Introducción
El
posparto es un momento clave en la vida de una madre. Es un período
de alta vulnerabilidad y riesgos. Más de medio millón
de mujeres mueren en el mundo durante el embarazo o el parto o
postparto, y en los países en desarrollo el índice de
mortalidad es 100 veces mayor que en los países desarrollados
(Li
et al., 1996).
En
los últimos años se ha avanzado y se ha puesto el foco
en los cuidados de la embarazada. Sin embargo, existen pocos estudios
sistemáticos acerca de la importancia de los cuidados durante
el postparto, aunque más de la mitad de estas muertes suceden
en este período (Li
et al., 1996).
La
complejidad del puerperio está dada por la combinación
de factores biológicos, psicológicos, comportamentales,
socioculturales, relacionales, económicos y de género
(Cabral
& Oliveira, 2010). Aunque muchas mujeres reciben la llegada de un
hijo con mucha alegría, también es un momento de muchos
cambios y estrés: las demandas del bebé, cambios en la
familia y en la pareja, impacto en el trabajo y en las actividades
sociales (Seyfried & Marcus, 2003).
Desde
la perspectiva médica, podemos distinguir tres etapas del
postparto: un periodo inicial o agudo que dura las primeras 6/12
horas posteriores al parto, período de cambios rápidos
en el cuerpo de la mujer en el que pueden producirse crisis como
hemorragias, inversión uterina, embolia del líquido
amniótico, eclampsia, entre otras. Una segunda etapa
semi-aguda que puede durar entre 2 y 6 semanas, en este período
se produce la recuperación de los genitales, y aparecen
cambios hemodinámicos, metabólicos y emocionales. Y la
tercera fase que es el postparto tardío, que puede extenderse
hasta los 6 meses posteriores al parto. En este periodo los cambios
se producen de manera muy lenta para restaurar los músculos y
los tejidos conectivos hasta alcanzar estadios similares al período
anterior al embarazo (Romano
et al., 2010).
Desde
el punto de vista psicológico, el puerperio se caracteriza por
una labilidad del estado de ánimo con cambios repentinos entre
síntomas como llanto, ansiedad, disminución del
apetito, agotamiento, pérdida de interés por las
actividades habituales, tristeza, problemas para dormir, preocupación
excesiva (Bass
III & Bauer, 2018), entre otros. Hacerse cargo de un bebé
es un evento estresante y es entendible que las madres se sientan
cansadas, irritables, y ansiosas (Can, 2013).
Resulta
clave distinguir la sintomatología normal y esperable, de
otros cuadros psicopatológicos como la depresión, la
psicosis, el trastorno de estrés post traumático o el
trastorno bipolar, cuya comorbilidad es muy frecuente en este período
vital, pero que requieren intervenciones y tratamientos
diferenciales. Las alternaciones en el estado de ánimo,
especialmente cuando están acompañadas de
psicopatología, no sólo afectan la salud de la madre
sino que interfieren en el desarrollo del vínculo con el bebé,
impactando negativamente en su desarrollo (Li
et al., 2020; Murthy et al., 2021;
Bass III & Bauer, 2018).
Además,
se analizarán diferentes escenarios de la maternidad, como el
embarazo adolescente, la pérdida gestacional, el puerperio
luego de un tratamiento de reproducción asistida, entre otros,
para tratar de identificar características diferenciales si
las hubiera.
Este
artículo presentará diferentes modelos de tratamiento e
intervenciones eficaces para el puerperio, tanto a nivel individual
como grupal.
Aspectos
psicológicos esperables y señales de alarma.
Diagnóstico diferencial
El
puerperio es un momento en la vida de la mujer en el que se producen
cambios hormonales, situacionales, y aparecen grandes estresores
(Can,
2013). Por este motivo, aparecen síntomas característicos
que son esperables en esta etapa:
Baby
blues:
es un estado emocional normal y pasajero de este período, de
altísima prevalencia, que aparece los primeros días
después del parto y que remite de manera espontánea
alrededor del séptimo día después del parto.
Estos síntomas no impiden el desempeño de las funciones
maternas (Henshaw,
2003; Bass III & Bauer, 2018). No hay evidencia clara sobre su
etiología ni desde el punto de vista biológico ni
psicológico. Dado que no es una enfermedad, no requiere
tratamiento específico aunque la psicoeducación durante
el embarazo es una buena práctica (Seyfried & Marcus,
2003).
Pensamientos
escalofriantes (Scary thoughts): son
ideas intrusivas generadas por la ansiedad, con contenido
escalofriante de algo malo que podría pasarle al bebé,
generado por la propia madre o por alguien más, y está
presente en el 91% de las madres primerizas durante el postparto
(Kleiman,
2019).
Cambios
repentinos de humor:
la inestabilidad en el estado de ánimo es un fenómeno
independiente de los baby
blues,
y debe ser entendido como criterio transdiagnóstico. Implica
cambios severos y frecuentes en el estado de ánimo, pudiendo
la madre experimentar estados de ánimo positivos y negativos
en simultáneo, generando ambivalencia. La inestabilidad en el
estado de ánimo es más frecuente, amplia y severa en
las mujeres en período perinatal, incluso en mujeres que no
tienen comorbilidad con otros diagnósticos (Li
et al., 2020).
Mientras
que estos síntomas son normales y esperables y tienden a
remitir solos luego de las primeras semanas del postparto, es
fundamental poder hacer un diagnóstico diferencial respecto de
otros cuadros psicopatológicos que pueden desarrollarse en
este periodo de la vida de una mujer, dada su vulnerabilidad:
Depresión
post parto:
Suele desarrollarse a partir de la segunda semana, alcanzando su pico
alrededor de los 4 meses posteriores al parto, pero puede
desarrollarse en cualquier momento del primer año de vida del
bebé. Los
síntomas son similares a los de una depresión pero
pueden incluir además excesiva preocupación por la
salud del bebé o por hacerle daño (Can, 2013;
Gavin et al., 2005; Sarli
et al., 2020).
Y se diferencia de los baby
blues
por la intensidad y duración de los síntomas (Bass
III & Bauer, 2018).
Tiene una prevalencia de alrededor del 20%-25%,
siendo más frecuente entre las madres de bajos recursos (Earls
& Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health,
2010), en las primíparas (Sarli et al., 2020) y
en madres que han sufrido altos niveles de estrés durante el
embarazo (García-León
et al., 2019). Otros
factores que pueden incrementar su incidencia son: no haber recibido
el curso de preparto (falta de psicoeducación), embarazo no
deseado, antecedentes psicopatológicos propios o
familiares-hereditarios (Ferrari
et al., 2021). En
la mayoría de los casos no está diagnosticada (Earls
& Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health,
2010; Seyfried & Marcus, 2003). Es
un factor de riesgo para el bienestar de la madre y el desarrollo del
bebé e impide el desempeño de la función materna
(Bass
III & Bauer, 2018).
La inestabilidad emocional en los primeros momentos del puerperio
puede ser un predictor de la depresión post parto (Li
et al., 2020). El riesgo suicida está asociado a la depresión
crónica, pero se incrementa aún más en el
puerperio (de Avila Quevedo et al., 2021).
Psicosis
puerperal:
Si bien es un trastorno mental poco frecuente, cuando sucede es
configurado como una emergencia psiquiátrica con consecuencias
devastadoras para la madre, el bebé y la familia (Perry
et al., 2021).
Se desencadena generalmente durante el primer mes después del
nacimiento del bebé y se caracteriza por síntomas como
paranoia, alucinaciones, delirios, ideación suicida u
homicida. El trastorno bipolar puede incrementar el riesgo de que se
desencadene este trastorno, pero aparece también en mujeres
sin antecedentes psiquiátricos (Bass
III & Bauer, 2018; Can, 2013).
Trastorno
de Ansiedad postparto:
El DSM 5 no menciona el trastorno de ansiedad con inicio especifico
en esta etapa vital, y esa puede ser una de las razones por las que
está subdiagnosticado, aunque los trastornos de ansiedad
postparto tienen una incidencia de alrededor del 20%.
Entre los síntomas característicos podemos mencionar:
tensión, fatiga, irritabilidad, cambios en la concentración,
e insomnio, que son al mismo tiempo síntomas comunes en el
puerperio. Pero los síntomas propios del puerperio son
transitorios y no interfieren con el normal funcionamiento. El
trastorno de ansiedad postparto, cuando no está tratado, puede
generar consecuencias severas para la madre y el bebé.
Incrementa el riesgo suicida, afecta el desarrollo del vínculo
con el bebé y su desarrollo neurológico, puede generar
abuso de sustancias y baja adhesión al tratamiento
farmacológico (Zappas
et al., 2021).
Estrés
post traumático perinatal:
puede ser definido como el conjunto de síntomas somáticos,
cognitivos, comportamentales y afectivos del trauma psicológico
(Hernández-Martínez
et al., 2019) que en este caso se asocian al embarazo o al parto. Es
un cuadro psicopatológico que surge a partir de dos elementos:
vivenciar o ser testigo de un acontecimiento de riesgo para sí
mismo u otros significativos, en este caso en la escena del parto o
alguna intervención en la que se pone en riesgo la vida de la
madre y/o el bebé; y haber respondido con miedo intenso,
horror, o impotencia. Entre los síntomas más
característicos aparecen los flashbacks de la escena
traumática, pensamientos obsesivos acerca del nacimiento,
pesadillas, pánico al pasar cerca del lugar en el que se
produjo el nacimiento, entre otros (Can, 2013); y suelen aparecer
entre las 4 y 6 semanas posteriores al parto, aunque pueden aparecer
en meses o incluso años, o embarazos posteriores. Una de cada
10 mujeres sufre de estrés postraumático perinatal
(Hernández-Martínez
et al., 2019),
y teniendo en cuenta que este cuadro puede ser producto de la
violencia obstétrica o de una situación traumática
en el parto, se hace imperiosa la necesidad de incrementar las
prácticas de parto respetado a nivel mundial. También
es frecuente en pacientes con antecedentes de abuso (Martinez-Vázquez
et al., 2021).
Trastorno
bipolar:
Es un trastorno psiquiátrico severo que afecta al 2.4% de la
población general. El parto puede ser un desencadenante muy
potente de un episodio maníaco o hipomaniaco (Sharma
et al., 2020).
El 60% de las pacientes con este diagnóstico previo tienen un
episodio en el puerperio (Perry
et al., 2021; Sharma et al., 2020). Los
episodios mixtos incrementan el riesgo suicida (de
Avila Quevedo et al., 2021). Resulta fundamental el diagnóstico
diferencial de la depresión y la psicosis (Sharma et al.,
2020).
Si
bien cada uno de estos cuadros psicopatológicos tiene entidad
propia, existe una fuerte comorbilidad entre la ansiedad y el
trastorno por estrés postraumático con la depresión,
de manera que screening positivo en depresión, que es el
cuadro con mayor prevalencia, nos obliga a descartar la presencia de
otros cuadros comórbidos (Howard
et al., 2023).
Diferentes
escenarios del puerperio
Resulta
interesante además analizar el impacto que pueden tener
diferentes contextos de la maternidad en la salud mental durante el
puerperio.
Embarazo
no deseado:
Se estima que alrededor del mundo más del 40% de los embarazos
no son planificados (Rastad
et al., 2021). Tiene
repercusiones médicas, psicológicas y sociales (Pinto
e Silva, 1998). Se
asocia a mayores índices de depresión postparto
(Esmaelzadeh
& Rahimzadeh, 2021; Ferrari
et al., 2021)
y a mayores niveles de suicidio, desnutrición durante el
embarazo y demora en el acceso a controles prenatales (Rastad
et al., 2021).
Tratamiento
de fertilidad:
Si bien el diagnóstico de infertilidad está asociado a
mayores índices de depresión, no hay evidencia de que
esto se replique en el postparto (Putnick
et al., 2020; Chen et al., 2019). Sin
embargo, la edad materna avanzada incrementa el riesgo de depresión
postparto (Bass
III & Bauer, 2018) y hay una fuerte correlación entre edad
avanzada y tratamiento de fertilidad.
Gestación
por sustitución:
Este es un tema relativamente nuevo en la perinatalidad y por lo
tanto requiere mayor investigación científica. Sin
embargo, hasta
el momento no hay evidencia contundente de que la subrogación
genere malestar psicológico significativo en la persona
gestante. Algunos estudios demuestran que las mujeres experimentan
cierto malestar psicológico leve después de entregar al
bebé, no llegando a cumplir los criterios clínicos
necesarios para el diagnóstico de depresión (van den
Akker, 2007; Söderström-Anttila
et al., 2016; Yau
et al., 2021).
Madre
soltera:
puede generar consecuencias adversas en la madre y en la relación
con el bebé por la falta de apoyo, la presión económica
y la alta demanda (Benuyenah
& Tran, 2021).
Ser madre soltera incrementa los niveles de estrés parental
(Copeland
& Harbaugh, 2005) y
el riesgo de depresión postparto (Bass
III & Bauer 2018).
Embarazo
adolescente:
Las adolescentes en el puerperio atraviesan una doble crisis vital:
la adolescencia y la maternidad (Oiberman
& Santos, 2006).
Está asociado a resultados desfavorables tanto para la madre
como para el bebé. Genera un estado de vulnerabilidad en la
salud mental hasta 3 años después del nacimiento (Boath
et al., 2013) e
incrementa el riesgo de depresión postparto (Bass
III & Bauer, 2018; Agnafors
et al., 2019).
Duelo
gestacional o perinatal:
Las madres que han parido hijos sin vida tienen mayores riesgos de
reingresar al hospital en los primeros 6 meses después del
parto, por lo que deberían ser monitoreadas y acompañadas
para detectar y prevenir complicaciones físicas y psicológicas
(Wall-Wieler
et al., 2021). Adicionalmente,
estudios han demostrado el impacto negativo de la pérdida
gestacional en la salud mental parental a largo plazo, incluso
después del nacimiento de un hijo vivo (Faleschini
et al., 2021).
Nacimiento
prematuro:
Entre el 5 y el 18% de los bebés nacidos vivos en el mundo son
prematuros (OMS, 2022). En Argentina, el último registro que
se tiene a la fecha es de cerca del 9% (MSAL, 2021). El nacimiento
prematuro incrementa los riesgos para la salud mental de las madres.
Los estudios demuestran que la incidencia de la depresión
postparto en las madres de bebés prematuros es mayor (entre 18
y 43%), y la ansiedad postparto es 2,5 veces mayor
(Murthy et al., 2021).
Intervenciones
Si
bien el puerperio es un período normal y esperable después
de la gestación, las alternaciones en el estado de ánimo,
especialmente cuando están acompañadas de
psicopatología, no sólo afectan la salud de la madre
sino que interfieren en el desarrollo del vínculo con el bebé,
impactando negativamente en su desarrollo (Li
et al., 2020; Murthy et al., 2021). De ahí la importancia de
un diagnóstico oportuno para poder utilizar intervenciones
efectivas.
Screening:
Siendo el puerperio un período de altísima
vulnerabilidad para diferentes afecciones de la salud mental de las
madres, el screening que permita detectar de manera oportuna y
efectiva los diferentes cuadros, resulta clave. Las escalas y test
generales, si bien pueden ser utilizados, no resultan del todo
precisos (Fallon
et al., 2021).
Es por eso que se fueron desarrollando diferentes instrumentos
específicos para la etapa perinatal. Lamentablemente la
mayoría de ellos no están aún validados en
Argentina.
Una
herramienta que frecuentemente se utiliza en la psicología
perinatal es la escala de Edimburgo (Edimburgh
Postnatal Depression Scale-
EPDS), un cuestionario de screening muy simple, autoadministrable, de
10 preguntas, para medir la depresión postparto. Esta escala
ha sido ampliamente utilizada en investigaciones en todo el mundo,
incluyendo la Argentina. Resultados superiores a 10 puntos indican
sospecha de depresión postparto y en ese caso es necesario
administrar otro instrumento diagnóstico como la escala de
depresión de Beck. Una respuesta positiva en la pregunta
número 10 (riesgo suicida) también equivale a sospecha
de depresión (Castle,
2009).
La utilización de la EPDS en los dos o tres primeros días
después del postparto puede predecir el nivel de depresión
postparto, si lo hubiere, en la semana 4-6 postparto (Sarli
et al., 2020; Castle, 2009).
Desde esta perspectiva, resulta clave implementar programas de
screening generales a todas las mujeres luego de un parto,
considerando que es una medición fácil de administrar y
que puede ayudar a tratar tempranamente y a prevenir la depresión
post parto.
La
GAD 7 (General
Anxiety Disorder
7) es una escala de medición de ansiedad generaliza que consta
de 7 ítems y fue desarrollada para medir el nivel de ansiedad.
Ha
demostrado ser sensible en el puerperio, con un puntaje de corte en
13 (Zappas
et al., 2021). Se ha demostrado su validez y confiabilidad en la
población argentina (Zabala et al., 2022).
El
estrés postraumático puede medirse a través de
la escala PPQ (Perinatal
Posttraumatic Stress Disorder Questionnaire)
que busca identificar los síntomas de estrés
postraumático en este momento vital. El checklist de 10
preguntas de estrés postraumático basado en los
síntomas que figuran en el DSM 5 es otro instrumento de
screening efectivo y está validado en español y en
Argentina (Motrico et al., 2021).
Terapia
individual:
la psicoterapia individual es un abordaje efectivo para el
acompañamiento de mujeres en el puerperio, y especialmente
para tratar la depresión postparto (Bass
III & Bauer, 2018).
Las pacientes transitando una psicosis puerperal pueden beneficiarse
de la psicoterapia aunque se requiere un tratamiento
interdisciplinario de mayor complejidad (Seyfried,
& Marcus, 2003).
Más
allá del tratamiento específico de los cuadros
psicopatológicos que pueden ser tratados con el enfoque
tradicional pero interpretando los síntomas en el contexto
puerperal, resulta clave recordar el concepto de transparencia
psíquica para entender la importancia de la terapia individual
en este momento vital. Monique Bydlowski
acuña esta expresión para hacer referencia a
sentimientos y vivencias infantiles inconscientes que aparecen con
mayor disponibilidad en la conciencia durante el embarazo teniendo al
mismo tiempo una mayor capacidad para resolver esos conflictos del
pasado (Cisneros
Hilario et al., 2022; Oiberman & Paolini, 2018). Por lo tanto, el
embarazo y el puerperio son momentos propicios para el desarrollo de
una psicoterapia.
Además,
hay competencias y habilidades que pueden desarrollarse a través
de la terapia individual y que pueden beneficiar a todas las madres
en el puerperio para incrementar su bienestar.
La
regulación
emocional
es importantísima en este período de alta labilidad
emocional. Implica la conciencia, la comprensión y la
aceptación de los estados emocionales. También, el uso
de estrategias flexibles y adecuadas a la situación para
abordar las emociones desagradables, así como también
comportamientos dirigidos a objetivos y abstenerse de realizar
comportamientos impulsivos cuando se experimentan emociones
desagradables. Bajos
niveles de regulación emocional están asociados a
mayores síntomas depresivos y ansiosos (Marques et al., 2018).
El espacio terapéutico puede ser un ámbito privilegiado
para el desarrollo de la capacidad de regulación emocional.
La
resiliencia,
entendida como la posibilidad de adaptarse efectivamente a los
desafíos que amenazan el funcionamiento, la supervivencia, o
el desarrollo (Julian
et al., 2021),
es una competencia clave para la maternidad. Mujeres en este período
con mayores niveles de resiliencia demostraron mayor nivel de
bienestar general, menor cantidad de síntomas psicopatológicos
y menores niveles de depresión postparto (García-León
et al., 2019).
La
autoeficacia
percibida
es clave para la transición hacia la maternidad (Shahry
et al., 2016) y debe ser uno de los focos del tratamiento
psicoterapéutico para empoderar a la madre en su nuevo rol. La
baja autoeficacia percibida se correlaciona con la depresión
postparto de tres maneras: por sentirse incapaz de alcanzar los
estándares que se impone para ser una buena madre y que le den
satisfacción; por sentirse incapaz de establecer vínculos
efectivos con otros, aspecto clave para la maternidad; y por sentirse
incapaz de frenar la rumiación relacionada con los
pensamientos depresivos (Maddux & Meier,1995). La autoeficacia
surge de la combinación del conocimiento acerca de lo que
tiene que hacer como mamá, y la confianza en que va a poder
desempeñarse efectivamente en este rol (Conrad et al., 1992).
La
confianza
puede ser entendida como la autopercepción respecto de la
habilidad para ser mamá (Çinar
& Öztürk, 2014) y resulta clave para reducir los
niveles de estrés parental (Liu et al., 2012).
El
conocimiento
acerca de la maternidad y crianza,
puede desarrollarse a través de una intervención
específica y muy efectiva como la psicoeducación.
Psicoeducación:
implica brindar información confiable a la madre en relación
a los aspectos esperables y señales de alarma en relación
al puerperio (Seyfried,
& Marcus, 2003).
La falta de psicoeducación ha sido identificada como un factor
de riesgo para el desarrollo de la depresión posparto (Ferrari
et al., 2021).
Resulta fundamental que la madre sepa que no está sola, que no
tiene la culpa, y que va a estar mejor (Bass
III & Bauer, 2018). Además, la psicoeducación debe
enfocarse en aspectos claves de la crianza y el vínculo, para
incrementar los niveles de autoeficacia y confianza, especialmente en
las madres primerizas (Çinar
& Öztürk, 2014) y reducir los niveles de estrés
(Liu et al., 2012).
Tratamiento
psiquiátrico y psicofarmacológico:
Es fundamental tener en cuenta que el apoyo psicofarmacológico
puede ser una estrategia terapéutica viable en el puerperio
incluso aunque la madre esté amamantando. La intervención
de la psiquiatría perinatal es clave para evaluar la
intensidad de los síntomas y los impactos. Este tipo de
intervenciones más complejas son especialmente indicadas para
casos de depresión postparto grave y psicosis puerperal
(Seyfried,
& Marcus, 2003).
También para el trastorno bipolar. En el caso de la ansiedad y
la depresión depende de la intensidad de los síntomas.
En los trastornos de ansiedad, la utilización de medicación
puede ser un factor ansiógeno en sí mismo que debe ser
atendido en el proceso terapéutico.
Mindfulness
y compasión:
El mindfulness puede ser definido como el esfuerzo de poner la
atención en el momento presente sin juzgarlo y con curiosidad.
La terapia cognitiva informada en mindfulness (MBCT) ha demostrado
ser efectiva para la reducción de la ansiedad y depresión
en la población general, lo que nos hace suponer que puede ser
una estrategia de intervención efectiva para este momento
vital, aunque todavía no hay investigaciones suficientes que
evidencien su efectividad (Babbar
et al., 2021; Zappas et al., 2021). El desarrollo de la autocompasión
puede ayudar a reducir síntomas de ansiedad y a desarrollar
una parentalidad más consciente (Fernandes et al., 2022).
Grupos
de apoyo:
Las mujeres transitando un puerperio deben ser alentadas a compartir
sus emociones y vivencias. Los grupos de apoyo pueden ser una
herramienta de intervención clave (Can,
2013; Bass III & Bauer, 2018). El apoyo que reciben las
integrantes está relacionado con aspectos emocionales, de
información, consejos, y operativos. Los diferentes formatos
de grupo de apoyo (presenciales, telefónicos, foros, etc) han
demostrado ser efectivos, aunque tienen también sus aspectos
negativos, por eso es importante la moderación de un
profesional especializado (Dennis,
2003; Leger & Letourneau, 2015).
Conclusiones
El
puerperio es un momento de transición en la vida de una mujer
que puede desafiarla de múltiples maneras. Su cuerpo está
en proceso de recuperación, tiene un fuerte dosaje hormonal,
aparecen cambios de humor repentinos, está privada de sueño,
e ideas escalofriantes se apoderan de su mente. Mientras su círculo
social le dice que tiene que sentirse bendecida, ella experimenta
altos niveles de malestar (Kleiman
& Wenzel, 2020).
Todos
estos cambios que se producen durante el puerperio ponen a la mujer
en un estado de vulnerabilidad que la hacen proclive a desencadenar
diferentes cuadros psicopatológicos.
La
depresión postparto afecta no sólo el bienestar de la
madre sino la capacidad de establecer un vínculo seguro con el
bebé y su desarrollo neurológico, cognitivo y
comportamental (Li
et al., 2020; Murthy et al., 2021; Bass
III & Bauer, 2018).
De ahí la importancia del diagnóstico oportuno.
La
resiliencia es un factor protector de la salud mental durante el
puerperio. Las mujeres con mayor nivel de resiliencia, mejor
regulación emocional y vínculos saludables, tienen
mayor bienestar durante el postparto (Kornfield
et al., 2021). La
autoeficacia percibida brinda seguridad y confianza para desempeñarse
como mamá.
La
ausencia de diagnóstico oportuno pone en evidencia la
importancia del trabajo interdisciplinario entre la pediatría
y la psicología perinatal (Bass
III & Bauer, 2018; Earls
& Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health,
2010). Solo dos preguntas a la madre son suficientes para la
derivación a psicología:
En
las últimas dos semanas:
-¿Te
has sentido bajoneada, deprimida, o desesperanzada?
-¿Has
sentido falta de interés o placer en hacer las cosas?
La
respuesta afirmativa en cualquiera de las dos preguntas puede
indicarnos sospecha de depresión (Earls
& Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health,
2010) y
resulta necesaria la derivación al servicio de salud mental.
Es
fundamental que podamos poner el foco en el diagnóstico
precoz. La versión digital para Android de la EPDS
autoadministrable puede ser una manera efectiva de detectar
precozmente la depresión postparto (Sarli
et al., 2020).
La
psicoeducación aparece como un factor protector clave (Ferrari
et al., 2021; Bass III & Bauer, 2018),
dándole a la madre herramientas para identificar su malestar y
pedir ayuda. El seguimiento profesional no solo desde pediatría
y obstetricia sino también desde salud mental resulta
fundamental para detectar los síntomas de manera oportuna
(Wall-Wieler
et al., 2021). El rol del psicólogo perinatal, especializado
en embarazo, nacimiento, y primeros meses después del parto,
es importantísimo para apuntalar no sólo el bienestar
psicológico de la madre sino también del bebé
(Oiberman
& Santos, 2006).
Un
proverbio africano nos recuerda que "para criar a un niño
hace falta una tribu entera", pero las madres de la
postmodernidad se han quedado solas. El apoyo social es uno de los
factores protectores más importantes en la salud mental, por
lo que resulta fundamental que la madre sepa que no está sola
(Bass
III & Bauer, 2018; Can, 2013; Kim
& Tamim, 2014).
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