Bases
en psicoterapia
Un
enfoque psicoterapéutico debe tener una buena
conceptualización teórica que le de coherencia interna
desde una mirada holística, comenzando por el diagnóstico,
para poder organizar los pasos necesarios para resolver los objetivos
que la terapia se plantee.
Debe
ser aplicable a la clínica y tener una comprensión
accesible, fuentes reconocidas y resultados demostrables, entre otras
características, ya que esto le dará la validez
necesaria al profesional para realizar las intervenciones adecuadas
(Fernández-Alvarez, 1992). A su vez, la conceptualización
teórica debe ser compatible con las diversas técnicas
que se utilicen. En este sentido diremos que la técnica tiene
un componente teórico y también una práctica que
debe ejercitarse en sí misma por los terapeutas (Bulacio,
2018).
En
numerosas ocasiones estos recursos parecen insuficientes para lograr
el éxito terapéutico. Siguiendo a Bandler y Grinder
(1980), el éxito de la terapia depende de una adecuada
comunicación, verbal y no verbal, que puede aprenderse y que,
obviamente, va de la mano de la coherencia integral entre la teoría
y la técnica elegida. Estas habilidades de comunicación
serán fundamentales para el desarrollo positivo del vínculo
entre el profesional y el paciente. En caso contrario, el mal uso de
la comunicación podría en numerosas ocasiones complicar
el proceso y ser incluso peligroso o iatrogénico. Es por eso
que el respaldo teórico debe ser integral y deben
desarrollarse las habilidades del terapeuta para lograr los
resultados propuestos (Naranjo-Pereyra, 2011).
Estas
condiciones adicionales podrían pensarse como aspectos
inespecíficos de las psicoterapias, ya que se trata de
factores o habilidades qué siempre forman parte de los
vínculos sociales y, en lo que respecta al ámbito
profesional, serán la clave necesaria para el éxito
terapéutico. A su vez, esta inespecificidad se debe a la poca
información y estudios científicos realizados que
comprueben la vinculación entre dichos factores y la mejoría
en la terapia. Es por eso que, a partir de la experiencia en el
ámbito psicológico, se propone un resumen de cinco
factores fundamentales para la terapia que deben ser comprendidos y
aprendidos por el terapeuta de forma integral. Estos son: la empatía,
la psicoeducación, el diálogo trivial, el timing y la
creatividad (Bulacio, 2006).
A
continuación se explicarán los lineamientos básicos
del modelo constructivista realista y brevemente las bases de la
psicoterapia constructivo-realista. Luego veremos el concepto de los
factores inespecíficos de la psicoterapia y se los
desarrollará en el siguiente orden: empatía,
psicoeducación, creatividad, lo trivial y el timing.
Finalmente se analizará cómo se potencian estos
factores entre sí.
Modelo
constructivista realista
El
modelo constructivista realista propone superar la dualidad que
presentan muchas teorías respecto de la posibilidad de conocer
el mundo. Por un lado, existe la concepción constructivista
radical que supone la realidad como un constructo al cual se accede
únicamente como una elaboración propia de la mente. En
el otro extremo, la concepción positivista plantea que se
puede conocer la realidad tal como se presenta, si se logra acceder a
ella por el método científico (Bulacio, 2018).
Muchas
teorías a lo largo de la historia de la filosofía
intentan explicar la posibilidad del hombre de conocer mediante las
herramientas que posee (Abbagnano, 2000). En La
analogía del constructivismo
(Bulacio, 1995) se presentan diferentes teorías explicativas
al respecto y se concluye que el sujeto como dador de significado
posee un rol fundamental en el asunto. Es así como encontramos
un punto medio entre dos concepciones: el constructivismo radical y
el realismo absoluto. Ambas teorías pueden integrarse
comprendiendo su compatibilidad. El modelo constructivista realista
entiende al sujeto como un ser activo que otorga significado a su
experiencia y que se inserta en una realidad que puede ser
parcialmente conocida y fuertemente interpretada, tal como plantea el
realismo hermenéutico en el ámbito de la filosofía.
Este cambio de enfoque, desde la realidad a la experiencia, permite
esquivar las diferencias filosóficas entre los modelos
previamente citados, dado que a la hora de encarar un tratamiento no
parecen fundamentales e incluso podrían resultar limitantes
(Zanotti, 2005).
Son
los "esquemas cognitivos" las estructuras psíquicas
que permiten reconocer el entorno y darle un significado, procesando
la información, organizando los estímulos y las
percepciones de acuerdo a las experiencias y aprendizajes previos
(Knapp & Beck, 2008). Estos esquemas cognitivos son racionales y
emocionales a la vez, ya que existe un procesamiento en paralelo
entre estos dos niveles, que a su vez interactúan entre sí.
La razón y la emoción forman parte de la tríada
básica: razón-emoción, conducta y fisiología,
que interviene en lo que Bandura (1986) llama la determinación
triádica de la conducta, pero que podríamos ampliar,
dada su complementariedad e interacción hacia una especie de
determinación triádica de las emociones y de la razón.
Incluso la fisiología interactúa con esos otros niveles
humanos, lo cual permite integrar muchos de los conocimientos de las
ciencias biológicas, particularmente de las neurociencias
(Bandura, 1986).
Otro
de los conceptos importantes del enfoque constructivista realista es
el de "tercer sistema representacional". El mundo en el
que el sujeto está inmerso es representado internamente, en
una forma analógica, por el primer sistema representacional,
de características no verbales. Un segundo sistema
representacional, digital, simboliza los conceptos de manera de
hacerlos más manipulables y relacionables, permitiendo así
muchos de los procesos psíquicos. La idea es que un tercer
sistema de representación, previo a la aparición del
lenguaje, es el que primero se desarrolla y le da al sujeto una
conciencia de sí mismo y su diferenciación con lo que
es exterior a él. Aunque no lo pueda nombrar, este sistema
constituye el primer paso en la formación de la propia
identidad (Bulacio, 2006).
Sobre
los esquemas innatos, de naturaleza biológica, se van formando
nuevos esquemas cognitivos, basados en la experiencia y en la
interacción con los demás y el medio en general. Estos
esquemas son los más profundos del ser humano, difícilmente
modificables y que ejercen fuerte influencia sobre el resto de los
esquemas profundos, que guían a su vez a los esquemas más
superficiales. En el curso de una psicoterapia se busca acceder desde
los esquemas más superficiales hacia los más profundos,
aunque a los más centrales, que conforman la identidad, es muy
difícil acceder y solo se pueden parcialmente suponer a partir
de los esquemas que los rodean. Es por eso que la psicoterapia tiene
que plantear sus objetivos aceptando que necesariamente serán
limitados por las posibilidades reales de cambio del paciente (Beck,
1983).
La
psicoterapia constructivista realista
Es
la aplicación del Constructivismo Realista al campo específico
de la psicoterapia.
Implica
la complementariedad entre el marco teórico global (que
incluye aspectos generales filosóficos, antropológicos,
sociológicos y biológicos, entre otros), el
conocimiento técnico (teórico y aplicado) y los
factores inespecíficos de la psicoterapia. Cabe mencionar que
este enfoque debe siempre tener en cuenta el contexto personal y
social del paciente y la psicopatología que eventualmente
presente (Bulacio, 2018).
El
primer paso consiste en la identificación precisa del motivo
de consulta, que exprese el deseo u objetivo personal del paciente en
relación al tratamiento. El terapeuta, desde su base de
conocimiento y la apreciación del contexto, aporta su mirada
lo más realista posible para poder construir en conjunto los
objetivos terapéuticos (Watzlawick et al., 1995). Estos deben,
por lo tanto, ser deseables y posibles, a lo que debemos agregar que
sean ecológicos (que el cumplimiento de los objetivos redunde
en un bien personal y social mayor). Este primer paso debe ser claro
y preciso ya que constituye el motor del tratamiento. Es, a su vez,
la base principal de la empatía, como veremos más
adelante (Beyebach, 2016; Bulacio, 2018).
El
objetivo terapéutico es una definición del problema
abierta a una posible solución. Es a partir de allí que
se buscan los caminos que lleven del momento inicial hacia el
cumplimento de dichos objetivos. Es aquí donde debemos
recurrir a la técnica.
Utilizando
los conceptos del Constructivismo Realista, podemos concluir que las
técnicas son un acceso al psiquismo integral del paciente. Es
por eso que, dada la interacción entre los diferentes niveles
(racional, emocional, conductual y fisiológico), podemos
considerar dichas técnicas como vías de entrada y
darles un sentido holístico (Bandura, 1986).
Cada
una de las técnicas pueden así integrarse dentro del
marco general. La aplicación concreta de estos recursos
técnicos se da dentro de un marco que, a su vez, está
atravesado por los factores inespecíficos, como veremos en el
siguiente punto.
Factores
inespecíficos en la psicoterapia
Los
factores inespecíficos de la terapia son aquellos recursos
tácitos que se pueden utilizar en paralelo con el planteo del
tratamiento y las técnicas que se empleen. Podrían
nombrarse muchos, pero consideramos que a los que hacemos referencia
son suficientes y podrían contener a los otros. Son recursos
que pueden aprenderse, lo cual los transforma en herramientas al
alcance de todos (Bulacio, 2006).
Estos
factores actúan en la psicoterapia de un modo más o
menos consciente. La propuesta es clarificarlos, para poder
utilizarlos intencionalmente por parte del terapeuta. Son un vehículo
necesario para poder desplegar la técnica en concordancia con
el marco teórico y con los objetivos terapéuticos
planteados. Los desarrollaremos de a uno, para luego mostrar cómo
suelen darse en forma simultánea y cómo se potencian
entre sí.
Empatía
Ya
nos hemos referido al significado y la importancia de la empatía
en el marco de cualquier psicoterapia. Básicamente hacemos
referencia con este concepto a la capacidad de ponerse en el lugar
del otro. Por eso la empatía debería estar presente en
cualquier tipo de vínculo entre dos o más personas.
Implica una conexión profunda con el otro a partir de aquello
que tienen en común. Y, en el caso de la psicoterapia, lo que
siempre está presente es el objetivo, construido conjuntamente
entre el paciente y el terapeuta: ése será el primer
interés común (Beyebach, 2016; Duncan, 1992).
La
empatía se produce, entonces, sobre la base de algo en común
entre las personas involucradas. La historia compartida del
tratamiento puede reforzar la empatía hacia el objetivo, pero
muchos otros aspectos personales pueden también hacerlo. Según
Maturana y Varela (1992), es la biología la que permite el
llamado "acoplamiento estructural", que es una perfecta
coordinación entre dos cerebros que se entienden y funcionan
en una frecuencia similar. Esta coordinación se expresa a
través de la mente por las emociones y conductas compartidas e
involucra la biología cerebral, la mente a través de
las emociones y la razón y la conducta (Maturana & Varela,
1992).
La
construcción de un vínculo terapéutico empático
permitirá tener una mejor llegada en todos los campos
involucrados. Es decir, lo racional será mejor recibido por el
fuerte sustento emocional, las nuevas conductas serán
afrontadas con mayor motivación y, por supuesto, se estarán
creando las condiciones para un cambio emocional significativo, ya
que es en este código donde fundamentalmente se desarrolla la
empatía. Las intervenciones emocionales directas, sea en forma
expresada o a través de analogías y metáforas,
tendrán en la empatía una fuerte base de sustentación.
Este vínculo se construye no solo desde la comprensión
global que el terapeuta tenga de su paciente sino también
desde los diversos niveles comunicacionales operantes. En la
construcción empática también intervienen las
costumbres idiomáticas, la forma de vestirse, la ambientación
del consultorio, etcétera (Zapata & Castaño, 2013).
Cabe
aclarar que el concepto de empatía en el marco de una
psicoterapia sólo tiene valor si es acompañado de una
ética intachable, lo cual implica un irrestricto respeto a las
creencias esenciales de cada paciente (dentro de un marco ecológico).
La acción terapéutica no se dirige hacia las creencias
esenciales que la propia persona no se cuestione. La terapia irá
en la dirección fijada en los objetivos y la empatía
estará al servicio de ese fin (Altuna, 2018).
También
la psicoeducación continua evidencia los mecanismos que
intervienen en una determinada patología o malestar así
como las vías para producir cambios. El paciente debe conocer
la intención de las intervenciones terapéuticas y
tiene, por supuesto, el derecho a negarse a ellas o rechazar las
modificaciones propuestas. El marco empático contribuirá
a que este proceso sea natural y raramente un terapeuta entrenado y
respetuoso realizará una propuesta que el paciente considere
inadecuada. Es por eso que la empatía no implica manipulación,
uno de los riesgos que exigen atención. Bien puede decirse
entonces que la modificación, enriquecimiento o flexibilidad
de ciertas creencias disfuncionales debe darse en un marco de respeto
a las creencias consideradas esenciales por la persona (Bulacio,
2006).
Algunos
conceptos y prácticas de otras disciplinas, tales como la
Programación Neurolingüística, pueden ser muy
útiles para el desarrollo de las habilidades empáticas
del terapeuta y en las diferentes acciones en busca del objetivo en
común. El manejo de lo no verbal e incluso de ciertos aspectos
fisiológicos como los patrones de respiración, postura,
tono de voz y gestualidad, también (Rupprecht, 1992).
Es
importante despojarse todo lo posible de los propios filtros a la
hora de captar al paciente. Aunque esto es imposible lograrlo
plenamente, es un esfuerzo necesario para lograr la comprensión
desde la subjetividad del paciente. Esto nos permite descubrir su
mapa del mundo y calibrar la comunicación para seleccionar la
forma de acompañarlo en su proceso (Mahoney & Freeman,
1988).
La
empatía hace el tratamiento más eficiente y también
más grato, aunque esté a su servicio y, en este
contexto, con todas sus implicancias, debe ser entendida y utilizada.
A partir de estas bases es fácil de imaginar la
complementariedad entre la empatía y los demás factores
inespecíficos, como recordaremos más adelante.
Psicoeducación
Desde
la primera entrevista la psicoeducación tiene gran
importancia. Ya en la definición clara y precisa del motivo de
consulta es necesario acompañar, en ocasiones resignificando
con el paciente ese motivo de consulta, que no se cuestiona, pero sí
se puede hacer más claro. El paciente a veces tiene ese motivo
impreciso o incluso contradictorio. Dijimos que el motivo de consulta
expresa el deseo del paciente, pero para que desde allí puedan
construirse los objetivos se necesitan claridad, para lo cual
contribuye la búsqueda de precisiones por medio de las
preguntas adecuadas y la psicoeducación, siempre en un marco
empático (Bulacio, 2006).
La
construcción conjunta del objetivo requiere también de
una psicoeducación dinámica, puesto que dicho objetivo
necesita ser posible y coherente. Las emociones obviamente no siguen
estos parámetros, es por eso que el proceso debe explicarse,
lo cual brinda tranquilidad y comprensión de las posibles
inconsistencias y permite llegar a ese objetivo abierto a soluciones
que el paciente comprenda como realizable y se entusiasme con ello.
Ya vemos entonces que, desde los primeros pasos de un tratamiento, la
psicoeducación interviene de un modo dinámico haciendo
el proceso comprensible (Beyebach, 2016).
El
proceso psicoterapéutico se realiza siempre desde un contexto
que contempla un modelo psicopatológico y una determinada
ubicación dentro del ciclo vital, que también deben ser
comprendidos por el paciente, así como su posible relación
con los objetivos planteados. Para el paciente implica un gran alivio
el poder entender qué es lo que le pasa y a su vez, sentirse
comprendido por su terapeuta. Por otro lado, lo tranquilizará
el saber que éste tiene los conocimientos necesarios para
saber lo que le pasa y cuáles son los pasos a seguir.
La
transformación del motivo de consulta en objetivos hace a los
mismos coherentes y posibles y facilita, por lo tanto, que el
paciente distinga qué es lo que debe cambiar, qué debe
desarrollar y qué debe aceptar de sí mismo. Una buena
comprensión de sus problemas lo ayudará en esa difícil
tarea de discriminación (Echeburúa & Corral, 2001).
Como
se comprenderá, los contenidos psicoeducativos son muy amplios
y la metodología de su transmisión deberá
ajustarse según el caso particular y el estilo propio del
terapeuta. En cualquier caso, lo que debe primar es una actitud
psicoeducativa que se hará manifiesta desde la primera
entrevista y hasta la última. Esa actitud le permitirá
al paciente comprender en qué etapa del tratamiento se
encuentra y anticipar y superar los obstáculos que se puedan
presentar sin perder la confianza en su terapeuta y en la terapia
misma (Minuchin et al., 2004).
Para
el terapeuta dicha actitud psicoeducativa no siempre es fácil,
ya que debe adaptarse permanentemente a la situación
planteada, para lo cual se requerirá de mucha flexibilidad. A
su vez, necesitará de la creatividad para poder llegar al
paciente cuando a éste le cueste entenderlo. También el
timing es necesario para encontrar los momentos adecuados para la
transmisión de cada concepto. Esta actitud psicoeducativa
requiere de mucha paciencia de parte del terapeuta y de un compromiso
activo. El desarrollo de la creatividad en el terapeuta puede ser un
notable aliado para que la tarea psicoeducativa sea siempre
interesante y desafiante (Bulacio, 2006).
La
psicoeducación es un proceso continuo que permite también
a los pacientes comprender sus recursos personales y cómo
utilizarlos de un modo más adaptativo, así como la
posible necesidad de desarrollar otros.
Lo
'trivial'
Es
uno de los factores inespecíficos menos tenidos en cuenta.
Entendemos por 'trivial', al igual que en la vida diaria,
una conversación o actividad sin gran importancia aparente.
Muchas conversaciones y conductas que se dan fuera de la sesión
representan ventanas a la realidad del paciente. Lo trivial favorece
la creación de un vínculo empático y la
comunicación en general. Por supuesto, debe aplicarse en el
marco general de la terapia particularmente teniendo en cuenta el
timing, la oportunidad y el sentido común para su uso
(Bulacio, 2006).
Lo
trivial naturaliza el vínculo, favorece la empatía,
sustenta las actividades terapéuticas y hace más
relajado y placentero el desafío de la sesión. En la
terapia sirve para encontrar aspectos no muy tenidos en cuenta por el
paciente pero que pueden ser muy útiles para él, tales
como sus creencias, la explicitación de sus comportamientos,
emociones o aptitudes. Además, le puede aportar al terapeuta
valiosos materiales para reforzar ciertas características del
paciente, así como los intereses comunes que favorezcan el
vínculo empático. Puede aportar también materia
prima para el desarrollo de técnicas creativas o analogías
específicas para ese paciente en particular (Bulacio, 2006).
Timing
La
exactitud y subjetividad son dos procesos en paralelo que exigen una
atención dedicada para ser coordinados en simultáneo en
el marco de cada tratamiento específico. La posición
constructivista realista intenta aceptar y acercar esos mundos a
partir de la llamada realidad intersubjetiva, que es el marco
experiencial en el que el ser humano se mueve en contacto con otros
seres humanos (Guidano, 1994).
El
timing podemos verlo dentro de la propia sesión, entre una y
otra e incluso en la duración y fases del tratamiento global.
Intervienen numerosos aspectos en la sincronización del
timing. Por ejemplo, si el paciente es extrovertido o introvertido,
analítico o sintético, flexible o rígido, así
como otros aspectos de su personalidad e intereses. También
podemos mencionar la urgencia y lo específico del problema
(Bulacio, 2006).
Además
estas variables se verán influidas por el momento particular
en que el paciente esté viviendo, así como la etapa de
la terapia en la que se encuentre. También debemos mencionar
variables inespecíficas particulares de ese día, como
el ánimo del paciente, su cansancio, el ritmo que lleva,
etcétera. Todas estas variables influyen tácitamente
sobre la vivencia subjetiva del tiempo. Esta vivencia hay que
sincronizarla con el tiempo real disponible para que la sesión
tenga un buen timing (Santibañez Fernández et al.,
2008).
El
uso de lo trivial puede ser importante para flexibilizar el timing,
dado que servirá también como un conector temático
y su densidad variará en función de las variables
descriptas.
Creatividad
La
creatividad suele mencionarse, pero es poco lo que se estudia y
entrena para utilizarla en el marco de la psicoterapia y, si bien
siempre está presente de alguna manera, dado que la
psicoterapia es en cierto modo un acto de creatividad, su potencial
es muy grande si se la aprende a utilizar en forma personalizada.
Deben distinguirse distintas acepciones del término
creatividad. Nos referimos fundamentalmente a la creatividad de la
vida cotidiana, sin descartar que otras formas de creatividad puedan
también ser útiles como complemento del tratamiento. Se
considera que se necesita un gran número de ideas para lograr
encontrar una que sea buena y aplicable. Por ello, una de las
características del pensamiento necesaria para producir ideas
creativas es la fluidez, que hace referencia a la cantidad de ideas,
sin importar su calidad y aplicabilidad. Esta propiedad (la fluidez)
exige la supresión de la censura (y las restricciones que ella
implica). Complementaria con la fluidez está la flexibilidad,
que implica poder ver las cosas desde un ángulo diferente. La
técnica del brainstorming, por ejemplo, apunta a ello. Luego
de la generación de ideas, éstas deben ser ponderadas,
es decir, analizadas en cuanto a su utilidad y factibilidad, y
también su originalidad (en cuanto al impacto que provocan por
el factor sorpresa). Debe jugarse con estas características
para ir modificando las nuevas ideas-conductas hasta lograr encontrar
las más útiles para el tratamiento (Zárate,
2022).
Hay
numerosos escritos, como los de Edward De Bono, acerca de cómo
efectivizar este desarrollo de la creatividad en la persona, lo cual
puede extenderse al terapeuta, al paciente y al tratamiento en sí
mismo (De Bono, 1973).
Influencia
de los factores inespecíficos entre sí
Si
bien nos parece indispensable explicar en forma ordenada el contexto
en el cual nos referimos a los factores inespecíficos, luego
de explicar en qué consiste cada uno de ellos es momento de
hablar de cómo se potencian entre sí, y por ende al
tratamiento, cuando se da un uso adecuado de los mismos. En primer
lugar mencionamos la empatía. Es una característica
esencial para cada aspecto del tratamiento. Es desde la empatía
que puede lograrse que la psicoeducación sea precisa para cada
paciente y situación y, además, favorece que el
paciente sea receptivo a ella. A su vez la psicoeducación
refuerza la empatía dado que le permite al paciente sentirse
comprendido. La empatía da una base emocional compartida que
permite la expresión natural por parte del paciente, no sólo
en forma casual fuera de la sesión, sino también dentro
de la misma, en sus expresiones 'triviales', tanto verbales
como no verbales (Beyebach, 2016; Duncan, 1992). La empatía
permite el despliegue de lo trivial, sin prejuicios, lo cual es una
gran ventana para la vida real del paciente. A su vez, permite la
flexibilidad que requiere la creatividad para desarrollarse. Favorece
el cumplimiento de los ejercicios que se proponen en el tratamiento y
la adhesión a los objetivos terapéuticos buscados. Sin
duda, la empatía es lo que hace posible que el manejo del
tiempo (timing) sea el naturalmente adecuado, propiciando una buena
aceptación del paciente de los límites y esfuerzos que
implica la naturaleza del dispositivo terapéutico. Del mismo
modo, el timing adecuado genera seguridad y empatía por parte
del paciente (Zapata & Castaño, 2013).
En
segundo lugar se encuentra la psicoeducación. Además de
responder a sus objetivos específicos, refuerza la empatía
y se retroalimenta positivamente tanto de la creatividad, que
favorece la especificidad con cada paciente, así como de 'lo
trivial' que le presta contenidos adecuados para llegar en forma
efectiva a sus propósitos. También interactúa
con el timing, para poder redundar mutuamente uno en beneficio del
otro (Bulacio, 2006).
Lo
'trivial' es un gran comodín para establecer y
reforzar el vínculo terapéutico, manejar los tiempos de
la terapia y, sobre todo, para potenciar el uso activo de la
creatividad, además de permitir, en su expansión o
retracción, el adecuado timing de las sesiones y de los
espacios intersesión. Finalmente se menciona el timing, que
atraviesa cada aspecto del tratamiento y es un modelo implícito
del manejo del tiempo del paciente, acorde con las posibilidades
reales de su vida diaria (Bulacio, 2006; Santibañez Fernández
et al., 2008).
Podríamos
ampliar mucho este aspecto potenciador de los factores inespecíficos
entre sí y sus beneficios para el tratamiento y la vida en
general del paciente, aunque creemos que alcanza a los efectos de
este artículo los ejemplos mencionados.
Conclusiones
El
tratamiento basado en el enfoque constructivista realista propone ser
integral, por lo cual se basa en una teoría amplia y coherente
que toma en cuenta los diferentes aspectos del ser humano y su
relación con el entorno. A ello le suma los recursos técnicos
acordes con ese marco y un empleo más claro de los factores
inespecíficos, que además de ser inevitables, si se
aprovechan deliberadamente pueden potenciar los recursos técnicos
y a su vez potenciarse entre sí, actuando como un vehículo
para llevar adelante el tratamiento en forma práctica y
efectiva (Bulacio, 2018).
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