ISSN 2618-5628
 
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Entrenamiento cognitivo computarizado  
Envejecimiento, Evaluación cognitiva  
     

 
Evaluación y entrenamiento cognitivo en el envejecimiento
 
Comesaña, Ana
Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (CONICET-UNMdP)
 

 

Envejecimiento poblacional

El concepto envejecimiento es abarcador e incluye todo cambio en el funcionamiento que pueda ser asociado con el avance de la edad en cualquier momento de la vida. En los últimos años, cada vez más personas alcanzan la última etapa de la vida (también llamada adultez tardía) y eso ha impactado en el peso relativo que tiene esta franja etaria en cuanto al porcentaje de la población total. Es un proceso universal, ya que es propio de todos los seres vivos; irreversible, en tanto no se puede detener; heterogéneo e individual, ya que cada especie tiene una velocidad característica de envejecimiento, pero la velocidad de declinación funcional varía de sujeto a sujeto, y de órgano a órgano dentro de la misma persona; y deletéreo, ya que lleva a una progresiva pérdida funcional (Vélez et. al, 2019). También es dinámico y gradual, y se dan cambios tanto a nivel biológico, como corporal, psicológico y social.

La Organización Mundial de la Salud (2021) señala que el aumento en la cantidad y proporción de personas mayores en la población es un fenómeno mundial. Actualmente el número de personas mayores de 60 años o más supera al de niños menores de 5 años, y se proyecta que, en el año 2030 una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más (OMS 2021). En el caso de América Latina (CEPAL 2020), la región en su conjunto se encuentra en una etapa de envejecimiento relativamente acelerada y se proyecta que en el año 2040 la población de personas de 60 años y más supere a la de menores de 15 años. Argentina no constituye una excepción a este proceso, ya que se encuentra en una etapa de envejecimiento avanzada. Según datos proporcionados por el censo poblacional del año 2022, el 18,4% del total de las mujeres tenía 60 años y más, mientras que para los varones este valor era de 14,6%, lo cual evidencia una composición demográfica por sexo más feminizada y edad más envejecida. Así mismo, el índice de envejecimiento ha mostrado un incremento a lo largo de las décadas, pasando de 40 en el 2010 a 53 en el 2022 (INDEC, 2023).

Este cambio en la distribución de la población hacia edades más avanzadas, ha llevado a la Asamblea General de las Naciones Unidas (2020) a declarar el periodo 2020-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable, entendiendo por tal la puesta en marcha de un proyecto de colaboración a escala mundial con el objetivo de reducir las desigualdades en materia de salud y mejorar la vida de las personas mayores, sus familias y sus comunidades.

Este envejecimiento demográfico tiene un fuerte impacto en la salud pública y en la economía de un país, ya que conlleva el incremento de patologías crónicas no transmisibles relacionadas con la edad. Por ejemplo, el Trastorno Neurocognitivo Menor (según denominación del DSM-5. APA, 2013), que puede asemejarse con el deterioro cognitivo leve (DCL) de Petersen (2001), constituye una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en todo el mundo y está asociados con una enorme carga financiera, emocional y social (Bahar-Fuchs et al., 2019; Wimo et al., 2017). Se estima que los gastos ocasionados por este tipo de trastornos representarán para el año 2050, entre el 2,5 al 3% del PBI de nuestro país (Aranda & Calabria, 2019). Además, este proceso trae aparejados cambios a nivel social (composición familiar, formas de convivencia, demanda de viviendas, servicios de atención de la salud), razón por la cual el envejecimiento demográfico constituye un tema de gran relevancia política (Dirección Nacional de Población, 2021).

Como ya se mencionó, en tanto se trata de un proceso heterogéneo e individual, existe una marcada variabilidad en la forma de envejecer, tanto en el aspecto físico como psicológico (Martínez Pérez et al., 2018). Las características que adquieren dichos cambios, como así también su impacto en la vida de las personas mayores, permite hacer una distinción entre envejecimiento saludable o "exitoso", y patológico.  En este sentido, Comesaña y Urquijo (2016) señalaron que el envejecimiento exitoso se puede equiparar con la normalidad normativa típica o no patológica, caracterizando como normal al deterioro cognitivo que se produce como consecuencia del envejecimiento fisiológico de las estructuras cerebrales, más allá de su causa, y que es representativo de la mayoría de las personas mayores. El envejecimiento sano es relativamente estable, y en aquellas funciones que sufren cambios, éstos no afectan significativamente la vida diaria, social o laboral (Leiton Espinoza et al., 2020). El envejecimiento patológico, por el contrario, se caracteriza por un envejecimiento marcado por distintas enfermedades o co-morbilidades (McHugh & Gil, 2018). Un ejemplo típico de envejecimiento patológico es el que se produce como consecuencia de una enfermedad neurodegenerativa, la demencia y en especial la causa más frecuente de ella, que es la demencia tipo Alzheimer (Jurado et al., 2013).

En las últimas décadas, se han hecho estudios que señalan la importancia de considerar también otros paradigmas, que permitan reflejar mejor la situación de las personas mayores en esta etapa de la adultez tardía. Por ejemplo, Paul B. Baltes (Baltes & Smith, 2004), fue líder en el estudio de la Psicología del ciclo o curso vital, ya a fines de los años 70 y en la década de los 80 identificó algunos principios claves para investigar esta etapa, y la caracterizó de la siguiente manera:

-El desarrollo dura toda la vida (cada periodo del curso de vida está influido por lo que ocurrió antes y afectará lo que viene).

-El desarrollo depende de la historia y el contexto (los seres humanos influyen y son influenciados por su contexto histórico y social).

-El desarrollo es multidimensional y multidireccional (a lo largo de la vida implica un equilibrio entre crecimiento y declive. Conforme la persona gana en un área, puede perder en otras).

-El desarrollo es flexible o plástico (se puede modificar el desempeño en algunas habilidades).

Entonces, teniendo en cuenta que nuestro cerebro es flexible y plástico, y que hay factores externos (como los hábitos alimentarios, llevar adelante actividades físicas e intelectuales, tener momentos de esparcimiento, tener una red social de apoyo) que pueden favorecer o no el tener un envejecimiento sano o favorable, es que los investigadores en el tema vienen desarrollando distintas estrategias y recomendaciones para mejorar el funcionamiento cognitivo y la calidad de vida de las personas mayores.

 

Envejecimiento cognitivo

El proceso de envejecimiento conlleva cambios cerebrales relativamente leves pero importantes a nivel estructural, bioquímico y molecular. Desde lo neurológico conlleva una pérdida de tejido cerebral, tanto en peso como en volumen. De manera representativa, dichos cambios incluyen atrofia de los tejidos, alteración de los neurotransmisores y acumulación de daño en el entorno celular (Lee & Kim, 2022). Esto trae aparejados cambios en ciertas funciones cognitivas que verán mermadas en mayor o menor medida, su funcionalidad (Grandi & Ustarroz, 2017). En casi todas las personas mayores, se observa dicha pérdida celular y disminución del volumen y flujo de sangre en algunas regiones cerebrales que son consideradas clave para las funciones ejecutivas (FEs) (lóbulos frontales, ganglios basales y tálamo) y la memoria (área temporal medial e hipocampo), en tanto no se halla este tipo de afectación en otras áreas (Turner & Spreng, 2012).

La cognición o funciones cognitivas son procesos que nos permiten elaborar la información y relacionarnos con nuestro entorno. Gracias a ellas el ser humano es capaz de recibir, seleccionar, almacenar, transformar, descubrir y recuperar información (Zhang, 2019). Dentro de las funciones cognitivas es posible distinguir las gnosias, atención, percepción y memoria; y funciones más complejas como: el lenguaje, el pensamiento, las praxias y las funciones ejecutivas. Todas ellas se componen de distintas fases o procesos, y están asociadas con diversas áreas de la corteza cerebral y en conjunto determinan el nivel cognitivo de cada persona. Son sensibles al paso del tiempo, es decir que a medida que el ser humano envejece, su funcionalidad va mermando (Brusco, 2018).

En las últimas décadas, diferentes trabajos de investigación sobre envejecimiento cognitivo han establecido que el desempeño cognitivo declina gradualmente con la edad, especialmente en lo que concierne a la velocidad de procesamiento, el razonamiento conceptual, la memoria episódica y las funciones ejecutivas (FEs) (Harada et al., 2013; Salthouse, 2021)

Uno de los primeros cambios que notan las personas a medida que envejecen es que su memoria empieza a fallar. La memoria en realidad no es una función unitaria, sino que se trata de un conjunto de sistemas interrelacionados de memorias, cada uno de los cuáles funciona de manera independiente del otro y procesa y almacena un tipo específico de información o recuerdos (Gómez et al., 2022). De acuerdo con los modelos teóricos más difundidos se pueden diferenciar distinto subtipos de memoria: memoria sensorial, memoria a corto plazo, memoria de trabajo y memoria a largo plazo (Gazzaniga et al., 2014 citado en Gómez et al., 2022), Tulving (citado por Seijas Gómez, 2015) distinguió entre dos tipos de memoria de largo plazo: la memoria semántica y episódica, basándose en el tipo de información que almacenan. Los fallos más comunes que aparecen en esta etapa del desarrollo son los provenientes de la memoria episódica, que es la responsable de guardar información o episodios relacionados con un contexto espacio-temporal (p ej. qué comí hoy en el desayuno o qué hice desde que me levanté a la mañana, o al nombre de una persona conocida o hechos históricos). Por otra parte, si bien son frecuentes, hay que tener en cuenta que las fallas u olvidos en la memoria durante el envejecimiento normal o típico son cuantitativa y cualitativamente diferentes que los que aparecen en un proceso de envejecimiento patológico.

Diversos estudios (Diamond & Ling, 2020; Lepe-Martínez et al., 2020) han señalado que, dentro de las funciones más afectadas por el proceso de envejecimiento, se encuentran las FEs. 

Las FEs son procesos de orden superior que dependen de los lóbulos frontales, en tanto representan el centro ejecutivo del cerebro (Arcos-Rodríguez, 2021). Abarcan un conjunto de procesos mentales interrelacionados top-down, esenciales para la salud mental y física, como así también para el desarrollo cognitivo, social y psicológico (Diamond, 2013; Diamond & Ling, 2020). Su principal objetivo es facilitar la adaptación en las distintas etapas de la vida a situaciones nuevas y complejas, más allá de las conductas consideradas habituales y automáticas, por lo que están implicadas en las destrezas para establecer metas, la flexibilidad del pensamiento, la inhibición de respuestas automáticas, la capacidad para desarrollar planes de acción y la autorregulación del comportamiento (Lepe Martínez et al., 2020). Abarcan procesos y habilidades que permiten monitorear y modular los pensamientos, emociones y conductas, realizando ajustes con la finalidad de lograr un objetivo (Friedman & Miyake, 2017). De lo dicho, se desprende que las FEs tienen un papel sumamente importante en todas las áreas del comportamiento del ser humano, en todas las etapas de la vida, siendo esenciales para el logro de la autonomía y la adaptación al ambiente.

Si bien existen distintas clasificaciones y definiciones de las FEs, actualmente existe cierto consenso en señalar como las principales a la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la flexibilidad cognitiva (Diamond, 2013; Diamond & Ling, 2020). Dichos componentes ejecutivos sirven de base para el surgimiento y desarrollo de otras FEs de mayor complejidad y nivel de integración, como la planificación, el razonamiento y la resolución de problemas (Lunt et al., 2012; Diamond & Ling, 2016).

La memoria de trabajo (MT) es la función encargada de mantener y trabajar mentalmente con la información cuando la misma se encuentra perceptualmente ausente, por ejemplo, al recordar los pasos de una receta (Diamond, 2013). Su función implica la capacidad de trabajar con la información en situaciones complejas. Es decir, es un almacén temporal y de procesamiento activo de la información, cuya función es manipular la misma, pero no almacenarla (Lepe Martínez et al., 2020). Dar sentido al lenguaje escrito o hablado, ya sea en una oración, párrafo o en una conversación, hacer un cálculo mental, reordenar elementos mentalmente, traducir instrucciones en planes de acción, incorporar información nueva, considerar alternativas, relacionar información y razonar son tareas que requieren de la MT (Diamond, 2013). Respecto a su desarrollo, la evidencia empírica sugiere que su trayectoria es lineal desde los años preescolares hasta la adolescencia; la meseta en el desempeño se lograría en la adultez y luego su capacidad comenzaría a declinar (Best et al., 2009; Alloway & Alloway, 2013).

Por otro lado, el control inhibitorio (CI), tal como señalan Diamond & Ling (2020), permite controlar la atención, el comportamiento, pensamiento y/o emociones a fin de hacer aquello que resulte más apropiado o necesario. Es decir, es la capacidad para inhibir respuestas automáticas, prepotentes o dominantes (Miyake et al., 2000). Por ejemplo, no responder con un golpe frente a una situación que nos produce mucho enojo.

La MT y el CI son FEs que se apoyan mutuamente, como así también resultan esenciales para la flexibilidad cognitiva (FC), proceso encargado de generar modificaciones en las conductas y pensamientos en función de las demandas del ambiente, con el fin de generar un comportamiento adaptativo y ajustado a los objetivos (Diamond, 2013; Lepe-Martínez et al., 2020). La FC permite cambiar de perspectivas, tanto espacialmente como interpersonalmente. Para que ello sea posible, es necesario inhibir una representación anterior y cargar en la MT una perspectiva diferente. En este sentido la FC requiere y se apoya en la MT Y el CI. Asimismo, la FC permite cambiar la forma en que se piensa sobre algo y contar con la flexibilidad necesaria para ajustar el comportamiento a las demandas o prioridades cambiantes. La FC es lo opuesto a la rigidez. Por ejemplo, comprender que algo insignificante para una persona puede resultar importante para otro individuo o cambiar de plan frente a alguna circunstancia inesperada. Con respecto al desarrollo, la FC emerge mucho más tarde que la MT y el CI (Diamond, 2013).

Como se señaló anteriormente la MT, el CI y la FC constituyen las principales FEs y son sensibles al paso del tiempo, es decir que el proceso de envejecimiento tiene incidencia en ellas, generando una declinación en su funcionamiento. En este sentido, Lepe-Martinez et al. (2020) señalan que en esta etapa hay una disminución en la flexibilidad mental, menor precisión y lentitud al cambiar de actividad, reducción del razonamiento práctico ante tareas complejas y disminución en la capacidad de resolución de problemas lógicos por la presencia de desorganización y redundancia en el pensamiento.

En los últimos años se ha puesto el foco en desarrollar programas de entrenamiento cognitivo, en la mayoría de los casos computarizados, con el objetivo de mantener y en la medida de los posible mejorar y optimizar el funcionamiento cognitivo en las personas mayores (Lampit et al., 2014). El objetivo final de este tipo de programas, y que no siempre se tiene en cuenta al momento de diseñarlos, es poder transferir a la vida cotidiana la ganancia que se produce en las funciones o habilidades que se han entrenado, es decir, lo más importante es poder medir los efectos posteriores de este tipo de entrenamiento. En última instancia se espera lograr una mejoría en el funcionamiento cognitivo de las personas mayores, y que esto tenga un impacto y facilite su vida diaria, y así mejorar su calidad de vida. Lo ideal previo a que la persona se incorpore a un programa de entrenamiento es que realice una evaluación de las funciones cognitivas lo más completa posible.

 

Evaluación neurocognitva en personas mayores ¿para qué sirve?

La evaluación neurocognitiva o neuropsicológica puede entenderse como aquella que se realiza con el objetivo principal de hacer inferencias sobre la estructura y el funcionamiento del cerebro de una persona, evaluando la conducta de un individuo en situaciones definidas como son los tests o pruebas para medir las funciones cognitivas (Drake, 2007).

En esta etapa de la vida, el uso de medidas o pruebas neuropsicológicas puede ser particularmente útil en la detección precoz algunos indicadores de DCL, o de demencia, ya que muchos de los test fueron diseñados específicamente para ser sensibles a este tipo de daño, como así también para recabar datos con respecto a cambios en la conducta o en la vida diaria de las personas mayores. Varios estudios sugieren que el rendimiento en pruebas de memoria y en el lenguaje, especialmente en índices de aprendizaje verbal, y en pruebas que miden FEs, pueden ser marcadores útiles para identificar a los sujetos con DCL que desarrollarán una demencia en un futuro, y para diferenciarlos también del envejecimiento normal. En un estudio de Martin y otros (2013) se observó que un grupo de 25 pacientes con DCL tenían un rendimiento similar en el Test de aprendizaje auditivo verbal de Rey (Rey, 1964) al de 30 pacientes con diagnóstico de demencia por enfermedad de Alzheimer, en cuanto la cantidad de palabras recordadas pasado un periodo de 20 minutos o más. Tuvieron un patrón de reducción en el aprendizaje, olvido acelerado y un claro efecto de fin de lista de aprendizaje, similar a los pacientes con demencia y diferenciándose de los controles sanos.

Otros estudios neuropsicológicos coinciden en resaltar el valor de las pruebas de memoria y de funciones ejecutivas en la identificación de sujetos que posteriormente desarrollarán una demencia. Por ejemplo, Chen y otros (2022), en una revisión de varios estudios, hallaron que la memoria verbal, medida mediante el aprendizaje, retención y reconocimiento a largo plazo de una lista de palabras, y las funciones ejecutivas, medidas mediante una prueba de secuenciación y flexibilidad cognitiva, experimentaban un mayor declive a lo largo del tiempo en los individuos que desarrollarían demencia por enfermedad de Alzheimer un año y medio más tarde.

Además, la evaluación neurocognitiva nos permitirá conocer el estado cognitivo general de la persona, es decir qué funciones presentan alguna declinación o fallas, cuáles se mantienen y cuáles funcionan por encima de lo esperable para una persona de similares características (en cuanto a la edad y el nivel educativo). Es fundamental contar con este tipo de evaluaciones al momento de planificar un proceso de estimulación o de entrenamiento cognitivo, ya que como ya se mencionó, hay una gran variabilidad individual en los cambios en el funcionamiento cognitivo durante el envejecimiento, y cada proceso es único y tienen características particulares.

Una evaluación neurocognitiva completa tiene una serie de pasos (Drake, 2007), que en general son similares, independientemente del centro o profesional que la realice. En primer lugar, se lleva adelante una entrevista inicial para la recolección de datos y antecedentes clínicos de la persona para poder indagar sobre el motivo de consulta o el objetivo de esta evaluación, las preocupaciones y para evaluar de manera más libre el comportamiento del paciente. Esta primera entrevista le permitirá al profesional planificar la batería o las pruebas a administrar. Luego, se llevan adelante varias entrevistas de administración de las pruebas o test, en función de los datos recabados en la entrevista, el objetivo de la evaluación, el tiempo disponible y la evaluación que haya hecho el profesional de las funciones que sería conveniente evaluar. Posteriormente se procede a la puntuación de las pruebas e interpretación de los resultados, para lo cual es fundamental que el profesional conozca en profundidad tanto las tareas utilizadas, como así también los modelos teóricos en los que se basa su diseño, y tener alguna noción del manejo estadístico de datos. Finalmente, se confecciona el informe y se le entrega y explica al paciente en una entrevista de devolución y se le hacen también una serie de recomendaciones o indicaciones a seguir (p ej. realizar un proceso de estimulación o entrenamiento cognitivo).

En general, todos los estudios señalan la importancia de la exploración neuropsicológica y de la monitorización de cambios en el rendimiento cognitivo a lo largo del tiempo, especialmente en pruebas de memoria, de funciones ejecutivas y de lenguaje, para detectar a los individuos con DCL con un mayor riesgo de evolucionar a demencia (Jack et al., 2011). Pero hay que tener en cuenta que es difícil diferenciar entre la pérdida de memoria y la disfunción ejecutiva asociada al envejecimiento normal, de la que caracteriza a pacientes con DCL o con demencia, ya que estas entidades se sitúan en un continuo. El rendimiento en las pruebas neuropsicológicas depende no sólo de estado cognitivo del sujeto, sino que también se ve afectado por otros factores como el nivel cultural o el estado de ánimo. Por tanto, para que la exploración neuropsicológica sea válida, esta debe aplicarse por un experto que realice una interpretación individualizada teniendo en cuenta las características demográficas de la persona y otros datos clínicos que puedan influir en el rendimiento cognitivo. Además, el poder predictivo de la valoración cognitiva se puede ver aumentado mediante seguimientos periódicos para detectar cambios que puedan ser informativos respecto al pronóstico de casos individuales. El desarrollo y empleo de protocolos neuropsicológicos de seguimiento es compatible con la recomendación del National Institute on Aging and Alzheimer`s Association Workgroup (Jack et al., 2011), de que se monitorice de forma sistemática a los pacientes con DCL debido a su posible progresión a una demencia posible o probable.

 

¿Se puede mejorar el funcionamiento cognitivo con un programa de entrenamiento?

Hace ya bastantes años distintas investigaciones se vienen preguntando si es posible con algún tipo de entrenamiento o estimulación mejorar o al menos mantener nuestras funciones cognitivas a medida que envejecemos. Algunas de las cuestiones que se plantean en torno a esto son ¿qué tipo de entrenamientos cognitivos existen? ¿los juegos comerciales son lo mismo que un entrenamiento diseñado por un profesional? ¿cuáles son las ventajas de cada uno o cuál sería el más eficaz? ¿se pueden transferir los resultados del entrenamiento en algunas funciones cognitivas a otras, aunque no hayan sido entrenadas? ¿Qué personas se benefician más con este tipo de programas?

De manera general, las intervenciones cognitivas se pueden clasificar, en estimulación cognitiva o en entrenamiento cognitivo dirigido. La estimulación cognitiva se refiere a actividades de ocio o juegos de estimulación general, para mejorar las funciones cognitivas, como el pensamiento y la memoria (por ejemplo, leer, jugar juegos de mesa y bailar). Gates y Valenzuela (2010) definieron al entrenamiento cognitivo como una forma específica de intervención cognitiva que tiene como objetivo estimular la neuroplasticidad residual en adultos con envejecimiento normal, como así también, en aquellos con DCL y demencia. Hay poca estimulación que mejore la cognición, con algunas excepciones (Park et al, 2014). Por el contrario, el entrenamiento cognitivo específico o dirigido tiene como objetivo mejorar las funciones particulares vinculadas con el conocimiento fluido, que se sabe disminuyen con la edad, como son las FEs o la velocidad con la procesamos la información que recibimos a través de los sentidos. Una amplia cantidad de evidencia demuestra que los programas de entrenamiento cognitivo (EC) mejoran las capacidades o habilidades cognitivas en las que se enfocó ese entrenamiento (Diamond & Ling, 2016; Smith et al., 2009).

En los últimos años, los programas de entrenamiento cognitivo computarizado (ECC) han generado una atención considerable como una intervención segura, relativamente económica que puede ser regulable, y tiene como objetivo mantener la cognición en las personas mayores. El ECC puede estar dirigido a un único dominio o función (memoria episódica, funciones ejecutivas, atención) o a múltiples dominios (varios a la vez). Una de sus mayores ventajas es, que en general, puede adaptarse con facilidad al perfil de desempeño o rendimiento individual. Si bien el ECC es una intervención bastante utilizada como prevención primaria en personas sin deterioro, hay escasa evidencia en lo referente a en qué medida puede beneficiar el ECC a la cognición en personas con DCL o en casos de demencia ya diagnosticados. Las revisiones sistemáticas de intervenciones cognitivas en personas con DCL o demencia han informado resultados mixtos, y en general fueron combinadas con otro tipo de intervenciones como por ejemplo ejercicio físico (Hill et. al, 2017).

¿En qué consiste un programa de ECC? Los programas de ECC consisten en general en la administración de pruebas informatizadas dirigidas a entrenar la memoria o las FEs, y suelen ser diseñados (idealmente) por equipos de investigación o profesionales clínicos con sólida formación en cuanto a modelos teóricos de funcionamiento cognitivo y/o en desarrollo del curso vital. Se pueden realizar de manera presencial u on line, en función de cuál sea el objetivo del programa (clínico o con fines de investigación). Comienzan con una evaluación del estado cognitivo general de las personas, junto con la realización de una breve entrevista para recabar datos de la historia de las personas. En ese primer encuentro, se administran tareas que evalúen las funciones sobre las que se va a trabajar en el entrenamiento (pero diferentes a las utilizadas posteriormente) y otras para establecer el punto de partida en ciertas funciones cognitivas, que no serán objeto del entrenamiento. Esta etapa sería la de pre-test o pre-entrenamiento. Luego se lleva a cabo el programa de entrenamiento, en sesiones individuales semanales de no más de 45 minutos de duración, en donde se les piden que realicen ciertas tareas en la computadora, que son diseñadas especialmente para tal fin y que están conformadas por distintos niveles con una complejidad creciente, y el progreso se va guardando para cada participante, y en cada sesión se comienza donde se dejó en la anterior. Los programas suelen tener una duración promedio de entre 8 y 12 sesiones, lo que hace que tengan una duración de entre dos y tres meses. Luego de terminado el programa se vuelven a tomar las tareas administradas al comienzo, y pasado un periodo establecido se vuelve a repetir esta evaluación con el fin de determinar si los efectos logrados se mantienen o se pierden.

¿Cómo se puede determinar si un ECC fue eficaz? Entre los criterios que resultan esenciales para determinar la eficacia de un programa, la literatura científica distingue: la transferencia cercana y lejana, y la transferencia a corto y a largo plazo. La transferencia cercana se refiere a las mejoras que produce el entrenamiento sobre tareas que no fueron entrenadas, pero que son similares y que por lo tanto implican los mismos procesos, que fueron blanco del entrenamiento. Esto supone la transferencia del aprendizaje de una tarea a otra relativamente similar. La transferencia lejana implica la generalización del aprendizaje a tareas distintas e incluso más complejas que las utilizadas durante el entrenamiento, que implican al menos parcialmente la habilidad cognitiva entrenada. Por otra parte, los conceptos de transferencia a corto y largo plazo hacen referencia a la perdurabilidad de los efectos del entrenamiento a través del tiempo (Sheese & Lipina, 2011).

Si bien el ECC es una intervención bastante utilizada como prevención primaria en personas mayores sin deterioro, hay escasa evidencia en cuanto a en qué medida puede beneficiar a la cognición de personas que ya tienen un diagnóstico de algún tipo deterioro cognitivo, ya sea leve o más avanzado (Tetlow & Edwards, 2017). Zhang et al. (2019), advierten la necesidad de crear programas de ECC que examinen los resultados cognitivos a largo plazo para evaluar la transferencia a la vida cotidiana (transferencia lejana). Asimismo, coinciden en la importancia de realizar ECC utilizando un paradigma ecológico para el diseño de las tareas, que permita evaluar los resultados funcionales, es decir su aplicación y generalización en la vida diaria. En este sentido, en los últimos tiempos la realidad virtual (RV), se ofrece una propuesta superadora porque permite al sujeto entrenar sus habilidades cognitivas en un entorno similar al de la vida cotidiana (Gamito et al., 2019). La RV consiste en un conjunto de tecnologías informáticas que generan entornos tridimensionales en los que el sujeto interactúa en tiempo real, produciéndose una sensación de inmersión, semejante a la de hacerlo en el mundo real (Liao et al., 2019). Entre sus ventajas puede mencionarse la accesibilidad, el feedback inmediato para el usuario y los estudios que han probado su efectividad para utilizarlo para el entrenamiento de las FEs en personas mayores con DCL (Coyle et al., 2015; Liao et al., 2019).

Algunas de las intervenciones, centradas principalmente en las FEs, han dado lugar a una transferencia alentadora en personas mayores (Liao et al., 2019; Matysiak et al. 2019), lo que sugiere que este tipo de entrenamientos podría ser más eficiente en la obtención de la transferencia que otros basados en estrategias, o en múltiples dominios a la vez. Lamentablemente, por diferentes razones –muchas veces logísticas- los estudios de eficacia no suelen evaluar de manera conjunta los distintos tipos de transferencia, lo que impide contar con un conocimiento adecuado respecto al impacto del entrenamiento en las actividades cotidianas.

La evidencia con respecto a los efectos y la eficacia del ECC en personas diagnosticadas con trastornos cognitivos presentan evidencia contradictoria y no del todo concluyente, pero algunos hallazgos resultan prometedores (Gates et.al., 2019; Matysiak et al., 2019). En un estudio realizado por Matysiak y otros (2019), se encontró evidencia de que aquellos sujetos con un menor nivel cognitivo al comienzo del ECC en una función, fueron los que más se beneficiaron con el entrenamiento. Sin embargo, Zając-Lamparska y otros (2019) presentaron hallazgos contrarios, mostrando que adultos sanos se benefician más que aquellos con DCL luego de un ECC con RV.

En nuestro país no existen o no se utilizan programas de entrenamiento computarizados especialmente desarrollados para personas mayores, si bien se conocen y hay en el mercado distintos juegos, plataformas web o en redes sociales (LUMOSITY, CogniFit, Brain Challenge, entre otros) que la gente utiliza para mantener su cerebro "activo y sano" y que algunos terapeutas suelen utilizar con esta población, pero de manera individual, asistemática y sin conocer sus fundamentos teóricos. La mayoría de estos suelen ser pagos y solo pueden realizarse gratis algunos ejercicios más simples o para algunas funciones como la memoria explícita. De allí la importancia de diseñar e implementar un programa de entrenamiento computarizado de las FEs para esta población basado en modelos teóricos y paradigmas experimentales confiables, para posteriormente medir sus efectos de transferencia - cercana y lejana y a corto y largo plazo- analizando su impacto en la vida cotidiana. Existen grupos de investigación, como el nuestro en la ciudad de Mar del Plata, que trabajan con niños, adolescentes y personas mayores diseñando instrumentos de evaluación y programas de entrenamiento válidos y confiables para que se adapten a nuestra población. Es importen que sean profesionales con sólida formación teórica y experiencia quienes puedan guiar un programa de entrenamiento, ya que así podrá ser más provechoso para las personas que lo realicen y también es fundamental que se puedan adaptar en cuanto a su complejidad a las necesidades de cada uno y a su propio ritmo en la realización. Todo programa de entrenamiento cognitivo, sea o no computarizado, debe estar planteado desde un modelo teórico y paradigma experimental probado, y también debe medir sus efectos de transferencia para demostrar su utilidad y aplicación.

 

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12ma Edición - Junio 2024
 
 
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