Terapia
de Aceptación y Compromiso: desarrollo, evolución y
aplicaciones clínicas. Una mirada desde Argentina
El cáncer como otras
enfermedades crónicas conllevan aparejados trastornos
psicológicos y psiquiátricos coexistentes,
prevalentemente ansiedad y depresión (Castañeda
Salgado y Gómez Baya, 2022).
En general,
estos últimos se desencadenan frente a estresores relacionados
con la misma enfermedad oncológica (o sus tratamientos) y/o
proceden de vulnerabilidades preexistentes, que deterioran la calidad
de vida de la persona a lo largo de toda la trayectoria de la
enfermedad (Derogatis
et al., 1983).
Por tal razón, las intervenciones psicosociales,
entre
ellas los diversos abordajes psicoterapéuticos implementados
en cáncer, son sumamente útiles para aliviar el monto
de distrés asociado a esta enfermedad (Daniels y Kissane,
2008).
Desde diversos marcos
teóricos,
se han
desarrollado abordajes individuales y grupales que contribuyen al
afrontamiento y adaptación al cáncer, sus vicisitudes y
evolución. Existe evidencia sobre que las intervenciones
vinculadas a la psicoterapia de grupo son más efectivas y/o
equivalentes a otros tratamientos para varios desórdenes
psicológicos (Rosendahl
et al., 2021)
y que,
en comparación a las intervenciones basadas en la psicoterapia
individual, son igual de efectivas para un amplio rango de pacientes
(Arch et al., 2021).
Específicamente sobre
la aplicación de la Terapia de Aceptación
y Compromiso
(ACT) en el abordaje del cáncer, algunas investigaciones
realizadas desde una estrategia en formato individual, mostraron muy
buenos resultados para el abordaje de esta enfermedad (Ciarrochi et
al., 2010; Feros
et al., 2013; Rost et al., 2012).
Este buen desempeño se explica por la inclusión en su
abordaje de la temática de la compasión, la cual es
entendida por Paul Gilbert (2017) como la conciencia del sufrimiento
de uno mismo y de los otros seres vivientes, el resonar con ese
sufrimiento percibido, el deseo que el mismo sea aliviado y prevenido
y la voluntad para hacer algo al respecto. Esta definición
involucra dos aspectos interrelacionados: acercarse, comprender y
relacionarse con el sufrimiento y la motivación para prevenir
y aliviar el sufrimiento.
Si bien se está
incrementando la publicación de evidencia científica en
varias partes del mundo sobre la implementación de ACT con una
estrategia de psicoterapia grupal en pacientes oncológicos
(Arch y Mitchel, 2016), en Argentina es incipiente y no existe
evidencia local sobre su desempeño. En ese sentido, en este
artículo se presenta una experiencia clínica en ACT
vinculada a la psicoterapia de grupo en pacientes adultos
oncológicos, junto al recorrido teórico sobre las
diferentes psicoterapias existentes hoy día en cáncer.
Se espera que este artículo pueda brindar aportes teóricos
y prácticos a los profesionales interesados en esta
perspectiva y sus herramientas clínicas, basadas en la
experiencia de la autora con más de veinte años de
trabajo en la psicooncología.
Psicoterapia
individual en cáncer
Las intervenciones
psicooncológicas abarcan un amplio espectro, entre ellas los
tratamientos psicofarmacológicos, la orientación de
soporte, la musicoterapia, y los tratamientos psicoterapéuticos
(De Vries y Stiefel, 2018).
La psicoterapia individual
empieza a ser utilizada en cáncer, a partir de la introducción
de las intervenciones de soporte (ej. terapia basada en técnicas
de relajación e imaginería) (Lewis y Sharp, 2011).
Posteriormente, los aportes de Robert Neymeier (2011) permitieron
integrar otros enfoques tales como la terapia del duelo basada en una
visión constructivista y narrativa de la reconstrucción
del significado ante una pérdida significativa, que resultó
de relevancia y potencial de uso en cáncer. Luego la terapia
cognitivo-conductual y algunos tipos de terapias contextuales
mostraron buenos resultados entre las personas con cáncer
(Cohn Stuntz y Lineham, 2021). Entre estas últimas, la ACT se
destaca por enfocar en el logro de la flexibilidad psicológica
y la construcción de una vida con significado.
Psicoterapia
grupal en cáncer
Los aportes de James Spira y
colaboradores (1997, 2003) han encontrado
que la psicoterapia grupal para pacientes con enfermedad clínica
crónica y, entre ellas el cáncer, es un sistema muy
útil y operativo de psicoterapia que complementa la atención
médica integral de estos consultantes. Es importante señalar
que este artículo retoma estos aportes para las propias
contribuciones clínicas en psicoterapia de grupo, con un
abordaje de ACT.
Siguiendo un trazado
histórico,
los inicios de las intervenciones grupales en cáncer se
remontan hacia fines de 1970 (Fawzy y Fawzy, 1998). Las primeras
intervenciones aplicadas fueron las psicoeducativas, que enfatizaron
en brindar información, desarrollar habilidades de
afrontamiento ante ansiedades y miedos, y la adaptación a la
enfermedad y a los tratamientos clínicos recomendados (Fawzy y
Fawzy, 1998).
Posteriormente,
se integraron otros enfoques tales como la terapia centrada en el
sentido (Duva
et al., 2021)
y la intervención grupal focalizada en las parejas de las
pacientes con cáncer de mama (Manne y Ostroff, 2011).
Los pacientes
con cáncer se pueden beneficiar de una variedad de programas
de intervención psicológica, particularmente de
aquellos que emplean la modalidad grupal (Fawzy y Fawzy, 1998).
Específicamente
sobre las intervenciones psicoeducativas, tienen el potencial de
mejorar las actitudes de los pacientes, su adaptación a la
institución de salud, el fortalecimiento de las relaciones
interpersonales, el incremento en los conocimientos de cáncer
y la percepción de la muerte (Fawzy y Fawzy, 1998). Asimismo,
existe evidencia de que la aplicación de las intervenciones
grupales enfatizan la cohesión grupal, el soporte emocional,
la autorevelación, la estimulación de las interacciones
fuera de la sesión y el desarrollo de un propósito
percibido y significativo en la vida (Fawzy y Fawzy, 1998). Si se
tiene en
cuenta que un objetivo clave en la psicoterapia grupal es establecer
un alto nivel de cohesión -basado en la mutua consideración,
tolerancia de las diferencias y reconocimiento de una experiencia
vital compartida-, la implementación de la terapia de grupo en
cáncer puede hacer mucho para encontrar un significado,
mejorar la red de soporte y la calidad de vida.
En la Figura
1 se presenta un
recorrido de las psicoterapias grupales desde sus orígenes y
evolución, hasta llegar a constituirse las psicoterapias
grupales en cáncer, incluyendo las intervenciones basadas en
Mindfulness y particularmente ACT {ver figura 1}.
Terapia
de Aceptación y Compromiso
ACT es una terapia de la
tercera ola dentro de las terapias cognitivo-conductuales (Hayes
et al., 2012), dado que se encuentra fundamentada en una aproximación
empírica y enfocada en los principios del aprendizaje. Se
caracteriza por ser sensible al contexto y a las funciones de los
fenómenos psicológicos, enfatizando en el uso de
estrategias de cambio basadas en la experiencia y el contexto,
permitiendo también el uso de estrategias más directas
y didácticas. Con estos tratamientos se busca la construcción
de repertorios amplios, flexibles y efectivos en lugar de tender a la
eliminación de los problemas claramente definidos, resaltando
cuestiones que son relevantes, tanto para el terapeuta como para el
paciente (Hayes, 2004). Al constituir una
intervención de tercera generación, ACT hace mayor
hincapié en cambiar la relación que tiene el individuo
con los eventos privados (las experiencias internas como los
pensamientos, los sentimientos y las sensaciones), alejándose
de otras estrategias cuyo objetivo es cambiar la forma o frecuencia
de dichos eventos; utilizando para ello procesos como la aceptación
y el Mindfulness. También se enfatizan las estrategias de
cambio conductual.
Esta definición
sienta las bases para lograr una mayor comprensión del enfoque
teórico así como también de la intención
clínica (la flexibilidad psicológica) de ACT, y su
aplicabilidad en el cáncer. Como terapia conductual, ACT
adopta la filosofía de la ciencia contextualista
funcional (Biglan y Hayes, 1996; Hayes et al., 1988; Hayes, 1993),
una teoría básica del lenguaje y la cognición, y
una teoría
aplicada de psicopatología y cambio psicológico. Se
encuentra vinculada a un programa de investigación básica
sobre la naturaleza del lenguaje y la cognición humana (Teoría
de los Marcos Relacionales o RFT, por sus siglas en inglés).
En parte, esto surgió gracias al desafío por
desarrollar una comprensión analítica y conductual
sobre la cognición, y de esta manera lograr que la terapia
conductual y los tratamientos clínicos se basan
de manera consciente en principios conductuales fundamentales;
mientras que al mismo tiempo pudieran abordar procesos que la primer
ola de terapia de la conducta no hizo como la cognición.
ACT constituye un enfoque
transdiagnóstico. Está orientada hacia los procesos
subyacentes, por detrás de lo que se denomina psicopatología.
Desde el punto de vista de ACT, una de las fuentes principales de la
psicopatología es la forma en que el lenguaje y la cognición
interactúan con las contingencias directas, produciendo
incapacidad de persistir o cambiar la conducta al servicio de fines
valorados de largo alcance
(Hayes, 2006).
Esto se puede
modelar a través de los seis procesos que se muestran a la
izquierda en la Figura 2 {ver figura 2}.
En términos
generales, la fusión cognitiva ocurre cuando el individuo
considera que él y sus pensamientos son lo mismo. En un
sentido menos técnico, la patología ocurre cuando el
individuo tiene un pensamiento desagradable y se identifica con éste
desde el lugar de "ser ese pensamiento". A través
de los procesos del lenguaje, se puede perder el contacto con la
distinción entre pensamiento y pensador. Desde una perspectiva
más técnica, cuando esto sucede puede resultar en una
excesiva o incorrecta regulación de la conducta por parte de
los procesos verbales como reglas y redes relacionales derivadas que
toman el control.
En contextos
que favorecen dicha fusión, la conducta humana se guía
más por procesos verbales relativamente inflexibles (ej. el
pensamiento rígido) que por contingencias directas. Por lo
tanto, los individuos pueden actuar de una manera que resulta
inconsistente con lo que del entorno se desprende como relevante para
sus valores y objetivos. Desde el punto de vista de la ACT, la forma
o contenido de la cognición no resultan problemáticos;
es decir, no son disfuncionales en sí mismos, a menos que las
características contextuales lleven a este contenido cognitivo
a regular la acción del individuo en formas inútiles
(en un sentido pragmático).
Un contexto de control
experiencial lleva al individuo a centrarse en la manipulación
de los estados emocionales y cognitivos como objetivo principal y
como medida de éxito en la vida (ej. "cuando no sufra
más de ansiedad, seré feliz"). Estos contextos se
encuentran interrelacionados y mantienen la función de la
fusión cognitiva en la evitación experiencial, la cual
consiste en intentar alterar la forma, la frecuencia o la
sensibilidad situacional de eventos privados (ej. pensamientos,
sentimientos y sensaciones), aun cuando el hacerlo cause un daño
conductual (ej. el consumo excesivo de alcohol para escapar de la
ansiedad) (Hayes
et al., 1996).
Desafortunadamente,
el intento de evitar eventos privados desagradables tiende a
incrementar su importancia funcional, ya que estos se vuelven más
prominentes. Además, el intento de control está en sí
mismo vinculado de manera verbal a los resultados negativos
conceptualizados y, por lo tanto, tiende a reducir la variedad de
conductas posibles, debido a que varias conductas podrían
evocar dichos eventos privados temidos. El contacto con el momento
presente disminuye, ya que el individuo comienza a vivir "en su
cabeza" (Hayes,
2002). El
pasado y el futuro conceptualizados (ej. "no puedo superar mi
pasado", "me preocupa el futuro"), y el yo
conceptualizado (mis historias acerca de quién soy – soy
una persona ansiosa), ganan más poder regulatorio sobre la
conducta, contribuyendo a la inflexibilidad (Hayes,
2006). Además,
como las emociones y los pensamientos por lo general se utilizan como
razones para llevar a cabo otras acciones, dar razones tiende a
provocar que la persona se enfoque más en "el mundo
interno" como la fuente correcta de regulación
conductual, exacerbando así los patrones de evitación
experiencial. En el mundo de la conducta manifiesta, esto significa
que las cualidades de vida deseadas a largo plazo (valores) pasan a
segundo plano, detrás de objetivos más inmediatos tales
como encontrarse bien, verse bien, sentirse bien o defender un yo
conceptualizado. El individuo pierde contacto con lo que quiere en la
vida, más allá del alivio frente al dolor psicológico
(la ansiedad). Surgen los patrones de acción evitativos, los
cuales se encuentran desconectados de las cualidades de vida deseadas
por el individuo a largo plazo, y de forma gradual dominan su
repertorio. Los repertorios conductuales se reducen y se vuelven
menos conscientes del contexto actual que proporciona la posibilidad
de acciones valiosas. La persistencia y el cambio al servicio de la
efectividad se vuelven menos probables (Hayes,
2006).
El
resultado será la psicopatología.
Seis
procesos centrales de ACT
ACT encara cada uno de estos
problemas centrales con el objetivo general de incrementar la
flexibilidad psicológica: la capacidad de estar en contacto
con el momento presente más plenamente como un ser humano
consciente, y cambiar o persistir en la conducta cuando el hacerlo
cumple con los fines valorados
(Hayes, 2006).
La
flexibilidad psicológica se establece por medio de seis
procesos
centrales de ACT como se muestra a la derecha en la Figura 2 {Ver
Figura 2}.
Cada uno de estos procesos
está conceptualizado como una habilidad psicológica
positiva; es decir, como los procesos subyacentes que apoyan la
flexibilidad psicológica:
Aceptación: la
aceptación se enseña como alternativa a la evitación
experiencial. Implica aceptar de forma activa y consciente aquellos
eventos privados causados por la propia historia, sin intentar
cambiar en forma innecesaria su frecuencia o forma, en especial
cuando el hacerlo causaría un daño psicológico
(Hayes, 2006; Luoma et al., 2007).
La aceptación (y la defusión) en ACT no constituye un
fin en sí mismo, sino que es adoptada como proceso para
incrementar las acciones basadas en los valores.
Defusión cognitiva:
ACT intenta cambiar la forma en que el individuo interactúa o
se relaciona con los pensamientos, al crear contextos en los cuales
se reducen las funciones inefectivas (Hayes
et al., 1999). Esto
es llevado a cabo a través de la defusión cognitiva,
proceso que busca reducir la literalidad del pensamiento, debilitando
la tendencia a tratar al mismo como si fuera lo que refiere, en vez
de lo que es directamente experimentado; es decir, un pensamiento. Lo
que resulta de la defusión es, por lo general, una reducción
de la creencia en la mente o el apego a ella. El foco no se centra
tanto en el cambio inmediato de la forma o la frecuencia del
pensamiento (Hayes,
2006).
Estar presente: ACT promueve
el contacto sin juzgar con los eventos psicológicos y del
entorno de la manera en que ocurren.
El objetivo es
que el paciente experimente de una forma más directa, a fin de
que su comportamiento sea más sensible y flexible. Las
acciones serán más consistentes con los valores del
individuo. Esto se logra permitiendo que la funcionalidad logre tener
más control sobre la conducta y utilizando el lenguaje como
herramienta para notar y describir eventos, y no simplemente
predecirlos y juzgarlos
(Hayes, 2006). El
Mindfulness es también parte de la construcción de la
habilidad en esta área.
Yo-contexto: como resultado
de los marcos relacionales como "yo" contra "tú",
"ahora" contra "después", y "aquí"
contra "allá" , el lenguaje lleva a un sentido del
yo como si se tratara de un lugar o perspectiva, y proporciona un
costado trascendente
y espiritual a los seres humanos
(Hayes, 1984). En
resumen, la idea es que el "yo" surge de una amplia serie
de ejemplos de relaciones de toma perspectiva, lo que se denomina
"relaciones deícticas" en la RFT. Sin embargo,
debido a que este sentido del yo constituye un contexto para el
conocimiento verbal, pero no es el contenido de dicho conocimiento,
sus límites no pueden conocerse en forma consciente. El yo
como contexto es importante desde este punto de vista, ya que el
individuo puede ser consciente de sus propias experiencias (ej. el
pensamiento es continuo y persistente, las emociones suben y bajan,
las sensaciones van y vienen), sin quedarse amarrado a ellas: de esta
manera se adoptan la defusión y la aceptación
(Hayes, 2006).
Valores: los valores son
cualidades de acción elegidas para actuar con intención;
no pueden obtenerse como objeto pero sí pueden desarrollarse
momento a momento.
En ACT, la
aceptación, la defusión, el estar presente, y el yo
como contexto no constituyen objetivos en sí mismos sino que
allanan el camino para una vida más consistente con los
valores
(Hayes, 2006).
Acción comprometida:
ACT fomenta el desarrollo de patrones de acción mucho más
amplios vinculados a los valores.
Se trata de
acciones concretas específicas que pueden clarificarse y
asumirse como medio para dar vida a esos valores.
Los procesos centrales de
ACT se superponen y se interrelacionan. En conjunto, cada uno apoya
al otro y todos ellos apuntan hacia la flexibilidad psicológica.
Los seis procesos pueden dividirse en dos grupos. Los procesos de
Mindfulness y aceptación abarcan la aceptación, la
defusión, el contacto con el momento presente, y el yo como
contexto
(Fletcher y Hayes, 2005);
mientras
que los procesos de compromiso y cambio conductual abarcan el
contacto con el momento presente, el yo como contexto, los valores, y
la acción comprometida (Hayes,
2006) {ver figura 2}.
Terapia
de Aceptación y Compromiso en cáncer
Las características
propias de ACT posibilitan trabajar con amplias poblaciones con
problemáticas clínicas psicológicas y de salud
física como dolor crónico, epilepsia y diabetes
(Gregg et al.,
2007). Al focalizar en flexibilidad psicológica y una vida con
sentido es especialmente muy útil dentro del contexto
oncológico en el cual los pacientes tienden a estar
psicológicamente abrumados y distresados (Hulbert-Williams
et al., 2015).
Una investigación
realizada para el abordaje de la fobia social constituye el
antecedente de la efectividad de la psicoterapia
grupal en ACT
(Ossman et
al., 2006).
Este estudio
evaluó el impacto de un protocolo de tratamiento grupal basado
en ACT, orientado a las conductas de evitación y problemas
cotidianos típicos en ansiedad social. Los datos del
postratamiento y seguimiento mostraron un descenso significativo en
las medidas de fobia social y evitación experiencial.
En el marco del abordaje del
cáncer, las primeras investigaciones en ACT se caracterizaron
por ser estudios de casos. Posteriormente, los avances en el formato
individual de ACT fueron realizados por los aportes metodológicos
de investigadores como Ciarrochi
et al. (2010), Feros et al. (2013),
Rost et al. (2012)
y Hulbert-Williams y Storey (2016),
quienes contribuyeron con desarrollos sobre el concepto de
flexibilidad psicológica como resultado deseado dentro del
proceso de cambio terapéutico y amortiguador del distrés
psicológico. En la actualidad, se conoce que las
intervenciones grupales con abordaje de ACT son igual de efectivas
que las intervenciones en psicoterapia individual
(Arch et al., 2021).
En los últimos años, creció
el interés en
la aplicación y diseminación de los buenos resultados
obtenidos por ACT en el tratamiento de los pacientes con cáncer
(Gonzales
Fernández, 2019; Arch et al., 2021).
Específicamente un estudio piloto que implementó la
intervención grupal entre pacientes recuperados de cáncer
con ansiedad, durante la etapa de transición del tratamiento a
la etapa del seguimiento médico, encontró que este tipo
de estrategia produce amplia y sustancial mejoría psicosocial
entre estos pacientes y sugiere continuar con futuros estudios
(Arch y Mitchell, 2016). Buenos resultados en la aplicación de
ACT también fueron
encontrados por una experiencia realizada con un grupo de pacientes
recuperadas de cáncer de mama y sus cuidadores
(Cohen et al.,
2019).
Contribuciones
clínicas basadas en la experiencia de la aplicación de
la psicoterapia grupal en cáncer, con abordaje ACT
Toda esta base teórica
y clínica se ha constituido en un importante sostén
para las propias contribuciones clínicas, sobre psicoterapia
grupal en cáncer desde la ACT. Los grupos psicoterapéuticos
que se llevaron a cabo apuntan a incrementar y desarrollar una vida
valiosa y una relación más efectiva con los eventos
privados (más que centrarse en la reducción
sintomática), lo que conduce a optimizar su calidad de vida en
el contexto de esta enfermedad crónica.
Las experiencias en ACT que
se realizaron, en el período 2015-2019, se caracterizaron por:
-Ser grupos cerrados (máximo 8
integrantes).
-Grupos etarios de 50-70
años, mixtos, con pacientes recuperados de diferentes tipos de
cáncer (etapa de seguimiento médico).
-Contrato de trabajo por un
año, con posibilidad de renovarlo.
-Pacientes derivados de
psicoterapia individual y otros de grupos psicoeducativos, ambos
formatos basados en el abordaje cognitivo-conductual de segunda
generación.
-Sesiones semanales, de 2
horas de duración.
Durante la primera parte de
la sesión, se implementaron intervenciones basadas en atención
plena como un modo de invitar a un trabajo consciente, en el momento
presente, compasivo y no evaluativo de la experiencia propia y de los
otros, lo que posibilitó generalizar este modelo de
vinculación con otros, por fuera del grupo. Durante la segunda
parte de la sesión, al tomar en cuenta las expectativas y
objetivos de cada participante y del grupo en general,
se
focalizó la labor en desarrollar flexibilidad psicológica
en cada paciente en relación con sus dificultades, en un
contexto de valores y de una vida con propósito. Para ello, se
utilizó el movimiento de los seis procesos clínicos
básicos del Hexaflex en toda conducta del paciente y del
terapeuta en cada momento
(Westrup y Wright, 2017).
Cuando el trabajo grupal se focaliza en el proceso de clarificar los
valores que sostienen al grupo, facilita en sus integrantes un
sentido de experiencia y humanidad compartida, respeto mutuo y
conexión.
¿Cómo se
trabajó en este abordaje? Con herramientas terapéuticas
como metáforas (ej. analogías, alegorías,
parábolas y todo tipo de historias), ejercicios
experienciales, paradojas, visualizaciones, intervenciones basadas en
Mindfulness y Compasión, cuestionarios y formularios. En los
Gráficos 1, 2, 3 y 4 se desarrolla con mayor detalle esta
experiencia clínica y el uso de estas herramientas.
Específicamente, en el Gráfico 1 se presenta el uso de
la metáfora experiencial como herramienta terapéutica.
En el Gráfico 2 se desarrolla el uso de la metáfora
bajo la modalidad de intervención grupal, basada en
estrategias de aceptación.
En el Gráfico 3 se presenta la metodología de la
aplicación del recurso de la metáfora en el grupo y en
el Gráfico 4 se ven los resultados {ver gráfico 1} {ver gráfico 2} {ver gráfico 3} {ver gráfico 4}.
El desafío en este
tipo de psicoterapia, desde este enfoque y con esta población,
implica encontrar los valores que guíen la terapia,
identificar la vulnerabilidad de cada paciente, y elegir aún
en los contextos más adversos. Por otro lado, los pacientes
también enfrentan desafíos en cada sesión grupal
al compartir con otros el sufrimiento propio y al aprender a estar
con el sufrimiento ajeno de manera empática y amable.
En este escenario, el
terapeuta precisa ser abierto, genuinamente curioso, flexible,
centrado, comprometido, y con aceptación de sus límites
y de la incertidumbre {ver gráfico 4}.
Sus objetivos a cumplir son:
-Rescatar el núcleo
de los procesos de ACT, a través de ejercicios experienciales
que funcionen bien en este formato. Concentrarse y aprender a
trabajar en la función; es decir, tomar en cuenta la conducta
en contexto en vez del contenido que subyace a las
historias/diálogos, trayendo esto al grupo como setting de
aprendizaje experiencial, y propiciar la transformación de la
función y el desarrollo de repertorios conductuales más
amplios tendientes hacia una vida valiosa.
-Convertir los desafíos
del trabajo grupal en oportunidades clínicas (ej. al trabajar
con un comportamiento problemático de un paciente, tener la
habilidad de generar una experiencia transformadora para ese
integrante, en un contexto con otros que sostienen y manifiestan amor
y compasión).
-Favorecer el experimentar
las emociones, desde el cuerpo y sus sensaciones hacia la mente; es
decir, en un aprendizaje de abajo-arriba, más que de discusión
verbal.
-Facilitar el cultivo de
flexibilidad psicológica compasiva, cultivando apertura y
aceptación del sufrimiento propio y ajeno, sensibilidad al
momento presente, conciencia no evaluativa y defusionada de las
propias conductas, acciones comprometidas hacia una vida valiosa y
una perspectiva observadora de la propia experiencia amplia, flexible
y trascendente.
Conclusiones
El contexto grupal favorece
a acentuar los procesos clínicos básicos que pueden
llevar al paciente a atascarse en su padecimiento o, por el
contrario, a aliviarlo. En función de esto podemos destacar
que este abordaje psicoterapéutico en grupos posibilita a sus
participantes, tal como se puede apreciar en la Figura 3 {ver figura 3}:
-Aprender del feedback que
reciben de los otros, del conocimiento que les aporta la observación
del impacto de las intervenciones y de los procesos clínicos
del Hexaflex que transita cada miembro pero comunes a todos.
-Conectar fácilmente
con la dificultad compartida de ser humanos y, simultáneamente,
permitirse aprender a estar dispuestos y a experimentar lo que sea
que suceda, en cada integrante.
-Tomar distancia de lo que
les está diciendo sus mentes y construir confianza y seguridad
en el setting grupal; ayudados por una conducción hábil
del terapeuta para participar, compartir, desarrollar coraje y tomar
riesgos, hacer espacio a sentimientos difíciles y dirigir sus
conductas en dirección a sus valores observando qué
funciona y qué no.
-Aprender a estar presentes
con estas luchas ayuda a contactar con una actitud abierta
y compasiva en
relación a la experiencia compartida. Contenerse de emitir
juicios y escuchar activamente a los pares, prestar atención,
observar, desapegarse y soltar la autocrítica para hacer lugar
a lo que cada uno está experimentando.
-Ser un medio poderoso tanto
para un cambio positivo como para el estancamiento.
-Proveer un contexto en el
cual es admisible y deseable expresar claramente cómo
experimenta cada uno a los otros. Esto provee una información
invalorable porque permite ir rastreando cómo las conductas
funcionan en el grupo, en pos de que las que son factibles sean
socialmente reforzadas y, las que no, sean consideradas socialmente
inefectivas {ver figura 3}.
Resumiendo, mientras que ACT
no es el único abordaje que existe hoy día para el
tratamiento grupal de pacientes con cáncer, la experiencia
propia deja como aprendizaje de que es singularmente adecuado para
aprovechar los mecanismos del cambio terapéutico a través
de sus distintos recursos y amplia gama de actividades a desarrollar,
sobre todo cuando hay un número de participantes que fomentan
la voluntad, cooperación y conexión. En ese sentido,
ACT presenta algunas ventajas como abordaje terapéutico tales
como permitir más vías para el aprendizaje y el
modelaje de los procesos de ACT a un grupo de pares, facilitando así
aprender desde diversas perspectivas; atender a muchos pacientes
cuando hay pocos recursos de profesionales, reduciendo el costo y la
cantidad de consultas por cada paciente; y adherir a un abordaje más
colectivo para ocuparse de los problemas psicológicos y
conductuales de las enfermedades clínicas crónicas en
general, como en el caso del cáncer.
Nota
de autor
Agradezco a la Lic. Sara
Baringolz por todas las enseñanzas recibidas acerca de la
psicoterapia de grupo. A la Lic. Manuela O´Connell por sus
valiosas contribuciones teóricas sobre ACT. A la Lic. Mariana
Curotto por su soporte en la revisión de la redacción
de este artículo. Al Dr. César Ríos por su apoyo
e incentivo inicial.
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