ISSN 2618-5628
 
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Autoestima  
Depresión, Narcisismo, Psicoanálisis  
     

 
Autoestima y narcisismo
 
Hornstein, Luis
Fundación de Estudios en Psicoanálisis
 

 

El psicoanálisis describe las vicisitudes de la autoestima según la relación entre el yo y sus ideales. Ellos contienen múltiples identificaciones con los padres, así como identificaciones posteriores con hermanos, contemporáneos y adultos admirados. El niño al percibir su desvalimiento, pierde la ilusión de una fusión perfecta con la madre. La ilusión de autosuficiencia deja paso a un sentimiento de inferioridad. Acepta todo de los padres. Incorpora sus valores y sus prohibiciones.

No hay en el ser humano una facultad "natural" que le permita distinguir entre el bien y el mal. La ética no es innata sino adquirida. Le es impuesta al niño por un dictamen exterior, que paulatinamente irá haciendo suyo. Se somete porque es débil. Se somete cuando lo instan a controlar sus esfínteres. Los padres bajan línea. A veces como vicarios de leyes que están en la cultura (controlar los esfínteres), a veces como déspotas caprichosos.

La autocrítica (superyó) es la internalización de deseos y tabúes, anhelos y prohibiciones. Tiene historia, es cambiante. Día a día va haciéndose cargo del "mundo externo" y, particularmente, de los valores de la cultura como un todo. El niño y el adulto necesitan ser amados por su superyó, como también por las personas de su entorno y necesitan que sus logros sean respetados por la cultura (o por su microcultura o cultura alternativa).

Una de las primeras cosas que aprende el bebé es a observar el semblante de esos seres todopoderosos que lo cuidan. Otra cosa que aprende es que sus progenitores se alegran cuando hace algo (empezar a gatear, etc.) y se intranquilizan cuando hace algo (llorar, etc.).

Las aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (ideal del yo), así como las consignas acerca de lo que no se debe hacer (consciencia moral) están conformadas por las aspiraciones parentales y sus sustitutos.

Los niños descubren que son valiosos porque sus progenitores los tratan con afecto y porque ciertos valores son reforzados. Y estos niños se respetan porque observan cómo actúan sus padres hacia ellos y hacia otras personas. Recíprocamente, las fallas en la autoestima suelen originarse en la indiferencia parental, en la soberbia o en el maltrato.

La autoestima es un proceso continuo de interiorización del mundo exterior: la lengua que hablo, las categorías de la experiencia sensible o del pensamiento de las que me sirvo, la presión de las comunidades, la pertenencia a un género, una edad, una clase.

Freud introdujo el narcisismo en su teoría empujado, entre otras cosas, por las patologías que conciernen al yo (esquizofrenia, paranoia, hipocondría). Al descubridor del inconsciente reprimido, a partir de 1914 se le manifiesta el inconsciente represor, tanto del yo como del superyó. Al decir que alguien es narcisista estamos diciendo muy poco. ¿En qué aspectos tiene labilidad narcisista, en qué momentos los tiene? La clínica actual pone en aprietos al psicoanálisis. "Clínica" es el conjunto de prácticas y saberes con los que lidiamos no solo con enfermedades y "trastornos" sino con el sufrimiento (el evitable y el inevitable).

El narcisismo se le presenta a Freud multifacético: fase libidinal, aspecto de la vida amorosa, origen del ideal del yo, construcción del yo. Integra diversas corrientes: la de la búsqueda de autonomía y autosuficiencia con respecto a los otros, la prentensión de dominar y negar la alteridad, el predominio de lo fantasmático sobre la realidad. Sin entramarse con otros conceptos sería apenas descriptivo. ¿Es el trastorno narcisista una dificultad para asumir la alteridad, se refiere a la pobreza de la autoestima, es una labilidad de la identidad?

¿A qué llamamos descriptivo? Entre otras cosas, a encandilarnos con apariencias. No son pocos los que consideran que el "narcisismo patológico" implica exceso de amor propio. La comprensión metapsicológica nos muestra lo contrario: estos sujetos carecen de amor propio. Desesperados, intentan sustituir ese déficit con admiración externa. Esa falla narcisista produce un yo amenazado por la desintegración, desvalorización o por una sensación de vacío interior. En el narcisismo patológico hay un interés exclusivo por uno mismo mientras que en el trófico el sujeto puede orientar cada vez más su vida por los deseos y ya no por obcecaciones narcisistas. La de narcisismo trófico es más que una noción descriptiva. He desarrollado su papel en el mantenimiento de 1) la cohesión del yo, 2) la estabilidad (relativa) del sentimiento de sí y 3) la valoración del sentimiento de estima de sí (Hornstein, 2000).

Dar cuenta de la autoestima exige tomar en cuenta la relación yo/superyó-ideal del yo, los baluartes narcisistas, la modalidad de tramitación de duelos y traumas pasados y presentes, los efectos de la vida actual y de los proyectos (personales y compartidos).

El padecimiento narcisista se manifiesta como una angustia difusa. Una depresión vacía. Coexisten imágenes grandiosas del yo con una intensa necesidad de ser amados y admirados. La vida se centra en la búsqueda de halagos. Si bien no pueden afrontar interacciones emocionales muy significativas, esperan gratificaciones narcisistas de los otros. Tienen dificultades para reconocer los deseos y los sentimientos de las demás. Hablan de sus propios intereses con una extensión y detalle inadecuados.

En los motivos de consulta predominan, en proporción abrumadora: dificultades en la regulación de la autoestima, desesperanza, alternancias de ánimo, apatía, hipocondría, trastornos del sueño y del apetito, ausencia de proyectos, crisis de ideales y valores, sufrimientos somáticos, adicciones.

Abordaré la autoestima siguiendo la sugerencia de S. Freud (1901) quien dijo: "Una manera de escribir clara e inequívoca nos avisa que el autor está acorde consigo mismo; y donde hallamos una expresión forzada y retorcida, que, según la acertada frase, hace guiños en varios sentidos, podemos discernir la presencia de un pensamiento no bien tramitado". Por su parte Pierre Bourdieu (Bourdieu y Wacquant, 1992) advirtió sobre la tendencia de los intelectuales al "esteticismo filosófico" y también alertó sobre otra tentación: la "esloganización" típica de los opinólogos que se quieren hacer pasar por sabios. El intelectual crítico está en las antípodas de ambas actitudes. Es un explorador con varios desafíos: encontrar la verdad, hacer una traducción que vuelva sensibles las cuestiones abstractas, destruir la falsedad y hallar los instrumentos que le den fuerza a esa verdad. Todo ello soslayando el academicismo. El academicismo es la sumisión exagerada a las reglas de la escuela o de la tradición, en detrimento de la libertad, la originalidad, y la audacia. Es el gusto inmoderado por el estilo culto o universitario: una forma de dirigirse a los de la propia parroquia antes que al lector interesado en el tema propuesto.

 

¿Quién soy? ¿Cuáles son mis cualidades?

La autoestima desempeña la función de termostato emocional modulando el impacto de las emociones negativas, evitando que se extiendan al resto de la vida. Se manifiesta a través de las emociones, de los pensamientos y la acción: influye en nuestras relaciones y proyectos. Nadie carece de ideas acerca de sí mismo y de su valor. Y estas ideas influyen en nuestras acciones y sentimientos. Se nutre también de los signos de reconocimiento social: así como por nuestros logros y acciones consideradas exitosas. También de nuestros vínculos y proyectos.

¿Cuáles son mis cualidades? ¿Cuáles son mis éxitos y mis fracasos, mis habilidades y mis limitaciones? ¿Cuánto valgo para mí y para la gente que me importa? ¿Merezco el afecto, el amor y respeto de los demás o siento que no puedo ser querido, valorado y amado? ¿Siento una brecha enorme entre lo que quisiera ser y lo que creo que soy?

La autoestima actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima nos torna vulnerables ante los problemas de la vida. Si no creemos en nosotros mismos, en nuestra eficacia, ni en nuestra capacidad de ser amados, el mundo es un lugar aterrador (Véase un desarrollo más extenso en www.facebook.com/luishornstein).

La autoestima es lo que pienso y lo que siento sobre mí mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de mí. Mi familia, mi pareja y mis amigos pueden amarme, y aun así puede que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo pueden admirarme y aun así yo me veo como alguien insignificante. Puedo proyectar una imagen de seguridad y aplomo que "engañe" a todo el mundo y aun así temblar por mis sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aun así fracasar en mi propia vida.

La autoestima no puede ser abordada sino desde el paradigma de la complejidad. Puede haber un desequilibrio neuroquímico pero lo que siempre habrá será la acción conjunta, y difícilmente deslindable, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias. También para Freud (1914), el sentimiento de sí está hecho de muchos "materiales": "Una parte del sentimiento de sí es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte Brota de la omnipotencia corroborada por la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo), y una tercera de la satisfacción de la libido de objeto [...] Todo lo que una persona posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia, contribuye a incrementar el sentimiento de sí".

Conseguir el éxito sin lograr primero una autoestima equilibrada es condenarse a sentirse como un impostor y a sufrir esperando que la verdad salga a la luz. De dos modos se obtiene el reconocimiento: por conformidad (ser como los demás) o por distinción (ser distinto y hacer que los demás valoren esa diferencia). Ser como los demás representa una garantía de aceptación social. Buscar el reconocimiento por distinción es más frecuente en adolescentes, porque les sirve para afirmarse en su autoestima e identidad. Hay adultos que también tienen un reconocimiento por distinción. Quizá porque siguen conservando la frescura juvenil.

La admiración de los demás no crea nuestra autoestima, ni tampoco la erudición, o la maternidad, ni las posesiones materiales, las conquistas sexuales o la cirugía estética. Sin embargo, esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es positiva, permite actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo, enfrentar dificultades. Cuando es negativa, engendra sufrimientos que afectan la vida cotidiana. Nos dejamos llevar más por el deseo de ahorrarnos dolor que por el de buscar alegría.

El sentimiento de estima de sí es vapuleado pero también consolidado. Lo agitan o lo consolidan las experiencias gratificantes o frustrantes en las relaciones con otros, la sensación (real o fantaseada) de ser estimado o rechazado por los demás; el modo en que el ideal del yo evalúa la distancia entre las aspiraciones y los logros. Pero la satisfacción pulsional aceptable para el ideal (directa, inhibida en su fin) y la sublimación elevan el sentimiento de estima de sí. Lo eleva también la imagen de un cuerpo saludable y suficientemente estético. Y lo acosan la pérdida de fuentes de amor, las presiones superyoicas desmesuradas, la incapacidad de satisfacer las expectativas del ideal del yo. Y por cierto, las enfermedades y los cambios corporales indeseados (Hornstein, 2011).

 

Desconstruyendo la autoestima

La autoestima contiene múltiples facetas. Es posible tener una buena autoestima en el terreno intelectual que contrasta con una frágil en lo afectivo. Puede ser variable en distintas actividades y prácticas: laboral, afectivo, intelectual, corporal, sexual. El niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen de él. Y puede elaborarlas para construir a ese adulto que será. Pero una persona no es una unidad sino una multiplicidad. Todos sus diversos aspectos: el profesional, el familiar, el amoroso, el social son relativamente autónomos los unos respecto de los otros.

Es probable que un éxito o un fracaso en un sector tengan consecuencias en los otros. Un desengaño amoroso acarreará una vivencia de pérdida de valor personal. A la inversa, un éxito en un campo determinado puede beneficiar la autoestima. Es difícil que ciertas heridas narcisistas no irradien sobre otros sectores. Por suerte, también irradian los logros.

Los componentes de la autoestima son interdependientes. Puede alguien tener dificultades en el amor por sí mismo: aun habiendo logrado una aceptable trayectoria personal ante un fracaso sentimental se le impondrán dudas insoportables. También puede suceder que padezca de falta de confianza porque los padres lo han sobreprotegido evitándole la confrontación con la realidad por lo cual, pese al afecto recibido, tendrá dudas torturantes ante sus logros.

Nuestra autoestima depende de múltiples espejos, aunque también existe un espejo interior pero no es "objetivo" y está enturbiado por la mirada de los demás. ¿Estoy trabajando bien? ¿Mis hijos me quieren? ¿No tengo entusiasmo para nada? ¿Soy íntegro en mi vida? ¿Descuidé a mis personas queridas? ¿Aporto algo a la comunidad? ¿Mi vida es acorde a mi ética? La ética para Foucault se distingue de la moralidad porque esta contiene sistemas de conminación y prohibición y remiten a algún código formalizado. La ética, por su parte, se refiere al ámbito de cómo debe uno conducirse en su existencia cotidiana.

La autoestima es sentirnos competentes para enfrentarnos a los desafíos y creernos merecedores de recompensa. Contiene varios aspectos: confianza en nuestra capacidad de pensar, aprender, elegir y tomar decisiones adecuadas y convicción en nuestro derecho a ser reconocidos por los demás y por nosotros mismos.

En la autoestima participan no sólo sentimientos, sino también pensamientos y actitudes. Existe un elemento afectivo, una valoración positiva o negativa según ciertos ideales.

Por autoestima entendemos esa autoevaluación que expresa aprobación/desaprobación.

¿Cómo definir los diversos componentes de la autoestima? Ellos son:

1- "Creer en las capacidades para actuar con eficacia en el logro de las metas"

2- "Estar satisfecho con la forma de actuar".

3- "Tomar decisiones y perseverar en ellas".

4- "Tener una mirada benevolente hacia uno mismo".

5- "Lograr una imagen aceptable de sí mismo".

6- "Evaluar logros y relaciones afectivas en función de los proyectos personales".

 

El devenir narcisista

El devenir narcisista es indisociable de la constitución del sujeto y su consideración metapsicológica no es posible aislada del Edipo y sus grandes ejes: la identidad y la diferencia, el deseo y la prohibición, el yo y la alteridad.

El niño se alimenta del amor que recibe de sus padres. Pero si ese amor no es acompañado con actos y gestos concretos su autoestima e identidad serán lesionadas. Los bebes que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos o negligentes probablemente vivirán con una visión derrotista, sin esperar ningún estimulo o interés de los otros. Este riesgo es mayor para los hijos de padres ineptos (inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carentes de objetivos).

La crianza consiste en dar a un hijo primero raíces (para crecer) y luego alas (para volar). En las primeras relaciones un bebé puede experimentar la seguridad o bien la inestabilidad. En las posteriores un niño puede tener la experiencia de ser aceptado y respetado o rechazado. Algunos niños experimentan un equilibrio entre protección y libertad. Otros, una sobreprotección que los infantiliza. Otros niños están subprotegidos, es decir sobreexigidos.

Las grandes depresiones y los pequeños bajones a menudo derivan de un discurso familiar en que prevalecía una actitud crítica e inhibidora para con el niño. No estamos condenados por esa mirada cruel. Si estamos condenados es porque no tuvimos posteriormente oportunidades de reemplazarla o no supimos aprovecharlas. También es cierto que a lo largo de nuestra vida debemos desechar mensajes y miradas que reforzarían este discurso que transmite insatisfacción con uno mismo.

Lo perturbador no es recibir cuestionamientos sino recibirlos de manera constante. La actitud hipercrítica es más nociva cuando no es balanceada por miradas benevolentes. Esa hipercrítica obedece a un perfeccionismo patológico. A veces puede ayudar a conseguir los objetivos en ámbitos limitados y bien definidos pero su costo emocional es elevado. ¿Qué precio tienen los éxitos en una atmósfera tóxica?

La autoestima que tenemos hoy se fue amasando con distintos ingredientes a partir del primer día de vida e incluso antes, en el proyecto de los padres para ese hijo y en la propia autoestima de los padres. Es un residuo, un destilado de esa retorta. Un destilado alimentado también por la influencia del futuro en el presente.

La autoestima inicial tiene mejores posibilidades:

a) si el niño experimenta que se aceptan sus pensamientos, sentimientos y el valor de su persona.

b) si lo invitan a jugar un juego limpio, con límites definidos con claridad; con una "libertad" limitada, no solo experimenta una sensación de seguridad, sino que cuenta con elementos para evaluar su propio juego;

c) si los padres no recurren a la violencia o la humillación; si para calificar toman en cuenta las necesidades y deseos del niño.Esa convicción se transmite por el cuidado respetuoso y no intrusivo. El amor no se siente consistente cuando se utiliza para manipular obediencia o sometimiento. Un niño cuyos pensamientos y sentimientos son tomados en cuenta aprende a aceptarse a sí mismo.

 

Diferentes presentaciones de la autoestima

La autoestima fluctúa: puede ser más o menos alta, más o menos estable y necesita ser alimentada, en grados diversos, desde el exterior. Aunque las bases se construyan durante la infancia, la autoestima no es inalterable en otras etapas de la vida.

La autoestima es un estuario caudaloso, turbulento, con cambiantes mareas. Los ríos que desembocan en la autoestima son la infancia, las realizaciones, la trama de relaciones significativas, pero también los proyectos (individuales y colectivos) que desde el futuro hacen posible el presente. Por supuesto que con tantos afluentes la autoestima es turbulenta, inestable.

A) Alta y estable

Las circunstancias "exteriores" y los acontecimientos de vida "normales" tienen poca influencia sobre la autoestima. El individuo está fuera de la manada, sin obedecer ni polemizar con los demás. No consagra mucho tiempo ni energía a la defensa o la promoción de su imagen. No necesita defenderla. En todo caso se defiende sola.

Pero la excesiva confianza en el propio valor y eficacia podría hacernos más vulnerables a los peligros por cierta omnipotencia que nos impide reconocer nuestros límites y limitaciones. Las personas con una buena autoestima no vacilan en pedir ayuda a los demás. Están seguras de que la ayuda es un préstamo que podrán devolver. Y los demás son como los bancos: le prestan al que tiene con qué responder.

B) Alta e inestable

Aunque elevada, la autoestima de estas personas padece grandes altibajos. "Se ponen locos" ante las críticas y fracasos, percibiéndolos como amenazas y nos refriegan en las narices sus éxitos y sus virtudes. Los sujetos de autoestima alta y estable son mucho más atemperados y positivos, mientras que los de autoestima inestable siempre están pendientes de desafíos o del reconocimiento de los otros. La presencia constante de amenazas revela la labilidad de la autoestima.

Hay dos modos de reaccionar al fracaso. O aceptarlo y sacar una enseñanza o se echa la culpa a los demás A partir de un acontecimiento dado, tendemos a atribuirle ciertas características: lo que ha ocurrido depende de mí o del exterior, va a reproducirse o será un hecho aislado, es representativo o limitado.

Este sentimiento de fragilidad conduce a situar la autoestima como preocupación central. Así como les exige preservarla a cualquier precio y apelar a una actitud agresiva (para promoverla) o bien pasiva (para protegerla). Ambas actitudes responden a un sentimiento de vulnerabilidad, consciente cuando corresponde a una autoestima baja, y a veces inconsciente, en el caso de una autoestima elevada pero frágil.

Las personas con autoestima elevada pero inestable luchan denodadamente. Sus tentativas son constantes para destacarse, dominar, hacerse querer o admirar. La imagen les reluce pero no es oro. Cuando se empaña asoma una inquietante inseguridad. Estos perfiles de autoestima se encuentra como base de diversos trastornos psicológicos: ira incontrolable, abuso del alcohol y drogas, adicción al trabajo, depresiones y colapsos narcisistas (Véase Las depresiones, Hornstein, 2006).

El éxito es postizo cuando se siente como un implante, una prótesis, cuando implica desgaste emocional, ansiedad excesiva y riesgo depresivo. Así como un sentimiento de fragilidad que provoca inquietud o vulnerabilidad ante las agresiones (reales o imaginarias) sobre la autoestima. Los logros nunca aportan demasiada seguridad. El equilibrio narcisista esta perturbado, hipotecado en defenderse de las experiencias negativas. Tienen la tentación de la huida hacia adelante, de brillar para no dudar.

C) Baja e inestable

Su autoestima es vulnerable. Debido a éxitos o satisfacciones puede subir un poco. Sin embargo, ese sentimiento es frágil y su autoestima se resiente cuando amagan las dificultades.

Las personas con baja autoestima pagan tributo al juicio de los otros. Su temor a engañarse o engañar a los demás los expone a dudas, a sentirse tránsfugas, impostores. La vivencia de impostura transforma los aplausos en dudas constantes acerca del mérito real. Son indecisos por temor a equivocarse. Con el pretexto de desensillar hasta que aclare (prudencia), terminan montando poco y nada el caballo (pusilanimidad).

El síndrome del impostor puede ser crónico en sujetos con baja autoestima que suelen pensar que no están a la altura del reconocimiento logrado. Padecen de una ansiedad permanente en el cumplimiento de sus tareas. Esta ansiedad los expone a estados depresivos a pesar de "éxitos" notables. Su incomodidad ante el éxito se basa en que éste les produce "disonancia cognitiva" producto de la contradicción entre la idea que tienen de sí mismos y la mirada de los otros. Si bien necesitan los logros, los temen porque los colocan ante una enorme exigencia.

D) Baja y estable

En este caso, la autoestima se ve poco afectada por los acontecimientos exteriores favorables. Están resignados y hacen pocos esfuerzos para valorarse a sus propios ojos o a los de los demás. Si no se sienten queridos tenderán a replegarse en lugar de renovar vínculos satisfactorios. Si creen haber fracasado, tenderán al autorreproche y a paralizarse sin darse otras oportunidades. Se ilusionan con fantasías de éxito y gloria, pero el temor a las decepciones los paralizan. Dependen excesivamente del reconocimiento de los otros.

En personas con baja autoestima predominan las emociones negativas (vergüenza, cólera, inquietud, tristeza, envidia) y padecen de un sentimiento de vulnerabilidad al sentirse amenazadas por las vicisitudes de la vida cotidiana. Cualquier riesgo es una amenaza. Se dedican más a la protección de su autoestima que a su despliegue, más a la prevención de los fracasos que al asumir riesgos. Evitar arriesgarse a la crítica o al rechazo. Permanecen en la sombra, porque no están dispuestas a exponerse.

Cuando la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las adversidades y las personas encallan frente a vicisitudes superables. El déficit en la autoestima no supone incapacidad para logros ya que se puede tener el talento y empuje necesarios para lograrlos. Sin embargo disminuye la eficiencia y la capacidad de alegrarse con sus logros que serán vivenciados como insuficientes.

 

¿Existe una autoestima equilibrada?

No creemos que sea posible establecer un "justo medio". En rigor se trata de una "autoestima llevadera", o sea "suficientemente buena". Para simplificar a veces la llamaremos autoestima "equilibrada" o "consolidada". Con una autoestima equilibrada las ilusiones suelen ser un preámbulo de la acción, en vez de representar una alternativa: su modo de actuar (aceptar riesgos, intentar desarrollar sus competencias, ampliar sus límites) permite consolidar la autoestima.

¿Cuándo la ilusión es "buena" y cuándo es "mala"? Es negativa cuando es un sustituto de la acción. En el lenguaje corriente ilusión quiere decir muchas cosas: creencia, fantasía, proyecto, etc. Acá tratamos de darle un significado preciso. Lo primero será separarla de la noción de error. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones falsas no. El error es una carencia (de conocimiento). La ilusión, un exceso de creencia, de imaginación. Hacerse ilusiones es tomar los propios deseos por la realidad. Puedo equivocarme sin que sea en función de mis deseos (entonces se trata de un error, no de una ilusión). La ilusión, aunque pueda ser falsa, y aunque lo sea la mayoría de las veces, no es error. Es una creencia.

El narcisismo trófico preserva cierto equilibrio entre fantasía y realidad. Winnicott (1971) ha descrito la relación estrecha entre la fantasía, el juego, la creatividad y los fenómenos culturales. ¿Y cómo se logra ese cierto equilibrio? De otro modo, ¿cómo se evita que la fantasía instale un alejamiento de la realidad? La clave, la actitud de los padres, si pueden o no disfrutar las ilusiones del niño, añadir sus propias fantasías y desprenderse de ellas. La actitud deseable de los padres no consiste en sumergirse en la ilusión ni en ejercer una racionalidad a ultranza, sino en tener la capacidad de jugar con las fantasías sin perder de vista el hecho de que se trata de un juego.

Las personas con autoestima equilibrada soportan una evaluación mientras que los de baja exigen aprobación. No se trata de miedo al fracaso, sino de alergia al fracaso. Cuando la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las adversidades y las personas se atascan en escollos superables. Prefieren tener un lugarcito asegurado en un grupo poco valorizado socialmente. Están dispuestos a compartir los éxitos grupales y encuentran allí la seguridad de una dilución de las responsabilidades si las cosas terminan mal.

La autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y protección. Algunos necesitan enormes esfuerzos para protegerla: negación de la realidad, huida o evasión, agresividad hacia los demás. Sacrifican mucho de la calidad de vida y se torturan ante exigencias por expectativas propias y ajenas. ¿Cómo sobreponerse al temor y afrontar lo nuevo? Entrenándose con frustraciones que no lo tumben y con gratificaciones que lo compensen, aunque no sean inmediatas, aunque sean promesas. Las personas autoevalúan su habilidad en la ejecución de tareas, su concordancia con los patrones éticos y estéticos, la forma en que otros las aman o aceptan y el grado de poder que ejercen (Mother Hornstein, 2006).

Resumiendo: los cimientos necesarios para una autoestima equilibrada implica que los otros primordiales lo hayan criado con amor y respeto, le hayan ofrecido reglas estables y razonables que contribuyeran a generar expectativas adecuadas, sin recurrir al ridículo, la humillación o maltrato físico y que hayan confianza en sus capacidades.

 

Vínculos y autoestima: relaciones narcisistas

¿Cuáles son las funciones del otro? ¿Realización del deseo? ¿Neutralizar angustias? ¿Sostén de la autoestima o de la consistencia yoica? En las relaciones narcisistas los otros cumplirán diversas funciones para el sujeto: balance narcisista, vitalidad, sentimiento de seguridad y protección, compensación de déficits, neutralización de angustias, realización transaccional de deseo.

No es que el vínculo narcisista desaparezca, como lo pide una ideología "optimista". Es que convive y comparte el poder con vínculos actuales. Entonces, hay reconocimiento de la diferencia entre pasado y presente. Los otros tienen vida propia. Regidos por sus propios deseos, más tarde o más temprano, tenderán a imponer su modalidad, su propio narcisismo y su propio realismo. Se rehusarán (aunque no siempre) a un lugar que no quieren o no pueden ocupar. Tal diferencia exige reconocer una realidad que difiere de la fantasía. Lo que implica sufrimiento, no necesariamente neurótico.

La función narcisista del mundo objetal es aportada por la concepción del psiquismo como sistema abierto. En esta concepción, y no en las otras, el ser (registro identificatorio) coexiste con el tener (registro objetal).

 

Autoestima y lo histórico-social

La persona incrementa su autoestima en la medida en que se siente más próxima a los proyectos que demandan sus ideales. Una frustración narcisista puede precipitar una depresión al producir un colapso parcial o completo de la autoestima si el sujeto se siente incapaz de vivir acorde con sus aspiraciones. Esas aspiraciones pueden estar a años luz o relativamente cercanas. Cuanto más lejos estén, más recursos se dedicarán a disimular ese hiato.

Frente al estallido de las normas tradicionales, el individuo cuenta con una guía interior que extrae de la mirada de los otros y la suya propia. La persona sumergida en valores múltiples y contradictorios debe reconstruir ideales. Cada uno se las arregla como puede frente a la multiplicidad y la movilidad de los referentes colectivos que fundan el reconocimiento social. En la actualidad los vínculos sociales son más inestables. Y entonces la construcción de la autoestima y su preservación están más basadas en la autonomía y la eficacia personal.

La autoestima se resquebraja cuando la sociedad "maltrata" al sujeto. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales, "instalados" en la infancia pero siempre "actualizándose", como un programa de computación. ¿Cómo recuperar una credibilidad apuntalada por convicciones éticas compartidas y compartibles? La falta de brújulas éticas no puede sino hacer tambalear la autoestima.

Nuestro país vive socavado por la desocupación, por la pauperización generalizada, por la decepción con la corporación política y su imposibilidad de mirar otra cosa que sus prebendas y sus rituales. Para vivir, para que la vida tenga sentido, debe haber proyectos. Evitar el "sálvese quien pueda". La trama cultural puede ser productora de un narcisismo trófico, que apuntala identidades, proyectos, ideales.

El que elude enfrentar estas crisis tiene que encerrarse en un búnker al que no afectará el afuera, sus turbulencias diversas, sus duelos masivos. Hemos vivido "dentro" de esa crisis multidimensional (política, social, económica y ética) que nos asedia en las últimas décadas. ¿Cómo historizar sin que la nostalgia corte las alas de la creación?

 

Referencias

Bourdieu, P. y Wacquant, E. (2005). Una invitación a la sociología reflexiva. Siglo XXI, Buenos Aires. (Trabajo original publicado en 1992)

Freud, S. (1978). Psicopatología de la vida cotidiana. En Obras Completas, Tomo VI.

Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1901).

Freud, S. (1978). Introducción al narcisimo. En Obras Completas, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1914).

Freud, S. (1978). Duelo y melancolía. En Obras Completas, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1915).

Hornstein, L (2000). Narcisismo: autoestima, identidad y alteridad. Buenos Aires: Paidós.

Hornstein, L. (2006). Las Depresiones. Buenos Aires: Paidós.

Hornstein, L. (2011). Autoestima e identidad: narcisismo y valores sociales. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Rother Hornstein, M. C. (2006): Adolescencias: trayectorias turbulentas, Paidós, Buenos Aires.

 

 
1ra Edición - Diciembre 2018
 
 
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