Introducción
Durante
siglos se ha pretendido ordenar la sexualidad dentro del matrimonio
no obstante lo cual, cada época, cada sociedad construye sus
fronteras. Estas demarcan imponen, ordenan limitan pero también
abren las posibilidades que lo simbólico es capaz de habilitar
dada la renuncia pulsional que el "malestar
en la cultura" comprende.
Al respecto podemos decir que la diversidad de los vínculos
amorosos posibles proporciona marcas suplementarias capaces de
producir variaciones en la sexualidad. De este modo, se puede pensar
que el pasaje de una sexualidad instituida a otra hace que cada marca
instituyente aporte un plus. Ese plus variará de situación
en situación, según sea el efecto excedentario de las
diversas prácticas y discursos sociales pero perdurarán
en tanto lo pulsional no puede ser domeñado por la cultura.
Esto nos advierte acerca de posibles prejuicios y naturalizaciones.
Nos conduce también a seguir interrogando inconsistencias y
sosteniendo lo que no cierra en una suerte de multiplicidad
perturbadora que no se deja asir.
Infidelidades
En
este sentido, la idea de infidelidad es muy versátil. Está
ligada a las diversas circunstancias sociales, a las diferentes
configuraciones culturales propias de cada época. Hoy podemos
pensarla de otro modo a cómo fue pensada en momentos
históricos precedentes. Esto hace que nos encontremos con una
diversidad de concepciones y a su vez, cuando se la quiere investigar
resulta difícil otorgarle un estatuto científico
psicoanalítico aunque como observable clínico resulta
frecuente y, en algunos casos, suele constituir el motivo de
consulta.
Por
consiguiente, no sólo va cambiando a través de la
historia sino que también en las modalidades de presentación
actual. Por eso podemos decir que se trata de infidelidades {ver nota de autor 1} en
plural. El término así expresado en plural alude a
dicha multiplicidad ya que no se la puede pensar a partir un concepto
unívoco. Por el contrario, sería interesante considerar
los vínculos donde se despliega y analizar en esos movimientos
cómo se juega en el vínculo considerando cada situación
en particular.
Por
otra parte, considero que si este término fuera pasible de
teorización destituyendo su pregnancia coloquial, puede
resultar un aporte muy útil para el trabajo en la clínica
con parejas. La práctica clínica del psicoanálisis
de las configuraciones vinculares nos desafía en cada
recorrido. El psicoanálisis como devenir no apunta a lo ya
pensado, sino a lo todavía a pensar.
La
posmodernidad, el amor y sus fantasmas
La
pregunta que actualmente insiste es si ha pasado de moda la
monogamia. Me interesó este tema dado que desde
Shopenhauer, quien llamó irónicamente a las
infidelidades como "los
sacrilegios humanos ante el altar de la monogamia",
los interrogantes siguen en pie {ver nota de autor 2}. El drama
burgués reflejaba las contradicciones de una sociedad entre lo
que deseaba y lo que condenaba. Esta situación fue expresada
tanto por A. Dumas en "La
dama de las camelias"
como por Verdi en "La
Traviata"
y Flaubert en "Madame
Bovary",
entre otros.
Probablemente
hoy no abunden tantos Tristanes dispuestos a enfrentar dragones por
un beso de Isolda, ni Dantes que se atrevan a bajar a los infiernos
para rescatar a Beatriz pero aun así, con nuevos ropajes, los
amores del siglo XXI plantean para el disfrute de poetas y artistas
los dilemas y enigmas nunca resueltos del amor. El
deseo, el amor, la pasión, dentro y fuera del matrimonio, nos
siguen generando interrogantes.
Considero
que si actualmente los amantes ya no se prometen fidelidad eterna es
porque, en algún sentido, han internalizado, aunque
rechazándola, la dura realidad de la inconstancia y de la
precariedad del deseo amoroso. A ello se suma en la dinámica
de la vida actual la falta o exceso de trabajo así como
también la rivalidad entre los integrantes de la pareja.
El
amor, en este sentido, sería una confrontación entre un
ideal de constancia y continuidad diferente a una realidad que marca
la inconstancia y la discontinuidad. Hanif
Kureishi en su libro Intimidad
(1999)
señala
que "evolucionar
constituye una infidelidad... a los demás, al pasado, a las
antiguas opiniones de uno mismo. Tal vez cada día debería
contener al menos una infidelidad esencial o una traición
necesaria. Se trataría una afirmación de que las cosas
pueden ser no sólo diferentes, sino mejores". Añadiría
que se trata de
fidelidad al "acontecimiento",
a lo novedoso que cada situación puede deparar.
En
un trabajo denominado Amor
y sexo (2000),
los
autores
consideramos
el amor como un acto del orden del acontecimiento,
que puede generar una nueva organización de las
subjetividades, donde el encuentro con el otro ‑ como
experiencia de alteridad- puede constituirse en motor de la
simbolización y de los lazos. El amor, así concebido,
es un acto que permite ir un poco más allá en el camino
recorrido por la sexuación a través de las vías
identificatorias y otorgar un nuevo giro al enigma que plantea la
diferencia sexual. Asimismo, definimos en ese texto a la pareja como
el resultado de un encuentro amoroso, que en tanto acontecimiento
produce un plus y una alteración en los sujetos que la
conforman. Supone, luego del reordenamiento subjetivo a que da lugar,
una cierta estabilización fantasmática de los embates
pulsionales que se entretejen en su constitución. Dicha
estabilización fantasmática otorga un sentimiento de
pertenencia al conjunto, e implica un trabajo vincular que hace eje
en la tramitación de la alteridad y de la ajenidad propia y
del otro, fundamentalmente en lo que concierne a la experiencia
sexual.
En
el libro "Del
matrimonio como una de las bellas artes"
(Kristeva
y Sollers, 2016) se
realizan varias entrevistas a la psicoanalista y escritora Julia
Kristeva y al filósofo y escritor Philippe Sollers,
quienes sostienen que si
el matrimonio entre ambos partenaires perdura en su plenitud y con
toda su vitalidad, es porque nunca ha obedecido ninguna ley que no
fuera la suya propia. Afirman mantener una adaptación
permanente, amorosa y lúcida, nutrida de dos libertades
recíprocas e incomparables. Señalan que el matrimonio
de dos singularidades se apoya en una convicción
inquebrantable que resiste a las desgracias y alegrías que
nunca faltan en ningún lado. "En
el amor hay dos componentes inseparables: la necesidad de complicidad
y constancia y la necesidad dramática del deseo que puede
conducir a la infidelidad. La relación amorosa es esa mezcla
sutil de fidelidad e infidelidad. La verdadera infidelidad reside en
el anquilosamiento de la relación de pareja en la pesadez, la
seriedad convertida en resentimiento. Si uno deja que el otro sea tan
extraño como uno mismo se restablece la armonía.
"Sentirse traicionado implica una confianza nula en sí
mismo, un narcisismo tan susceptible que el menor signo de afirmación
de la individualidad del otro se vive de un modo desgarrador; la
menor picadura de un mosquito si siente como una explosión
atómica".
La
legislación en nuestro país a través del tiempo
Por
otra parte, sostengo que el peso de lo ideológico incide sobre
las diferencias de género que operan tanto en la cultura como
en las legislaciones. Cada sociedad se ve a sí misma a través
de sus instituciones, normas y creencias; se identifica con ellas y
disimula la naturaleza profunda de sus operaciones y categorías
de poder por lo que resulta imprescindible descifrar, desnaturalizar,
complejizar y deconstruir.
En
este sentido, el psicoanálisis muchas veces avanza contra la
corriente y se opone a la naturalización que la sociedad
intenta imponer.
Por
este motivo me resultó interesante incursionar en lo que
sancionaba respecto de las infidelidades el Código Civil
argentino en la época anterior a 1995, hoy ya derogado.
El
Código
Civil
hasta 1995 en la Argentina señala que el adulterio era un
delito
penal.
A partir de esa fecha y hasta agosto del año 2015 solo fue
delito
civil
tal como lo marca el artículo 198. Este artículo indica
que el adulterio implica una grave violación a los deberes
matrimoniales dentro de las causales de divorcio y habilitan al
cónyuge inocente
demandar divorcio al culpable.
En este caso, nos encontramos con un divorcio contencioso con pensión
alimentaria y otras cargas.
El
adulterio, llamó ese divorcio, divorcio
sanción
pues sanciona al cónyuge como culpable a lo que se suma una
indemnización por daño
moral
en algunos casos.
Es
interesante considerar que ya desde agosto del 2015 rige en la
Argentina el nuevo Código Civil y Comercial que eliminó
la infidelidad como causal de divorcio y las calificaciones de
divorcio culpable. Para pedir el divorcio ya no se necesita ni
ponerse de acuerdo ni tener motivos que haya que probar, sino solo la
voluntad unilateral o bilateral de poner fin la vida en común.
Si alguien dio causa o no al divorcio, da igual, a la hora de evaluar
las consecuencias, pues el cónyuge "inocente"
no tendrá beneficio, ni el supuesto "culpable"
un castigo, ni siquiera de tipo económico.
La
justicia ya no condena al infiel, y la fidelidad es ahora un deber
moral, según el artículo 431 del Código Civil y
Comercial (2015), que además obliga a los cónyuges a
comprometerse en el desarrollo de un proyecto de vida en común,
que se base en la cooperación y la convivencia, prestándose
mutua asistencia y alimentos. Si se causara daño moral con la
infidelidad, este reclamo debe tramitarse separadamente del juicio de
divorcio. Con esta reforma, el deber de fidelidad queda
restringido entonces a lo moral. Los deberes morales no son
exigibles, son deberes éticos, los exigibles son los
jurídicos, que generan una sanción. Jurídicamente,
entonces, no habría actualmente obligación de fidelidad
ni de convivencia en el matrimonio.
Hoy
estamos en tiempos de monogamias flexibles, matrimonios abiertos con
diversidad de formas de relación de pareja. Existen nuevos
modos de entender y practicar el amor. Existe un debilitamiento de la
monogamia y de la exclusividad sexual. Las estrategias de mercado
apuntan a hacer creer que se podrá acceder a un placer sin
límites donde la sexualidad, antes sofocada y reprimida, ahora
se ostenta y se exhibe. Los medios hoy día no prohíben
sino que ofrecen.
Infidelidades
en tiempos de Internet
Vivimos
habitados hoy por un imaginario social que junto con las prácticas
discursivas vigentes organizan las represiones y los goces que
encuadran nuestra existencia e intervienen en el diseño de una
producción de subjetividad cuyos deseos se hallan modulados
por un mercado de consumo globalizado. Resulta pues insoslayable
referirnos a los efectos atribuibles al avance de los diversos
desarrollos tecnológicos, paradigmáticos del acontecer
contemporáneo, que otorgan un peculiar y paradojal estatuto a
los cuerpos y los vínculos.
Las
redes sociales
permiten compartir enlaces, informaciones diversas, imágenes,
pero cuando convocan
a un mayor compromiso subjetivo,
es dable observar con bastante frecuencia que los interlocutores se
aíslen, y que con un simple click eliminen al otro. Así
es como una nueva realidad, la
virtual,
se erige en uno de los pilares sustentadores del psiquismo con que el
acontecer contemporáneo se presenta ejerciendo su eficacia en
las actuales modalidades de vinculación y de creación
de subjetividad.
Esto
hace que toda nueva tecnología -que además en este caso
particular, es tecnología de la palabra y del conocimiento-
implique transformaciones en nuestros modos relacionales.
Sería
un error creer que el espacio virtual se halla comandado solo por lo
imaginario y sus escenas, ya que lo simbólico talla fuerte.
Hoy sería imposible poder dar cuenta de las múltiples
'ventanas' enigmáticas que se abren con estas
tecnologías.
Una
mujer comenta: Hace
más de un mes que descubrí que mi pareja practicaba el
polémico cibersexo, por supuesto que no conmigo. Lo hablamos y
tratamos de superarlo. Pero el punto es que hemos querido tener
intimidad y me vienen a la mente recuerdos no gratos.
Es
sabido que tanto el temor al sufrimiento como los celos, entre otras
motivaciones, pueden llevar a la anulación del deseo. Sin
embargo, aun cuando no se trate de estos casos, las relaciones on
line
pueden llegar a afectar los lazos. Los affaires
por Internet
suelen
implicar fantasías, secretos y también frustraciones.
La red alberga a millones de amantes posibles así como también
propuestas de cibersexo.
No es casual que la palabra sexo sea la más buscada en la red.
También existen chat
denominados:
"solo para
infieles".
Por
diversas causas, entre ellas el anonimato, Internet
se
convirtió en un aliado de la sexualidad, donde las fantasías
hacen que cada quien se pueda convertir imaginariamente en la
persona que le gustaría ser aunque, como sabemos, la persona
real es diferente de la virtual, lo que puede producir sorpresas
inesperadas. Lo cierto es que el tema se ha instalado hoy en nuestros
consultorios. Uno de los motivos frecuentes de consulta con parejas
refiere a haber descubierto al partenaire
o bien chateando con un amante real o virtual o bien por haber
"encontrado" mensajes comprometedores en el correo
electrónico de la pareja como lo observaremos en los dos
ejemplos siguientes: 1)
Descubrí que ella se escribía mails con otros tipos
(Ese fue el motivo de consulta a raíz de la violencia y el
desborde que se desencadenó entre ambos)
Ella:
¡Me abriste el correo electrónico!
El:
No, vos lo dejaste abierto.
Ella:
No fue así, violaste mi privacidad. (Dirigiéndose a la
analista) se puso loco, furioso. Me golpeó, me insultó.
Tengo derecho a mi intimidad. No creo que lo pueda perdonar. No sé
cómo pude soportar tanta humillación.
El:
Quien no va a poder perdonar soy yo. Creía que la conocía,
ahora siento que a pesar de los años que convivimos no la
conozco, no sé con quién estoy.
Ella:
Yo también te desconozco. De pronto me vinieron a la mente
escenas de violencia familiar que tenía totalmente borradas.
Nunca pensé que algo tan loco y desaforado podía pasar
entre nosotros.
2)
Ella: Tuve una sospecha y lo seguí y lo vi entrar a un boliche
abrazado a una mina. Me sentí tan mal que empecé a
darme máquina, no podía parar.
Me
metí en su correo electrónico, no sabía su clave
pero la descubrí. No sé cómo lo hice. No soy muy
hábil con la computadora pero en ese momento podía
hacer cualquier cosa. Es increíble, ni yo misma lo puedo
concebir. Me asombro de lo que fui capaz de hacer en esos momentos.
Lo encaré y como me lo negó, le mostré los
mails. (Se dirige a él) Ya no hay más argumentos para
las mentiras. ¡A las pruebas me remito!
El:
¡No podés pensar que sos la mujer que elegí para
casarme, para ser la madre de mis hijos!
Ella:
Sí, claro por eso mismo, ya soy cornuda. Yo ya tuve de esto en
mi familia y no quiero repetir la historia.
Lo
ajeno del otro, cuando se devela, puede desencadenar desde reproches
y acusaciones hasta actings,
escándalos, celos, violencia y locura vincular.
Es
sabido que el instante en que una persona se entera de que ha sido
engañada es extremadamente doloroso, pero lo interesante es lo
que sucederá el día después. Allí es
donde se juega la existencia o no de cierto potencial para poner a
trabajar y elaborar lo que les está sucediendo.
Hoy,
con e-mails,
messengers y chats
los amantes van navegando por redes que, cual cupidos posmodernos,
vehiculizan esa dimensión deseante que no accede a ser
domesticada ni atrapada por red alguna. La red señala que todo
vínculo hay que construirlo, de no ser así se desvanece
y se esfuma.
Por
otra parte, siendo que el mundo actual se ha instagramizado,
se han producido cambios tanto en la intimidad como en la privacidad
de los sujetos. En este sentido, me resultó ilustrativa la
reflexión aportada por Paolo Genovese director de la película
Perfectos
desconocidos
(2016) cuando dice que "los
celulares
son
las cárceles personales donde ponemos a resguardo todos
nuestros secretos, pero con un carcelero tan frágil como un
descuido o una clave de bloqueo".
Con
estos dispositivos se alimenta un imaginario que a nivel vincular
supone la posibilidad de atravesar la opacidad del otro. Así
es como, vencidas las barreras del pudor, se puede incursionar en la
intimidad y suponer que de este modo habrá de tener acceso a
ese enigma que encierra la otredad. Dolorosa confrontación con
un imposible difícil de tolerar, que apunta a querer acceder a
una supuesta verdad.
Saber
la verdad o la verdad del saber
Saber
cada vez más, hasta llegar a saber cada vez menos. Y así
completar el no saber.
Roberto
Juarroz
Juarroz
(1997) nos muestra, por medio de este fragmento poético, una
idea diametralmente opuesta de aquellas situaciones en las que,
cuando se descubre una infidelidad, aparece en uno de los miembros de
la pareja la obsesión por la verdad. ¿Qué verdad
se pide? ¿La verdad de los hechos, la verdad de los sucesos?
¿Es posible saber la verdad? ¿Esta última, tiene
un saber?
Dice el filósofo E. Levinas (1982),
en Ética
e infinito que
el saber abarca la nostalgia de la totalidad y que no existe ruptura
del ser en el saber. No existe un todo, El conocimiento comprende,
acumula, pero no nos pone en contacto con la otredad, con la ajenidad
y con la alteridad.
Pienso
que otro modo de formular esa pregunta en la relación de
pareja sería: ¿qué les sucedió en
determinada circunstancia, para que alguno de los dos o ambos hayan
sido infieles? ¿Buscarán la verdad de lo que ocurrió
en ese particular vínculo en determinado momento de la vida
y/o en lo que les está aconteciendo actualmente? Se tratará
entonces según mi lectura, de ir construyendo verdades
conjeturales, verdades en tránsito.
Otra
cuestión es qué función tiene este reclamo de
verdad. Muchas veces constituye una herida narcisista debida a la
ruptura de la novela corporal del vínculo {ver nota de autor 3}. Esta se transforma en algo intolerable dado que el cuerpo de
cada uno fue vivido como una pertenencia. Entonces se quiere saber
"toda
la verdad"
sobre aquello que se concibe como una posesión. Aquello que
por un momento "fue
de otro"
imaginariamente se supone que vuelve a ser de uno al procurar "saber
todo lo que pasó"
ya que, salvo en los vínculos a predominio perverso, en otras
configuraciones vinculares, la inclusión de un tercer
personaje quiebra la ilusión de protagonismo y de
incondicionalidad con que la novela corporal vincular fue
originalmente creada.
La exclusión de la que alguno se siente víctima
desestabiliza el tranquilizador sentimiento de pertenencia que esa
relación prometía.
Existe
la creencia de que a través de detalles puede recuperarse algo
de la experiencia que en realidad es inasible, negando a su vez que
la intimidad del otro tiene aspectos incognoscibles. Dichas creencias
suturan los puntos de inconsistencia. Usadas como certezas, generan
detención del saber cómo un movimiento continuo que
como tal, no posee verdades. Se abre aquí la problemática
de la relación verdad-saber. En todo caso, la propuesta que
como psicoanalistas hacemos a nuestros pacientes es dar lugar a un
saber no sabido, el del inconsciente. Un saber que ponemos en
suspenso y que apuesta a la producción de nuevas verdades que
surjan producidas en la inmanencia de ese campo situacional bajo
transferencia. La verdad en ese caso es incertidumbre, es
indiscernible; genera perplejidad y asombro. Lo importante, entonces,
no es el valor sino el lugar que la verdad pueda adquirir para el
vínculo. Entonces, cuando alguien quiere saber la verdad
deberíamos preguntarnos si se trata de un goce o de una
búsqueda genuina de un saber. El valor dependerá del
modo en que los sujetos se ubiquen respecto de la castración.
En los vínculos a predominio paranoico por ejemplo, la
ultranza a la que se quiere llevar la certidumbre, hace que el o los
sujetos coloquen a la verdad en el campo de la razón. Pero
como esta se presenta con hiancias, se hace necesario sobrecargar
cada uno de sus signos para que la verdad se haga plena razón
en la sinrazón.
Es
Jaques Lacan (1971) quien plantea que la
verdad tiene estructura de ficción,
siendo que lo ficticio no es algo que engaña sino una manera
denominar lo simbólico. La verdad se juega a través de
la eficacia simbólica. La verdad y la apariencia (semblant)
se hallan íntimamente ligadas, ya que si es apariencia, es
apariencia de verdad. Esto no guarda ninguna relación con la
oposición verdadero/falso.
El
descubrimiento del psicoanálisis corresponde a un saber que
ocupa el lugar de la verdad, un saber agujereado. Existe una
disyunción entre saber y verdad dado que esta última
evoca el lugar de lo irrepresentable, mientras que el saber se
constituye en base a lo representable. En el libro
"Los tonos de la verdad"
Karoty (1996) afirma que "la
verdad no es otra cosa que el camino hacia ella. Se articula con lo
indecible, con la falta de exactitud, imposible de representar,
agujero alrededor del cual se produce la organización de las
representaciones". Para
ser verdadero, un discurso no tiene que ser excluyente de otras
discursividades. La verdad no es reductible a un concepto que la
contenga por entero y para siempre. Entre la verdad y el concepto no
hay simetría. Esto implica considerar el carácter
alusivo y metafórico de la palabra y las infinitas
interpretaciones posibles. Siguiendo esta línea, Foucault
(1976) sostiene que cada época presenta su régimen de
verdad ligado a un determinado sistema de poder. Cuando el poder se
afirma como saber, le hace máscara a la verdad.
En
psicoanálisis nos interesa pensar en verdades conjeturales y
en tránsito, lo que implica el reconocimiento de enigmas que
nos abren a nuevos enigmas, que generan perplejidad y motorizan el
deseo, con lo que se inicia un trabajo de producción. Trabajo
que apunta a la dimensión de un saber no sabido. El saber no
es la verdad. El saber es el desconocimiento que va en busca del
conocimiento posible. Implica una actitud que permite preservar viva
la capacidad de asombrarse ante lo inesperado y contradictorio de la
mente, de los vínculos, y conservar activo el curioso espíritu
investigador para seguir interrogándonos y sorprendiéndonos.
Notas
de autor
1.
En un trabajo anterior (Moscona, 1994) comencé a usar el
plural para dar cuenta de la variación tanto epocal como en
cada vínculo en particular. En esa oportunidad investigué:
a) la infidelidad como fidelidad a la familia de origen o a un estado
ideal sin fallas; b) como fidelidad al propio deseo; c) como síntoma;
d) como condición de estructura; f) como acting. A partir de
esas distinciones fui esbozando una tipología sobre las
infidelidades. Las consideré a predominio histérico,
perverso, adictivo, celoso-celógeno, etcétera, como
intento de encontrar rasgos característicos y variantes en
relación con las patologías vinculares.
2.
En
el año 2007 compilé el libro Infidelidades
en la pareja: Amor, fantasmas, verdades, secretos, del
que además
escribí dos capítulos (Quiero
saber la verdad ¿Quiero?;
e
Infidelidades reales, infidelidades virtuales) (Moscona, 2007).
Más tarde revisité estas temáticas con otros
colegas en Lo
obsceno en psicoanálisis de pareja (Barros
de Mendilaharzu, 2012).
En
la mayoría de los casos de infidelidades trabajados en ambos
libros los autores observamos que al descubrirse una infidelidad, se
producía una marcada propensión hacia los desbordes,
los excesos y muchas veces hacia una irrupción de lo obsceno.
3.
Novela
corporal vincular: expresión metafórica que se refiere
al guión original que la pareja crea a partir del lenguaje
vivido de sus cuerpos vinculados. Guión que alude al cuerpo de
cada uno, al cuerpo de uno en relación al otro y al cuerpo del
otro (Berlfein y Moscona, 1998, 2015).
Referencias
Barros
de Mendilaharzu, G., Eksztain, M., Inda, N., Moscona, S., y
Makintach, A. (2012). Lo
obsceno en psicoanálisis de pareja.
Psicolibro
Berlfein,
E. y Moscona, S. (2015).
Contigo a la distancia… La era digital y sus efectos en el
sujeto y sus vínculos.
XXI
Congreso FLAPAG,
Montevideo, Uruguay.
Berlfein,
E. y Moscona, S. (1998). Novela
corporal vincular. En C. Pachuk, y Friedler, R. (Eds.) Diccionario
de psicoanálisis de las configuraciones vinculares
(pp. 267-270). Buenos Aires: Ediciones del Candil.
Código
Civil y Comercial de la Nación (CCCN).
Ley 26.924. 1ro. de agosto de 2015 (Argentina).
Foucault,
M. (1976). Historia
de la sexualidad I. La voluntad de saber. Madrid:
Siglo XXI (1995).
Juarroz,
R. (1997). Poesía
vertical.
Buenos Aires: Emecé.
Karoty,
R. (1996). Los
tonos de la verdad.
La Plata: De la Campana.
Kristeva,
J y Sollers, P. (2016). Del
matrimonio como una de las bellas artes
(pp. 16-25). Buenos Aires: Interzona.
Kureishi,
H. (1999).
Intimidad.
Buenos Aires: Anagrama.
Levinas,
E. (1982). Ética
e infinito.
Madrid: La Balsa de la Medusa.
Lacan,
J. (1971). La dirección de la cura y los principios de su
poder. En Lectura
estructuralista de Freud,
Buenos Aires: Siglo XXI.
Moscona,
S. (1994). Infidelidad o infidelidades en la pareja conyugal. Revista
de Psicología y Psicoterapia de Grupo,
(12)
Moscona,
S.
(2007) (Comp.). Infidelidades
en la pareja. Amor, fantasmas, verdades, secretos.
Buenos Aires: Lugar.