para cada
encuentro y grupo específico de supervisión.
La
agenda general, común a todas las reuniones, propone algunos
temas que la institución considera relevantes, e implica un
objetivo panorámico de trabajo semestral o anual. Por ejemplo,
desarrollar un plan de tratamiento para un tipo de consultante
específico (tratar mejores prácticas para pacientes
ansiosos); o cuestiones más estructurales y del núcleo
duro de nuestro modelo de psicoterapia (cómo formular un
motivo de consulta). Se trata de grandes temas que permiten que los
terapeutas se formen y puedan crecer profesionalmente y, al mismo
tiempo, vayan afinando cuestiones centrales para el cumplimiento de
los fines de servicio en salud mental de la organización.
La
delimitación de un tema central de trabajo, ya sea para el
período semestral o anual, se realiza en reuniones conjuntas
de admisores, coordinadores y directivos. La decisión se toma
luego de repasar las dificultades más significativas que
enfrenta el trabajo diario de los terapeutas, a favor del bienestar
del paciente y de la realización del espíritu y del
modelo institucional. Nuestras fuentes de retroalimentación
son diversas: las admisiones, que permiten relevar las principales
problemáticas de consultantes, las readmisiones, donde tenemos
un testimonio directo del consultante respecto a su consulta anterior
en el CPP; las auditorías del desempeño de los
profesionales y los pedidos de supervisión de los terapeutas.
Todo eso genera un registro de los inconvenientes más
significativos que enfrentan nuestros profesionales hasta el momento,
para hacer buena terapia estratégica. Nos lleva a plantear los
temas y recursos que conviene trabajar durante al menos un semestre,
para ayudar a sanarlos.
La
agenda general es compartida por todas las reuniones de supervisión.
En
cambio, las reuniones particulares son planificadas por el
coordinador responsable. Cada reunión está enfocada en
maximizar el uso del tiempo y mejorar la calidad de cada supervisión
clínica, tanto por su aporte para la resolución del
casa como por su posibilidad de ejemplarizar y así contribuir
a la formación general. La intención es que cada
actividad resuelva las inquietudes que se planteen, y, al mismo
tiempo, contribuya a la capacitación no sólo del
profesional que realiza la consulta, sino del equipo en su conjunto.
Las dos horas y media están organizadas en etapas por medio de
una agenda. En esta agenda las actividades se plasman previo al
inicio de la reunión: casos a supervisar por solicitud de los
terapeutas, casos a supervisar por solicitud de la institución,
pedidos de interconsulta, dudas administrativas, charlas sobre temas
de interés clínico, trabajo sobre algún material
en video o cámara de Gessel, difusión de actividades o
novedades de la institución.
Se
organiza la reunión de modo tal que el terapeuta sea tenido en
cuenta en sus pedidos, en el marco del cumplimiento de los objetivos
institucionales. En nuestro sistema informático contamos con
la ayuda de un módulo específico de supervisión
donde tenemos la posibilidad de cargar la agenda antedicha, futuras
agendas y trabajo de semanas posteriores. También es posible
recibir advertencias y alertas desde el sistema sobre qué
casos -a criterio de un admisor, supervisor, o directivo- deben ser
supervisados.
Por
otra parte, en cada encuentro hay un espacio destinado a la
formación, a través de alguna charla o taller, y,
especialmente, a través del diálogo acerca del material
clínico. Este se presenta en distintos formatos: puede ser una
grabación audiovisual de una sesión de un terapeuta de
la institución, de algún referente de nuestro modelo o
de corrientes psicoterapéuticas afines; el mismo material
clínico que utilizamos para supervisar puede analizarse como
auditoría (una revisión completa del caso, de su
construcción y tratamiento), o puede servir para desplegar la
modalidad de grupo nominal (cada participante realiza una pregunta
sobre el caso a responder).
3.
Casos a supervisar
Criterios
de selección de casos
En
la agenda diaria priorizamos los casos cuya supervisión ha
sido requerida por alguna instancia superior al terapeuta, ya sea un
admisor que detectó una dificultad especial en el caso, una
auditoría sistemática de control de calidad o alertas
del sistema porque el caso no progresa o porque presenta posibles
indicios de mejoría suficiente para dar el alta. En estas
supervisiones no espontáneas también pueden incluirse
casos que hayan consumido muchos recursos institucionales, sea por su
alto nivel de queja o por haber atravesado situaciones de urgencia
y/o internación.
Obviamente,
todas estas supervisiones no espontáneas se complementan con
las que los profesionales piden, de acuerdo a su percepción de
dificultad y necesidades. Estas han de presentarse con cierto formato
y anticipadas en una lista previa a la reunión, que se
mantiene abierta hasta su inicio.
Como
hay un gran caudal de trabajo y un positivo espíritu
participativo de nuestros profesionales, hemos determinado una serie
de criterios para elegir qué casos traídos por los
terapeutas tendrán prioridad en la lista. A pesar de los
esfuerzos organizacionales, no siempre es posible atender las
inquietudes de cada terapeuta. Sí buscamos que haya siempre
alguna forma de beneficio general para todos los que participan de la
reunión, y así, de sus pacientes.
Los
criterios de selección y prioridad de casos para la reunión
de supervisión son los que siguen:
Prioridad
al compromiso con la forma. Darle prioridad a los profesionales que
se unen a la reunión en tiempo y forma, que presentan sus
casos y traen el material organizado tal como está estipulado
en los procedimientos (con la debida hoja de supervisión
completa, y con una pregunta puntualmente planteada). Esto permite
al supervisor ejercer un modelado. Quienes se esfuerzan por cumplir
con lo solicitado son premiados, en un reforzamiento positivo de esa
conducta, que a su vez sirve de ejemplo para los demás.
El
nivel de gravedad o complejidad del caso. Esta es una referencia
importante de selección, porque prioriza la salud del
consultante de forma directa, en la búsqueda de maximizar la
calidad de la atención recibida, a favor de incrementar el
alivio de su padecer.
La
relevancia institucional del caso. Esto se define según la
cantidad de recursos que consume el caso, por su carácter de
usuario "ruidoso" dentro del sistema, más allá
de la gravedad psicopatológica. Refiere a un consultante que
exige, se queja, reclama, sin que eso tenga conexión con lo
que necesita según su cuadro ni con la calidad del servicio
brindado (muchas veces, se establece un círculo vicioso entre
dar más y habilitar todavía más la queja).
Resulta importante supervisar estos casos, para
fortalecer
una interacción más productiva con el consultante y, de
ser necesario, establecer límites.
La
función de ejemplo iluminador. A veces resulta enriquecedor
elegir casos de terapeutas que estén trabajando con elevada
calidad y sapiencia, para transmitir un mensaje implícito a
los demás terapeutas sobre el modo correcto de tratar
aquellas consultas.
Casos
de profesionales recién incorporados. La exposición de
los profesionales que recién se han incorporado al equipo
resulta útil para que puedan mostrar cómo trabajan,
reciban rápidamente retroalimentaciones del equipo y reflejen
su capacidad para digerir y dialogar con esas devoluciones de
colegas.
Casos
de profesionales con una calidad de trabajo insuficiente. También
puede haber supervisiones a los fines de que alguien que no está
pudiendo trabajar de la forma esperada, pueda mostrar su material y
reciba la retroalimentación constructiva de sus pares, para
mejorar y ponerse a la altura de lo que el equipo y el consultante
necesitan de él.
Más
allá del criterio utilizado en cada reunión para elegir
los casos clínicos a trabajar, estos precisan estar
debidamente estructurados, para que puedan presentarse y ser
resueltos en 20 minutos aproximadamente. Cuando ese tiempo se
extiende, resulta pertinente revisar por dónde se "fugan
los minutos"; entender si es por una mala preparación
del material (ya sea falta de los debidos registros, falta de
claridad en la consulta), o por desvíos de la conversación
que no logra ser encauzada en la dirección necesaria.
Presentación
del caso
¿Cómo
organizar la información al momento de presentar un caso a
supervisar, sin perderse en detalles innecesarios? Tenemos una
metodología que ayuda a supervisar de modo eficiente, en un
tiempo determinado, y que seguramente se podría replicar con
otros paradigmas terapéuticos. El supervisado presenta la
información en una hoja de registro estandarizada, que la
organiza según nuestro
modelo
de trabajo. Esto permite que el coordinador y los colegas puedan
enfocar en lo que desde nuestra perspectiva consideramos relevante, y
que la conversación se organice en torno a ese eje. La
exigencia de que la información sea presentada con un cierto
orden no sólo posibilita organizar las reuniones de manera
eficaz y eficiente, sino que permite observar en qué punto se
ha empantanado la terapia, y como consecuencia de qué accionar
o de qué omisión del terapeuta el proceso no logra un
buen curso.
A
esta presentación escrita y más bien clásica del
material a supervisar, se suman otros recursos, con el fin de
adentrarse en lo que sucede en la consulta.
Desde
la presentación del material clínico en audio o video,
la utilización del role
playing para
escenificar la interacción terapéutica, hasta la
supervisión en tiempo real en cámara Gesell.
4.
Algunos recursos y técnicas de supervisión
Grupo
nominal (GN)
El
grupo nominal es un modo estructurado de supervisión que
permite incrementar la participación e interacción.
Resulta especialmente útil cuando algunos miembros del equipo
son nuevos; cuando es preciso revertir escasa participación de
ciertos profesionales, o cuando hay que equilibrar la posición
y dinámica entre coordinador y participantes.
Está
técnica comporta la presentación de un problema, en el
que se ahonda por medio de una secuencia de preguntas (una por
participante, sin repeticiones) y que finaliza con la búsqueda
de distintas líneas de acción para la resolución
del mismo (con una propuesta de intervención por
participante). Hay distintos pasos que conforman la secuencia del GN.
Presentación
del problema. El terapeuta expone el caso clínico utilizando
el registro de supervisión, donde describe: el motivo de
consulta, las estrategias implementadas, las intervenciones
realizadas hasta el momento, y las principales dificultades que
enfrenta. Estas últimas pueden estar arraigadas en el armado
del caso, la implementación de las estrategias, el manejo de
característica de estilo personal; también en alguna
discrepancia entre las expectativas del consultante y las
posibilidades del sistema de atención, o en cierto desacople
motivacional y/o de objetivo entre lo que el sistema consultante
pretende lograr y lo que el profesional considera que es factible
esperar.
Preguntas
de los participantes y respuestas del supervisado. Luego de la
presentación del problema, se da un tiempo para que cada
profesional realice una pregunta. Suele suceder que a medida que
avanza la ronda varios participantes se dan cuenta de que su
pregunta ya ha sido formulada por otro, por lo cual al final de la
ronda en lugar de 20 o 25 preguntas quedan 10 o 12, lo que facilita
el proceso. Estas preguntas son anotadas y respondidas todas juntas
por el profesional que supervisa el caso. Se busca que sean
preguntas y respuestas breves; finalmente, el colega que planteó
el interrogante dice si este ha sido respondido o si necesita
mayores aclaraciones. Lo central es que la conversación sea
estructurada y que no se genere un diálogo disperso tipo
"charla de café", en el peor sentido de la
expresión.
Estrategias
e intervenciones de abordaje del problema. Una vez respondidas las
preguntas, cada profesional piensa y comparte una posible
intervención o estrategia de abordaje del problema. Cada una
de estas queda registrada por escrito. Nuevamente, muchos terapeutas
pensaron aproximadamente la misma estrategia, de modo que el número
final de las que son presentadas al terapeuta consultante es mucho
menor que el de los participantes en el grupo.
Toma
de decisión. El profesional que supervisa el caso decide,
luego, fuera del espacio de supervisión, el camino a tomar
con la elección de alguna de las estrategias propuestas. En
esta decisión se cruzan las líneas de acción
propuestas por los colegas con sus propias características,
habilidades, estilo y congruencia.
Retroalimentación
y monitoreo. En un posterior encuentro, el terapeuta comparte con el
equipo la línea que siguió, el motivo de su elección
y los resultados obtenidos. Es un feedback
respecto
a las consecuencias clínicas, pero también a la
utilidad del material surgido del grupo nominal.
El
uso del grupo nominal posibilita una participación balanceada.
El conocimiento y la experiencia de cada uno de los participantes es
aprovechado al máximo, hay igualdad de oportunidades a la hora
de expresar opiniones, y se producen varias ideas en un tiempo breve.
El grupo nominal estimula el pensamiento creativo, estratégico
y el diálogo efectivo.
Role
playing
La
técnica del role
playing es
de gran utilidad en las diversas modalidades de supervisión,
dado que permite trabajar en dos niveles siempre presentes en
terapia: qué se dice y cómo se dice.
Muchas
veces el terapeuta que trae un caso a supervisar afirma haber
utilizado las estrategias propuestas sin obtener los resultados
esperados, o plantea la imposibilidad de incluir en la consulta a
miembros del sistema del consultante. En otras oportunidades, el
profesional no está convencido de ir en la línea
propuesta o no sabe cómo ponerla en práctica. En cada
una de estas situaciones la técnica de dramatización es
de gran provecho.
Con
esta técnica buscamos recrear una situación que el
profesional no logra manejar, tenga o no registro de cuál es
el obstáculo. En la dramatización el terapeuta puede
tomar el rol del paciente y el supervisor o colega el rol del
terapeuta. Esto permite que el supervisado experimente diferentes
posibilidades de abordaje, y otros modos de frasear las "mismas"
intervenciones. Vivencia el qué digo y cómo lo digo. En
otras ocasiones, el terapeuta supervisado hará de sí
mismo e intentará reproducir lo más fielmente posible
lo infructuosamente aplicado en la sesión. Supervisor y
colegas podrán así comprobar si fue aplicada la
estrategia propuesta por el grupo, o si, involuntariamente, se
realizó alguna variación problemática, en la
forma, el tono o el énfasis. Ocurre a veces que el terapeuta
cree honestamente haber trabajado con la línea sugerida, pero
en el role
playing,
evidencia no haberlo hecho.
Este
recurso no es solamente una buena oportunidad para corregir la
estrategia en términos del caso específico, sino
también para trabajar cuestiones de estilo del profesional, a
favor de su crecimiento y consolidación en el uso del modelo.
El terapeuta ensaya aquí modos de pensamiento que no le son
familiares, y la posibilidad de actuar de una forma que no está
incluida en su repertorio cotidiano de conductas.
El
role
playing también
es tierra fértil para la co-construcción grupal. Se
puede hacer rotar a varios profesionales por la silla del
"terapeuta", posibilitando que cada uno exponga qué
haría en esa circunstancia. La dinámica interaccional
que surge a partir de lo que hace cada uno en la dramatización
da lugar a un diálogo y debate más rico que si uno solo
tomara ese lugar.
Auditoría
La
auditoría consiste en la revisión minuciosa,
sistemática, estructurada, del material de una historia
clínica, que incluye el conjunto de sesiones que el terapeuta
en cuestión ha tenido con el consultante. La auditoría
tiene dos fines: la revisión del registro del tratamiento y la
revisión del proceso clínico.
En
primer lugar, respecto al registro del tratamiento, ¿el
terapeuta completa todos los ítems de la historia clínica?
¿Es pertinente y suficiente la información que brinda
en cada uno de los ítems? ¿Se sostiene la cantidad y la
calidad de ese registro a lo largo de las sesiones del tratamiento?
¿La lectura del proceso en su conjunto, aporta un "relato"
coherente sobre lo sucedido? Es decir, a través de la lectura
del material clínico, ¿se forma una imagen clara del
proceso? ¿El terapeuta deja testimonio de las propias acciones
terapéuticas y del fundamento de las mismas? ¿Hay
registro de las dificultades que encuentra, de aquello que se propone
realizar, de cómo lograrlo y de cambios en su estrategia?
El
segundo objetivo de la auditoría es revisar la dimensión
clínica de lo que allí ha quedado registrado. Por una
parte, se analiza la debida construcción de un motivo de
consulta que constituya un problema trabajable, si se ha detectado un
circuito interaccional que explique el sostenimiento de la conducta
problema, si hay un objetivo fijado para la terapia y si hay un plan
de trabajo que explique cómo se logrará dicho objetivo.
En el mejor de los casos esto queda plasmado en la primera sesión;
o, al menos, en sesiones subsiguientes. No debiera haber trabajo
alguno, sin antes delimitar en consenso con el sistema consultante
qué se va a trabajar. Una vez esclarecido esto, la dimensión
clínica de la auditoría observa el cumplimiento o no
del plan de trabajo. En caso de que se hubiera modificado, se revisa
el registro y los fundamentos de dicha modificación.
La
auditoría puede realizarse de varias maneras: a través
de la revisión de cada una de las sesiones del tratamiento, o
de una revisión seleccionada que en general incluye la
observación de la primera y de las últimas sesiones.
Varios interrogantes guían este análisis del caso. ¿Hay
un rumbo claro en las primeras sesiones? ¿El cumplimiento del
plan terapéutico se refleja en las últimas sesiones? En
caso de apuntar al trabajo de habilidades de construcción del
caso, la auditoría puede limitarse a la observación de
la primera sesión. ¿Qué pasos de una
construcción deseable ha podido realizar el terapeuta, y
cuáles restan? ¿Hay conciencia del terapeuta de que hay
cuestiones que falta precisar o hacer? ¿El terapeuta explica
cómo hará para terminar de armar y dirigir el caso en
las
sesiones
siguientes?
Otro
punto de observación privilegiada a la hora de realizar
auditorías es ubicar el vínculo entre la admisión
y la primera sesión, y por lo tanto evaluar el funcionamiento
de la red y del equipo de trabajo. ¿Ha tomado en cuenta el
terapeuta lo trabajado en la admisión? ¿Dejó
registro de ello? ¿Conversó con el consultante sobre la
admisión realizada? ¿Cabe la duda sobre si la admisión
fue tenida en cuenta o ignorada por consultante y terapeuta?
Como
toda actividad de la reunión de supervisión, la
auditoría no pretende solamente corregir al terapeuta que está
siendo evaluado para acomodar el rumbo del caso particular, sino que
es una muestra para todo el equipo. Permite subrayar las conductas y
prácticas deseables, así como las que se encuentran en
las antípodas de lo que la institución espera y precisa
de los miembros de su equipo. En este sentido, resulta de provecho
auditar a profesionales recién llegados; aparte de alentar su
participación y exposición, se pueden corregir
rápidamente desaciertos y también detectar fortalezas.
Asimismo, también es necesario auditar terapeutas con cierto
recorrido en la institución, en los que se detecta un descenso
del compromiso con el sistema de registro, para recordar la
implicancia de todos en el deber de tener registros adecuados. Por
último, también han de auditarse terapeutas con un
fuerte compromiso clínico e institucional, respecto al
cumplimiento de las formas y procesos, para ilustrar al resto del
grupo el camino a seguir, y demostrar también que es posible
tener años de permanencia sin caer en el desgaste.
Análisis
de videos clínicos
Todas
las actividades en las supervisiones del CPP tienen presente la
formación de competencias que suman al crecimiento del
profesional y le permiten aportar al funcionamiento institucional en
la dirección y con el espíritu deseados. Esto se
manifiesta con claridad cuando en las reuniones se trabaja sobre un
video de una o más sesiones. El video es proyectado, y con una
perspectiva de micro-análisis de la comunicación, se
enfatizan fragmentos específicos que ilustran determinadas
maniobras. Se busca explicitar el cómo de dichas maniobras, en
una dinámica de co-construcción e intercambio grupal.
Para esto se plantean
preguntas.
¿Qué se observa en ese fragmento del video? ¿Qué
dificultad presenta?
¿Se
puede anticipar qué hará el profesional, qué
sería útil hacer y qué no?
¿Corrobora
la continuidad del video la predicción que hacen los
profesionales?
El
rol del coordinador en esta actividad es crucial. Debe saber cuándo
interrumpir el video para interpelar al grupo, en la generación
de una especie de diálogo socrático grupal. Esto
permite encontrar la forma de guiar esta construcción para
saber dónde dirigir la mirada para volver a revisar los
criterios que deben guiar el trabajo y los recursos que deben ser
desarrollados.
Charlas
de formación continua
La
búsqueda de formación en competencias se aborda
explícitamente en charlas de formación general. Estas
pueden ir desde un nuevo modelo de psicoterapia hasta el trabajo
específico a realizar con cierto tipo de consultas (por
ejemplo, con situaciones de violencia familiar). Los temas podrán
ser presentados por profesionales del CPP o por colegas que no formen
parte de la institución y tengan algo que aportar a ella.
Antes
de programar una charla se tiene presente en qué medida ese
tema puede servir para mejorar el trabajo clínico que se
realiza. Por ejemplo, si se trata de un nuevo modelo de psicoterapia,
habrá que identificar qué aspectos de dicho modelo son
compatibles con el propio y con el trabajo terapéutico diario.
Si se trata del abordaje de una problemática en particular,
cabe preguntarse si la
propuesta
potencia el trabajo del modelo o es incompatible estructuralmente con
él. Esto define un campo de charlas pertinentes para agendar
en nuestras reuniones de supervisión.
Cuando
las presentaciones son brindadas por colegas de la institución,
se suma otro aspecto positivo, vinculado a la posibilidad que genera
en ellos de aportar e inspirar a otros, a través de los
propios conocimientos y capacidades. También significa
reflejar el interés de la institución por lo que los
profesionales hacen para mejorar, y sembrar como valor la generosidad
en la transmisión de conocimiento. Asimismo, permite
multiplicar el compromiso de formación continua, necesario
para cualquier psicoterapeuta e institución que trabaje en
salud mental.
5.
Espíritu de equipo, escucha y participación
constructivos
El
grupo como un todo participa de la actividad de supervisión.
La experiencia de cada uno contribuye a la formación y al
entrenamiento clínico del resto. Para facilitar esta dinámica
grupal, el clima relacional es de suma importancia: el respeto por el
otro y por uno mismo, la disposición a escuchar y a compartir.
Esto genera un ambiente de confianza que sostiene el espíritu
de equipo, donde la búsqueda de superación profesional
es una motivación compartida constante.
La
exposición del propio trabajo clínico es alentada como
un modo de aprendizaje, en la comprensión de que recibir
feedback
por
parte de colegas es la manera más efectiva de progresar como
terapeutas. El profesional que es supervisado sabe que debe exponer
el material de una manera no defensiva, porque participa de una
cultura en la que se enfatiza permanentemente que uno aprende de los
propios errores pero que los tiene que detectar y en ese aspecto la
visión de los colegas y el supervisor es fundamental. Por otra
parte, los comentarios del supervisor y de los colegas están
imbuidos del mismo espíritu constructivo y de la noción
de
que en mayor o menor medida todos comentemos errores y es nuestro
deber encontrar un modo de trabajo que nos permita minimizarlos.
Respecto
a la participación, hay dos ejes que se entrelazan y
refuerzan. Por una parte, alentar la participación de cada uno
de los colegas y generar espacios que la posibiliten. Por la otra,
facilitar un modelado implícito, a través de espacios y
tiempos que prioricen a exponentes que reflejen con mayor precisión
y claridad la forma de trabajar la terapia estratégica; tanto
por la experiencia y calidad clínica del profesional, como por
su capacidad de transmitirla.
La
reunión ha de moverse al ritmo de los más capaces,
tanto para que estos no pierdan el interés, como para motivar
a que los rezagados recuperen terreno. Esto implica también
prestar atención y ayudar a quienes comienzan y puedan tener
dudas o dificultades. Al mismo tiempo busca transmitir el mensaje de
que el grupo se mueve rápido y exige que cada cual pueda
adaptarse a ese ritmo dinámico. De hecho, esto mismo lo hace
interesante.
6.
La virtualidad como espacio actual de supervisión
Dada
la actual situación de pandemia por covid-19 y de aislamiento
social consecuente, en el CPP hemos enfrentado el desafío de
trasladar todo este aprendizaje y estos años de trabajo y
experiencia, al plano virtual. Los terapeutas necesitan reunirse,
supervisar y formarse, ahora más que nunca. En nuestra
experiencia, el espacio semanal virtual ha tenido una buena adhesión
y la mayoría de los terapeutas se han sumado con entusiasmo.
Probablemente esto tenga que ver con la historia y el sentido que
tiene el espacio, que se fundamenta en los valores de respeto mutuo,
voluntad por el aprendizaje y crecimiento profesional, nutridos por
el espacio grupal.
Más
allá de las inevitables dificultades técnicas que
puedan surgir, de cierta forma el modelo que nosotros utilizamos se
ve potenciado en el espacio virtual de Zoom
(esta
es la plataforma elegida por el CPP, aunque puede ser reemplazada por
otras equivalentes, como Google Meet, Microsoft Teams, Skype, etc.).
En el modo de funcionamiento de la videoconferencia hay una
propensión natural a que los participantes presenten los temas
de manera concreta y específica. Lo mismo ocurre con las
intervenciones que surgen como retroalimentación. Hay un mayor
foco en las cuestiones a trabajar y menor dispersión.
En
la nueva organización virtual, encontramos una oportunidad
para seguir trabajando en la eficiencia de nuestros espacios de
supervisión. Para lograrlo, debe haber un equilibrio entre
intercambio grupal y orden en
la reunión. La posibilidad de participación y de
diálogo hacen
al buen clima del grupo y, al mismo tiempo, estructurar la reunión
ayuda a evitar confusiones y ruidos que pueden multiplicarse en el
espacio colectivo virtual. Para evitar la dispersión a modo
"charla de café" sobre los casos, es preciso
incrementar la exigencia con la puntualidad y la correcta preparación
del material a trabajar. Asimismo, las herramientas informáticas
permiten organizar la discusión: quien las organiza tiene el
"monopolio" del micrófono, que ha de ejercerse con
respeto y cordialidad, pero también con la firmeza que
corresponde al supervisor. Se da la palabra, se la retira y se la
hace rotar, privilegiando la participación de aquellos que
puedan alumbrar el camino al grupo de colegas.
Palabras
finales
La
experiencia de cuarenta años del CPP nos ha enseñado la
importancia de la supervisión del trabajo clínico y de
la preparación del grupo de supervisión y de cada
terapeuta para que el proceso sea fluido y eficiente. Para lograr el
efecto multiplicador que se busca, es necesario estructurar con
claridad la reunión; desde los objetivos generales hasta los
particulares, pasando por el armado de agenda y la elección de
recursos específicos organizadores en un contexto que facilite
el espíritu de equipo y la co-construcción de
conocimiento clínico.
Los
principios que proponemos son tan simples como trabajosos. Implican
una inversión constante de tiempo y energía por parte
de todo el equipo, pero así acentúan la efectividad y
eficacia del servicio de psicoterapia brindado y la capacitación
permanente de los profesionales. Este modo de trabajo permite una
organización mucho más eficiente de los recursos de los
profesionales y de la institución.
Creemos
que los principios y procedimientos aquí expuestos se pueden
aplicar bastante fácilmente a grupos de supervisión de
organizaciones con un modelo teórico distinto, dado que en
todas partes la multiplicidad de casos y de profesionales hace
necesario un ordenamiento.
Aquí
hemos expuesto nuestra forma de organizar las reuniones y los
procesos de supervisión con la esperanza de que sirva de guía
para la construcción de los procesos específicos en
cualquier organización que brinde servicios de salud mental y
se proponga mejorar los resultados terapéuticos y la formación
de profesionales.
Aunque
seguramente nuestra metodología seguirá enriqueciéndose
con el paso del tiempo, creemos que está suficientemente
consolidada como para constituir un aporte.
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