Introducción
La
Asociación Psicológica Americana define la práctica
basada en la evidencia integrando tres componentes fundamentales, los
valores del paciente en las que se incluyen las características,
la cultura y las preferencias de este; la mejor evidencia de
investigación y la experticia clínica (American
Psychological Association, 2006). La definición no solo habla
del conocimiento científico sino de quien lo usa y quien lo
recibe. Los tratamientos psicológicos y la psicoterapia no son
aplicadas de la misma manera, ni siquiera las intervenciones
psicológicas; y los pacientes tienen características
que hacen necesario que el conocimiento disponible sea ajustado a la
singularidad de cada uno de ellos.
La
efectividad de la psicoterapia responde a distintos factores, pero
históricamente la apuesta fue realizada a los tratamientos, a
los recursos técnicos que utilizan los psicoterapeutas.
Cientos de estudios aleatorizados son un fiel reflejo de esa
iniciativa, donde la variabilidad de los terapeutas y las
características y preferencias de los pacientes no eran
tenidas en cuenta. Gordon Paul (1967) había notado que los
investigadores estaban haciendo mal las preguntas de investigación
cuando buscaban saber si los tratamientos eran eficaces o no. Él
sostenía que la pregunta correcta respecto a la investigación
de resultados debía ser ¿Qué tratamiento,
aplicado por quién, bajo qué circunstancias, es más
eficaz para este individuo con este problema específico? Sin
embargo, el
énfasis en los tratamientos y la exclusión, tanto de
las características de los terapeutas como la de los pacientes
alcanzó su punto máximo con la disponibilidad de los
tratamientos con apoyo empírico
(Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological
Procedures, 1995).
Aunque
sigue existiendo un gran interés, con muy buenas razones, por
la investigación que utiliza ensayos controlados
aleatoriamente (ECA) para probar la eficacia de la psicoterapia,
tales ensayos son vulnerables a los efectos de las preferencias de
los pacientes y también a las características de los
psicoterapeutas.
Desde
hace varias décadas se está estudiando los efectos de
los psicoterapeutas en los resultados de los tratamientos. La
contribución realizada por estos a la varianza en los
resultados de la psicoterapia se denomina efectos del terapeuta, es
decir, este concepto capta la variabilidad atribuible a distintas
características de los profesionales. Si no existiera este
efecto, todos los psicoterapeutas obtendrían resultados
idénticos al aplicar el mismo tratamiento (Barkham, Lutz,
Lambert & Saxon, 2017). Distintas investigaciones apoyan el
argumento del efecto del terapeuta (Delgadillo, Rubel & Barkham,
2020; Heinonen & Nissen-Lie, 2020; Kraus, Castonguay, Boswell,
Nordberg & Hayes, 2011; Okiishi, Lambert, Nielsen, & Ogles,
2003; Saxon & Barkham, 2012), que representa alrededor del 5% al
8 % de la varianza de los resultados psicoterapéuticos
(Baldwin & Imel, 2013; Wampold & Imel, 2015). Y esto es,
independientemente del modelo teórico al cual adhieran o de
los recursos técnicos que estén utilizando.
Así,
como las características de los psicoterapeutas pueden tener
efectos sobre los resultados de la psicoterapia, Corrigan y Salzer
(2003) también señalaron que la validez interna de los
estudios aletorizados puede ser afectada por las preferencias de los
pacientes.
Escuchar
las preferencias de los pacientes cuando se toman decisiones sobre el
cuidado de la salud se considera cada vez más un elemento
esencial de la práctica basada en la evidencia
(Swift,
Mullins, Penix, Roth & Trusty, 2021).
Si
bien, podemos agrupar en tres grandes categorías los elementos
que favorecen a la efectividad de la psicoterapia, en este artículo
nos centraremos en los pacientes y sobre todo en las preferencias de
ellos respecto a la psicoterapia. Se realizará una revisión
narrativa teniendo en cuenta el concepto de preferencias
psicoterapéuticas, las distintas formas de evaluarla, los
resultados de las investigaciones sobre los beneficios de tenerlas en
cuenta y se mencionarán sugerencias basadas en la evidencia.
Definición
Conceptual y evidencia empírica
En
las últimas décadas ha aumentado el interés por
estudiar las preferencias de los pacientes y en como tenerlas en
cuenta para mejorar los resultados de la psicoterapia. Las
preferencias del paciente en psicoterapia se definen como las
condiciones y actividades específicas que desean en su
experiencia de tratamiento (Swift et al., 2011). Se han identificado
tres tipos: 1) Preferencias de Terapeutas, se refieren a los deseos
de los pacientes de las características personales que
deberían tener los profesionales, como el género, la
edad o la religión; 2) Preferencias de Tratamiento, se
refieren a los deseos de un tipo particular de psicoterapia, como la
terapia cognitiva, un enfoque psicodinámico o psicofármacos;
3) Preferencias de Rol o Actividad, que se refieren a comportamientos
y estilos de intervención particulares dentro del trabajo
terapéutico, como el uso de tareas entre sesiones, mayor o
menor directividad entre otras (Cooper, Norcross, Raymond-Barker &
Hogan, 2019; Swift, Callahan, Cooper & Parkin, 2018). Así,
unas están basadas en las características de la persona
del terapeuta, otras orientadas a un nivel macro, en el sentido que
implican que tipo de psicoterapia se prefiere y las últimas
orientadas a un nivel micro, es decir, preferencias sobre qué
tipo de intervención psicológica desean.
Es
importante tener en cuenta que existe una clara diferencia entre las
preferencias y las expectativas de los pacientes: las expectativas se
refieren a lo que el paciente supone que sucederá mientras que
las preferencias son cosas que desearían que sucedieran en la
terapia o características que debieran tener los profesionales
(Thompkins, Swift & Callahan, 2013).
Se
han realizado varios estudios que brindan información respecto
a la diversidad de las preferencias psicoterapéuticas ya sea
respecto a los tratamientos, al rol del psicoterapeuta como a las
características de estos (Cooper, Norcross, Raymond-Barker &
Hogan, 2019; Morland, Wells, Glassman, Grubbs, Mackintosh, Golshan,
... & Acierno, 2019). Si bien las primeras revisiones sobre
preferencias indicaban resultados poco alentadores, contradictorios e
inconsistentes (Glass, Arnkoff & Shapiro, 2001; Rosen, 1967),
hoy, distintos autores enfatizan la importancia de tenerlas en cuenta
para adaptar la psicoterapia a las mismas (McLeod, 2015; Swift,
Callahan, Cooper & Parkin, 2019). Además, la investigación
contemporánea indica que la consideración y el ajuste a
las preferencias de los consultantes aumenta la participación
de estos en el proceso psicoterapéutico, fortalece la alianza
terapéutica, reduce las tasas de deserción prematura y
mejora los resultados de la psicoterapia (Delevry & Le, 2019;
Hess, 2017; Swift & Callahan, 2009; Swift, Callahan, Cooper &
Parkin, 2018; Swift, Callahan & Vollmer, 2011; Thompkins, Swift &
Callahan, 2013). Swift y col. (2018) encontraron que los pacientes
cuyas preferencias no coinciden con la psicoterapia que se les brinda
tienen casi el doble de probabilidades de terminar el proceso
prematuramente. En la misma línea, pero con alguna diferencia
respecto a los resultados de la psicoterapia, se encontró en
muestras de pacientes con un diagnóstico de trastorno mental,
menor deserción y mejor alianza terapéutica cuando los
pacientes recibían el tratamiento preferido, pero no hubo
evidencia de una asociación significativa con los resultados
(Windle, Sabitova, Jovanovic, Priebe & Carr, 2020).
Específicamente
respecto a las preferencias de rol, Cooper y col. (2019)
administraron el Inventario de Preferencias de Cooper-Norcross
(C-NIP-v1.1) para evaluar si hay diferencias entre las preferencias
psicoterapéuticas respecto al rol y a las actividades del
terapeuta entre laicos y profesionales de la salud mental dedicados a
la psicoterapia. Se encontró variación en las mismas,
los laicos prefieren más directividad y menos intensidad
emocional que los profesionales; es decir, los laicos desean que sus
terapeutas se centren en objetivos específicos, proporcionen
estructura, enseñen habilidades y tomen la iniciativa mucho
más de lo que los terapeutas prefieren; al mismo tiempo, en
comparación con los profesionales, los laicos suelen preferir
sesiones menos intensas emocionalmente. En relación a los
factores demográficos se encontró varias diferencias en
las preferencias de actividad en los psicoterapeutas. Los encuestados
del Reino Unido prefieren una mayor intensidad emocional en
comparación con los encuestados de los EE. UU., lo mismo
sucedió con los no universitarios en comparación con
los graduados universitarios. Además, los laicos de minorías
étnicas también prefirieron una mayor intensidad
emocional que los participantes blancos. Las mujeres mostraron una
mayor preferencia por el apoyo cálido en comparación
con los hombres. Teniendo en cuenta estos resultados, acerca de la
variabilidad de las preferencias, resulta imprescindible evaluarlas
antes de comenzar un proceso psicoterapéutico ya que podrían
tener efecto sobre la adherencia al tratamiento y sobre los
resultados.
Se
ha encontrado que las preferencias sobre las características o
atributos de los psicoterapeutas como edad, género y etnia
pueden estar asociadas a los resultados de la psicoterapia, como así
también al estilo de relación que establece el
psicoterapeuta (Bowman & Fine, 2000; Furnham & Swami, 2008;
Swift & Callahan, 2010; Quinn & Chan, 2009). Al estudiar si
hay una asociación entre los rasgos de personalidad de los
pacientes y las preferencias de las características de los
terapeutas se hayo en muestras de pregrado y población
general, que los participantes generalmente prefieren un
psicoterapeuta con características de personalidad similares a
los suyos. En ambas muestras, todos los rasgos de personalidad fueron
asociados con una preferencia por terapeutas con rasgos similares
(Anestis, Rodriguez, Preston, Harrop, Arnau & Finn, 2020). Estos
autores sugieren que la diferencia de personalidad entre el paciente
y el terapeuta, y un desajuste de preferencias puede contribuir a la
terminación prematura y peores resultados.
Son
varias las investigaciones que tienen en cuenta las preferencias por
algún tratamiento determinado, por ejemplo, en estudio
reciente se evaluó las preferencias de los pacientes sobre
cuatro modalidades de tratamiento: psicoterapia digital autoguiada,
digital con apoyo de pares, digital guiada por expertos o
psicoterapia presencial. Menos de la mitad (44,5%) de los
participantes prefirieron la psicoterapia presencial, el 25,6%
prefirió el tratamiento digital autoguiado, el 19,7% prefirió
el tratamiento digital guiado por expertos y el 8,5% el tratamiento
digital apoyado por pares (Renn, Hoeft, Lee, Bauer & Areán,
2019). En otro estudio se comparó las preferencias de
pacientes con depresión leve para Terapia Cognitivo Conductual
de baja intensidad (autoayuda guiada) en la cual se brindaba a los
pacientes folletos de autoayuda, hojas de trabajo, un enlace en línea
de módulos opcionales y apoyo telefónico; y
Psicoterapia Rogeriana presencial. Los hallazgos brindan apoyo
preliminar que las preferencias de tratamiento deben ser tenidas en
cuenta al proporcionar intervenciones para pacientes con depresión
leve, ya que indican que las preferencias modulan los resultados;
además recomiendan que la investigación futura analice
las preferencias por diferentes tipos de formatos de tratamientos
(Cooper, Messow, McConnachie, Freire, Elliott, Heard, Williams &
Morrison, 2017).
Si
tomamos como ejemplo el tratamiento para la depresión en
adultos, Cuijpers (2017) sostiene que aquellos que han sido evaluados
mediante estudios experimentales como la Psicoterapia Cognitivo
Comportamental, Terapia de Activación Conductual, Psicoterapia
Interpersonal, Terapia de Resolución de Problemas, Terapia de
Apoyo y Psicoterapia Psicodinámica a corto plazo,
han demostrado ser efectivas y no existen diferencias significativas
entre ellos. Además, hayo que las psicoterapias son casi
igualmente efectivas que la farmacoterapia. Si todas son efectivas, o
la diferencia entre ellas no es significativa, la evaluación
de las preferencias de los pacientes sería aún más
razonable todavía para que estos puedan recibir el tratamiento
que más se ajuste a sus deseos, potenciando así mejores
resultados.
En
los últimos años también surgió el
interés de saber sobre las razones de las preferencias.
Estudio reciente brinda información acerca de las posibles
asociaciones entre las razones dadas para la elección del
tratamiento (psicoterapia psicodinámica centrada en el pánico
o Tratamiento de control del pánico) para pacientes con
trastorno de pánico con o sin agorafobia, los resultados
indican que cuando se les ofreció la posibilidad de elegir
entre dos psicoterapias basadas en la evidencia para el pánico,
la elección resultante fue principalmente una función
de las creencias del paciente sobre la terapia elegida, el éxito
potencial de la psicoterapia y el estilo de aprendizaje del paciente
(Svensson, Nilsson, Perrin, Johansson, Viborg & Sandell, 2021).
Evaluación
de las preferencias
Existen
varias formas de evaluar las preferencias, una de las maneras más
sencillas es simplemente ofrecer una explicación de las
diferentes opciones y preguntarle al paciente qué tipo de
psicoterapia prefiere (Swift, Callahan, & Vollmer, 2011). También
se pueden proporcionar viñetas escritas a los participantes
para que luego elijan cual desean (King et al., 2000), realizar
entrevistas semiestructuradas (Walls, McLeod & McLeod, 2016), por
medio de entrevistas (Vollmer, Grote, Lange & Walker, 2009) y
también por medio de grabaciones donde se describen y explican
los recursos psicológicos a utilizar, así los pacientes
pueden elegir de acuerdo a sus preferencias (Devine & Fernald,
1973).
Por
ejemplo, la Entrevista de Preferencia de Tratamiento (Vollmer et al.,
2009) es una herramienta semiestructurada para evaluar las
preferencias de los pacientes sobre el comportamiento del terapeuta,
los roles y el tipo de psicoterapia. En la primera parte de la
entrevista, se pregunta a los pacientes sobre episodios previos de
terapia y qué podría haber resultado útil o
perjudicial. Luego se les pide que califiquen sus preferencias sobre:
1) El género, raza, edad, idioma, orientación sexual
del terapeuta; 2) Preferencias del Enfoque del Profesional, deseos de
un terapeuta activo, comunicativo, expresivo, cálido,
reservado; 3) Preferencias de Modalidad de Tratamiento, individual,
de pareja, grupal o terapia familiar; 4) Preferencias para las Tareas
en Terapia, hacer cosas nuevas entre sesiones, leer libros de
autoayuda, ver películas de autoayuda, buscar información
en línea; 5) Tipos de Creencias sobre las causas del problema:
voluntad de dios, mala suerte, causa biológica, falta de
voluntad; 6) Preferencias para el Tipo de Terapia, Centrada en
Soluciones, Cognitivo-Conductual, Psicodinámica y; 7)
Preferencias de quién decide el tipo de terapia, el paciente,
el terapeuta o desde un trabajo en conjunto.
Otra
manera de evaluar preferencias ha sido la utilización del
método de descuento temporal del campo de la economía.
Por descuento temporal se entiende el grado en que las personas
prefieren recompensas inmediatas inferiores, en lugar de recompensas
futuras mayores. Por ejemplo, Swift y Callahan (2010) preguntaron
cuánto estaban dispuestos a sacrificar en términos de
eficacia del tratamiento para trabajar con un terapeuta con quien
puedan desarrollar una relación de trabajo positiva. Los
resultados indican que los pacientes estaban dispuestos a sacrificar
un 40% de la eficacia para garantizar trabajar con un terapeuta con
el cual puedan tener ese tipo de relación. Swift y sus colegas
(2015) utilizaron el mismo método con variables
raciales/étnicas y encontraron que los participantes tenían
preferencias mucho más fuertes por la formación
multicultural del terapeuta y el uso de técnicas de
tratamiento adaptadas culturalmente en comparación con el
emparejamiento racial / étnico con sus terapeutas. Más
recientemente, Boswell y sus colegas (2018) utilizaron este método
para examinar las preferencias de información sobre el
desempeño y encontraron que en general los pacientes valoran
trabajar con un terapeuta con un historial general de éxito,
sin embargo, los pacientes parecen dispuestos a renunciar al máximo
de la eficacia general de su terapeuta para trabajar con un terapeuta
con eficacia específica en su área de necesidad
primaria, además estaban dispuestos a sacrificar cierta
eficacia general para trabajar con un terapeuta con el que podría
formar una alianza positiva; y en promedio, estaban dispuestos a
ceder aproximadamente el 35% de la eficacia anticipada para trabajar
con un profesional menos costoso. De manera similar, estaban
dispuestos a sacrificar aproximadamente el 27% en eficacia a cambio
de un viaje más conveniente dependiendo de la ubicación
geográfica particular.
Algunos
investigadores han empleado cuestionarios o escalas de calificación
que evalúan las preferencias de manera dicotómica como
el Formulario de Preferencias de Asesoramiento (Goates-Jones &
Hill, 2008), pero una evaluación más fiel respecto a
las preferencias sería en función de grados. Este tipo
de evaluación es valiosa porque uno podría esperar que
las preferencias más fuertes, en comparación con las
preferencias más débiles, ejerzan una mayor influencia
en los resultados del tratamiento (Swift, Callahan, Cooper &
Parkin, 2019). Entre ellas se encuentran el Inventario de
Preferencias para Conserjería Universitaria (Hatchett, 2015),
el Formulario de Personalización de la Terapia (Bowen &
Cooper, 2012), el Cuestionario de Preferencias/actitudes (Moradveisi,
Huibers, Renner & Arntz, 2014), el Inventario de Preferencias de
Cooper-Norcross (Cooper & Norcross, 2019) y el Cuestionario de
Preferencias y Experiencias de Psicoterapia (Sandell & Clinton,
2014).
El
Cuestionario de preferencias de asesoramiento (Goates-Jones &
Hill, 2008). Está compuesto por 10 ítems que evalúan
si los pacientes prefieren que su psicoterapeuta utilice Habilidades
de Comprensión/Insight, como por ejemplo "Me aliente a
pensar sobre los cambios que podría hacer en mi vida" y
Habilidades de Acción como por ejemplo "Me enseñe
habilidades específicas para enfrentar mis problemas".
Se puntúa y se le asigna un valor de 1 a las preferencias de
comprensión y un valor de -1 a las preferencias de acción.
Se considera que los participantes tienen preferencias de acción
si el puntaje es -3 o menos, preferencias de comprensión si el
puntaje es 3 o más, y sin preferencias si el puntaje es entre
-2 y 2. Cabe destacar que este instrumento no cuenta con demasiados
estudios psicométricos.
El
Inventario de Preferencias para consejería universitaria
(Hatchett, 2015). Fue diseñado para evaluar las preferencias
de los pacientes sobre potenciales terapeutas y roles de
psicoterapia, para su uso dentro de un contexto de consejería
universitaria. Está compuesto por 68 ítems y consta de
tres módulos, 1) Preferencias por Características del
Terapeuta y Antecedentes Profesionales (7 ítems); 2)
Preferencias por las Disposiciones del Terapeuta (32 ítems) y;
3) Preferencias por las Actividades y Procesos de Asesoramiento (29
ítems). El primer módulo incluye siete preguntas
abiertas acerca de las preferencias por características
particulares del terapeuta, como el género y orientación
sexual; el segundo consta de 37 ítems centrados en
preferencias sobre las características y actividades del
terapeuta, con ítems como "Preferiría un
terapeuta amable". Los ítems se califican de 1 (falso) a
5 (definitivamente cierto). El tercero, que utiliza el mismo esquema
de puntuación que el segundo, consta de 29 ítems que se
centran en las preferencias de las actividades del paciente, como por
ejemplo 'Me gustaría experimentar mis sentimientos con
mayor intensidad'. Además, el módulo dos tiene
tres componentes, 1) Experticia del Terapeuta (un terapeuta
competente y bien entrenado); 2) Calidez del Terapeuta (un terapeuta
amable y comprensivo) y Directividad del Terapeuta (un terapeuta
activo, orientado a objetivos y estructurado) y; 3) compuesto por dos
componentes, Orientado a tareas (técnicas, actividades de
resolución de problemas) y Experiencial/Orientado al Insight
(desarrollo de la autocomprensión y la vivencia emocional).
Cada uno de estas cinco subescalas tienen altos niveles de
consistencia interna (α = .89 – .92). También se
han obtenido niveles adecuados de fiabilidad test-retest identificado
para cuatro de las subescalas (r = .73 – .90), con una
confiabilidad de prueba-reprueba más débil para la
subescala Experiencia del terapeuta (r = .50;) (Hatchett, 2015).
El
Formulario de Personalización de la Terapia (TPF) (Bowen &
Cooper, 2012). Se desarrolló para facilitar la colaboración
entre el paciente y el terapeuta para lograr una comprensión
detallada de las preferencias y deseos de los pacientes sobre la
terapia. Está compuesto por 20 ítems, se solicita a los
pacientes que indiquen en cada una de estas dimensiones cualquier
cambio que deseen ver en su terapia: por ejemplo, "más
desafiante ' o ' más centrado en mi pasado '.
El TPF se desarrolló para usarse a intervalos regulares o en
momentos relevantes del proceso terapéutico, y para servir
como base para el diálogo meta-terapéutico (Cooper &
McLeod, 2012), entendido este como hablar con los pacientes sobre
cómo sienten que avanza la terapia y sobre cualquier ajuste
que les gustaría ver. Estos autores también
desarrollaron un formulario para ser utilizado al comienzo de la
terapia, que pregunta a los pacientes sobre sus preferencias
particulares para la terapia, el Formulario de Personalización
de la Terapia - Evaluación. En lugar de preguntar a los
pacientes sobre los cambios que les gustaría ver en cada una
de las 20 dimensiones, este formulario les pide que indiquen
cualquier preferencia que puedan tener sobre cómo les gustaría
que su terapeuta trabaje con ellos.
El
cuestionario de Preferencias/actitudes (Moradveisi, Huibers, Renner &
Arntz, 2014), está compuesto por 15 ítems organizados
en dos subescales, Preferencias sobre la psicoterapia con ítems
como "Prefiero la psicoterapia a la medicación
antidepresiva para tratar la depresión"; y
Preferencia/actitudes con ítems como "Las personas
deprimidas evitan sus rutinas diarias y sus relaciones con amigos,
por lo que los antidepresivos no pueden ayudar a mejorar la
depresión". Se puntúa con una escala lickert de 9
puntos (Moradveisi, Huibers, Renner & Arntz, 2014).
El
inventario de preferencias de Cooper-Norcross (C-NIP-v1.1) (Cooper &
Norcross, 2019). Es una escala diseñada para su uso en la
práctica clínica como un medio para facilitar la
discusión con los pacientes sobre el estilo deseado en la
psicoterapia, además se puede usar en supervisión,
investigación y capacitación de psicoterapeutas. El
C-NIP-v1.1 se puede administrar en una evaluación inicial o en
una sesión temprana de psicoterapia para facilitar un diálogo
inicial con los pacientes sobre sus preferencias terapéuticas.
También se puede usar en sesiones posteriores y es
particularmente útil durante una sesión de revisión
o monitoreo de resultados de rutina.
El
C-NIP consta de dos partes, la primera, compuesta por 18 ítems,
evaluados con una escala de diferencial semántico que va de
una puntuación de 3 a -3, donde se le pide a los pacientes que
indiquen sus preferencias sobre cómo les gustaría que
un psicoterapeuta trabaje con ellos. Los ítems se agrupan en 4
escalas bipolares: Directividad del terapeuta versus Directividad del
paciente (DT/DP), Intensidad emocional versus Reserva emocional
(IE/RE), Orientación pasada versus Orientación actual
(OP/OA) y Apoyo cálido versus Desafío enfocado (AC/DE).
Al final de cada escala hay una clave de puntuación, que
calcula las preferencias en grados en ambas direcciones. La segunda
parte está compuesta por múltiples preguntas abiertas
sobre las preferencias del paciente. Por ejemplo, se les pregunta si
tienen fuertes preferencias por la cantidad de sesiones de terapia,
el tipo de formato / modalidad de terapia o cualquier cosa que les
disguste particularmente. Varios estudios proporcionan evidencia de
la confiabilidad y validez clínica del instrumento (Cooper &
Norcross, 2016; Cooper, Norcross, Raymond-Barker & Hogan, 2019).
En
general, la consistencia interna del instrumento resultó
adecuada (Cooper & Norcross, 2016). Específicamente, la
consistencia interna del factor DT/DC demostró ser buena (α
= .84); la consistencia interna del factor IE/RE se consideró
como moderada (α = .67); el factor OP/OA mostró una alta
consistencia interna (α = .73); el factor AC / DE mostró
una consistencia interna débil (α = .60). En otro
estudio se aplicó C-NIP a una muestra clínica (Cooper,
Norcross, Raymond-Barker & Hogan, 2019), habiendo demostrado
índices de consistencia interna (p. Ej. confiabilidad del
constructo) de peor calidad en comparación con el estudio
original, especialmente en los factores DT/DC (α = .54) e IE/RE
(α = .51).
La
finalización y calificación del C-NIP generalmente toma
5 minutos y la puntuación de la escala consiste en sumar los
cinco ítems de cada dimensión (3 elementos para la
escala OP/OA) y determinar si esa puntuación indica una
preferencia fuerte en alguno de los polos de las dimensiones. Las
puntuaciones marcadas con un signo menos se deben restar del total
(Cooper & Norcross, 2019).
El
Cuestionario de Preferencias y Experiencias de Psicoterapia (PEX, por
sus siglas en inglés) (Clinton & Sandell, 2014). Es un
instrumento flexible utilizado para medir las preferencias y
experiencias de intervenciones psicoterapéuticas específicas
en pacientes y sus terapeutas antes, durante y después de la
psicoterapia. Existen versiones específicas del instrumento
para estas seis contingencias separadas (antes, durante y después
para el paciente y para el psicoterapeuta). Las intervenciones
específicas medidas por el PEX cubren las dimensiones típicas
de un amplio espectro de orientaciones psicoterapéuticas como
la terapia cognitivo-conductual, la psicoterapia psicodinámica,
la terapia centrada en la emoción y el asesoramiento de apoyo,
lo que lo convierte en un instrumento económico y flexible
adecuado para comparaciones entre diferentes formas de tratamiento
(Clinton & Sandell, 2014).
Uno
de los objetivos del PEX es simplificar y mejorar la asignación
de pacientes a las formas apropiadas de tratamiento mediante la
evaluación de las preferencias. El instrumento proporciona
respuestas directas sobre qué tipos de intervenciones y
enfoques cree el paciente que serán más útiles.
Las respuestas proporcionan información que permite una
evaluación de la medida en que es posible proporcionar una
forma de psicoterapia de acuerdo con las preferencias del paciente.
Otro objetivo importante es proporcionar un medio simple de seguir y
evaluar el proceso psicoterapéutico. Esto se puede hacer
usando el PEX durante el tratamiento y en el período de
seguimiento. De esta manera, se hace posible seguir cómo las
experiencias de un paciente sobre intervenciones particulares cambian
o no con el tiempo. Dado que tanto el paciente como el terapeuta
pueden usar el PEX, proporciona un método único para
evaluar cómo perciben el proceso psicoterapéutico
(Clinton & Sandell, 2014).
El
C-NIP-v1.1 y el PEX fueron adaptadas y validadas a nuestro contexto
mostrando similares propiedades psicométricas que las escalas
originales (Santangelo & Conde, 2021).
Sugerencias
basadas en la evidencia
Es
verdad que no siempre se cuenta o se va contar con la posibilidad de
poder ofrecer distintos terapeutas o distintos tratamientos
psicológicos, esto dependerá de la estructura de los
servicios de salud, y que además, resulta más fácil
ajustar el rol del profesional, dentro de los límites de su
estilo, a los deseos de los pacientes. Sin embargo, se puede pensar
que alternativas tendríamos como profesionales al evaluar las
preferencias de los consultantes.
Si
las preferencias del paciente respecto al tratamiento no se pueden
cumplir una opción es derivarlo. Sin embargo, es importante
escuchar, validar e intentar trabajar con los pacientes incluso si no
se puede ajustar el tratamiento a sus preferencias. En situaciones en
las que las preferencias iniciales de un paciente no pueden
cumplirse, el terapeuta debe intentar obtener una mejor comprensión
del motivo de la preferencia del paciente. Una vez que se entienden
las razones detrás de las preferencias, el terapeuta podría
proporcionar psicoeducación sobre la psicoterapia; puede
incluir otras opciones disponibles que se adapten a las razones
detrás de las preferencias; o puede psicoeducar sobre por qué
las preferencias originales son en realidad contraindicadas para los
problemas que presenta. El objetivo a lo largo de este proceso es
ayudar a los pacientes a sentir que tienen voz para decidir qué
se incluye en su tratamiento (Tompkins, Swift & Callahan, 2013).
Los
cambios de rol o de actividad también se pueden realizar, por
ejemplo, si el paciente prefiere un terapeuta directivo y el
profesional que lo atiende no lo es, se podría trabajar en
supervisión ayudando al terapeuta a tener presente
intervenciones más directivas, dentro de los límites de
su estilo, a lo largo del proceso.
Producto
de la investigación empírica realizada sobre este
constructo distintos autores han realizado sugerencias (Swift,
Callahan, Cooper & Parkin, 2019; Tompkins, Swift & Callahan,
2013) tanto para el campo de la psicoterapia, como para formación
y entrenamiento y para la supervisión. A continuación
se nombran algunas de ellas: evaluar cada uno de los tres dominios de
preferencia (rol, terapeuta y tipo de tratamiento); realizar la
evaluación al inicio o antes de empezar el proceso
psicoterapéutico en caso de opciones de terapia o preferencias
respecto a las características del terapeuta; proporcionar a
los pacientes una comprensión de las diferentes opciones
disponibles; considerar el uso de medidas o entrevistas estructuradas
para evaluar de manera integral las preferencias, tanto al inicio
como en el proceso ya que las respuestas son más útiles
cuando se les da un seguimiento; evaluar las preferencias de los
pacientes durante el proceso psicoterapéutico debido a que
estas pueden cambiar por nuevas experiencias o como producto de la
relación de mayor confianza con el profesional; evaluar la
intensidad de las preferencias; ayudar a los pacientes a que expresen
lo que prefieren cuando no pueden hacerlo ya sea por falta de
confianza en el profesional o por falta de información; ayudar
a los pacientes a expresar sus preferencias, particularmente en áreas
donde pueden temer ofender o molestar al terapeuta; transmitir una
actitud de aceptación sin prejuicios ante cualquier elección
que tomen los pacientes, a menos que esté contraindicado
éticamente; durante la sesión inicial puede resultar
especialmente útil preguntar a los pacientes sobre
experiencias previas de terapia y lo que encontraron útil o
inútil; compartir la creencia del terapeuta cuando las
preferencias de tratamiento de un paciente no son las mejores para
él, de modo que las decisiones sobre el tratamiento aún
se puedan tomar en colaboración; y no se recomienda presionar
a los pacientes para que expresen y discutan sus preferencias si no
pueden o no quieren hacerlo.
Swift
y col. (2019) sugieren que los programas clínicos pueden
ayudar a los alumnos a desarrollar competencias en esta área.
Las competencias pueden incluir invitar activamente a los pacientes a
expresar sus opiniones con respecto a los tratamientos,
características del terapeuta y actividades preferidas;
utilizar de forma eficaz las escalas de preferencias del paciente; y
comunicar a los pacientes una gama de opciones de tratamiento.
También recomiendan capacitar a los estudiantes para que
desarrollen "metacompetencias" de orden superior en esta
área, como incluir la capacidad de responder a los pacientes
cuando sus preferencias pueden ser más difíciles de
ajustar, equilibrar la acomodación de preferencias con una
evaluación informada de las necesidades del paciente y
reconocer las preferencias individuales con respecto al tratamiento
para un proceso de toma de decisiones. Sostienen que la formación
de preferencias se realice de manera sistemática en un
programa de formación, en lugar de programarse de manera
informal y ad hoc (Swift, Callahan, Cooper & Parkin, 2019).
Respecto
a los supervisores sostienen que también deberían
considerar las preferencias de los pacientes y ayudar a los
profesionales a que las discutan con regularidad, guiando a los
participantes en la determinación de cuándo, cómo
o si deben implementar las adaptaciones de preferencia. Recomiendan a
los supervisores enseñar a los profesionales la toma de
decisiones compartida, en la cual se brinda información, se
analizan las preferencias como una condición previa para
cualquier decisión de tratamiento y luego se busca un consenso
sobre las características del tratamiento (Swift, Callahan,
Cooper & Parkin, 2019).
Discusión
En
este trabajo se desarrollo el concepto de preferencias
psicoterapéuticas, se mencionaron estudios que indican que al
tenerlas en cuenta la terminación prematura es menor y los
resultados de la psicoterapia son mayores. Se desarrollaron distintas
maneras de evaluarlas y se mencionaron algunas sugerencias tanto para
la práctica clínica, como para la supervisión y
la formación y entrenamiento de psicoterapeutas.
A
partir de esta revisión narrativa no queda claro por qué
evaluar y abordar las preferencias del paciente mejora los
resultados, pero clínicamente podemos ofrecer varias
explicaciones. Swift y col. (2019) sostienen que el acto de preguntar
respetuosamente acerca de las preferencias favorece la colaboración
desde el principio, brinda apoyo y permite establecer acuerdos
respecto a las tareas y roles, además, puede corregir los
conceptos erróneos sobre el proceso terapéutico. Estos
tres comportamientos (colaboración, apoyo y consenso) están
relacionados con los resultados positivos de la terapia. Ajustar las
preferencias del paciente probablemente reduce las discrepancias
entre el deseo del paciente y el comportamiento del terapeuta, y
hablar de las preferencias en las primeras sesiones unifica el
trabajo terapéutico en torno al cambio (Cooper & Norcross,
2016).
Otra
explicación ha sido la que toma como variable moderadora de
los resultados la sensación de control en función de
las preferencias de los pacientes. Handelzalts y Keinan (2010)
trabajaron con dos tipos de tratamiento, relajación muscular y
cambio de diálogo interno, para la ansiedad ante los exámenes.
Los pacientes se asignaron a tres grupos, 1) elección (los
participantes eligieron su tratamiento preferido); 2) no elección
(los participantes fueron asignados a su tratamiento preferido, pero
se les hizo creer que no podían elegir el tratamiento al que
fueron asignados); y 3) control en lista de espera (los participantes
no recibieron tratamiento hasta el final del estudio). El grupo de
elección funciono mejor que el grupo sin elección, es
decir, sin sensación de control, que a su vez se desempeñó
mejor que el grupo de control. El resultado de este estudio indica
que la sensación de control es un mediador de los resultados
en función de las preferencias.
Se
le ha dado un valor explicativo al incluir la elección del
paciente en la terapia. Esto implica que los profesionales confían
en los pacientes, aumentando así la esperanza y permitiendo
que estos se impliquen más en el tratamiento (Tompkins, Swift
& Callahan, 2013). Podemos suponer que tener en cuenta la voz del
paciente facilitará que se ubique en un lugar activo desde el
inicio del tratamiento y durante el proceso psicoterapéutico,
que su nivel de agencia aumente, que se sentirá más
capaz, que facilitará una mayor autoeficacia y que dará
pie a sentir que puede hacer cosas por el mismo. Una de los objetivos
fundamentales de la psicoterapia es generar autonomía, lograr
que el paciente pueda llevar el desarrollo de su vida solo y el paso
inicial de ese camino podría ser cuando sus preferencias son
tenidas en cuenta.
En
síntesis, y como sostienen Swift
y colaboradores (2021),
tenemos razones éticas y científicas para incluir las
preferencias del paciente en el proceso de toma de decisiones en
salud mental. Atender las preferencias del paciente está en
línea con los principios éticos de respeto por los
derechos y la dignidad de los pacientes; y contamos con una basta
evidencia empírica que tenerlas en cuenta mejora los
resultados de la psicoterapia y disminuye la terminación
prematura.
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