Introducción
La
familia es definida como un grupo social natural que determina las
respuestas de sus integrantes a través de estímulos que
le llegan desde el interior y desde el exterior. Su organización
y estructura determinan y califican la experiencia de sus miembros
(Minuchin, 1983). Por lo cual, se la podría definir a la
familia como un sistema abierto en transformación, que
permanentemente recibe y remite material del medio extrafamiliar y se
adapta a las diversas demandas que atraviesa (Minuchin, 1983;
Ceberio, 2018).
A
lo largo de los años la familia y la organización
familiar se han ido modificando. Glocer Fiorini (2007) refiere que
las organizaciones familiares no siempre fueron las mismas. La
familia ampliada medieval fue reemplazada por el modelo de familia
nuclear. Pero siempre la familia se constituyó sobre la unión
de un hombre-mujer y sus hijos como fruto de esa unión y
descendencia. También refiere que, en la actualidad, en la
sociedad posmoderna, hay una deconstrucción de la familia
nuclear y que se han diversificado las formas de organización
familiar apareciendo variantes muchas veces difíciles de
concebir. La deconstrucción de la maternidad y de la mujer, el
ingreso de ésta al mercado laboral, al igual que la caída
del pater
familiae
y la ampliación de derechos, vienen a poner en cuestión
el concepto de familia nuclear y de la unión hombre-mujer como
elemento esencial para la procreación y la descendencia.
Ceberio
(2013a), menciona que se puede hablar de antiguas estructuras
familiares y nuevas estructuras familiares. Se denomina Antiguas
familias, a aquellas estructuras familiares que competen a las
concepciones de generaciones de comienzos del siglo XX hasta la
década del '60. Abarca hasta los padres nacidos en la
década del '50 quienes se hallaban influenciados por los
mandatos de sus padres nacidos en 1920 ó 1930. Mientras que
las nuevas estructuras, responden más precisamente a los
padres de la generación del '60 y '70 que, a pesar
de ser hijos de padres nacidos a inicios del siglo XX, tienden a ser
más flexibles y adaptados a los cambios que suponen las
estructuras modernas de familia.
Ceberio
(2013a) compara las nuevas y las viejas estructuras familiares
concluyendo que, en las viejas estructuras, las familias solían
ser numerosas, cada matrimonio tenía varios hijos. Además,
vivían generaciones en una misma residencia. La mujer era la
encargada de la casa y del cuidado de los hijos. Mientras que los
hombres eran los proveedores económicos y no se ocupaban de la
crianza de sus hijos. La mujer quedaba en un lugar de sumisión
o inferioridad respecto al hombre. En estas familias los roles y
funciones familiares están bien marcadas y definidas. Casarse
era el pasaporte para poder formar una familia. Las parejas se
casaban muy jóvenes y tenían hijos rápidamente.
Por
otro lado, se describen las nuevas estructuras familiares donde las
familias dejan de ser numerosas, ya no se suele tener más de
dos hijos, ni tampoco hay varias generaciones viviendo en un mismo
hogar. Las mujeres ya trabajan fuera de las casas al igual que los
hombres y ambos se ocupan de tareas domésticas y del cuidado
de los menores. El hombre posee un rol de padre más activo. La
autoridad del hombre y de la mujer suele ser compartida. En estas
nuevas estructuras familiares no hace falta casarse para vivir en
pareja o fuera de la casa parental. Las parejas suelen casarse entre
los 28 y 30 años de edad y hay una demora en la llegada de los
hijos ya que la medicina y los avances de la ciencia, han permitido
congelar material genético, además de las numerosas
técnicas de reproducción humana asistida que hoy
existen. Dentro de estas nuevas estructuras familiares encontramos a
las homoparentales, es decir aquellas familias formadas por dos
personas del mismo sexo (Ceberio, 2013b). También hay una
incidencia muy importante en la longevidad (Ceberio, 2013b) que ha
llevado a modificar no solo las estructuras familiares, sino también
las de pareja y tiene una repercusión importante en el resto
de los ciclos evolutivos como en la adolescencia (Ceberio, 2015).
Losada
(2015) plantea el modelo vigente de este siglo al que denomina
heterogeneidad familiar, donde los roles se muestras más
permeables, menos rígidos, se permiten otros integrantes, como
así también mayor apertura para salida e ingreso de
nuevos miembros. En este marco también se incluyen familias
conformadas por personas del mismo sexo e incluso parejos que no
desean tener hijos, pero si desean ser consideradas familias (Losada
y Marmo, 2017; Losada y Marmo, 2019).
En
Argentina la ley del Matrimonio igualitario, Ley N° 26.618
(2010), la ley de identidad de género, Ley N° 26.743
(2012) y la Ley de Reproducción Médica asistida, Ley
N°26.862 (2013) permitieron la constitución y
visibilización de nuevas estructuras o configuraciones
familiares. Permitiendo así que parejas de gays o lesbianas
pudieran llevar a cabo su proyecto de formar una familia con sus
respectivos hijos.
Las
familias llamadas homoparentales son aquellas formadas por dos
progenitores del mismo sexo, gays o lesbianas y sus hijos o hijas.
Este tipo de familias constituidas por padres gays y madres lesbianas
con sus criaturas, a diferencia de otras, son las menos conocidas y
aceptadas socialmente. La gran mayoría de estas familias está
formada por progenitores homosexuales con hijos o hijas nacidos
dentro de una unión matrimonial heterosexual anterior. Esto se
da mayormente en familias de lesbianas ya que las mujeres, suelen
quedarse con la tenencia de sus hijos o hijas al separarse de sus
parejas heterosexuales anteriores (González et al., 2004).
Actualmente,
muchas de estas familias se están formando por la subrogación
de vientres en el caso de padres gays y en el caso de parejas de
lesbianas se puede observar el nacimiento de sus hijos o hijas a
través de técnicas de reproducción asistida.
También, muchos gays y lesbianas eligen ser padres o madres
por el proceso de adopción de menores (González, et al.
2004). La ley de matrimonio igualitario en Argentina permitió
que muchas familias homoparentales que estaban constituidas desde
hace muchos años pero que se mantenían ocultas por
temor y por el no reconocimiento del estado, pudieran ahora ser
visibles y dio paso a que otras parejas pudieran tomar la iniciativa
y formar su propia familia (Camacho y Gagliesi, 2013).
Roles
y familias homoparentales
Chardon
(s.f) menciona que los roles maternos y paternos han ido cambiando y
han sido resignificados a lo largo de la historia, al igual que el
lugar del niño dentro de la familia. Quien generalmente era la
responsable de la lactancia y cuidados del bebé era la madre,
pero a lo largo del tiempo, por cuestiones sociales y económicas
esto se ha ido variado. Lo mismo ha sucedido con el rol de padre
proveedor de la familia.
Las
familias homoparentales ponen en jaque la noción de
parentesco, tal como la define Schneider (1968) como la expresión
del amor entre un hombre y una mujer quienes dan origen a los
parientes auténticos por compartir la misma sangre y la misma
sustancia genética. Se trata de la consanguinidad, es decir,
de vínculos de sangre por la unión de gametas de un
hombre y una mujer. Se trata de un modelo genético-biologista,
que asocia la sexualidad a la reproducción, la reproducción
a las relaciones heterosexuales, las relaciones heterosexuales al
matrimonio, el matrimonio a la familia y la familia al modelo nuclear
de clase media. Estas familias visibilizan que el parentesco y que
los vínculos de filiación exceden lo biológico y
lo genético.
Apego
y primeros vínculos
Resulta
inevitable cuando hablamos de vínculos hablemos de figuras de
apego. El primero en hablar de vínculos primarios ha sido el
médico austriaco Konrad Lorenz (1962), quien investigó
sobre la conducta animal y los primeros vínculos en animales
recién nacidos. Lorenz detectó que cuando el animal
nace, la primera imagen que ve, que generalmente es su madre, deja en
su cerebro una huella que él llamó Imprinting. El
contacto con un otro es fundamental para muchos animales cachorros
que, sin este contacto vital, no sobreviven. Muchos pichones se
tranquilizan al ver a su madre o al objeto con el que realizaron el
primer contacto visual y vínculo. También, se
tranquilizan al escuchar esta voz que los ha calmado por primera vez.
Algo
similar ocurre con la cría humana, quien se encuentra muy
desvalida e indefensa durante los primeros años de vida.
Necesitará de otro, generalmente la madre, para poder
sobrevivir. El conocimiento entre la madre y su bebé se va
instalando a través del contacto cuerpo a cuerpo y a la
lactancia.
Bowlby
(2012) manifiesta que el vínculo empieza a consolidarse
alrededor de los 6 meses a través de interacciones entre las
figuras de apego y el bebé, así como también la
protección y el confort que los cuidadores les proporcionan y
la felicidad por parte de ellos para responder a sus demandas. Bowlby
incorpora el término "monotropía", ya que
es posible que un niño pueda vincularse cariñosamente
con diferentes personas, pero fundamentalmente tiende a relacionarse
con una figura central principal, en donde la calidad de apego va a
ser desigual en relación al constituido con otras figuras de
referencia. La presencia de una figura de apego parental que provea
cuidados y contención en la infancia es primordial para el
adecuado desarrollo subjetivo del niño.
Dentro
de las familias homoparentales cabría preguntarse quién
ocupará este primer vínculo de apego fundante y
constitutivo con el niño, como dice Bowlby, ese vínculo
monotrópico. Además, indagar por qué este
vínculo se estableció con uno de los miembros y no con
el otro. Qué es lo que generó la unión de esa
díada madre/padre-hijo y por qué no se generó
con el otro miembro de la pareja parental.
Antecedentes
Una
de las primeras en investigar este tema fue Patterson (1995), quien
realizó un estudio en Estados Unidos de Norte América
con 26 familias constituidas por lesbianas, las cuales tenían
un hijo entre 4 y 9 años nacidos de esa unión parental.
El estudio pretendía estudiar la división de tareas y
roles entre madres lesbianas biológicas y no biológicas.
Es
sabido que en las familias formadas por heterosexuales la asignación
de tareas y reparto de trabajos esta asignada por el género.
Es decir, las madres se ocupan de la crianza y del cuidado de los
hijos y los padres del trabajo por fuera del hogar, en general
remunerado. Pero la investigadora se pregunta que sucederá en
el caso de dos mujeres que forman una familia. Encontró que en
las familias de lesbianas tienden a dividir el trabajo doméstico
en partes iguales, mostrando preferencias para la asignación
igualitaria del trabajo doméstico. Esto y el cuidado
equitativo de los hijos, genera una mejor adaptación en el
niño.
También,
encontró que las madres biológicas son más
responsables del cuidado infantil que las no biológicas. Esto
en cuanto a percepción de las madres, pero los resultados de
las encuestas han revelado que el trabajo de la crianza se da
equitativamente entre ambas. A su vez, las madres no biológicas
muestran pasar más tiempo que las biológicas en
trabajos remunerados. En este punto las parejas de lesbianas se
parecen a las parejas heterosexuales con hijos. Pero así todo,
las mujeres lesbianas con hijos muestran más interés en
la crianza de los hijos que los padres varones de las parejas
heterosexuales. Cuando las madres biológicas cuidaban menos a
los niños y cuando las madres no biológicas hicieron
más y estaban más satisfechas, la adaptación de
los niños fue calificada como más favorable.
También,
Nogeira de Lira y colaboradores (2016) han estudiado familias
constituidas por lesbianas y observaron que estas madres son
tan aptas y exitosas en el ejercicio parental como las parejas
heterosexuales y que además, sus hijos no sufren deficiencias
en su desarrollo cognitivo, social y emocional. La orientación
sexual de las madres no es un factor de riesgo para la vida familiar.
Estas parejas son muy cooperativas en las tareas domésticas,
económicas y en la educación de sus hijos.
Vidal
(2012) realiza un recorrido teórico por autores nacionales y
extranjeros sobre la diversidad en la parentalidad en parejas del
mismo sexo y los resultados que ha obtenido han sido los siguientes:
en las parejas constituidas por lesbianas se puede observar una
división sexual del trabajo entre lo público y lo
privado. Es decir, entre quien trabaja afuera y dentro de casa y esto
se decide según la predilección de cada una. Pero
generalmente la función de amparo y protección la
ejerce la madre no gestante, mientras que esta última es la
que suele salir a trabajar cumpliendo una función más
paterna.
Generalmente
la que lleva adelante el embarazo es la que decide salir luego a
trabajar. Esto marca una diferencia con las parejas heterosexuales
donde la que siempre trabaja menos es la mujer por haber gestado y
ocuparse de la lactancia. Los roles en estas parejas de mujeres no
son estereotipados como si lo son en las parejas heterosexuales.
Vidal (2012) también encontró que en las parejas de
lesbianas las tareas domésticas se distribuyen más
equitativamente. Muchas de ellas tienen roles delimitados, es decir,
una se ocupa de la limpieza y la otra de la cocina.
Arranz
et al. (2010) en su investigación destacaron que las familias
homoparentales veían como una ventaja la existencia de un
reparto de tareas más igualitario que favorecía la
flexibilidad de los roles de género. Además,
consideraban una ventaja para sus hijos e hijas presentarles un
modelo igualitario de roles. En cuanto a los inconvenientes, los
investigadores destacaron los posibles problemas derivados de la
falta de una figura masculina o femenina. Es decir, la posible
influencia negativa que pudiera tener la ausencia de una figura de
referencia del propio sexo en el caso de los niños criados con
lesbianas o de las niñas criadas con gays.
En
esta misma línea Baetens et al. citado en Vidal (2012) luego
de entrevistar a 95 parejas de mujeres lesbianas en Bélgica,
que se habían sometido a TRHA para tener a sus hijos, encontró
que en la mayoría de los casos para estas mujeres no era un
problema que sus hijos no tuvieran un padre. Mientras que el 35% de
mujeres piensan que la ausencia representa un problema, para tal
situación intentan introducir un padrino con el que pueda
mantener un lazo afectivo y emocional.
Raíces
Montero (2012) sostiene que los roles materno y paterno son funciones
independientes del sexo real u orientación sexual de quienes
los ejercen. Aun hoy continúa la idea de que las personas
LGBTQ {Ver
Nota de autor}
no pueden adoptar porque no cumplen los roles parentales vinculados
con la diferencia de los sexos, es decir: papá y mamá.
Se tiende a creer que por identificación con los padres o
madres, estos niños en su vida adulta serán ellos
también gays o lesbianas. Pero lo único probado es que
las familias heterosexuales formadas por un padre y una madre
producen hijos LGBT {Ver
Nota de autor}.
En
la Universidad de la Matanza, Robles et al. (2014) realizaron una
investigación de tipo descriptivo exploratorio en la cual
indagaron sobre la representación social del concepto de
familia en hogares homoparentales, encontrando que lo que resulta
diverso es la composición familiar pero no la dinámica
de las mismas. La dinámica de las relaciones familiares no
difiere notablemente de los hogares hetero parentales. Una misma base
de características afectivas atraviesa a ambos tipos de
familia, sin apreciarse diferencias notorias respecto de las
funciones básicas de todo agrupamiento familiar, esto es las
tareas de cuidado y socialización primaria. Las familias
entrevistadas ven a la familia como el espacio de contención,
constituido a partir de cuestiones biológicas, como otras de
corte afectivo y efectivo; mediado o no por la convivencia y
fuertemente caracterizada por el respeto, los valores y las
diferencias.
Robles
et al. (2014) han podido observar la presencia de criterios de
equidad en las parejas de gays y lesbianas respecto a la elección
del apellido que llevarán sus hijos/as, criterios que también
rigen, por ejemplo, la distribución de las tareas hogareñas.
Es habitual que en estas parejas se tenga consideración a la
mujer no gestante y se le ponga el apellido de esta como un mecanismo
compensatorio por no haber portado el embarazo; o por el contrario,
se propicie el apellido de la madre gestante como reconocimiento a su
embarazo. Sea una u otra la decisión, ella es fruto de un
proceso de reflexión y negociación, mecanismo que
entendemos no opera en los nacimientos de la mayoría de las
parejas heterosexuales, donde está naturalizado que el niño/a
llevará el apellido paterno.
Vínculos
y constitución de figuras de apego en familias homoparentales
González
(2004) refiere que en las familias gays y lesbianas hay niños
o niñas que establecen relaciones de vinculación y
afecto con dos figuras adultas que desarrollan con ellos funciones
parentales. Estudios realizados por Golombok et al. (2003) acerca de
las relaciones parento filiales en familias homoparentales, mostró
que las madres lesbianas mantenían con sus hijos o hijas de 7
años relaciones cálidas, con bastante implicación
emocional, expresión de afecto y disfrute con la maternidad,
no encontrando diferencias con las parejas de progenitores
heterosexuales. Tampoco hubo diferencias en cuanto a la frecuencia o
la severidad de los conflictos que se producían entre ellos,
aunque sí en el castigo físico, más habitual en
padres varones heterosexuales.
González
y López (2009) realizaron una investigación sobre los
hábitos y las rutinas de los niños y niñas
criados en familias homoparentales y han encontrado que las rutinas
de estos niños son muy estables, pautadas y con horarios
fijos. Por otro lado, indagaron las relaciones parento-filiales y
observaron que la relación entre padres o madres e hijos era
muy comunicativa y muy afectuosa. A su vez, hallaron que las
relaciones familiares son poco conflictivas y el vínculo de
los niños con la pareja femenina de su madre es de mucha
calidez y muy estrecho. Con respecto a la familia de origen, han
encontrado que estas familias tienen un vínculo frecuente: los
datos también reflejan que se trataba de relaciones cálidas
y de mucha implicación con niños o niñas. En
ambas puntuaciones se obtuvieron medias por encima de 4 (X= 4,35 y X=
4,16, respectivamente) en una escala de 1 a 5.
Abraham
et al. (2014) realizaron un estudio en el cual midieron la respuesta
del cerebro de los padres a los estímulos infantiles mediante
resonancia magnética funcional, midiendo oxitocina y
comportamiento parental. Compararon el cerebro de 20 madres
biológicas, encargada de los cuidados primarios de un bebé,
el cerebro de 21 padres, encargado de los cuidados secundarios de un
bebé y estudiaron a 48 padres homosexuales quienes estaban a
cargo de los cuidados primarios de los bebés, sin ayuda de las
madres. Ellos habían tenido a sus hijos por subrogación,
siendo un padre biológico y el otro el adoptivo. Encontrando
que padres adoptivos homosexuales mostraron una alta activación
de la amígdala similar a madres biológicas
heterosexuales. Los hallazgos de este estudio subrayan la base neural
común de la atención materna y paterna, trazan las vías
de comportamiento cerebro-hormona que apoyan la paternidad y
especifican que existen mecanismos de maleabilidad cerebral
para las experiencias de cuidado de los hijos. Los padres encargados
de la crianza y los cuidados registran un aumento de las hormonas
relacionadas con el cuidado materno que son la oxitocina y la
prolactina.
Los
investigadores encontraron que en la crianza se implementa una red
neuronal global de "cuidado parental" principalmente en
los padres que integró el funcionamiento de
dos sistemas: la red de procesamiento emocional que incluye
estructuras subcorticales y para límbicas asociadas con la
vigilancia, prominencia, recompensa y motivación, y una red de
mentalización que involucra Circuitos
frontopolar-medial-prefrontal y temporo-parietal implicados en la
comprensión social y la empatía cognitiva. Estas redes
trabajan en conjunto para imbuir el cuidado infantil con prominencia
emocional, sintonizar con el estado infantil y planificar una crianza
adecuada.
Las
madres encargadas de la crianza primaria, mostraron una mayor
activación en las estructuras de procesamiento de las
emociones, relacionadas con la oxitocina y la sincronía entre
padres e hijos, mientras que los padres encargados de los cuidados
secundarios mostraron una mayor activación en los circuitos
corticales, asociada con la oxitocina y la paternidad. Los padres que
se ocupan de la crianza primaria, exhibieron una alta activación
de la amígdala similar a las madres quienes se ocupan de la
crianza temprana, junto con una alta activación del surco
temporal superior (STS) comparable a los padres que se ocupan de las
funciones secundarias de crianza, y conectividad funcional entre la
amígdala y STS. Entre todos los padres, el tiempo dedicado al
cuidado infantil directo se relaciona con el grado de conectividad
amígdala-STS.
Los
hallazgos subrayan la base neuronal común del cuidado materno
y paterno, trazan las vías de comportamiento del cerebro, las
hormonas, que apoyan la paternidad y especifican los mecanismos de
maleabilidad del cerebro con las experiencias de cuidado en los
padres humanos. Ser un padre comprometido y participar en el cuidado
activo de los niños puede desencadenar esta red global de
cuidado de los padres tanto en mujeres como en hombres, tanto en
padres biológicos como en aquellos no relacionados
genéticamente con el niño. Dichos hallazgos son
consistentes con la hipótesis de que la crianza humana puede
haber evolucionado a partir de un sustrato aloparental evolutivamente
antiguo que existe en todos los miembros adultos de la especie y
puede activarse de manera flexible a través del cuidado
receptivo y el compromiso con el bienestar de los niños. El
sistema de cuidado aloparental, observado en todo el reino animal,
puede haber contribuido a la extrema variabilidad y flexibilidad del
cuidado paterno observado a lo largo de la evolución de
nuestra especie. Además de la consistencia, se encontró
una maleabilidad sustancial en el cerebro paterno humano, que se
asemeja a la plasticidad observada en otros mamíferos
biparentales (Abraham et al.2014).
Rueda
y Becerra (2018) refieren que las neurociencias han demostrado que
comportamiento homoparental es similar al hetero parental, esto se
debe a la plasticidad del cerebro humano que desarrolla en parejas
homosexuales, encargadas de los primeros cuidados de sus hijos, una
base neurológica y hormonal similar a la de una madre que ha
parido a su hijo y que se encargada de los primeros cuidados de su
bebé.
Castaño
et al. (2018), en una investigación de enfoque cualitativo de
revisión de literatura, establecieron como objetivo general
explorar las prácticas de crianza en familias homoparentales
latinoamericanas. Los investigadores concluyeron que no se han
reportado ningún tipo de disfuncionalidad en los estilos de
crianza en las familias homoparentales. La maternidad y paternidad en
parejas del mismo sexo son similares a las maternidades y
paternidades de parejas heterosexuales, su elección sexual no
es determinante para la crianza de sus hijos. Incluso, pueden
promover patrones saludables en la crianza del niño o niña.
Metodología
y muestra
La
siguiente investigación es un estudio de enfoque cualitativo
del tipo estudio de casos cuya finalidad fue la producción de
teoría (Losada et al., 2022). Para su realización se
procedió a realizar un análisis del discurso de los
entrevistados. Para analizar dichos discursos, se recurrió a
los procedimientos indicados en la Teoría Fundamentada (Glaser
y Strauss, 1967; Strauss y Corbin, 2002; Willig, 2001).
Para
la confección de la misma se realizaron entrevistas en
profundidad a 16 familias formadas por gays y lesbianas que hayan
tenido a sus hijos, producto de esta unión parental por
Técnicas de Reproducción humana asistida, subrogación
y si fueron adoptados, dentro de los dos primeros años de vida
para poder rastrear con exactitud la constitución de estos
primeros vínculos.
Para
la recolección de la muestra se contactó a un grupo de
crianza que facilitó el contacto con las primeras familias.
Las mismas, refieren estar nucleadas dentro de un grupo mayor llamado
Familias Argentinas Diversas. El pedido de reclutamiento de familias
para la investigación llegó a este grupo y se fueron
postulando familias de manera voluntaria para realizar las
entrevistas generándose un efecto de muestra bola de nieve.
Este procedimiento consiste en que una unidad de análisis es
la que conduce a la siguiente (Pérez et al., 2020). También,
se entrevistaron a dos informantes claves: Jueza de familia y a un
hijo adulto nacido de esta unión.
Resultados
Resultados
sociodemográficos
-Promedio
de edad de los participantes: 40 años. Nivel educativo:
terciario incompleto en curso o completo.
-Cantidad
de hijos promedio: 50% 1; 43,8% 2 o 3 hijos y el 6,2% 4 hijos.
-Estado
civil: Casados/as: 66,7%. Unión convivencial: 33,3%.
-Tiempo
de relación: 50% hasta 10 años; 43,8% entre 11 y 20
años y el 6,3 % más de 20 años.
-Nivel
socioeconómico: necesidades básicas cubiertas. Se
observa en el discurso de algunos entrevistados y en la informante
clave.
Roles
parentales y la figura de apego según la constitución
de la pareja parental
Se
observan en estas familias diferentes asociaciones respecto al rol
parental según se trate de familias formadas por dos varones o
dos mujeres. En las familias homoparentales formadas por dos varones
se observa que hay un cuidador que se ocupa más de las tareas
del hogar mientras que hay otro que sale a trabajar y es definido
como el proveedor. Esto se observa en las entrevistas: A: "Los
llevo los traigo, todo lo que necesitan pasa por mí. B provee
económicamente". ''Conmigo, porque está más
tiempo conmigo. Y tampoco soy papá de celu en mano. Hay más
espacio conmigo y B trabaja todo el tiempo".
En
otra de las entrevistas se escucha como uno de los dos papás
toma un rol más materno, y es definido de este modo por ambos
padres, ya que uno al trabajar menos toma este rol de cuidador,
mientras, que el otro, parece trabajar más. Al respecto dicen:
"Como que a G lo ve más como su mamá". E:
¿Por qué se dio esto? C: Porque trabajamos acá y
él al inicio se ocupaba de la nena y yo trabajo más
horas".
Otro
padre refiere haber dejado el mundo laboral para pasar a ocuparse del
mundo del hogar mientras que su pareja continúa como el
sustento económico de la familia. Al respecto dice: "Cuando
nació C, a mi acá adentro en el pecho se me abrió
un espacio de ternura y se siguió completando con el resto de
los hermanos que hizo que se desplegara también. Queres que
crezcan sanos, que sean libres, que se respeten. Todo lo que construí
lo deje al costado y deje lo que hacía y pase a sostener lo
operativo en la casa y R a mantenerla".
En
cuanto a la constitución de la figura de apego en las familias
formadas por dos varones, el vínculo de apego del niño
es consolidado con el papá que se ocupa de la crianza en los
primeros tiempos. Esto genera que el niño recurra a él
ante necesidades básicas. Con respecto a los roles, en el caso
de las familias formadas por dos mujeres, se observa una asociación
del rol parental con las tareas que se realizan dentro del hogar.
Por ejemplo, una de las mamás entrevistadas refiere: "El
vínculo más demandante es con ella. Después,
según los gustos o intereses van con una u otra, a mí
me gustan las plantas entonces me preguntan a mí. A la otra
mamá le gusta en la división de tareas limpiar la
pileta entonces eso lo hacen con ella. Cocinar lo hacen con las dos
porque a las dos nos gusta".
Otra
familia formada por dos mamás refiere: "Cocina mamá
A y la que trabaja mucho es mami B. Juegan más con B y yo soy
más del orden. Para jugar están más con B. Ella
tiene el rol más lúdico y, en general, el orden es más
mío". Con
respecto a los roles adentro-afuera en las familias de mujeres, esta
división no es tan clara. Esto se debe a que muchas veces, la
mujer que pare es la primera que sale a trabajar. Una familia formada
por dos madres refiere: A (No gestante) y B (gestante), B: "Cuando
estaba en mi panza pensé que se la iba a dar a A, y cuando
nació no la quería ni dejar. A: "Igual la porté
desde el primer momento. Incluso la porteo más que yo y
estudió sobre el tema. A: "Lo de la licencia no fue
menor porque si no tenía que volver a trabajar a los 3 días
como un padre. Tenía la licencia por maternidad por 3 meses
más dos meses que me tomé de vacaciones y saqué
otra licencia más, así que estuve 1 año casi de
licencia. Màs ahora la pandemia". B: "En el
momento inaugural estábamos las dos con la nena y a los tres
meses empecé a trabajar de a poco y A se quedaba con la bebé".
La
poca estructuración de roles también se debe a que
muchas veces primero decide gestar una, es decir, durante un primer
embarazo y en caso de que haya un segundo embarazo, gesta la otra
madre. Al respecto una madre refiere: "Después de que
fuimos mamás de A fue una experiencia súper fuerte. Fue
la primera en la familia. El día a día de ser mamá
gestante y no gestante y de decir somos dos mamás. Estamos
derribando mitos. Tengo una hija ¿y tú panza? te
pregunta la gente. Y responder la panza la tiene mi pareja. Con B nos
pasó que yo quería ser la mamá gestante y con
uno de los embriones que quedaban congelados me lo implantaron a mí
y nació B esta vez yo fui la gestante"... "A sabe
que estuvo en la panza de L y B sabe que estuvo en mi panza".
En
cuanto a los vínculos de apego en las familias formadas por
dos mujeres, el primer vínculo de apego se da con la mamá
gestante ya que suele ser la encargada de la lactancia. Sin embargo,
ambas intentan entablar un vínculo de lactancia sin lograrlo.
Discusión
y conclusiones
La
Ley de Matrimonio Igualitario N° 26.618 (2010), la Ley de
Identidad de Género N° 26.743 (2012) y la Ley de
Reproducción Medica Asistida, Ley N° 26.862 (2013),
permitieron visibilizar en la Argentina estructuras familiares
homoparentales que siempre han existido pero que se mantenían
ocultas por falta de derechos y legislación para garantizar su
reconocimiento (Camacho y Gagliesi, 2013).
El
análisis de los vínculos de estas familias demuestra
que la constitución de roles y de figuras de apego se
establecen al igual que en las familias hetero parentales.
Investigaciones como las de González et al. (2004), demuestran
que los niños criados en estas familias no presentan ninguna
consecuencia a nivel psíquico por haber sido criados por dos
personas del mismo sexo. Refieren no haber encontrado diferencias
significativas en el proceso de identificación sexual de los
niños y niñas criados por familias homoparentales a los
criados por familias heterosexuales. Lo que esta investigación
ha demostrado es que los niños y niñas criados por
estas familias presentan una particular idea sobre la homosexualidad
y una gran flexibilidad en los roles de género.
En
esta misma línea, Arranz et al. (2010) en su investigación,
destacaron que las familias homoparentales veían como una
ventaja la existencia de un reparto de tareas más igualitario
que favorecía la flexibilidad de los roles de género.
Además, consideraban una ventaja para sus hijos e hijas
presentarles un modelo igualitario de roles. Esto mismo es lo que se
escucha en el discurso de las familias formadas por dos mujeres que
se han entrevistado.
Robles
et al. (2014) al analizar hogares homoparentales encontraron que lo
que resulta diverso es la composición familiar pero no la
dinámica de las mismas. La dinámica de las relaciones
familiares no difiere notablemente de los hogares hetero parentales.
También, en ellas existe la división de tareas y el rol
de cuidador primario, es decir, quien se queda en el hogar cuidando
al ñino/a y el de proveedor, quien sale del hogar para
trabajar por fuera del mismo. Esto se puede escuchar sobre todo en el
relato de las parejas formadas por dos varones, donde uno cumple el
rol de cuidador primario, mientras que el otro, continúa con
sus labores fuera del hogar o proveedor.
Vidal
(2012) señaló que en las parejas constituidas por
lesbianas se puede observar una división sexual del trabajo
entre lo público y lo privado. Es decir, entre quien trabaja
afuera y dentro de casa y esto se decide según que le guste
más a cada una. Pero, generalmente la función de amparo
y protección la ejerce la madre no gestante, mientras que esta
última es la que suele salir a trabajar cumpliendo una función
más paterna. Generalmente la que lleva adelante el embarazo es
la que decide salir luego a trabajar. Esto marca una diferencia con
las parejas heterosexuales donde la que siempre trabaja menos es la
mujer por haber gestado y ocuparse de la lactancia. Los roles en
estas parejas de mujeres no son estereotipados como si lo son en las
parejas heterosexuales.
Es
de suma importancia reconocer el proceso de transformación
creativa del parentesco tradicional que este colectivo lleva
adelante. Estas familias no escapan a las normas de la institución
familiar hegemónica. Así, las familias LGBTQ están
en constante relación con esos modelos heterosexuales con los
cuales se comparan, reflejan y miden su idoneidad (Galán et
al., 2015).
Los
resultados permiten vislumbrar la necesidad de alojar a las familias
diversas en el marco de la no existencia de dos familias iguales. Los
procesos de construcción familiar deben edificarse respetando
las diferencias, la circularidad del afecto, el desarrollo del apego
seguro y la definición de los roles en función de los
deseos, necesidades, expectativas e intereses. Esta diversidad suma y
aporta. Todas son familia.
Notas
de autor
El
término 'LGBTQ' es una abreviatura que representa un
conjunto de identidades y orientaciones sexuales. Las letras en la
abreviatura significan: L (Lesbianas o Mujeres homosexuales), G
(Gays, Hombres homosexuales), B (Bisexuales o Personas que se sienten
atraídas por ambos géneros), T (Transexuales o Personas
que se identifican con un género diferente al que se les
asignó al nacer), Q (Queer, un término que se utiliza
para describir una amplia gama de identidades y expresiones de género
no conformes). Es importante destacar que este término es
inclusivo, pero no es exhaustivo y puede haber otras identidades
sexuales o de género que no estén incluidas en esta
abreviatura.
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