El
ejercicio de la psicología suele aportar una elevada
satisfacción personal (Rao y Mehrotra, 1998). Sin embargo, al
igual que otras profesiones, puede ser también una fuente de
riesgo psicosocial, debido a que es una ocupación en la que el
profesional mantiene una relación muy estrecha con las
personas a las que debe atender. Tal relación supone a menudo
la exposición a experiencias emocionales intensas, a través
de las historias de sufrimiento, trauma y pérdida (Rabu et
al., 2016). La psicoterapia impacta sobre la vida y el quehacer del
terapeuta al ser incluido de una manera tan íntima en el mundo
interno de los pacientes (White, 2002).
Entre
los estresores que encontramos los profesionales de la psicología
en la práctica clínica están la sobrecarga de
trabajo o la insatisfacción (Baird y Kracen, 2006; Farber y
Heifetz, 1981), el sobreinvolucramiento (Farber y Heifetz, 1982), el
trabajo con pacientes con ideación suicida (Bühlmann et
al., 2021), la vivencia de tragedia y pérdida cuando un
paciente muere o se suicida (Hendin et al., 2004; Hendin et al.,
2000), entre otros. El trabajo con el sufrimiento humano y la
experiencia continua con estos estresores puede derivar en desgaste
laboral o burn out (Ackerley et al., 1988; Aron y Llanos, 2001;
McLean y Wade, 2003).
El
desgaste laboral produce un impacto negativo no solo sobre el
profesional sino también sobre la calidad del trabajo y la
atención brindada. Aumentan las licencias, los ausentismos y
disminuye la productividad. De hecho, algunos autores sostienen que
un profesional desgastado laboralmente realiza un trabajo deficiente,
lo que va en desmedro del paciente (Gentry, 2003; Salston y Figley,
2003; Valent, 2002).
El
Síndrome de burnout, una de las conceptualizaciones sobre
desgaste laboral, fue definido por Maslach y Jackson (1981)
como un síndrome de estrés crónico caracterizado
por agotamiento emocional (que se refiere a la disminución y
pérdida de recursos emocionales), despersonalización
(consistente en el desarrollo de actitudes negativas, de
insensibilidad y de cinismo hacia los receptores de servicio
prestado) y realización personal reducida (con tendencias a
evaluar el trabajo propio de forma negativa, con vivencias de
insuficiencia profesional y baja autoestima), propio de aquellas
profesiones de servicios que se distinguen por una atención
intensa y prolongada con personas que están en una situación
de necesidad o dependencia. Este síndrome se asocia con
insatisfacción laboral, estados emocionales negativos,
degradación de la competencia profesional y de la propia
imagen, caída de la autoestima y de la percepción de la
eficacia personal (Rodríguez, 1995).
La
principal herramienta de trabajo con la que contamos los y las
psicoterapeutas es con la propia persona del terapeuta, es por esto
que para poder promover el bienestar y prevenir el desgaste laboral
resulta de fundamental importancia el autocuidado personal (Arón
y Llanos, 2001; McLean y Wade, 2003; Norcross y VandenBos, 2018). El
autocuidado ha sido descripto como una competencia o una serie de
habilidades del terapeuta que le permiten afrontar situaciones de
estrés, detectar, enfrentar y resolver situaciones de desgaste
asociadas al ejercicio profesional (Betta Olivares et al., 2007). Las
prácticas de autocuidado involucran actividades o acciones que
ocurren dentro de la consulta así como actividades que tienen
lugar fuera del consultorio, la posibilidad de "dejar el
trabajo en la oficina" y la búsqueda de un equilibrio
entre la vida personal y profesional (Norcross
y VandenBos, 2018).
Aron y Llanos (2001) señalan como factores personales
protectores vinculados con el autocuidado el registro y la
visibilización del malestar, tener espacios de descompresión,
mantener áreas personales libres de contaminación y
espacios de distracción, evitar la saturación de las
redes personales, mantener la formación profesional y la
investigación, ubicar con claridad las responsabilidades de
los roles profesionales.
La
evidencia científica respalda el valor de la persona del
terapeuta y de una buena relación terapéutica como
factores involucrados en el resultado de la terapia (Ardito y
Rabellino, 2011; Lambert y Barley, 2001). Sin embargo, ni en los
planes de estudio de la formación ni en nuestras propias
prácticas solemos darle la importancia que realmente tiene el
cuidado de nuestra propia salud y la detección de indicadores
de estrés (Norcross y VandenBos, 2018; Baringoltz, 2000).
Poner
en valor la persona del terapeuta implica también poner
atención al propio cuidado del terapeuta, una de las partes
implicadas en el vínculo terapéutico.
El
objetivo del presente trabajo fue evaluar la relación entre
las conductas de autocuidado con síntomatología de
estrés, burnout y engagement laboral en psicólogos
clínicos.
Materiales
y Métodos
Participantes
Se
realizó un estudio de encuestas online de diseño
transversal y muestreo accidental. La muestra estuvo conformada por
114 psicólogos clínicos de los cuales 23 eran varones y
91 mujeres. Entre éstos, 27 tenían edades entre 21-30
años, 57 pertenecían al rango etario de los 31-40 años,
17 tenían entre 41 y 50 años, y 14 eran mayores de 50
años. Otros 12 profesionales no completaron la encuesta.
Tanto
el proceso de investigación como el posterior análisis
se realizó respetando los derechos humanos de los
participantes, siguiendo los lineamientos del código de
Nuremberg (1947), el Código de Ética del Colegio de
Psicólogos de la Provincia de Córdoba (2016) y el
Código de Ética de la F.e.P.R.A. (2013).
Procedimiento
Para
la elaboración de la encuesta y registro de las respuestas se
utilizó LimeSurvey. La encuesta se administró on-line y
se distribuyó por cuentas de correo electrónico, redes
de whatsapp y facebook. Previamente se realizó un estudio de
juicio de expertos para la valoración semántica de los
reactivos y se los aplicó en un grupo reducido de psicólogos
clínicos en ejercicio a modo de prueba piloto (Tuninetti y
March, 2016).
Instrumentos
Cuestionario de
variables sociodemográficas.
Se elaboró un cuestionario para solicitar información
sobre la edad, género, estado civil, región del país
donde trabaja y años de experiencia del psicólogo
clínico. Asimismo, se recogió información en
relación a ocupación, cantidad de cargos o trabajos,
cantidad de horas semanales promedio de trabajo, y ámbito de
práctica profesional (particular, privado o público).
Inventario
de Burnout en Psicólogos (IBP).
Diseñado específicamente por Benevides y cols. (2002)
para evaluar los procesos de SBO en los psicólogos, consta de
treinta ítems distribuidos en tres escalas: cansancio
emocional, despersonalización y realización personal.
Los ítems conforman una escala tipo Likert con seis opciones
de respuesta, que van desde "nunca", que tiene valor de
1, hasta "siempre", con valor de 6. Una característica
de este instrumento es que fue desarrollado de tal forma que puede
aplicarse a las diferentes áreas de la práctica
profesional de la psicología clínica, educativa,
organizacional y otras. La validación preliminar del IBP ha
mostrado que es apropiado para el propósito para el que se
elaboró. Compuesta de tres factores: cansancio emocional,
realización personal y despersonalización. Los valores
de fiabilidad de las escalas (alfa de Cronbach) obtenidos en un
estudio realizado en una muestra de psicólogos mexicanos
(Moreno y cols., 2006) fueron de 0,87 para cansancio emocional, 0,81
para realización personal en el trabajo y 0,87 para
despersonalización. En el presente trabajo se observaron los
siguientes valores de fiabilidad: cansancio emocional α=0,88;
realización personal α=0,80
y; despersonalización α=0,87.
Inventario
de Sintomatología de Estrés (ISE).
Elaborado como una segunda parte del IBP, evalúa las secuelas
psicológicas y fisiológicas del SBO. El instrumento
consta de treinta ítems, quince de los cuales son básicamente
de tipo físico funcional o psicosomático (por ejemplo,
dolor de cabeza, dolores musculares, etc.) y los otros quince de tipo
psicológico o social (por ejemplo, irritabilidad fácil,
dificultad para controlar la agresividad, etcétera). La escala
de respuestas a la frecuencia de la sintomatología es de tipo
Likert con cinco opciones de respuesta, que van desde "nunca",
con valor de 0, a "asiduamente", con valor de 4. Para
este instrumento se reporta una consistencia interna aceptable,
aunque claramente menor en lo relativo a sintomatología física
(0,72), pero que se halla dentro de los márgenes habituales de
aceptabilidad; en el caso de la sintomatología psicosocial, la
consistencia es de 0,85.
Escala
de conductas de Autocuidados para Psicólogos Clínicos
(EAP).
La EAP permite medir la frecuencia de emisión de una serie de
conductas y condiciones de autocuidado. Está compuesta por 10
ítems, de los cuales 8 representan conductas de autocuidado
(ítems 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8, 9) y dos incorporan condiciones de
autocuidado (ítems 3 y 10). La EAP es un instrumento fiable
(alfa de cronbach de 0.79), que posee una estructura unifactorial
compuesta por sus 10 ítems y tiene validez convergente al
asociarse inversa y significativamente con los niveles de estrés
traumático secundario y de depresión (r de Pearson de
-0.71 y -0.61 respectivamente) (Guerra et al., 2008).
Cuestionario
de Engagement laboral UWES (Utrecht Work Engagement Scale.
Esta
escala mide engagement laboral, fenómeno conceptualmente
opuesto al burnout. La escala está compuesta por 17 ítems
distribuidos en tres factores: 1) vigor (6 ítems, e.g., «En
mi trabajo me siento lleno de energía»), 2) dedicación
(6 ítems, e.g., «Mi trabajo tiene sentido») y 3)
absorción (5 ítems, e.g., «Cuando estoy
trabajando olvido todo lo que pasa a mi alrededor»). Se utilizó
una escala Likert de siete posiciones (desde 0 =«nunca»,
hasta 6 = «siempre»). Un estudio realizado en nuestro
medio (Spontón et al., 2012) encontró una buena
consistencia interna (alfa de Cronbach escala total= 0,90). En el
presente estudio se utilizó la versión adaptada a
nuestro medio.
Resultados
La
cantidad de años desde la obtención del título
profesional fue M=10,30 (DE= 8,45), mientras que los años
transcurridos en ejercicio fue de M=9,77 (D.E.= 8,20) años.
Las horas semanales de trabajo promedio fueron de 29,91 horas
(26,42). El número de personas atendidas diariamente fue de
M=6,58 pacientes (DE=4,31). La media de trabajos por fuera del
trabajo clínico fue de 1,92 (D.E. =3,13).
Del
total de profesionales encuestados, sólo 24 manifestaron haber
recibido entrenamiento previo en estrategias de autocuidado (18,8%).
Otros 62 profesionales respondieron negativamente a esta pregunta
(48,8%), y 27 respondieron no estar seguros (21,1%).
La
EAC arrojó una media de 35,07 puntos (D.E. =4,43) con valores
mínimos de 20 y máximos de 40 puntos. El engagement
laboral, medido a través del UWES obtuvo una media de 74,55
puntos (D.E.= 13,05) con valores mínimos de 27 y máximo
de 95 puntos. Respecto a la sintomatología de estrés,
el ISE arrojó una media de 63,83 (D.E.= 16,63) puntos, con
valores mínimos de 32 y máximo de 105 puntos. Por su
parte, con relación a la medición del burnout, la
dimensión realización personal obtuvo los valores más
altos con una media de 51,34 (DE=7,29, mínimo =24pts y valor
máximo = 60), la dimensión cansancio emocional obtuvo
una media de 25,53 (D.E.=9,05; valor mínimo =10 y máximo
= 46) y la subescala despersonalización obtuvo una media de
17,69 (D.E.= 6,16, valor mínimo = 8, valor máximo = 33
puntos). Las tres subescalas del IBP estuvieron correlacionadas entre
sí, la subescala cansancio emocional correlacionó con
la subescala despersonalización (r=0,65; p<0,001) y tuvo
una relación negativa con la subescala realización
personal (r=-0,28; p<0,001), que mide un constructo
conceptualmente opuesto al de las otras dos dimensiones de la escala.
La dimensión despersonalización también
correlacionó negativamente con realización personal
(r=-0,66; p<0,001). Para obtener un puntaje global del IBP se
calculó una nueva dimensión (falta de realización
personal) a partir de la inversión de los valores de los ítems
de la subescala correspondiente. Los puntajes globales así
obtenidos arrojaron una media de 61,88 (D.E.= 18,12; valor mínimo
de 32 y máximo de 107).
Relación
entre los años de experiencia clínica, las estrategias
de autocuidado, el engagement
laboral y burnout
Tanto
los años transcurridos desde la obtención del título
como años en ejercicio profesional correlacionaron
negativamente con el IBP y con el ISE, pero no hubo correlación
de estas variables con las puntuaciones en la EAC ni con el UWES. El
rango de edad también se correlacionó negativamente con
ISE y con IBP {ver tabla 1}. Es decir, a más años desde
la obtención del título o cantidad de años en
ejercicio menores niveles de burnout y de sintomatología de
estrés. Así mismo, a más edad menos síntomas
de estrés y de burnout.
Otras
variables como la cantidad de horas promedio semanales de atención,
la cantidad promedio de pacientes atendidos diariamente o la cantidad
de trabajos extra o adicionales a la psicoterapia, no correlacionaron
con ninguna de las variables de interés {ver tabla 1}.
El
autocuidado, el engagement laboral, la sintomatología de
estrés y el burnout en psicólogos clínicos
El
autocuidado (EAC) tuvo una correlación negativa con la
sintomatología de estrés (ISE; r=-0,36 p<0,001) y
con el burnout (IBP; r=-0,34 p<0,01). Mientras que el burnout
(IBP) correlacionó negativamente con el engagement profesional
(UWES; r=-0,48 p<0,001). Las relaciones entre las variables
evaluadas arrojaron resultados congruentes con los conceptos teóricos
que miden. Las mediciones del ISE y el IBP correlacionaron entre sí
(r=0,69; p<0,001), evidenciando validez convergente, mientras que
la escala de engagement laboral (UWES) correlacionó de forma
positiva con EAC (r=0,29; p<0,001) {ver tabla 2}.
El
autocuidado correlacionó con la dimensión realización
personal del IBP (r=0,40; p<0,001) y tuvo una relación
inversa con la dimensión despersonalización (r=-0,28;
p<0,001). Es decir que a mayor autocuidado mayor realización
personal, y a menor autocuidado mayor despersonalización. Este
resultado ha sido sintetizado {ver tabla 3}.
Conclusiones
En
este trabajo encontramos una relación inversa entre la edad y
los años de ejercicio con la sintomatología de estrés
y de burnout. Es decir que quienes estaban más afectados eran
los terapeutas más jóvenes o que la edad podría
ser un factor protector. Este resultado está en consonancia
con la literatura (Ackerley, 1988; Kramen-Kahn y Hansen, 1998;
Stevanovic y Rupert, 2009). Por ejemplo, Ackerley (1988) observó
niveles más elevados de desgaste emocional en terapeutas más
jóvenes en comparación con sus colegas más
añosos. Además, los terapeutas más añosos
perciben menos riesgos así como un menor "derrame"
de los estresores o riesgos profesionales hacia la vida familiar
(Stevanovic y Rupert, 2009).
Los
años de experiencia no reflejaron una asociación con
las estrategias de autocuidado ni con el engagement laboral, lo que
hubiera podido explicar la influencia de la experiencia como factor
de protección. El engagement laboral y la puntuación
global del burnout estuvieron correlacionados. Este constructo fue
originalmente propuesto como un concepto en las antípodas del
burnout, sin embargo otros autores señalan que si bien estos
conceptos están vinculados poseen diferentes patrones de
causas y consecuencias (Shimazu et al., 2008).
Las
conductas de autocuidado se asociaron al burnout y a la
sintomatología de estrés, lo cual sugiere que estas
juegan un rol en la prevención del desarrollo de desgaste
laboral en psicólogos clínicos. Este hallazgo viene a
replicar otros estudios en los que se encontraron correlaciones
negativas entre este constructo, desgaste laboral y depresión
(Betta Olivares et al., 2007). Si bien el autocuidado puede ser
conceptualizado como estrategias personales, pero también como
estrategias profesionales y organizacionales el instrumento aquí
utilizado evalúa las conductas concretas ejecutadas por los
participantes. Considerando los contextos sociales, económicos
y culturales en los cuales la práctica clínica tiene
lugar, resultaría interesante indagar estrategias que surjan o
estén vinculadas a las organizaciones profesionales de la
psicología. En este sentido, casi la mitad de los
participantes manifestaron no haber recibido entrenamiento en
autocuidado. Es así que las conductas de autocuidado presentes
en los y las participantes pueden estar ocurriendo de forma intuitiva
y no a partir de un registro consciente de la relación de
estas conductas con el bienestar o la reducción del estrés
profesional.
Los
resultados obtenidos apoyan la importancia del desarrollo de
conductas de autocuidado para contribuir al bienestar y prevenir el
burnout en profesionales de la salud mental, así como la
importancia de formar en estrategias de autocuidado y brindar
espacios de supervisión e intercambio profesional para los
egresados recientes.
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