Introducción
El
entrenamiento a padres surge a comienzos de los años 70´
de la mano de Patterson y sus colaboradores (véanse,
Patterson, Reid, Jones & Conger, 1975; Patterson, 1982), para dar
respuesta a los problemas de comportamiento de los/as niños/as.
Los
primeros modelos que surgen en relación a la orientación
en crianza, se conocen bajo la denominación de entrenamiento a
padres. El entrenamiento a padres se define como un enfoque
terapéutico que tiene como objetivo capacitar a los agentes de
crianza en estrategias basadas en el análisis conductual
aplicado para identificar y modificar la conducta de sus hijos.
Inicialmente
surge como un enfoque conductual orientado a la modificación
de la conducta de los/as niños/as estrictamente. Con la
evolución y el avance en las investigaciones, empieza a
aparecer la importancia de notar las creencias alrededor de las
dinámicas e interacciones familiares abriendo nuevas
perspectivas.
Actualmente
en el marco de las terapias conductuales contextuales, el foco está
puesto en darles más herramientas a los agentes de crianza,
aprendiendo a notar e identificar sus propias creencias y conductas y
como estas impactan en el comportamiento de sus hijos e hijas. En ese
sentido, la modificación de conducta estará orientada
hacia los comportamientos de los agentes de crianza y cómo
esto afecta el sistema familiar.
El
Modelo
Clásico
con Mayor
Evidencia
Empírica
Los
primeros modelos de mayor divulgación fueron los enfoques de
manejo de contingencias. El autor más conocido en esta línea
es Russell Barkley.
Actualmente,
existe fuerte evidencia que apoya el entrenamiento a padres como
tratamiento para las problemáticas infanto-juveniles,
pudiéndose aplicar a un amplio rango de dificultades y
contextos, y con una tasa de mejoría de 2/3 de los
participantes (Fonagy, Cottrell, Phillips, Dickon, Glaser, Allison,
2015).
El
programa de entrenamiento a padres de Russell Barkley es considerado
frecuentemente como "gold standard" (Ollendick, Booker,
Ryan & Greene, 2018). El mismo está dirigido a padres de
niños desafiantes de entre 2 y 12 años, y consiste en
capacitar a las familias en principios técnicos y estrategias
que permitan disminuir las conductas problemáticas de sus
hijos/as y aumentar y/o desarrollar conductas mayormente
funcionales.
Teniendo
en cuenta los desarrollos principalmente de Barkley y Benton (2000);
y Barkley (1997), en un primer módulo, el objetivo es que los
padres y/o cuidadores, puedan comprender los factores que interactúan
en la conducta de su hijo/a, teniendo en cuenta la multicausalidad de
las mismas: características del/a niño/a, estresores
ambientales, características de los padres y/o cuidadores, y
consecuencias situacionales.
Este
primer módulo cobra especial relevancia ya que va a guiar el
resto de las estrategias conductuales que componen el tratamiento.
Para ello, utiliza los conceptos de refuerzo, extinción, y
castigo, y paralelamente se suele empezar a utilizar un registro de
antecedentes, conductas y consecuencias para que los padres y/o
cuidadores comiencen a identificar las conductas problemáticas
y las consecuencias situacionales que las acompañan.
En un
segundo módulo, el énfasis está puesto en
mejorar la relación de los padres y/o cuidadores con sus
hijo/as, a partir de técnicas como el tiempo especial en donde
se dedicará un tiempo exclusivo de juego con su hijo/a sin
conductas relacionadas con juzgar, guiar, cuestionar, o criticar,
practicando la aprobación, los elogios, y la atención
positiva (aquella que se presta a las conductas funcionales del/a
niño/a).
En un
tercer paso, el objetivo es capacitar a los padres y/o cuidadores en
la manera de dar órdenes para que sean efectivas. El cuarto
módulo, implica realizar y modelar con los padres y/o
cuidadores un
sistema de contingencias para aumentar la motivación del/a
niño/a para modificar su conducta, por ejemplo, un sistema de
incentivos con fichas y puntos.
Tanto
el quinto como el sexto módulo, se relacionan con la
estrategia de tiempo fuera o time out, lo cual significa tiempo libre
de refuerzo. El séptimo módulo tiene el objetivo de
capacitar a los padres y/o cuidadores en la anticipación y
manejo de los/as niños/as en lugares públicos, teniendo
en cuenta las dificultades que podrían surgir, y elaborando
planes para manejar aquellas situaciones. El octavo paso, tiene como
objetivo capacitar a los padres y/o cuidadores junto con los/as
docentes de la escuela del/a niño/a para fomentar conductas
funcionales en el colegio. Los últimos dos módulos
(noveno y décimo), tienen el objetivo de que los padres y/o
cuidadores puedan revisar las estrategias trabajadas, anticipar
futuros problemas que podrían surgir, y evaluar luego de
algunos meses en sesiones de refuerzo el mantenimiento de los logros.
Herramientas
del Pasado
y del Presente
El
denominador común de todos los modelos de intervención
es el análisis funcional de la conducta. El Análisis
Funcional
de la Conducta (AF) es una estrategia que nos sirve para poder
observar y comprender cuales son los factores que influyen y
sostienen una conducta o patrón conductual en el tiempo; es
decir, queremos saber porque las personas hacen lo que hacen.
Consiste en analizar qué función cumple una conducta y
cómo es que se sostiene en el tiempo cuando se la observa en
un contexto en particular, notando entonces como se relacionan los
antecedentes con las consecuencias con la presencia, intensidad y
frecuencia de una conducta. Se lleva a cabo a partir de una
serie de preguntas que nos facilitan observar el circuito relacional
entre estímulos-respuestas. Así mismo al poder notar
como se relacionan los estímulos y respuestas se puede
comenzar a observar como una conducta se va condicionada por un
estímulo (Skinner, 1998; Skinner, 1953). Esta herramienta
clínica
deriva del conductismo radical, y se utiliza tanto en las Terapias
Cognitivas Conductuales como en el programa de Barkley (2007, 2014)
para niños y adolescentes con TDAH, en la Terapia Dialéctico
Conductual para Adolescentes, en la Terapia Dialéctico
Conductual en Niños Preadolescentes (Perepletchikova, 2020) y
en las Terapias Contextuales tales como Terapia de Aceptación
y Compromiso, Mindfulness, o Terapia de la Compasión.
Modelos
de Intervención
Conductuales
Contextuales
A
continuación realizaremos una breve reseña de los
modelos de intervención en orientación en crianza que
han recibido mayor evidencia en estos últimos años.
Terapia
Dialectico Conductual (DBT) para Niños y Adolescentes y la
implicancia en la Orientación en Crianza
DBT es
un tratamiento derivado de la Terapia Cognitiva Conductual (TCC) con
el fin de trabajar con pacientes multiproblemáticos
que presentaban intentos de suicidio crónicos y
conductas autolesivas sin ideación suicida, y fue validada en
primera instancia en personas que presenten el diagnóstico
de Trastorno de Personalidad
Límite (TLP)
(Linehan,s/f). En cuanto al concepto de Dialéctica, hace
referencia al proceso de evaluar e integrar ideas opuestas con el fin
de llegar a un balance, sobre todo el balance entre la aceptación
y el cambio.
Este
tratamiento tiene el foco puesto en la capacidad de las personas de
generar nuevos aprendizajes conductuales a través de
habilidades, frente a su déficit de poder regular las
emociones de manera efectiva; el TLP es considerado como
Desregulación Emocional Crónica (DRE). La DRE es
producto de la transacción que se da entre las características
biológicas
que tiene una persona para poder percibir o sentir sus emociones y el
ambiente contextual en el que se encuentra el cual puede ser
validante o invalidante; siendo qué la forma en la que estos
dos componentes interactúen da como resultado una historia de
aprendizaje para
la persona que logra o no tener la capacidad efectiva de regular sus
emociones; a esto lo llamamos Teoría Biosocial y es la
explicación de cómo se desarrolla entonces un TLP o
DRE. Es decir que la DRE es producto de la forma en la que
interactúa la vulnerabilidad biológica de una persona
con un ambiente invalidante. Y, por esta misma razón, al
presentar una alta sensibilidad emocional, con alta reactividad
emocional y un lento retorno a la calma las personas que presentan
DRE pueden tener experiencias
de dolor emocional
realmente intensas, y
es por eso que terminan generando múltiples problemas en sus
vidas, y el suicidio se vuelve una alternativa para poder solucionar
el problema.
La DBT
incluye los siguientes dispositivos: tratamiento individual, grupo de
entrenamiento en habilidades para regulación emocional,
psiquiatría (si es necesario), coaching telefónico y el
equipo de consultoría; cada una de estas partes es fundamental
para poder generar cambios conductuales con nuevos aprendizajes de
cómo abordar el malestar emocional y poder generalizarlo.
Finalmente,
teniendo en cuenta la complejidad de los pacientes y su tratamiento;
si nos detenemos en la Teoría Biosocial y observamos que la
DRE es consecuencia de cómo una persona interactúa con
su contexto; es de suma importancia observar cómo en la
clínica infantojuvenil generar
nuevos aprendizajes de regulación emocional para intervenir en
ese contexto puede prevenir (Perepletchikova et al., 2011) el
desarrollo de este nivel de padecimiento en la vida y poder generar
una vida que valga la pena ser vivida. Es por esta razón que
tanto el
tratamiento de DBT-Adolescentes (Rathus, & Miller, 2006)
como el tratamiento de DBT- Child (Perepletchikova &
Perepletchikova, 2018) generan un gran énfasis en el trabajo
del contexto de los agentes de crianza, ya que son estos
quienes refuerzan, extinguen, castigan, modelan y moldean los
repertorios conductuales de los jóvenes y niños/as,
volviéndose así un ambiente validante o invalidante
para la experiencia interna de los mismos (Perepletchikova &
Perepletchikova, 2018).
Dentro
de este marco teórico, la adaptación para población
adolescente (DBT-A) la han realizado Alec Miller y Jill Rathus
(2000) y la adaptación para niños/as (DBT-C) ha estado
a cargo de Francheska Perepletchikova y colaboradores
(Perepletchikova
et al., 2011).
DBT-A
incluye todos los dispositivos que presenta DBT-Estándar,
terapia individual, grupo de entrenamiento en habilidades (ofreciendo
en la adaptación para adolescentes un taller que es
multifamiliar para el aprendizaje de habilidades en formato grupal),
coaching telefónico, psiquiatría (si es necesario) y
equipo de consultoría (Rathus et al., 2018).
Los/as
adolescentes que presentan multi problemas, son jóvenes que
presentan serios problemas incluidos conductas suicidas, autolesiones
sin ideación suicida, trastornos alimentarios, abuso de
alcohol y otras drogas, conductas sexuales riesgosas y otras
conductas dañinas (Rathus et al., 2018). DBT considera
estos problemas como una consecuencia de la DRE o como un intento
poco efectivo de intentar regular las emociones intensas (Rathus
et al., 2018). La forma de conceptualizar las conductas
problemáticas de estos/as adolescentes es a través de
la influencia primaria de 1: falta de habilidades atencionales,
emocionales, interpersonales, de
auto-regulación y para tolerar el malestar emocional; y 2:
factores contextuales e individuales que inhiben el uso de las
habilidades que los/as adolescentes ya tienen y refuerza habilidades
inefectivas (Rathus et al., 2018).
Rathus
y colaboradores (2018), sostienen que el soporte e involucramiento de
los agentes de crianza es un componente crucial para DBT-A. Este es
facilitado a través de módulos
adicionales
como las sesiones para familiares, sesiones para padres y/o
cuidadores y
coaching telefónico para los mismos.
Otra
especificidad de la DBT-A es el módulo ¨Caminando
por el Sendero del Medio¨
que tiene como fin analizar los conflictos adolescentes-familia
(Rathus et al., 2015). Las habilidades que aborda este módulo
son validación, cambio conductual (reforzadores, extinción
y castigo), y los dilemas dialécticos propios de la
adolescencia y su familia (Rathus et al., 2015).
Los
dilemas específicos entre adolescentes-cuidadores son
conductas extremas en donde se resaltan los patrones de conducta que
generan problemas entre los/as adolescentes y sus familias (Rathus
et al., 2015). Los dilemas dialécticos específicos
de DBT-A son: Tomar con Liviandad Conductas Problemas Vs. Exagerar
Conductas Típicas Adolescentes, Familiares Permisivos Vs.
Familiares Autoritarios y Forzar la Independencia Vs. Fomentar la
Dependencia.
El
último desarrollo desde este modelo es DBT-C, cuyo principal
objetivo es intervenir directamente en el ambiente. En esta línea,
se entiende que la regulación emocional tiene que ver con
modular la respuesta emocional ante la demanda del contexto, lo que
requiere de la participación activa de los agentes de crianza
en el proceso de tratamiento.
La
DBT-C mantiene el marco teórico y los principios de la DBT
estándar. Una de las principales modificaciones es el
componente
parental,
es decir, el compromiso que se requiere en primer lugar de los padres
y/o cuidadores y no del/a niño/a. En ese sentido, los
objetivos primarios de la DBT-C son la regulación emocional
parental, la construcción de un ambiente validante y la
práctica diaria de habilidades. Estos objetivos primarios
tienen la finalidad de reducir el riesgo de psicopatología en
la adolescencia y en la adultez, abordar la relación
padre/madre/cuidadores con su hijo/a y abordar la sintomatología
actual del/a niño/a tal como conductas de riesgo o conductas
que interfieren con su calidad de vida a causa de un déficit
en habilidades de afrontamiento.
Siguiendo
con la línea de la importancia del contexto, la premisa es que
los padres y/o
cuidadores
son el instrumento para el avance del tratamiento. Desde esta
perspectiva, la conducta del/a niño/a es irrelevante hasta que
los padres y/o cuidadores
no
hayan podido crear un ambiente validante y listo para el cambio.
Mindful
Parenting.
Continuando
con el desarrollo de las terapias contextuales, Kabat-Zinn (1990)
desarrolló el programa de reducción del estrés
basado en la atención plena (MBSR) para tratar de ayudar a las
personas con enfermedades crónicas a sobrellevar su
enfermedad. MBSR ha sido útil para una variedad de condiciones
físicas y psicológicas (Bogels., Lehtonen, Restifo,
2010).
Mindfulness
es la adaptación occidental de prácticas derivadas de
la meditación vipassana y otras tradiciones budistas, que
consisten en orientar la atención, de manera abierta,
prescindiendo de juicios y valoraciones a la experiencia presente
(Kabat-Zinn, 1991; Mandil, 2021).
Llevar
la atención plena a la crianza de los/as hijos/as ('paternidad
consciente') es una de las aplicaciones de la atención
plena. Las intervenciones de crianza consciente se utilizan cada vez
más para ayudar a prevenir y tratar los trastornos mentales en
los/as niños/as, los problemas de crianza y prevenir la
transmisión intergeneracional de los trastornos mentales de
padres a hijos/as (Bogels, Lehtonen, Restifo, 2010). La crianza
consciente ha sido definida por Kabat-Zinn y Kabat-Zinn (1997) como:
'prestar atención a su hijo/a y a su crianza de una
manera particular: intencionalmente, aquí y ahora, y sin
juzgar'.
En esa
línea, las autoras holandesas Susan Bogels y Kathleen Restifo
(2014) desarrollaron un programa de entrenamiento en atención
plena para padres y/o cuidadores, basado en el entrenamiento de
reducción del estrés de 8 semanas de Kabat-Zinn. Las
ocho sesiones del programa se centran en las habilidades orientadas a
la atención plena para los padres y/o cuidadores, como
responder (en lugar de reaccionar) al estrés de los padres y/o
cuidadores, manejar conflictos con los niños/as, fomentar la
empatía y establecer límites (Bogels, Restifo, 2014).
En un
primer momento, el objetivo será indagar como observan su
paternidad y la manera de actuar automática en las
interacciones diarias con sus hijos/as. Luego, el énfasis
estará puesto en compartir experiencias de observación
de sus hijos/as con "mentes de principiantes",
descubriendo características positivas que en la rutina del
día a día no se observan por ocuparse mayormente de las
problemáticas.
Con el
correr de las sesiones, se busca que los padres y/o cuidadores tomen
conciencia de sus propias sensaciones corporales cuando experimentan
diferentes momentos en la crianza, experiencias desagradables como
también agradables, y poder explorar la variedad de reacciones
automáticas que se producen en las experiencias de estrés.
En ese
sentido, el objetivo es identificar patrones y esquemas de crianza
que afecten la forma en la que crían a sus hijos/as, explorar
los conflictos actuales con sus hijos/as y observarlos como
oportunidad de aprendizaje y vínculo, definiendo a su vez la
manera de poner los límites cuando consideran necesario.
Luego de las 7 sesiones de entrenamiento, se realiza una sesión
de seguimiento para observar y compartir cómo continúa
el proceso de crianza consciente en el hogar y las dificultades que
pudieron haberse presentado.
Estudios
recientes han demostrado la efectividad de la atención plena
como una intervención para abordar comportamientos
individuales como la agresión, el comportamiento auto agresivo
y el incumplimiento, al mismo tiempo que aumentan los niveles
generales de bienestar y felicidad. Se observan disminuciones
significativas en los comportamientos objetivos en todos los
estudios, así como aumentos en la satisfacción y el
bienestar de los padres y/o cuidadores (Fuller & Fitter, 2020).
Kabat-Zinn
y Kabat-Zinn (1997) sugirieron que la crianza consciente beneficia
tanto a los padres como a los/as niños/as, independientemente
de la situación. La crianza consciente ha ayudado a disminuir
los comportamientos inadaptados al aumentar la atención de los
padres y/o cuidadores al momento presente, aumentar el compromiso con
el/la niño/a y disminuir el juicio de la situación.
Terapia
de Aceptación
y Compromiso
(ACT) y Orientación
en Crianza.
Los
modelos tradicionales de entrenamiento a padres son desarrollados
desde el año 1968 con el objetivo de modelar a la familia
estrategias referidas a contingencias. Estos modelos, tal como se
describió anteriormente, cuentan con estudios que evidencian
gran eficacia.
Sin
embargo, se realizaron otros hallazgos de investigación (Coyne
et al., 2011; Whittingham & Coyne 2019 y Ollendick, & King,
2012) en los que se evidencia un número significativo de
recaídas, especialmente porque las familias modifican los
modos de organización, y con el correr del tiempo abandonan
las competencias aprendidas en estos modelos de tipo psicoeducativo.
Otra
de las cuestiones llamativas es que se observan dificultades en la
implementación de estrategias en aquellas familias que
presentan conflictos de gran complejidad, trastornos psicológicos
con o sin comorbilidades y/o desregulación emocional en
algunas de las figuras parentales. Se podría pensar que
existen dificultades por las propias vulnerabilidades de los padres
y/o cuidadores, o porque la intensidad de los trastornos de los/as
niños/as tiene efectos retroactivos en la estabilidad
emocional de los padres y/o cuidadores, imposibilitando el retiro de
refuerzos a conductas disfuncionales, y otorgando atención
selectiva precisamente a la conducta disruptiva o disfuncional que
resulta útil modificar.
Desde
el modelo de la Terapia de Aceptación y Compromiso el modo en
el que los padres y/o cuidadores se acercan a sus propios
pensamientos, emociones, y sensaciones, es un ingrediente clave a
tener en cuenta en la orientación en crianza. Tal como
sostienen Coyne y Murrell (2009), la clave para el éxito del
tratamiento con los padres y/o cuidadores, es identificar y
considerar los pensamientos y sentimientos que los limitan y
dificultan la adherencia al tratamiento.
Entre
las distintas terapias contextuales que se desarrollan actualmente,
se destaca la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), por
haber aportado una teoría sobre la cognición y el
lenguaje, relacionando aquello con la regulación de la
conducta (Díaz de Neira Hernando, M., Vidal Mariño, C.,
González Rueda, S. y Gutiérrez Recacha, P., 2016).
En
palabras resumidas, el objetivo de la Terapia de Aceptación y
Compromiso es generar flexibilidad psicológica, denominada
como la capacidad de actuar de acuerdo con los valores personales,
independientemente de las experiencias internas que a uno le sucedan
(pensamientos, emociones, sensaciones, entre otros) (Hayes,
Strosahl, & Wilson, 2012). Es decir, que es un enfoque
terapéutico que fomenta que las personas podamos reconocer,
aceptar, y tratar de manera compasiva nuestras experiencias internas
en pos de ponerlas al servicio de perseguir aquellas cosas que
consideramos valiosas.
La
terapia de Aceptación y Compromiso, se compone de seis
procesos centrales interrelacionados y conectados: aceptación,
defusión cognitiva, momento presente, el yo como contexto,
valores, y acciones comprometidas. (Hayes et al., 2012; Hayes, Luoma,
Bond, Masuda, & Lillis, 2006; Páez, Gutiérrez,
Valdivia, & Luciano, 2006; Whittingham,
y Coyne, 2019).
La
aceptación se define como una voluntad activa de entrar en
contacto con eventos privados sin intentar modificarlos o
eliminarlos. A medida que los padres y/o cuidadores desarrollan
aceptación como apertura a experiencias dolorosas, también
favorecen la aceptación por parte del/a niño/a, de sus
propios eventos privados, ya que, por ejemplo, se retirarían
reforzadores negativos de parte de los padres y/o cuidadores a
emociones intensas consideradas negativas.
Un
segundo proceso es la defusión cognitiva, que implica alterar
la función psicológica de los eventos privados,
modificando por lo tanto la interacción de los padres y/o
cuidadores con ellos. Implica tomar distancia de sus propios
pensamientos, y reglas, y observarlos simplemente como una parte de
tantas que componen a la persona, y no como la realidad misma. Se
relaciona de manera importante con un tercer proceso que es el Yo
como Contexto, que se define como la capacidad de observar los
eventos entendiéndose a uno mismo como el espacio en el que se
desarrollan los eventos privados. Como padres y/o cuidadores implica
poder abandonar las etiquetas relacionadas con las reglas,
especialmente en relación a poner en tela de juicio la propia
calidad como padre o madre.
Un
cuarto proceso tiene que ver con poder tomar contacto con el momento
presente sin juzgarlo. Implica todas las competencias relacionadas
con la atención plena, el estar aquí y ahora, poder
conectarse al presente y observar, promoviendo en el padre, madre y/o
cuidador una sensibilidad mayor frente a las necesidades de su hijo/a
y las propias.
El
anteúltimo proceso involucrado, son los valores como
cualidades importantes elegidas por cada persona, aquello que hace
valiosa la vida para cada uno. Se trata de direcciones perseguidas en
pos de construir una vida plena e importante para uno. La
parentalidad orientada por valores, resulta imprescindible en
cualquier tipo de crianza, pero sobre todo en casos difíciles
en donde los resultados de las estrategias implementadas no son
inmediatos. Con lo cual, los valores son reforzadores para los padres
y/o cuidadores, favoreciendo la adherencia al tratamiento y
orientando su rol en base a lo que consideran realmente importante
enseñarle a su hijo/a.
La
parentalidad basada en valores se observa de manera conductual en el
sexto proceso, denominado acción comprometida. Implica definir
metas con los padres y/o cuidadores a mediano y largo plazo
relacionada con la madre o padre que ellos eligen ser, para poder
definir las competencias parentales que habrá que trabajar en
pos de poder responder a las conductas de sus hijos/as de manera
consciente y apegada a sus valores.
Para
poder implementar el tratamiento orientado a crear flexibilidad
psicológica en los padres y/o cuidadores lo primero que
debemos realizar es un análisis funcional de la situacion y
otro que refleje el patrón conductual inflexible y por ende
limitante de los padres y/o cuidadores. Este ejercicio brinda una
imagen clara de la situación
personal
de la familia para poder definir mejor las intervenciones a realizar.
En la
Terapia de Aceptación y Compromiso es de vital importancia la
utilización de metáforas y ejercicios experienciales
para generar un mayor impacto en las intervenciones y especialmente
en la orientación en crianza se utilizan componentes
conductuales clásicos en un contexto de flexibilidad
psicológica.
Si
bien la ACT se desarrolló principalmente en estos últimos
años, existen múltiples estudios que avalan su eficacia
para el trabajo tanto con niños/as como con sus padres (Fang,
S., & Ding, D. 2020). A su vez, la inflexibilidad cognitiva
de los padres tiene una influencia directa en su comportamiento y
puede influir en la relación con sus hijos/as y en el
desarrollo funcional de los/as niños/as (Backen
Jones et al., 2016; Whittingham y Coyne, 2019).
Conclusión
En el
desarrollo de este trabajo hemos realizado un breve recorrido desde
los primeros modelos de orientación en crianza hasta los
últimos desarrollos teóricos en esta materia. En el
mismo hemos podido observar cómo los primeros modelos estaban
enfocados en un entrenamiento a padres instruccional, psicoeducativo
y directivo que poco tenían que ver con lo motivacional,
con el cuidado de la interacción y las dinámicas
familiares. En la actualidad, los modelos conductuales-contextuales
han sabido extraer aquellos elementos terapéuticos que
funcionaban de los primeros desarrollos tradicionales y han podido
añadir factores transversales que colaboran con el
mantenimiento a largo plazo de los aprendido durante el proceso de
orientación en crianza.
Así
es como los programas más representativos de orientación
en crianza, acuerdan en la importancia y el efecto potenciador que
tiene la inclusión del trabajo psicoterapéutico sobre
las personas que asumen el rol de madre/padre o cuidador. En ese
sentido, aprender a registrar las propias sensaciones, pensamientos,
emociones y conductas asociadas al rol de paternar es una inversión
a futuro. La posibilidad de tener mayor registro sobre nuestros
propios eventos privados como madres/padres o cuidadores nos brinda
la flexibilidad necesaria para poder responder a la conducta
disfuncional de los/as niños/as y no a lo que eso genera en
nosotros. De esta manera, aparece la oportunidad de enseñar un
repertorio conductual más amplio ligado al modelado y la
posibilidad de crear comportamientos funcionales que puedan ser
reforzados al mismo tiempo que se prioriza el cuidado del vínculo
paterno-filial.
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