Introducción
Este
artículo se propone una revisión de algunos de los
aspectos que forman parte del corpus teórico de la Terapia
Gestalt, una escuela de psicoterapia que cuenta con una sostenida
difusión en ámbitos académicos y de la salud
mental en el contexto internacional, regional y nacional, en una
tradición que se ha desarrollado durante algo más que
los últimos setenta años.
Los
aspectos teóricos seleccionados son algunos de los
considerados centrales en la descripción y explicación
que propone esta disciplina para dar cuenta de los procesos
subjetivos humanos. La Terapia Gestalt, anclada en el acervo de los
modelos de raigambre fenomenológica, existencial y humanista,
ha desarrollado una propuesta teórica relativamente completa
como clave interpretativa del desarrollo evolutivo y la organización
psicológica de las personas cuyas experiencias son sanas. Así
como también, una serie de consideraciones sistematizadas
acerca los procesos que derivan en experiencias patológicas
(Brownell, 2008; Delisle, 2002; Spagnuolo-Lobb, 2013; Francesetti,
Gecele y Roubal, 2013). No obstante, el carácter integrativo
que ha identificado a esta escuela desde sus mismos orígenes,
permite establecer puentes y un diálogo fluido con distintos
modelos teóricos, con el consecuente enriquecimiento, aunque
siempre respetando un marco de coherencia epistemológica que
lo sustenta.
Específicamente,
se presentan conceptos como self,
frontera de contacto e identidad, expuestos en clave histórica
con el propósito de ofrecer, adicionalmente, una visión
de la evolución de la disciplina a lo largo del tiempo, sus
hitos y actores principales, y algunos de sus debates.
Por
último, se entregan algunas reflexiones acerca de cómo
puede ser aprovechado el potencial explicativo de estas nociones,
para discernir el impacto de la pandemia por Covid-19 en la
experiencia humana y en la relación terapéutica.
Terapia
Gestalt: definición y orígenes
La
Terapia Gestalt es un tipo de tratamiento psicológico
fundamentado en una teoría y una praxis específica. Se
trata de una terapia fenomenológica-existencial fundada en la
década de 1940 por Frederick (Fritz) y Laura Perls (Yontef,
2009). Fritz Perls (1893-1970) fue un neuropsiquiatra alemán
que había nacido en Berlín. Laura Posner (1905-1990),
quien posteriormente adoptó el apellido de su marido, era una
doctora en psicología nacida en 1905 en la ciudad alemana de
Pforzheim, cerca de Stuttgart. Se conocieron trabajando juntos en el
renombrado Instituto de Investigaciones de Secuelas de Daño
Cerebral en Frankfurt (Alemania), dirigido por el famoso
neuropsiquiatra Kurt Goldstein, que a su vez estaba fuertemente
influenciado por las ideas de la Gestaltpsychologie
de Wertheimer, Köhler y Koffka (Gaines, 1989; Perls, 2006;
Bocian, 2015).
El
primer texto de esta escuela fue publicado originalmente en 1942 en
Sudáfrica, donde el matrimonio Perls residía luego de
haber escapado del régimen nazi. Bajo el título de Ego,
Hunger and Aggression,
fue traducido posteriormente en sus versiones en español como
Yo,
hambre y agresión
(Perls, 1975). Firmada por Fritz Perls, la obra fue escrita en
conjunto con su esposa Laura, que además fue autora exclusiva
de dos capítulos (Gaines, 1989). Llevaba como subtítulo
Una
revisión de la teoría y método de Freud,
en alusión al incipiente camino de alejamiento respecto al
psicoanálisis freudiano que los Perls se encontraban
recorriendo, aun luego de que Fritz hubiera cumplimentado todos los
requisitos para ser admitido como psicoanalista formalmente por la
Asociación Psicoanalítica Internacional (Bocian, 2015).
En tal sentido, se ha señalado que el desarrollo de la Terapia
Gestalt, al menos en principio, puede ser considerada como una
escuela neofreudiana (Peñarrubia, 1998).
De
todos modos, este epígrafe iba a perderse en la primera
edición en Estados Unidos, que se produjo luego de la
emigración de Perls hacia ese país, en 1947, trocándolo
por Los
comienzos de la terapia gestáltica.
La obra ofrece, como prolegómeno de lo que posteriormente se
desarrollaría, una primera presentación de la idea del
ego
como un intermediario en la totalidad holística conformada por
el organismo y su entorno inmediato significativo. Como tal, se trata
de una función insustancial, de modo medio, que no se
encuentra localizado ni en el organismo físico, ni en el
ambiente concreto en el que aquel se desenvuelve. Una función
de pasaje, dinámica y fluctuante de acuerdo a las condiciones
siempre cambiantes de la realidad fenomenológica del organismo
y su entorno.
El
concepto de self
El
siguiente paso en la evolución y consolidación de esta
escuela de psicoterapia está representado por la aparición
del libro Terapia
Gestalt. Excitación y crecimiento en la personalidad humana
(Perls, Hefferline y Goodman, 2006), editado en 1951 en Nueva York,
que operó como partida de nacimiento fehaciente del movimiento
gestáltico.
La
obra consta de dos partes. La primera, elaborada por Paul Goodman a
partir de un manuscrito de Fritz Perls, desarrolla los fundamentos
teóricos del abordaje clínico gestáltico.
Goodman era un filósofo anarquista, activo partícipe de
los movimientos contraculturales de la época, que sumó
ideas e intuiciones propias a los fundamentos provistos por el
neuropsiquiatra alemán (Stoehr, 1998).
Una
segunda sección, escrita por Ralph Hefferline, con la
colaboración del mismo Perls, describe una serie de técnicas
y experimentos que pueden ser autoadministrados por los lectores.
Hefferline era un profesor de psicología de la Universidad de
Columbia, de formación conductista, que le abrió las
puertas a Perls a ese ámbito académico, incluso
facilitándole la posibilidad de contar con sus estudiantes
como sujetos de experimentación de las técnicas, luego
descritas en la obra (Perls, 2006).
Cabe
aclarar que el orden original de ambos tomos era inverso, pues el
primer editor de la obra pensaba que el impacto principal debería
ser la parte práctica, atendiendo a razones comerciales y
estilos de la época, dejando en segundo plano el desarrollo
teórico. En ediciones recientes del libro, ya traducido al
español, se cambió la secuencia de presentación
para respetar la intención original de los autores que lo
concibieron de ese modo (Vázquez Bandín, 2006).
Es
precisamente en la sección escrita por Goodman donde se
encuentran algunas definiciones que continúan y profundizan lo
planteado en la primera obra de los Perls. Así, la psicología
es definida como el estudio de la operación de la
frontera-contacto en el campo organismo/entorno. La frontera-contacto
no separa al organismo del entorno. Más bien, limita al
organismo, lo contiene, lo protege y a la vez toca el entorno. Los
autores plantean, como ejemplo de ello en el nivel anatómico,
que el órgano de la piel no es tanto parte del organismo, sino
que es un órgano de la relación entre el organismo y su
entorno. Esta relación es el crecimiento (el término
utilizado en inglés en el original es growth,
que puede ser traducido como eclosión, florecimiento,
desarrollo). Se describe entonces al proceso de contacto como "la
actividad que tiene como resultado la asimilación y el
crecimiento, consiste en la formación de una figura de interés
que se destaca contra un fondo o contexto del campo
organismo/entorno" (Perls, Hefferline y Goodman, 2006, p.
10-11).
En
esta clave opera la comprensión de la experiencia subjetiva
como un movimiento constante, no como un conjunto de propiedades
estáticas intrapsíquicas. "No existe ninguna
función animal que se complete a sí misma sin objetos y
entornos" (Perls, Hefferline y Goodman, 2006, p. 6) escribe
Goodman. Se es sensible a la interacción con el campo, no a la
condición del órgano. Luego, se vuelve sobre el
concepto de contacto, siempre en su acepción de proceso y no
como algo estático o terminado, distinguiendo dos aspectos al
definirlo como la consciencia inmediata e implícita
(awareness)
del campo o la respuesta motora en el campo {ver nota de autor 1}. El
proceso de contacto incluye todo tipo de relaciones posibles. Todas
ellas son el sujeto-objeto de la psicología.
El
proceso de contacto puede expresar diferentes declinaciones. Estas
son las funciones de contacto. Las mismas son descriptas por Goodman
como numerosas y diversificadas, a condición de que la persona
se encuentre "vagando libremente en un entorno espacioso y
variado" (Perls, Hefferline y Goodman, 2006, p. 9). El
organismo vive en su entorno manteniendo la diferencia, y a la vez
necesita asimilar el entorno (lo diferente) para mantener su
diferencia. Sobrevive asimilando lo nuevo, cambiando y creciendo. El
contacto es comportamiento y awareness
hacia la novedad asimilable, y rechazo de lo no asimilable.
Todo
contacto es entonces creativo y dinámico, no puede ser
rutinario, estereotipado o conservador. No puede implicar adaptarse
pasivamente a la novedad, pues requiere de una asimilación. Es
un ajuste creativo entre el organismo y el entorno: la respuesta
consciente en el campo (orientación y manipulación) es
el agente de crecimiento. El self
es la función responsable del contacto, que opera en la
frontera de contacto del campo organismo/entorno. A partir de la
publicación del libro Terapia
Gestalt,
queda acuñado este concepto, reemplazando nociones como ego
o yo
que habían sido utilizadas previamente en la obra de 1942 {ver nota de autor 2}.
La
frontera de contacto
Posteriormente,
dos autores estadounidenses de relevancia en la tradición
gestáltica, como Miriam y Erving Polster, retomaron la
cuestión en un libro editado en 1973, pocos años
después de la muerte de Perls. Allí, amplían el
trabajo alrededor de la noción de contacto,
y proponen definirlo como la función que sintetiza la
necesidad de unión y de separación. Agregan además
que la disminución de la capacidad de contacto ata al hombre a
la soledad, y puede hundirlo en una situación de malestar
personal (Polster y Polster, 1997).
Los
Polster están especialmente interesados en detenerse y
enriquecer un planteo que fuera formulado en el libro de 1951, a
propósito de entender a la frontera de contacto como el órgano
de una relación particular entre el organismo y el ambiente.
Así, se ocupan de señalar que esta frontera de
contacto, que constituye el teatro de operaciones de la función
self,
está determinada por toda la gama de las experiencias que una
persona atraviesa durante su vida, y por las aptitudes que haya
adquirido para asimilar esas experiencias nuevas o intensificadas.
"Esta frontera delimita en cada persona la capacidad de
contacto que considera admisible" (Polster y Polster, 1997, p.
111).
La
frontera de contacto es un área fenomenológica
dinámica, que tiene funciones de determinación de la
calidad de las nuevas experiencias que desarrolla una persona. Dentro
de la frontera, el contacto puede desplegarse con comodidad y
soltura. En la frontera misma, el contacto se hace más
riesgoso y la probabilidad de gratificación es menos cierta,
dependiendo de las capacidades de orientación y manipulación
disponibles en una persona hacia la novedad que se presenta, el nivel
de integración previo de la persona, el tipo de novedad del
que se trate, y otros factores más. Traspuesta la frontera, el
contacto se hace casi imposible. Es el terreno donde puede tener
lugar lo traumático, aquellos escenarios en dónde no es
posible ejecutar operaciones de orientación o manipulación
de la novedad avasallante que trae el entorno. "Cuando el
ambiente se hace intolerable, se interrumpe el contacto para
contrarrestar la amenaza" (Polster y Polster, 1997, p. 112).
Los
autores invitan a pensar en esta frontera de contacto como un espacio
vivo, no prefijado, sino expansible y contráctil en grados
variables de acuerdo a la cualidad y los tipos de novedades que
ofrece el ambiente significativo, cuyas características de
fertilidad –o falta de ella– son fundamentales para la
posibilidad de desarrollar contacto. Asimismo, importa también
la disponibilidad de elección que las personas tienen, en
cuanto a grados de libertad, para la consecución de las
operaciones de contacto. La frontera de contacto describe el espacio
concreto donde ocurren los eventos psicológicos, y es
escenario donde se despliegan fenomenológicamente las
funciones de contacto. El self
es el sistema responsable de los contactos que desarrolla cada ser
humano frente a las novedades del entorno. En condiciones saludables
funciona de manera creativa y dinámica. Aunque en ocasiones,
como se ha mencionado, el contacto puede ser interrumpido.
Especialmente cuando el ambiente muestra algunas condiciones
intolerables, el repliegue se ejecuta con el propósito de
contrarrestar lo que es vivenciado como amenazante.
Teoría
de Campo e identidad
A
partir de la década de los 80' y en adelante, empezó
a ponerse de manifiesto en el terreno de los debates disciplinarios,
el valor de la Teoría de Campo como organizador epistemológico
del enfoque gestáltico.
Si
bien esta perspectiva había sido presentada con claridad -y se
reportaba como una novedad refrescante en el campo de la
psicoterapia- en el libro Terapia
Gestalt
de 1951, sus consecuencias teóricas y prácticas
quedaron algo opacadas para el gran público debido al énfasis
que caracterizó el proceso de difusión del enfoque en
Estados Unidos, a cargo principalmente de Fritz Perls.
Perls
se distanció de manera relativamente rápida de los
aportes presentados en esa obra, así como también del
grupo de terapeutas y formadores gestálticos, nucleados
principalmente en los institutos de las ciudades de Nueva York y
Cleveland, que continuaron trabajando sobre las implicancias de esos
desarrollos conceptuales, liderados por Laura Perls y Paul Goodman.
Erigido
en una de las figuras representativas del movimiento contracultural
estadounidense, que cobraba vigor en los 50' y los 60',
Perls proponía en sus giras de demostración del nuevo
método clínico gestáltico un trabajo más
centrado en la experiencia y en la práctica, dejando en un
segundo plano la necesidad de elaborar teoría que sustente y
genere cohesión alrededor del modelo gestáltico. Esta
clave identitaria de la Terapia Gestalt se popularizó
especialmente a partir de que Perls se instaló de forma
permanente, en 1967, en el famoso Instituto Esalen, situado en
California (Estados Unidos), desde donde ofrecía regularmente
workshops
de entrenamiento y demostración de su labor, a los que
asistieron numerosos terapeutas que buscaban formarse en la
perspectiva gestáltica.
Así,
puede señalarse que ambas modalidades de trabajo gestáltico
se desarrollaron más o menos en paralelo durante algunas
décadas, popularizadas en los debates hacia el interior de la
disciplina como los modelos de la Costa
Este
versus de la Costa
Oeste,
en alusión a la localización geográfica relativa
de sus centros más importantes en el país de América
del Norte.
De
todas maneras, a partir de la década de 1980, como se ha
dicho, se fue haciendo menester ampliar de forma más cabal y
consistente el corpus conceptual que sirve de sustento a la Terapia
Gestalt. Especialmente, a partir de las necesidades y requerimientos
que los propios clínicos encontraban en su práctica, en
particular en el abordaje de pacientes severamente perturbados. Ello
requirió que los terapeutas gestálticos se volcaran en
mayor medida al campo de la investigación clínica,
además de la revisión de desarrollos conceptuales
foráneos a la disciplina, pero que podrían ser
sinérgicos con ella, animados por el clásico espíritu
integrativo que caracteriza a esta corriente (Brownell, 2008;
Spagnuolo-Lobb, 2013).
Entre
otras consecuencias, ese proceso tuvo como resultado ubicar de un
modo más central la cuestión de la Teoría de
Campo como organizador epistemológico de la clínica
gestáltica, a partir del trabajo de distintos autores de
diferentes partes del mundo, dando cuenta de la incipiente
internacionalización que venía protagonizando el
enfoque gestáltico, como Malcom Parlett (Reino Unido),
Jean-Marie Robine (Francia), Georges Wollants (Bélgica), y
Margheritta Spagnuolo-Lobb (Italia), entre otros.
En
consonancia con las ideas de la física moderna, la Terapia
Gestalt plantea que la naturaleza e identidad de los fenómenos
clínicos observados son influidas por la observación
misma, en términos ontológicos. Se trata de una
perspectiva presentada tempranamente en la obra ya citada de 1951,
adelantada para su tiempo y mucho más adecuada a la realidad
clínica que otros modelos psicoterapéuticos
desarrollados en base a supuestos reduccionistas, que rastrean
relaciones causales como descriptores del comportamiento humano y, en
definitiva, objeto de la terapia. Los terapeutas gestálticos
disponen, con ello, de la posibilidad de ver totalidades a la hora de
abordar los complejos procesos que se suscitan entre terapeuta y
paciente, y sus patrones de interacción. Pueden ir más
allá de la mayoría de las psicoterapias, que encaran
como entidades distintas y discretas a ambos actores.
El
campo es el conjunto de fuerzas que se hacen presentes en cada
momento del aquí y ahora de la experiencia subjetiva,
moldeándola. Por ende, es ontológicamente real, está
presente y puede ser experimentado fenomenológicamente
(O'Neill y Gaffney, 2008). Desde una perspectiva lewiniana {ver nota de autor 3}, se diferencia éste último aspecto del
campo como espacio
vital,
que designa más específicamente al sector del campo que
puede ser experimentado por una persona. De ello se deduce que un
mismo entorno ontológico es percibido distinto por diferentes
personas, dependiendo de sus roles, circunstancias y necesidades.
El
espacio vital tiene un conjunto de características que le es
propio, y a la vez se trata de un subconjunto de todas las
características que existen en la totalidad del campo. El
elemento clave que organiza y da sentido al espacio vital es la
necesidad experimentada por el actor que lo constituye. Aunque, por
otra parte, el entorno incluye a otras personas, dando inicio a un
juego dinámico en dónde las necesidades y respuestas de
unos y otros se entrelazan de forma impredecible. De este modo, si
bien la persona experimenta una sensación de autoría
propia respecto a su espacio vital, es decir, tiene
un espacio vital, al mismo tiempo la persona es
de un campo indisolublemente. Las personas no están en un
campo, sino que son parte misma de ese campo.
En
tal sentido, en la obra de 1951 se había introducido la noción
de self,
como se reseñara más arriba, como una función
del campo organismo/entorno. Se encuentra como tal,
indistinguiblemente unida a la totalidad en términos
epistemológico y ontológico. La sensación que
una persona experimenta de estar separado del todo es, en términos
estrictos, una ilusión que cumple una función
organizadora de la experiencia. A lo largo de la vida, las
operaciones de contacto que se producen en la frontera entre
organismo y entorno van delineando una serie de patrones de contacto,
o modalidades que demostraron ser exitosas para que el organismo tome
lo que necesita y deje afuera lo que no. Posteriormente, se recurrirá
a estos patrones para orientar el funcionamiento del self
en nuevos escenarios, o nuevas configuraciones que adopte el campo,
dando lugar a lo que en la teoría de la Terapia Gestalt se
conoce como función personalidad del self.
De
esta manera, la noción de identidad es entendida como aquella
que se conforma de modo dinámico, siempre potencialmente
cambiante (O'Neill y Gaffney, 2008). Expresa los patrones de
contacto adquiridos a lo largo de la historia personal, y una versión
narrativa de sí misma que puede potenciar la incursión
en nuevas formas de experimentación en el entorno, o
relegarla. De hecho, la posibilidad de que la identidad se exprese de
manera flexible ofrecerá mayores oportunidades a las personas,
que experimentan un campo y un espacio vital fluctuante, y es un
indicador de salud. A su vez, esas variaciones impactan
recursivamente en la dinámica de la propia identidad, pudiendo
suceder que en ocasiones se desplieguen circunstancias extrañas
y problemáticas, tan alejadas de la frontera de contacto que
pueden implicar distintos grados de repliegue y desorganización
de la experiencia.
El
campo asediado: pandemia por Covid-19
El
20 de marzo de 2020 se declaró oficialmente en Argentina el
imperio de un conjunto de medidas con el propósito de contener
el inminente despliegue de la pandemia por Covid-19 en el territorio
nacional. Días antes, el 11 de marzo, la Organización
Mundial de la Salud emitía una declaración en la que
subía precisamente a la categoría de pandemia a este
problema de salud colectiva. En los meses previos, los medios
periodísticos daban cuenta del avance de la crisis sanitaria
en distintos países y continentes, que fueron configurando una
realidad concreta y acuciante. Quedaron muy atrás los primeros
datos, caracterizados por cierta vaguedad, que se habían ido
difundiendo desde fines del año anterior respecto a esta nueva
y lejana epidemia que parecía irse desarrollando en extremo
oriente.
Desde
entonces, se han reportado numerosos efectos concretos que se han
producido en el campo experiencial de todas las personas, entre las
que se pueden enumerar:
-
Restricción de libertad para movilizarse.
-
Aumento de horas diarias de aislamiento físico.
-
Disminución de contacto con los vínculos.
-
Peligro de enfermar y/o morir.
-
Peligro de que enfermen y/o mueran seres queridos.
-
Cambios en las condiciones económicas y materiales.
-
Aumento de la interacción virtual.
-
Bombardeo de noticias y rumores no necesariamente verdaderos.
-
Expectativa catastrófica alimentada por medios de difusión.
-
Disminución de actividades placenteras.
Este
listado podría ampliarse. Además, cabe señalar
que el impacto de esta caracterización no ha afectado de forma
homogénea a los diferentes grupos poblacionales, especialmente
en cuanto a las situaciones de vulnerabilidad social. El tema ha sido
recogido en documentos institucionales que han sistematizado una
serie de recomendaciones para afrontar la situación de
pandemia desde la perspectiva de la salud mental (Gallegos y otros,
2020).
Por
otra parte, superado el primer año de convivencia con la
pandemia, y a punto de completar el segundo, la salida parece aún
muy lejana. No es posible configurar un panorama con algún
grado de certeza, a juzgar por las cambiantes realidades sanitarias
en todo el globo, la velocidad de las mutaciones del virus y los
distintos conflictos que plantean problemas como la resistencia a las
inmunizaciones, la inequidad en la distribución de vacunas
entre los estados y continentes, la falta de acceso a condiciones de
salubridad mínimas por parte de grandes franjas de población,
las movilizaciones sociales espontáneas u organizadas en
protesta ante el estado de la situación, el uso político
-en sentido negativo- que han hecho del tema algunos dirigentes, y un
largo etcétera.
Desde
la perspectiva de campo que aporta la Terapia Gestalt, es razonable
plantear que los procesos que configuran la noción de
identidad se han modificado de un modo sustancial bajo el impacto del
conjunto avasallante de novedades que está imprimiendo la
pandemia a la vida cotidiana.
Las
personas están viviendo una experiencia sostenida que pone a
prueba sus capacidades de flexibilidad para afrontar situaciones
complejas e inéditas. Asimismo, la sensación de
continuidad en el tiempo y de inexistencia de una salida visible, han
establecido un signo de cronicidad en las tensiones y problemas
cotidianos frutos del estado de pandemia.
En
el terreno de lo clínico, en aquellas situaciones en las que
los tratamientos pudieron seguir realizándose sin verse
interrumpidos por las restricciones propias de la pandemia, o por
dificultades económicas y/o de acceso a la continuidad, el
impacto de la pandemia se ha sobreimpreso a los temas que se podían
estar elaborando en los procesos terapéuticos, conviviendo con
ellos o aun desplazándolos a un segundo plano de importancia.
Por otra parte, la posibilidad de persistir en los tratamientos
mudándolos al formato virtual de manera masiva, ha traído
aparejadas una serie de modificaciones de la situación clínica
y el vínculo terapéutico que plantean problemas a
estudiar cuidadosamente.
Con
todo, el terapeuta gestáltico dispone de un repertorio
conceptual que le sirve de apoyo para explorar fenomenológicamente
la realidad experimentada por sus pacientes. Relevar el impacto de
las diferentes situaciones que la pandemia trae aparejado a sus vidas
y relaciones, y el modo en cómo la propia identidad de los
consultantes se modifica activamente para afrontar los problemas. O
aun, las formas en que sucumben a ellos.
Además,
la perspectiva de campo adoptada invita también a prestar
atención a los estilos en los que la propia vida del terapeuta
ha cambiado en el contexto de pandemia, y de qué maneras esas
modificaciones se hacen presentes en el encuentro clínico, y
en la continuidad de la elaboración de la relación y el
proceso terapéuticos.
Notas
de autor
1.
Muchos autores gestálticos que escriben en español (o
traductores a esta lengua) han insistido en conservar el término
awareness
en su idioma original, dado que no tiene una transcripción
precisa, pudiendo considerarse probablemente como más
aproximada la señalada en esta cita. También se han
propuesto formas como darse
cuenta,
percatamiento,
hacerse
consciente,
etc. Ésta última especialmente ha generado en muchas
oportunidades, para lectores legos en la disciplina, una confusión
con la noción más cercana al modelo freudiano de
conciencia reflexiva, que en clave gestáltica se describe más
bien con el término en inglés consciousness,
aludiendo al proceso cognitivo e ideativo que posteriormente Perls
integraría bajo el concepto de fantasía o Zona
Intermedia, para diferenciarlos del mundo de los objetos concretos y
del mundo del propio cuerpo (Perls, Sueños…).
2. Sucede
con este término algo análogo a lo señalado en
referencia a awareness,
en el sentido de que en muchas traducciones se prefiere conservar el
término en su idioma original. Pues la traducción
sí-mismo,
que correspondería al español, enfatiza demasiado la
dimensión sustantiva de algo que, en esta perspectiva, es en
definitiva la descripción de un proceso.
3.
En referencia a Kurt Lewin (1890-1947), psicólogo alemán
referente de la Gestaltpsychologie,
a partir de cuyos preceptos desarrolló numerosos aportes en el
campo de la psicología social.
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