¿Qué
es la procrastinación?
La
procrastinación hace referencia a un patrón conductual
caracterizado por el hecho de postergar una o varias actividades, ya
sea en su inicio, desarrollo o finalización (Steel, 2007).
Cabe destacar que en varias ocasiones la persona termina finalizando
la actividad, pero hasta ese momento ya ha pasado tiempo sin realizar
avances, haciendo otras actividades que nada tienen que ver con la
primera, incluso en presencia de sensaciones de estrés por no
cumplir con lo que debía realizar. Toda una serie de conductas
que sostenidas en el tiempo repercuten en la salud, al vivenciar
sensaciones, emociones y pensamientos displacenteros.
Se
destaca el carácter voluntario de la conducta en el
aplazamiento de sus compromisos personales y en su lugar se realizan
otras actividades innecesarias, a pesar de ser conscientes de las
consecuencias que esto acarrea (Angarita, 2012). Se da una marcada
discrepancia entre la intención y la acción propiamente
dicha. Hay obstáculos que se presentan a la hora de la
ejecución, como dificultades en relación a escaso o
nulo repertorio de habilidades relacionadas con el estudio,
afrontamiento de exámenes, manejo de emociones displacenteras,
control de impulsos, entre otras.
La
procrastinación, lejos ser un problema que se circunscribe a
una sola área de vida, puede manifestarse en el ámbito
laboral, familiar, de pareja, cuidado de la salud, capacitación
y desarrollo profesional, uso del tiempo libre como así
también en el ámbito académico (Angarita
Becerra, 2012). Y si bien topográficamente puedan parecer
distintas, por ejemplo posponer ir al médico y postergar un
examen, ambas conductas pueden tener una misma función (alivio
de malestar), teniendo equivalencia funcional. Esto quiere decir que,
por más que en su presentación sean diferentes,
dependen del mismo contexto: los eventos y relaciones que explican la
ocurrencia de la conducta son similares (ante qué antecedentes
aparece y qué consecuencias/efectos ocasiona).
Si
bien es una problemática que puede darse en diversos ámbitos
y momentos, la procrastinación académica es un
comportamiento que encuentra una alta prevalencia en la población
universitaria. Se estima que entre el 80% y el 95% del estudiantado
universitario adoptó en algún momento conductas
dilatorias, el 75% se autopercibe como alguien que procrastina y el
50% aplaza frecuentemente la dedicación a los estudios (Steel,
2007).
Algunas
investigaciones muestran el impacto de la procrastinación
académica: reducción del tiempo de estudio, bajo
desempeño académico; precario, temporal y superficial
aprendizaje; bajas calificaciones, pérdida de oportunidades;
exámenes desaprobados y abandono de carrera (Beswick et al.,
1988; Rabin et al., 2011; Rothblum et al., 1986; Senecal et al.,
1995). Es por esto que tomar consciencia de los costos que esta
conducta trae aparejado es tan relevante y por lo cual, a lo largo de
los años, en el campo de la psicología han ido
surgiendo abordajes terapéuticos que buscan dar respuesta a
una problemática de alta prevalencia y consecuencias en las
personas.
¿Qué
es la Terapia de Aceptación y Compromiso?
Durante
los últimos años, han emergido un amplio número
de terapias psicológicas desde la tradición conductual
que comparten algunos aspectos en común, y que han sido
denominadas por Hayes (2004) como "La Tercera Ola de terapias
de conducta". Entre ellas se encuentra la Terapia de Aceptación
y Compromiso (Hayes et al., 1995), un modelo de terapia de conducta
basado en la evidencia que ha mostrado ser efectiva en el tratamiento
de problemáticas como ansiedad, depresión, consumo
problemático de sustancias, dolor crónico, entre otros
(Gloster et al., 2020).
Este
conjunto de terapias traza una diferencia con los abordajes TCC
clásicos en relación al foco de intervención,
incluso en la conceptualización de los pensamientos y
causalidad o no en los patrones de conducta de las personas. La
terapia de aceptación y compromiso (de ahora en más
ACT, por sus siglas en inglés y su común utilización
de esta forma) busca transformar las funciones o la relación
que el individuo tiene con sus experiencias internas (pensamientos,
emociones, sensaciones, etcétera), en vez de alterar la forma
o el contenido de las mismas.
El
cambio principal es que en ACT el foco está puesto en cómo
nos relacionamos con lo que pensamos y sentimos y no solo en el
contenido del pensamiento como elemento causal de conductas. En
concreto, se pone el énfasis en aprender a no tomar los
pensamientos como categorías definitorias, literales y
verídicas en todo momento sino en observar y abrirse a la
experiencia del pensar sin tener una intención de control,
modificación y/o eliminación de la misma. El no
emprender una agenda de control de los pensamientos permite prevenir
el malestar asociado y centrar la energía en emprender las
acciones efectivas que pueden aliviar el sufrimiento (Hayes &
Wilson, 1995).
Modelo
psicopatología y salud
Para
ACT el sufrimiento humano está dado por la rigidez
psicológica, por ciertos procesos que deterioran la capacidad
de responder de manera flexible y significativa a contextos
cambiantes (Maero, 2022). Esto se traduce en un repertorio de
conductas estrecho, que tienen como función evitar y/o escapar
del malestar como estrategia principal, y con una cantidad menor de
acciones orientadas a aquello que es valioso para la persona.
ACT
busca modificar la relación con el malestar partiendo de la
base de que centrarse en el control del malestar, dejarse llevar o
quedarse fusionado a él supone perder la dirección
hacia fines valiosos. Por lo que ACT buscará generar un
repertorio amplio y flexible de acciones encaminadas a avanzar hacia
metas u objetivos orientados a los valores personales (Luciano y
Valdivia, 2006; Páez Blarrina y Montesinos Marín,
2016).
Este
modelo plantea que hay repertorios conductuales que denotan mayor
rigidez psicológica y sufrimiento y, por otro lado, acciones
que expresan flexibilidad psicológica, variabilidad conductual
y acciones cargadas de sentido y propósito. Ambos registros
están conformados por seis procesos de flexibilidad y seis
procesos de inflexibilidad o rigidez. Estos procesos se expresan a
través del modelo gráfico llamado Hexaflex {ver figura 1}.
La
alternativa que propone ACT es la flexibilidad psicológica,
definida por Hayes y otros (2006) como la habilidad de contactar
plenamente con el momento presente, ser consciente y poder apreciar
con distancia los pensamientos y sensaciones que se tienen y
persistir o cambiar el comportamiento cuando hacerlo sitúe a
la persona en una dirección valiosa. Se busca que se pueda
desarrollar un repertorio de conductas flexible y sensible al
contexto.
La
flexibilidad psicológica es una meta habilidad que implica
seis sub-habilidades o procesos: Aceptación, Defusión,
Contacto con el momento presente, Yo contexto, Valores y Acción
Comprometida (Hayes et al., 1996). A continuación se definirán
brevemente tanto el proceso de flexibilidad como de inflexibilidad
psicológica.
Aceptación
se refiere a la capacidad de una persona para recibir todas aquellas
experiencias internas sin luchar contra las mismas (Harris, 2009).
Asumir una actitud de apertura y disposición a experimentar
aquello que se pueda estar dando dentro de cada uno/a, aunque pueda
resultar desagradable, indeseable o inoportuno. En cambio, la
evitación
es el proceso inflexible, en el que la persona no tiene ninguna
disposición a estar en contacto con su malestar, por lo que
emite conductas de control con motivo de modificar el mismo, ya sea
suprimiendo, cambiando o evitando dichas experiencias desagradables.
Defusión
es el proceso que tiene como objetivo que la persona pueda
distanciarse de la toma del contenido literal de sus pensamientos
(Hayes et al., 2012). Aquí se plantea una gran diferencia con
modelos de terapia cognitivo conductuales clásicos, en
referencia a que el foco no está en el cambio de contenido,
sino en transformar la relación y las funciones de la persona
para con sus contenidos verbales. La fusión
cognitiva
se refiere al proceso por el cual quienes piensan están
influenciados por el contenido de sus pensamientos en lugar de
considerarlos como estados internos transitorios (Greco et al.,
2008). La persona tiene una relación con sus pensamientos de
creencia casi absoluta en ellos, considerándolos como
realidades descriptivas de lo que acontece. Hay una literalización
de los contenidos mentales.
Otro
proceso que encontramos es el Contacto
con el momento presente.
Consiste en la capacidad de dirigir la atención de forma
deliberada, flexible y focalizada (Maero, 2022). Estas tres
cualidades son las que le permiten a la persona tener mayor
flexibilidad en el direccionamiento de su atención plena al
aquí y ahora, lo cual le permite una toma de decisión
más sensible al contexto actual. En tanto que la atención
inflexible
se refiere a la dificultad para prestar atención a la
información importante, la tendencia a rumiar o preocuparse en
exceso (Hayes et al., 2012). Se puede ver a través de realizar
acciones en piloto automático, sin tomar contacto de forma
consciente con la experiencia actual, quedando pegado a pensamientos
del pasado o el futuro.
El
yo
como contexto
se refiere a una posición de observador frente a eventos
psicológicos en lugar de creer que son aspectos que definen a
la persona en sí misma (Monestès et al., 2009). Esta
habilidad tiene que ver con la posibilidad de tomar distancia del
autoconcepto que las personas han construido de sí mismas,
pudiendo notar las situaciones y vivencias desde un rol de
observador, percibiendo el momento a momento. Sumado al hecho de
disponer de mayor flexibilidad a la hora de comportarse, sin quedarse
pegados con esas supuestas autodefiniciones. Por su parte, el yo
como concepto
puede ser definido por la identidad que una persona se construye a sí
misma o al mundo a partir del lenguaje y lo que define del mismo
(Hayes et al., 2012). El Yo
concepto
se ve manifestado en el apego a las autodefiniciones verbales o
historias narradas que cuenta alguien sobre sí mismo, siendo
esto como un libreto que determina su variabilidad conductual, es
decir, hace o no hace, si este acto es coherente con ese concepto que
tiene de sí.
Valores,
es una de las propuestas raíz en ACT, ya que esto le conferirá
la direccionalidad a los actos realizados. Los valores dan sentido y
vitalidad a la vida de una persona y la confusión de ellos
puede conducir a comportamientos disfuncionales o inflexibles (Hayes
et al., 2012). La falta de clarificación de valores, conlleva
a una pérdida de direcciones vitales o valiosas para la
persona y esto puede verse en falta de objetivos, metas o razones que
demarquen un horizonte al cual dirigirse a través de diversas
acciones; o en su defecto, seguir aquello que socialmente está
bien considerado pero poco tiene que ver con las motivaciones
genuinas de la persona; por ejemplo "ser un estudiante 10",
en el caso de que para la persona esto no sea relevante pero para
cierto sector social sí lo sea.
Acción
comprometida
es un proceso que se puede definir por la participación en
comportamientos coherentes con los valores a través de un
conjunto de acciones y decisiones, a pesar de sensaciones internas
desagradables (Neveu y Dionne, 2010). La Inacción
y/o impulsividad
son dos formas de dar cuenta de mayor inflexibilidad psicológica
en este aspecto. Acciones puramente emocionales, sin tener en cuenta
si es una conducta basada en valores, o, en su defecto, una pasividad
que puede resultar sumamente frustrante para la persona en algunos
casos.
Una
mirada a la procrastinación desde ACT
Desde
el punto de vista de ACT la procrastinación puede ser
entendida como un patrón de conducta rígido,
caracterizado por la evitación de experiencias displacenteras.
Algunas investigaciones sobre el marco conceptual de ACT en relación
con la procrastinación han encontrado evidencia de que está
relacionada con niveles más bajos de aceptación,
atención plena y acción comprometida (Glick et al.,
2014; Sirois y Tosti, 2012; Gagnon et al., 2016).
Por
otro lado, Eisenbeck y otros (2019) aportan que los niveles más
altos de procrastinación se relacionan con elevada angustia
psicológica, inflexibilidad psicológica, ansiedad,
depresión y estrés. Estas conclusiones se relacionan
con la visión presentada por otras investigaciones sobre la
relación entre procrastinación y estrés (Sirois,
2023), lo cual plantea a las conductas de procrastinación como
estrategias desadaptativas de regulación emocional ante
experiencias académicas displacenteras.
Esta
conceptualización es muy cercana a lo que plantea ACT en el
abordaje de las problemáticas psicológicas, en las
cuales los comportamientos inflexibles pueden estar dados por dos
grandes procesos que son la evitación experiencial y la fusión
cognitiva.
Mandil
y otros (2017) expresan que la fusión cognitiva es entendida
como la predominancia de las funciones simbólicas del lenguaje
por sobre las funciones directas de un estímulo, es decir, los
pensamientos son tomados como literales o verdades absolutas que
guían el comportamiento, a pesar de la experiencia directa que
se tiene en el contexto actual. Esto se vuelve problemático
cuando domina de forma excesiva la conducta, por ejemplo pensamientos
como "me va a ir mal", "yo funciono bajo presión,
así que voy a estudiar unos días antes".
La
evitación experiencial está caracterizada por conductas
dirigidas a evitar y suprimir la presencia de malestar, ya sean
pensamientos, recuerdos, sensaciones o sentimientos que se acompañan
de malestar (Hayes, 1996). Estas conductas no son patológicas
per
se,
se consideran así cuando interfieren con valores, afectando
las diferentes áreas vitales de la persona, en detrimento del
desarrollo de una vida con sentido y propósito.
Es
por esto que entendiendo a la procrastinación como un
repertorio estrecho de conductas que tiene la función de
evitar experiencias displacenteras y el apego a pensamientos
definitorios literalizados sobre lo que hacen o la visión de
sí mismo que tienen, el modelo de Flexibilidad
psicológica,
junto con el desarrollo de los seis procesos, será una buena
opción para lograr mayor variabilidad conductual y acciones
dirigidas a valores.
En
el plano académico, muchas actividades evocarán
emociones tales como ansiedad, frustración, vergüenza,
tristeza y demás, y con mayor presencia e intensidad en
contextos específicos de evaluación. Ante esto, y la
serie de actividades que los/as estudiantes deben realizar, es muy
probable que se den conductas de procrastinación. Varios
estudios han reportado el vínculo entre la no aceptación
de estados displacenteros como frustración, afecto negativo, y
angustia, y el aumento de procrastinación (McCown et al.,
2012; Wohl et al., 2010). Siendo esto una muestra de que cuanta mayor
capacidad de aceptar y vivir sus experiencias internas se tenga,
mayor posibilidad de no comportarse bajo seguimiento de reglas
inflexibles y poder efectuar acciones dirigidas a valores.
Para
esto, el desarrollo de habilidades de aceptación le permitirán
al sujeto el entrenamiento y ejecución de mayor disposición
a estar en contacto con esas experiencias, permitiendo que el
afrontamiento de dichas instancias sea más adaptativo y
funcional, sin tener que realizar de forma inmediata conductas de
escape y evitación. Sumado a que serán acciones basadas
en valores del tipo académico, como avanzar en la carrera de
forma comprometida, teniendo como consecuencia sensaciones de
plenitud y orgullo por lo realizado.
Estudios
recientes han identificado vínculos entre la atención
inflexible y la procrastinación. Gagnon y otros (2016)
identificaron una correlación negativa entre atención
plena y procrastinación. Además, Sirois y Tosti (2012)
observaron correlaciones negativas moderadas entre conciencia y
procrastinación, y entre mindfulness, estado de ánimo
depresivo y ansiedad. Así, explican cómo una persona
que está más atenta al momento presente tiene menos
tendencia a reaccionar impulsivamente a las emociones asociadas con
las tareas escolares. Por ende, si en etapas de preparación de
exámenes, un estudiante se encuentra más enfocado en el
posible error futuro de una evaluación, desencadenando una
respuesta de miedo y/o ansiedad, probablemente responda de forma
impulsiva queriendo dejar de estudiar para evitar estar en contacto
con dicha emoción, lo cual hablaría de un repertorio
inflexible de la capacidad atencional.
Los
ejercicios derivados del Mindfulness tienen un papel importante en la
autorregulación de experiencias internas y comportamiento,
teniendo como una de tantas consecuencias el desarrollo de
repertorios flexibles de atención al momento presente. Por
ejemplo técnicas dirigidas al reconocimiento de emociones,
sensaciones o identificación de pensamientos en el momento
presente. De hecho, en su revisión de la literatura, Brown et
al. (2007) reportan los efectos positivos del mindfulness en la
autorregulación de emociones, cogniciones y conductas.
Por
el lado de la Fusión
cognitiva,
probablemente muchos estudiantes sean sensibles a quedarse pegados a
pensamientos displacenteros sobre posibles resultados, rendimiento u
opiniones de quienes evalúan su accionar académico.
Muchos pensamientos son moduladores del estado de ánimo,
teniendo como correlato la respuesta emocional pertinente al tipo de
pensamiento que se ha tomado como literal. McCown y otros (2012)
encontraron que quienes procrastinan tienden a realizar más
autocríticas sobre su desempeño que aquellos que no
procrastinan. Por otro lado, Flett y otros (2012), indican que este
tipo de pensamientos centrados en la persona y su rendimiento están
correlacionados con reacciones emocionales y conductas desagradables
que, a su vez, se vinculan con mayor procrastinación.
Por
lo que el desarrollo de habilidades de Defusión,
a través de metáforas, ejercicios vivenciales, le
permitirá a la persona tomar distancia de aquellos contenidos
verbales, teniendo la posibilidad de realizar acciones más
sensibles a los aspectos valiosos de su vida, y no tanto en base a la
impulsividad inmediata como respuesta a procesos de fusión
cognitiva. La finalidad será modificar la función
aversiva que los pensamientos tienen al ser tomados como literales.
Hayes
y otros (2012) sugieren que una persona al centrarse demasiado en las
conceptualizaciones rígidas, reduce el rango de
comportamientos en los que puede participar, porque tenderá a
actuar de forma coherente con la concepción que tiene de sí
misma. Esto hace referencia a cuando hay un una fuerte presencia del
Yo-Concepto, es decir, cuando para la persona es real todo aquello
que percibe de sí mismo y como se presenta ante su contexto
vincular.
Una persona que se autodefine como procrastinadora
verá como poco coherente con la visión que tiene de sí
misma el hecho de ponerse a estudiar con mayor tiempo de antelación,
incluso puede quedarse fusionada a autodefiniciones como "yo
estudio mejor bajo presión". Aquí se ve
claramente un ejemplo de conducta gobernada por reglas, en las que el
repertorio de acción es estrecho y solo se ejecuta el
comportamiento evocado por dicha regla verbal, en tanto que estudio
mejor si es bajo presión, por lo tanto, si no estudio bajo
presión no lo haré bien. Dando esto como resultado el
refuerzo de la conducta de procrastinar y del autoconcepto de
procrastinador.
Cuando
la persona va desarrollando la capacidad de apelar a su Yo-Observador
las autodefiniciones no son tomadas como realidad, sino que se
autopercibe como una persona cambiante que más allá de
su historia de aprendizaje y lo que en algún momento funcionó,
puede reorientar su conducta hacia objetivos o metas valiosas que
signifique acercarse al tipo de estudiante que le gustaría
ser.
La
clarificación de valores es una instancia crucial en ACT, ya
que esto le conferirá sentido a las acciones que se lleven a
cabo y específicamente si eso permite acercarse o no a aquello
que es importante para cada persona. Los valores están
presentes como horizonte, como función motivacional, y sirven
para darle sentido al comportamiento, impregnar las acciones de
dirección y propósito, aportar vitalidad a la conducta
momento a momento. En el caso de la persona que se encuentra
procrastinando en el área educativa, sería fundamental
identificar aquellos valores académicos que evidencian el tipo
de estudiante que le gustaría ser, para luego identificar las
acciones de compromiso concretas que le permitan conferir sentido a
su día a día, sea en tareas de estudio, actividades
prácticas, rendir, etcétera.
Es
importante explicitar que valores y metas no son lo mismo. Ya que
estas últimas tienen un final, es decir implican un resultado
a alcanzar, por ejemplo "presentarme a un examen",
"recibirme", "conseguir un trabajo". En
cambio, los valores no se agotan en sí mismo, ya que no
indican el alcance de un resultado específico. Por ejemplo
"ser un estudiante comprometido y entusiasta a la hora de
participar" es algo que puede ser llevado a cabo a través
de participar en clase, presentarse a un examen, estudiar a tiempo,
unirse a grupos de estudio, etcétera Lo cual permite un
repertorio de acciones más amplio y flexible. Una acción
orientada a una meta que no genera los resultados esperados puede
vivenciarse como frustrante; en cambio, una acción orientada a
valores a pesar de que no se obtengan resultados favorables es
valiosa de todos modos, porque la satisfacción está en
la acción misma (Maero, 2022).
Algunos
estudios reportan un vínculo entre la procrastinación y
la dificultad para perseverar en el logro de metas a largo plazo
(Gustavson et al., 2014) y su correlato con impulsividad (Loehlin y
Martin, 2014). El foco en el proceso de acción comprometida
permitirá basar la toma de decisiones en acciones
significativas y que permitan acercarse a aquello que es valioso. Al
enmarcar acciones basadas en valores, la persona tendrá un
factor motivacional más genuino que aquello que pueda ser una
regla social. Por ejemplo, una cosa es "quiero ser un
estudiante responsable y eso lograrlo a través de estudiar 2
horas al día y ver videos sobre contenidos de la materia en
Youtube" y otra cosa es "quiero ser un buen estudiante y
no desaprobar nunca". Si bien, cada enunciado tiene su
contenido de verdad, el primero tiene un desarrollo más
personal, específico y plausible para la persona.
El
trabajo con acción comprometida también implica la
formulación de objetivos concretos y realizables. Ya que
plantear generalidades como "estudiar más", puede
que sea más propenso a ser postergado ya que lo puedo hacer
hoy, mañana, pasado. Sin embargo, enunciados muy específicos
como "estudiar tres unidades en una hora" puede que tenga
posibilidad de no alcanzar a ser realizado, por la dificultad del
planteo, lo cual, tendrá mayor tendencia a evocar frustración
y/o ansiedad, teniendo como resultado abandonar una vez más el
estudio.
El
entrenamiento en estos seis procesos o habilidades propuestos por
ACT, impacta en diversos factores que han sido correlacionados con la
procrastinación. Es un enfoque novedoso y la aplicación
en este ámbito también. Es por esto que en los últimos
años ha ido aumentando la producción científica
al respecto, ya que interesa ver la eficacia del modelo para el
abordaje de la problemática.
Eficacia
de intervenciones basadas en ACT
Al
ser un abordaje dentro de las terapias basadas en la evidencia, es
fundamental que ACT cuente con sustento empírico acerca de la
implementación de protocolos de intervención en el
abordaje de ciertas problemáticas.
Hasta
el momento hay algunas investigaciones que se han llevado a cabo para
evaluar la eficacia de ACT sobre la procrastinación. Los
protocolos de intervención propuestos varían en
duración, frecuencia, modalidad y en la focalización en
algunos procesos de ACT por sobre otros.
Estos
estudios informan acerca de la eficacia de ACT como propuesta de
intervención para la reducción de conductas de
procrastinación. Algunos de ellos se comparan con tratamientos
basados en terapia cognitivo conductual y otros con lista de espera.
Evalúan los cambios comparando tiempos de administración
de instrumentos de medición (pre, post y follow) intragrupo e
intergrupo.
La
tendencia que puede observarse es que la procrastinación
académica y algunas variables asociadas a ellas (como
angustia, miedo al fracaso, ansiedad, etcétera) se reducen
luego de que la persona pasa por una propuesta de tratamiento. En el
caso particular de ACT en comparación con la propuesta TCC
(Wang et al., 2016) se identifica que los cambios obtenidos en el
caso de las personas expuestas a la primer condición de
tratamiento (ACT) se mantuvieron en el Follow UP (FU), dando cuenta
que la Terapia de Aceptación y Compromiso genera cambios más
duraderos en el tiempo.
Para
finalizar, cabe destacar que los estudios que buscan evaluar la
eficacia de ACT son escasos hasta el momento, mostrando resultados
alentadores y que invitan a que la investigación al respecto
siga creciendo. Dentro del contexto latinoamericano no se han
encontrado producciones científicas al respecto, al menos
publicadas. Desde la Universidad Nacional de Córdoba,
Argentina, en el Laboratorio de Evaluación Psicológica
y Educativa, estamos llevando a cabo una línea de
investigación en relación a la procrastinación y
a evaluar la eficacia de ACT y TCC. Esperamos que los resultados de
estas propuestas puedan ser un aporte de la comunidad local al
contexto general científico y poder de esa forma desarrollar
propuestas de intervención basadas en la evidencia y que sean
beneficiosas para la población.
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