Introducción
Las
violencias y situaciones de vulneración de derechos hacia
niñas, niños, niñes y adolescentes (NNNyA) {ver nota de autor} son temáticas que han captado el interés
de profesionales de la ciencia. Sus escenarios son múltiples e
impactan en diversos ámbitos de desarrollo de todas las
personas involucradas (Mollo, 2021). Por otra parte, el nivel de
incidencia, las consecuencias que generan a nivel individual,
familiar social, y la necesidad de dar respuestas a esta problemática
de salud pública han promovido de manera constante el
desarrollo de conocimiento científico. Las
investigaciones en estos campos han sido diversas y sus enfoques han
estado condicionados fundamentalmente por los cambios de paradigmas o
conceptualizaciones acerca de las infancias y adolescencias.
Asimismo,
su visibilización abre un nuevo abanico de áreas de
estudio e intervención, como en escuelas, centros de salud,
sistemas de protección de derechos, y otros.
Desde
hace varios años y especialmente desde 2020 a la actualidad
estamos llevando a cabo investigaciones con infancias, adolescencias
y sus familias en situaciones de vulnerabilidad social y con
historias de violencias, principalmente en contextos escolares y en
programas estatales de intervención orientados hacia estas
temáticas. Para nuestro equipo es esencial reflexionar de
manera constante sobre nuestras actividades, concepciones y modos de
hacer ciencia en estos contextos, lo que nos ha permitido hacer
revisiones y ajustes de aspectos teóricos y metodológicos.
Este análisis se orienta a garantizar investigaciones ética,
teórica y metodológicamente coherentes con la
perspectiva de derechos y de género, con un enfoque
constructivista y salugénico. De este modo, en este trabajo
procuraremos mostrar algunos aspectos considerados transversales que
se han derivado de estas reflexiones y que definen nuestra práctica
de investigación, junto a desafíos futuros.
La
ciencia y el lugar del investigador/a
Atender
a nuestras prácticas abre la pregunta acerca de lo que
entendemos por ciencia y del lugar de la persona que investiga. La
epistemología, como filosofía de la ciencia, es una
disciplina que en esencia genera preguntas que invitan a considerar
de manera constante nuestras actividades profesionales e
investigativas, buscando respuestas a incógnitas que se nos
plantean ante el conocimiento científico y su fundamento.
De
este modo, la pregunta acerca de qué es la ciencia lleva a
otros interrogantes vinculados a su contenido, método,
diferencia con otros discursos u objetivos (Gómez, 1995). A su
vez, la pregunta conduce a la comprensión de que la respuesta
no es estática, sino que habilita la renegociación y
reclasificación de la misma, aludiendo a que no existe un
método universal, sino que depende de los objetivos
específicos para los que se construye un problema. Esto
instaura a la ciencia en una función social, donde tal
dimensión del conocimiento adquiere relevancia (Woolgar,
1991).
En
esta línea, Follari (2000), en oposición a los
postulados meramente positivistas, conceptualiza la ciencia como una
producción, es decir que se construye, que no se reduce a la
constatación de lo observado o a una simple lectura de la
realidad, como si esta fuera construida previamente. Además,
refiere que la ciencia explica a través de teorías, que
serán sometidas a contrastación por medio de la
experiencia, dejando de lado la mera observación como
producción del conocimiento científico. El autor
sostiene que estos supuestos resultan ser ordenadores de la mirada
del observador, por lo tanto, de ellos dependen los recortes
empíricos que se hagan de la realidad. En este sentido, señala
que la teoría condiciona la selección empírica
del observador: si se observa con una teoría diferente el
recorte será también diferente.
El
lugar de la persona que investiga, de importancia en lo relativo al
posicionamiento epistemológico, nos remite al reconocimiento
de nuestras visiones en la práctica científica y, por
ende, en su interpretación, las cuales están
determinadas por la esfera que se ocupa en el espacio de la sociedad
global. En consecuencia, los puntos de vista adoptados por el/la
investigador/a en su campo de estudio se definen por aspectos
contextuales que lo exceden y que muchas veces desconoce o no es
consciente. Esto nos conduce a pensar que comprender y reconocer los
condicionamientos, como así también los postulados
epistemológicos con los que comulgamos, es esencialmente
necesario para la práctica, ya que, en definitiva, son los que
la fundamentan y los que nos diferenciarán de cualquier
sistema de creencias, devolviéndole a la palabra científica
su valor (Follari, 2023).
Los
posicionamientos epistemológicos, teóricos,
metodológicos y técnicos funcionan como ordenadores del
proceso de investigación y tienen una profunda relación
con posiciones éticas. Es posible identificar elementos de la
ética personal y profesional en cada decisión que se
toma a lo largo del proceso. Tener un especial cuidado de los
aspectos que le dan marco a las investigaciones y a los desarrollos
teóricos que parten de las mismas constituye una pieza
esencial en la construcción de la calidad y coherencia en los
estudios.
Según
Saltalamacchia (2005), las personas que realizan tareas de
investigación y desarrollos teóricos en regiones
marcadas por la desigualdad y las dificultades de acceso a los
recursos tienen un deber ético irrenunciable para con las
comunidades con las que trabajan. En el marco de la comprensión
bidireccional y sistémica de la interacción entre
participantes e investigadores/as, nuestra postura ética como
profesionales de la investigación no puede ser ingenua.
De acuerdo con Nkosi y otros (2022), existe una contradicción
entre la equidad requerida para la participación de todas las
personas en la investigación y la protección de los
participantes, garantizando la salvaguardia de aquellos que están
en riesgo de sufrir daño físico o psicológico.
Los
autores señalan que
las
obligaciones
de ética de la investigación tienden a centrarse más
estrechamente en los límites de los proyectos y objetivos de
investigación, a la vez que la
manera en que se aborda la
vulnerabilidad
se ve influenciada por estereotipos y contribuye a perpetuar el
estigma asociado a grupos completos de personas.
En
ese sentido los
autores resaltan que la vulnerabilidad es una condición
relacional que se caracteriza por desigualdades de poder entre
participantes. También enfatizan que las mismas son
interseccionales y poseen múltiples dimensiones, lo cual
influye en el encuentro. Por
lo tanto, se hace especial hincapié en la importancia de las
experiencias directas de las/os participantes, los equipos de
investigación y miembros de la comunidad, donde la
guía
ética de la investigación puede ofrecer beneficios a
los mismos al impulsar medidas que fortalezcan y estimulen su
capacidad de acción dentro del contexto de la investigación
(Bracken-Roche
et al., 2017;
Luna,
2019;
Rogers
et al., 2012).
De
este modo, coincidimos con la postura de Nkosi et al. (2022) al
destacar de modo relevante que las múltiples fuentes de
vulnerabilidad interseccional durante los estudios de investigación
tienen implicancias significativas para la planificación del
acompañamiento de las/os participantes en el proceso, lo cual
supone generar
redes de apoyo social y promover la salud, la autonomía y el
empoderamiento de los mismos/as.
Infancias
y adolescencias como sujetos de derechos desde el enfoque ecológico
El
enfoque de comprensión del desarrollo de las infancias y
adolescencias que adoptamos toma fundamentalmente los aportes de
Bronfenbrenner (1979, 1987) que distingue diferentes contextos de
influencia, especialmente aquellos relacionados con la comunidad, la
familia y los propios NNNyA. La teoría bioecológica
comprende al desarrollo humano como un proceso recíproco y
bidireccional donde cada NNNyA estructura activamente su entorno y, a
su vez, recibe influencias de los factores asociados. En estos
desarrollos teóricos que se enmarcan las hipótesis y
líneas de investigación en infancias con vivencias de
vulnerabilidad permiten arribar a concepciones teóricas afines
a la psicología
positiva, enfatizando en el desarrollo de recursos de NNNyA,
sus familias y comunidades y que favorecen procesos de resiliencia y
bienestar. Investigar en poblaciones atravesadas por distintas
vulnerabilidades que, en la mayoría de los casos, se potencian
entre sí, es una tarea que cobra relevancia y sentido cuando
se puede arribar a conclusiones que estén caracterizadas por
potenciar procesos de crecimiento, inclusión y resiliencia en
las comunidades con las que se trabaja.
El
abordaje de la vulnerabilidad familiar en ámbitos clínicos
de gestión pública emerge a través de la
intervención de organismos especializados en infancias. Esto
lleva a priorizar la asistencia de casos clínicos, en función
de la disponibilidad de recurso humano y material que a su vez
dificulta los procesos de investigación y de generación
de conocimiento, debido a la necesidad de proteger derechos y
responder a la excesiva demanda. Sin embargo, es posible llevar
a cabo estudios bajo ciertas condiciones para garantizar una
investigación ética y garante de derechos (Di Iorio et
al., 2020; Ferrandiz et al., 2015).
Por
otra parte, el ambiente escolar en contextos vulnerables tiene
características particulares. En ese entorno las situaciones
de vulneración de derechos a NNNyA están asociadas a
una serie de factores que se van gestando lentamente y que se hacen
evidentes con posterioridad (Gallardo-López y
Gallardo-Vázquez, 2019; Hussey et al., 2005; Varela, 2011). Es
por ello que la investigación en infancias en estos contextos
da la posibilidad de realizar intervenciones que hagan especial foco
en la protección de NNNyA desde la promoción y
prevención.
Considerar
a las infancias y adolescencias como sujetos de derechos parte de un
enfoque fundamental, necesario y relevante en el campo de la
psicología, del derecho y lo social. Reconocer a NNNyA como
titulares de derechos implica comprender que tienen una dignidad
intrínseca y que merecen un tratamiento con respeto y
consideración, independientemente de su edad.
Desde
este enfoque se considera que todo NNNyA tiene derechos que deben ser
protegidos y promovidos. Estos derechos están consagrados en
la Convención sobre los Derechos del Niño de las
Naciones Unidas (ONU, 1989), en adelante CDN, un tratado
internacional que establece los derechos fundamentales de las
infancias y adolescencias en áreas como la supervivencia, el
desarrollo, la protección y la participación.
La
promoción de los derechos de las infancias implica también
involucrar a los propios NNNyA en los procesos de toma de decisiones
que los afectan. Esto conlleva a escuchar y respetar sus opiniones,
fomentar su participación activa y considerar sus perspectivas
en la formulación de políticas y programas que los
afecten.
Para
nutrir las conceptualizaciones que se erigen en relación con
las infancias, tomamos como relevantes los aportes realizados por
Luciani (2010) al presentar algunas ideas clave para interpretar los
fenómenos contemporáneos vinculados a las infancias y
adolescencias en el contexto de una segunda modernidad o una época
contemporánea. Estos planteamientos, respaldados por los
aportes de Kohan (2007), refieren a la crisis de la infancia y la
niñez como una construcción única, hegemónica
y singular, en el marco de la crisis de la modernidad.
Corea
y Lewkowickz (1999) afirman que la infancia moderna está
agotada, lo cual refleja el desgaste de una primera modernidad frente
a la rápida evolución de otros aspectos como el estado,
las comunicaciones, las interacciones y la producción de
objetos y subjetividades. Los aspectos anteriormente mencionados se
encuentran teñidos por un fuerte posicionamiento
adultocentrista como forma de dominio, que se suma a otras maneras de
ejercer poder y que están relacionadas con el género,
la clase social y las razas (Quapper, 2016).
Además,
siguiendo los planteamientos de Bauman (2002), se abre un marco
cosmopolita para considerar los derechos de las infancias. Este
cambio de paradigma permite el paso de una concepción del
infante como objeto, característica de la primera modernidad y
centrada en la doctrina de protección tutelar, a la noción
de niño o niña global en el contexto de la segunda
modernidad y la doctrina de protección integral. Ambas
doctrinas han dejado una marca en la historia de las infancias en
Argentina y en el mundo: la Doctrina de la Situación Irregular
y la Doctrina de la Protección Integral. Sin embargo, durante
mucho tiempo, se ha observado en las prácticas institucionales
la coexistencia de ambos paradigmas (Pérez Chaca, 2021).
Asimismo, es posible evidenciar la coexistencia de estos en el
diseño, implementación y desarrollo de investigaciones
con infancias y adolescencias.
Al
considerar nuestras prácticas y nuestro recorrido creemos que
constituye un punto relevante el poder ser conscientes de la postura
desde la cual se parte para formular preguntas de investigación,
plantear hipótesis y formular desarrollos teóricos y
empíricos; pudiendo fundamentar por qué se adhiere o no
a determinadas doctrinas y superando una falsa neutralidad.
Investigar
con perspectiva de derechos implica adoptar un enfoque que reconoce y
promueve los derechos de las infancias y adolescencias. Tal como
señalan Di Iorio y colaboradores (2020) la
CDN inauguró un nuevo camino para las infancias y
adolescencias a partir de su reconocimiento como sujetos plenos de
derechos, generando inexorablemente cambios en los procesos de
investigación y participación en los procesos que los
involucran. Por ello, señalan que para garantizar que los
discursos basados en la perspectiva de derechos se materialicen en
los métodos, diseños e instrumentos de construcción
de conocimiento es fundamental reflexionar acerca de nuestras
prácticas de investigación.
Al
trabajar con infancias y adolescencias también se debe tener
en consideración aspectos que surgen al considerar el
adultocentrismo como una perspectiva hegemónica que es y ha
sido dominante, ya que ha influido en la forma en que las culturas se
desarrollan. El adultocentrismo es un concepto utilizado en el campo
de los estudios de las infancias y los derechos de los NNNyA para
describir una forma de pensar y estructurar la sociedad que coloca a
las personas adultas en el centro y otorga privilegios y poder a
estas por sobre las infancias y juventudes. Quapper (2016) manifiesta
que la consolidación del adultocentrismo y sus mecanismos de
legitimación se llevan a cabo dentro del ámbito
familiar, a través de la obediencia a la autoridad
paterna/materna, la mitificación de los antepasados y el
reconocimiento hacia aquellos que 'dan la vida' y
'alimentan'. Estos mecanismos se construyen sobre la base
de relaciones de sumisión de los mayores hacia los menores. En
el centro de este enfoque adultocéntrico se encuentra la
negación de las posibilidades de colaboración en
igualdad de condiciones entre mayores y menores, así como la
exclusión de la reciprocidad como posibilidad para mantener
relaciones democráticas y solidarias entre generaciones.
El
adultocentrismo es una forma de dominación política
relacionada con el patriarcado (Quapper, 2016). Es importante
destacar este aspecto para comprender que tanto el patriarcado como
el adultocentrismo son el resultado de ciertos grupos sociales. La
inclusión de una perspectiva de género en los estudios
mejora la comprensión de los fenómenos al considerar
las influencias y experiencias de género en el desarrollo
humano, la salud mental y los procesos psicológicos.
Como
personas adultas que investigamos con infancias y adolescencias y
que, desde nuestra subjetividad adulta intentamos explorar, describir
y explicar procesos que tienen lugar en las infancias y adolescencias
nos encontramos en una tensión a la cual debemos atender para
evitar replicar posicionamientos.
¿Cómo
construir un proceso de investigación que integre los aportes?
Emprender
un camino de integración, por un lado, busca construir
respuestas, pero por el otro, a cada paso que se avanza se abren
nuevas preguntas. La apelación a la ética como un modo
de pensar, hacer y desempeñar la función ha sido
recurrente en muchos de los párrafos precedentes. Es a partir
de ello que consideramos inseparable del proceso de investigación
en psicología a una dimensión ética que, además
de estar regida por algunos principios orientadores, habilite un
lugar para el cuestionamiento permanente de las propias prácticas.
Asimismo, partimos de los supuestos de que la intervención es
permanente, la comunicación es constante y que existen
condiciones de poder que no debemos naturalizar, ya que como
profesionales de la ciencia tanto nuestras acciones en los campos de
investigación como nuestras producciones surgidas de él
pueden contribuir a la transformación social. De este modo,
debemos asegurar la rigurosidad metodológica atendiendo
especialmente a la fragilidad humana y su vulnerabilidad, procurando,
a pesar de la adversidad, enfocar también en los recursos y
las capacidades de las propias comunidades para mejorar sus
condiciones de vida.
Si
bien algunos estudios sostienen que
el enfoque cualitativo es el más apropiado para investigar con
estas poblaciones por la flexibilidad, adaptación y
circularidad de sus procesos (Liamputtong, 2007), también
consideramos que, en el marco de la investigación psicológica
en poblaciones vulnerables, los enfoques combinados, a menudo con
preponderancia cualitativa (Hernández Sampieri y Mendoza
Torres, 2018), son capaces de integrar la profundidad que requieren
los temas de alta sensibilidad. A su vez permiten acceder a la
formulación de hipótesis desde una perspectiva
verificativa. Por ello, hasta el momento encontramos en estos diseños
mixtos una vía que favorece los análisis y las
interpretaciones con mayor profundidad y sentido crítico en
estos contextos.
Un
desafío con el que nos encontramos constantemente aparece al
tomar una posición crítica relacionada con el
adultocentrismo. ¿Cómo
correrse de una posición adultocéntrica para llevar
adelante el trabajo? ¿Es posible hacerlo? Este tema tensiona
el trabajo en torno a la integración de las perspectivas
subjetivas que marcan los procesos de investigación y las
formas de construir conocimiento. Creemos posible esta integración
a partir del reconocimiento de las infancias y adolescencias
protagonistas en la construcción de conocimiento científico
materializado en la implementación de técnicas y
metodologías ajustadas para cada una de ellas, con base en los
objetivos de trabajo, que aseguren la voluntariedad de participación
y la expresión de opiniones en las cuales sus voces sean
escuchadas (Di Iorio et al., 2020).
Finalmente,
consideramos de relevancia señalar que, así como no es
posible no comunicar, tampoco es posible insertarse en el campo de la
investigación sin de algún modo intervenir. Esto nos
lleva a pensar acerca de la investigación y la intervención,
áreas que requieren de recorridos y saberes distintos. La
investigación tiene como propósito clarificar, abordar,
estudiar y dar cuenta de la complejidad de un fenómeno y del
aporte que se realiza a partir de ello. Por otra parte, la
intervención tiene puesto su acento en la acción de
transformar y dar respuesta a una demanda particular que es planteada
por un individuo, un colectivo o una comunidad. No obstante, ambas
tienen como intereses comunes, en el ámbito social, apuntar a
un cambio o a una transformación desde lo socialmente útil
(Pérez Chaca,
2019;
Saltalamacchia, 2005).
De
esta manera, consideramos que investigar conlleva una intervención
implícita, atendiendo a una perspectiva que tal como menciona
Perló (2018) no siempre es opuesta, sino que es compleja. La
autora expresa que investigar es abordar la incertidumbre desde una
mirada que no es dialéctica sino dialógica y, en ese
marco, los opuestos se complementan, las contradicciones no requieren
ser resueltas sino aceptadas y co-habitadas, en tanto constitutivas
de la realidad. Lo diferente, el otro u otra, es insumo para la
aparición de lo nuevo y del encuentro. Así, investigar
nos lleva a construir una ciencia con conciencia,
es decir comprometida y responsable con lo que nos afecta y al
servicio de los demás, integrando lo ontológico del ser
y sentir, lo epistemológico del pensar y el modo de construir.
En
conclusión, en este recorrido hemos explorado algunos de los
pilares fundamentales que influyen en nuestra aproximación al
campo en las prácticas de investigación. Estos pilares,
basados en el análisis y reflexión de las experiencias,
tienen un papel crucial al brindar orientación y significado a
nuestro trabajo. Reconocerlos nos permite enriquecer nuestra labor
investigativa y avanzar en la generación de conocimiento con
perspectiva de derechos, buscando alcanzar una práctica
significativa y éticamente responsable.
Notas
de autor
Con
el propósito de dar visibilidad a todas las identidades y
procurando marcar la perspectiva de género de las autoras en
este escrito se han utilizado "estrategias lingüísticas
que promuevan la erradicación de prácticas
discriminatorias discursivas en base a la identidad de género
y sexual de las personas" (CONICET-CEPAT, 2020, p.1). Es por
esto que, además, se propone la expresión niños,
niñas, niñes y adolescentes (NNNyA) adhiriendo a la Ley
26.061 de Protección Integral de Derechos de Niños,
Niñas y Adolescentes (2005) y a la Ley 26.743 de Identidad de
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