El
psicoanálisis describe las vicisitudes de la autoestima según
la relación entre el yo y sus ideales. Ellos contienen
múltiples identificaciones con los padres, así como
identificaciones posteriores con hermanos, contemporáneos y
adultos admirados. El niño al percibir su desvalimiento,
pierde la ilusión de una fusión perfecta con la madre.
La ilusión de autosuficiencia deja paso a un sentimiento de
inferioridad. Acepta todo de los padres. Incorpora sus valores y sus
prohibiciones.
No
hay en el ser humano una facultad "natural" que le
permita distinguir entre el bien y el mal. La ética no es
innata sino adquirida. Le es impuesta al niño por un dictamen
exterior, que paulatinamente irá haciendo suyo. Se somete
porque es débil. Se somete cuando lo instan a controlar sus
esfínteres. Los padres bajan línea. A veces como
vicarios de leyes que están en la cultura (controlar los
esfínteres), a veces como déspotas caprichosos.
La
autocrítica (superyó) es la internalización de
deseos y tabúes, anhelos y prohibiciones. Tiene historia, es
cambiante. Día a día va haciéndose cargo del
"mundo externo" y, particularmente, de los valores de la
cultura como un todo. El niño y el adulto necesitan ser amados
por su superyó, como también por las personas de su
entorno y necesitan que sus logros sean respetados por la cultura (o
por su microcultura o cultura alternativa).
Una
de las primeras cosas que aprende el bebé es a observar el
semblante de esos seres todopoderosos que lo cuidan. Otra cosa que
aprende es que sus progenitores se alegran cuando hace algo (empezar
a gatear, etc.) y se intranquilizan cuando hace algo (llorar, etc.).
Las
aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (ideal del yo), así
como las consignas acerca de lo que no se debe hacer (consciencia
moral) están conformadas por las aspiraciones parentales y sus
sustitutos.
Los
niños descubren que son valiosos porque sus progenitores los
tratan con afecto y porque ciertos valores son reforzados. Y estos
niños se respetan porque observan cómo actúan
sus padres hacia ellos y hacia otras personas. Recíprocamente,
las fallas en la autoestima suelen originarse en la indiferencia
parental, en la soberbia o en el maltrato.
La
autoestima es un proceso continuo de interiorización del mundo
exterior: la lengua que hablo, las categorías de la
experiencia sensible o del pensamiento de las que me sirvo, la
presión de las comunidades, la pertenencia a un género,
una edad, una clase.
Freud
introdujo el narcisismo en su teoría empujado, entre otras
cosas, por las patologías que conciernen al yo (esquizofrenia,
paranoia, hipocondría). Al descubridor del inconsciente
reprimido, a partir de 1914 se le manifiesta el inconsciente
represor, tanto del yo como del superyó. Al decir que alguien
es narcisista estamos diciendo muy poco. ¿En qué
aspectos tiene labilidad narcisista, en qué momentos los
tiene? La clínica actual pone en aprietos al psicoanálisis.
"Clínica" es el conjunto de prácticas y
saberes con los que lidiamos no solo con enfermedades y "trastornos"
sino con el sufrimiento
(el evitable y el inevitable).
El
narcisismo se le presenta a Freud multifacético: fase
libidinal, aspecto de la vida amorosa, origen del ideal del yo,
construcción del yo. Integra diversas corrientes: la de la
búsqueda de autonomía y autosuficiencia con respecto a
los otros, la prentensión de dominar y negar la alteridad, el
predominio de lo fantasmático sobre la realidad. Sin
entramarse con otros conceptos sería apenas descriptivo. ¿Es
el trastorno narcisista una dificultad para asumir la alteridad, se
refiere a la pobreza de la autoestima, es una labilidad de la
identidad?
¿A
qué llamamos descriptivo? Entre otras cosas, a encandilarnos
con apariencias. No son pocos los que consideran que el "narcisismo
patológico" implica exceso de amor propio. La
comprensión metapsicológica nos muestra lo contrario:
estos sujetos carecen de amor propio. Desesperados, intentan
sustituir ese déficit con admiración externa. Esa falla
narcisista produce un yo amenazado por la desintegración,
desvalorización o por una sensación de vacío
interior. En el narcisismo
patológico
hay un interés exclusivo por uno mismo mientras que en el
trófico
el sujeto puede orientar cada vez más su vida por los deseos y
ya no por obcecaciones narcisistas. La de narcisismo trófico
es más que una noción descriptiva. He desarrollado su
papel en el mantenimiento de 1) la cohesión del yo, 2) la
estabilidad (relativa) del sentimiento de sí y 3) la
valoración del sentimiento de estima de sí (Hornstein,
2000).
Dar
cuenta de la autoestima exige tomar en cuenta
la relación yo/superyó-ideal del yo, los baluartes
narcisistas, la modalidad de tramitación de duelos y traumas
pasados y presentes, los efectos de la vida actual y de los proyectos
(personales y compartidos).
El
padecimiento narcisista se manifiesta como una angustia difusa. Una
depresión vacía. Coexisten imágenes grandiosas
del yo con una intensa necesidad de ser amados y admirados. La vida
se centra en la búsqueda de halagos. Si bien no pueden
afrontar interacciones emocionales muy significativas, esperan
gratificaciones narcisistas de los otros. Tienen dificultades para
reconocer los deseos y los sentimientos de las demás. Hablan
de sus propios intereses con una extensión y detalle
inadecuados.
En
los motivos de consulta predominan, en proporción abrumadora:
dificultades en la regulación de la autoestima, desesperanza,
alternancias de ánimo, apatía, hipocondría,
trastornos del sueño y del apetito, ausencia de proyectos,
crisis de ideales y valores, sufrimientos somáticos,
adicciones.
Abordaré
la autoestima siguiendo la sugerencia de S. Freud (1901) quien dijo:
"Una
manera de escribir clara e inequívoca nos avisa que el autor
está acorde consigo mismo; y donde hallamos una expresión
forzada y retorcida, que, según la acertada frase, hace guiños
en varios sentidos, podemos discernir la presencia de un pensamiento
no bien tramitado".
Por su parte Pierre Bourdieu (Bourdieu y Wacquant, 1992) advirtió
sobre la tendencia de los intelectuales al "esteticismo
filosófico" y también alertó sobre otra
tentación: la "esloganización" típica
de los opinólogos que se quieren hacer pasar por sabios. El
intelectual crítico está en las antípodas de
ambas actitudes. Es un explorador con varios desafíos:
encontrar la verdad, hacer una traducción que vuelva sensibles
las cuestiones abstractas, destruir la falsedad y hallar los
instrumentos que le den fuerza a esa verdad. Todo ello soslayando el
academicismo. El academicismo es la sumisión exagerada a las
reglas de la escuela o de la tradición, en detrimento de la
libertad, la originalidad, y la audacia. Es el gusto inmoderado por
el estilo culto o universitario: una forma de dirigirse a los de la
propia parroquia antes que al lector interesado en el tema propuesto.
¿Quién
soy? ¿Cuáles son mis cualidades?
La
autoestima desempeña la función de termostato emocional
modulando el impacto de las emociones negativas, evitando que se
extiendan al resto de la vida. Se manifiesta a través de las
emociones, de los pensamientos y la acción: influye en
nuestras relaciones y proyectos. Nadie carece de ideas acerca de sí
mismo y de su valor. Y estas ideas influyen en nuestras acciones y
sentimientos. Se nutre también de los signos
de reconocimiento
social: así como por nuestros logros y acciones consideradas
exitosas. También de nuestros vínculos y proyectos.
¿Cuáles
son mis cualidades? ¿Cuáles son mis éxitos y mis
fracasos, mis habilidades y mis limitaciones? ¿Cuánto
valgo para mí y para la gente que me importa? ¿Merezco
el afecto, el amor y respeto de los demás o siento que no
puedo ser querido, valorado y amado? ¿Siento una brecha enorme
entre lo que quisiera ser y lo que creo que soy?
La
autoestima actúa como el
sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos
resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una
baja autoestima nos torna vulnerables ante los problemas de la vida.
Si no creemos en nosotros mismos, en nuestra eficacia, ni en nuestra
capacidad de ser amados, el mundo es un lugar aterrador (Véase
un desarrollo más extenso en www.facebook.com/luishornstein).
La
autoestima es lo que pienso y lo que siento sobre mí mismo, no
lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de mí. Mi
familia, mi pareja y mis amigos pueden amarme, y aun así puede
que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo pueden admirarme y
aun así yo me veo como alguien insignificante. Puedo proyectar
una imagen de seguridad y aplomo que "engañe" a
todo el mundo y aun así temblar por mis sentimientos de
insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aun así
fracasar en mi propia vida.
La
autoestima no puede ser abordada sino desde el paradigma de la
complejidad. Puede haber un desequilibrio neuroquímico pero lo
que siempre habrá será la acción conjunta, y
difícilmente deslindable, de la herencia, la situación
personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos,
las condiciones histórico-sociales y las vivencias. También
para Freud (1914), el sentimiento de sí está hecho de
muchos "materiales": "Una
parte del sentimiento de sí es primaria, el residuo del
narcisismo infantil; otra parte Brota de la omnipotencia corroborada
por la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo), y una tercera
de la satisfacción de la libido de objeto [...] Todo lo que
una persona posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo
sentimiento de omnipotencia corroborado por la
experiencia,
contribuye a incrementar el sentimiento de sí".
Conseguir
el éxito sin lograr primero una autoestima equilibrada es
condenarse a sentirse como un impostor y a sufrir esperando que la
verdad salga a la luz. De dos modos se obtiene el reconocimiento: por
conformidad (ser como los demás) o por distinción (ser
distinto y hacer que los demás valoren esa diferencia). Ser
como los demás representa una garantía de aceptación
social. Buscar el reconocimiento por distinción es más
frecuente en adolescentes, porque les sirve para afirmarse en su
autoestima e identidad. Hay adultos que también tienen un
reconocimiento por distinción. Quizá porque siguen
conservando la frescura juvenil.
La
admiración de los demás no crea nuestra autoestima, ni
tampoco la erudición, o la maternidad, ni las posesiones
materiales, las conquistas sexuales o la cirugía estética.
Sin
embargo, esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es
positiva, permite actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo,
enfrentar dificultades. Cuando es negativa, engendra sufrimientos que
afectan la vida cotidiana. Nos
dejamos llevar más por el deseo de ahorrarnos dolor que por el
de buscar alegría.
El
sentimiento de estima de sí es vapuleado pero también
consolidado. Lo agitan o lo consolidan las experiencias gratificantes
o frustrantes en las relaciones con otros, la sensación (real
o fantaseada) de ser estimado o rechazado por los demás; el
modo en que el ideal del yo evalúa la distancia entre las
aspiraciones y los logros. Pero la satisfacción pulsional
aceptable para el ideal (directa, inhibida en su fin) y la
sublimación elevan el sentimiento de estima de sí. Lo
eleva también la imagen de un cuerpo saludable y
suficientemente estético. Y lo acosan la pérdida de
fuentes de amor, las presiones superyoicas desmesuradas, la
incapacidad de satisfacer las expectativas del ideal del yo. Y por
cierto, las enfermedades y los cambios corporales indeseados
(Hornstein, 2011).
Desconstruyendo
la autoestima
La
autoestima contiene múltiples facetas. Es posible tener una
buena autoestima en el terreno intelectual que contrasta con una
frágil en lo afectivo. Puede ser variable en distintas
actividades y prácticas: laboral, afectivo, intelectual,
corporal, sexual. El niño interioriza las imágenes y
las propuestas que los otros tienen de él. Y puede elaborarlas
para construir a ese adulto que será.
Pero
una persona no es una unidad sino una multiplicidad. Todos sus
diversos aspectos: el profesional, el familiar, el amoroso, el social
son relativamente autónomos los unos respecto de los otros.
Es
probable que un éxito o un fracaso en un sector tengan
consecuencias en los otros. Un desengaño amoroso acarreará
una vivencia de pérdida de valor personal. A la inversa, un
éxito en un campo determinado puede beneficiar la autoestima.
Es difícil que ciertas heridas narcisistas no irradien sobre
otros sectores. Por suerte, también irradian los logros.
Los
componentes de la autoestima son interdependientes. Puede alguien
tener dificultades en el amor por sí mismo: aun habiendo
logrado una aceptable trayectoria personal ante un fracaso
sentimental se le impondrán dudas insoportables. También
puede suceder que padezca de falta de confianza porque los padres lo
han sobreprotegido evitándole la confrontación con la
realidad por lo cual, pese al afecto recibido, tendrá dudas
torturantes ante sus logros.
Nuestra
autoestima depende de múltiples espejos, aunque también
existe un espejo interior pero no es "objetivo" y está
enturbiado por la mirada de los demás. ¿Estoy
trabajando bien? ¿Mis hijos me quieren? ¿No tengo
entusiasmo para nada? ¿Soy íntegro en mi vida?
¿Descuidé a mis personas queridas? ¿Aporto algo
a la comunidad? ¿Mi vida es acorde a mi ética? La ética
para Foucault se distingue de la moralidad porque esta contiene
sistemas de conminación y prohibición y remiten a algún
código formalizado. La ética, por su parte, se refiere
al ámbito de cómo debe uno conducirse en su existencia
cotidiana.
La
autoestima es sentirnos competentes para enfrentarnos a los desafíos
y creernos merecedores de recompensa. Contiene
varios aspectos: confianza en nuestra capacidad de pensar, aprender,
elegir y tomar decisiones adecuadas y convicción en nuestro
derecho a ser reconocidos por los demás y por nosotros mismos.
En
la autoestima participan no sólo sentimientos, sino también
pensamientos y actitudes. Existe un elemento afectivo, una valoración
positiva o negativa según ciertos ideales.
Por
autoestima entendemos esa autoevaluación que expresa
aprobación/desaprobación.
¿Cómo
definir los diversos componentes de la autoestima? Ellos son:
1-
"Creer
en las capacidades para actuar con eficacia en el logro de las metas"
2-
"Estar
satisfecho con la forma de actuar".
3-
"Tomar
decisiones y perseverar en ellas".
4-
"Tener
una mirada benevolente hacia uno mismo".
5-
"Lograr
una imagen aceptable de sí mismo".
6-
"Evaluar
logros y relaciones afectivas en función de los proyectos
personales".
El
devenir narcisista
El
devenir narcisista es indisociable de la constitución del
sujeto y su consideración metapsicológica no es posible
aislada del Edipo y sus grandes ejes: la identidad y la diferencia,
el deseo y la prohibición, el yo y la alteridad.
El
niño se alimenta del amor que recibe de sus padres. Pero si
ese amor no es acompañado con actos y gestos concretos su
autoestima e identidad serán lesionadas. Los
bebes que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos
o negligentes probablemente vivirán con una visión
derrotista, sin esperar ningún estimulo o interés de
los otros. Este riesgo es mayor para los hijos de padres ineptos
(inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carentes de
objetivos).
La
crianza consiste en dar a un hijo primero raíces (para crecer)
y luego alas (para volar).
En las primeras relaciones un bebé puede experimentar la
seguridad o bien la inestabilidad. En las posteriores un niño
puede tener la experiencia de ser aceptado y respetado o rechazado.
Algunos niños experimentan un equilibrio entre protección
y libertad. Otros, una sobreprotección que los infantiliza.
Otros niños están subprotegidos, es decir
sobreexigidos.
Las
grandes depresiones y los pequeños bajones a menudo derivan de
un
discurso
familiar en que prevalecía una actitud crítica e
inhibidora para con el niño. No estamos condenados por esa
mirada cruel. Si estamos condenados es porque no tuvimos
posteriormente oportunidades de reemplazarla o no supimos
aprovecharlas. También es cierto que a lo largo de nuestra
vida debemos desechar mensajes y miradas que reforzarían este
discurso que transmite insatisfacción con uno mismo.
Lo
perturbador no es recibir cuestionamientos sino recibirlos de manera
constante. La actitud hipercrítica es más nociva cuando
no es balanceada por miradas benevolentes. Esa
hipercrítica obedece a un perfeccionismo patológico. A
veces puede ayudar a conseguir los objetivos en ámbitos
limitados y bien definidos pero su costo emocional es elevado. ¿Qué
precio tienen los éxitos en una atmósfera tóxica?
La
autoestima que tenemos hoy se fue amasando con distintos ingredientes
a partir del primer día de vida e incluso antes, en el
proyecto de los padres para ese hijo y en la propia autoestima de los
padres. Es un residuo, un destilado de esa retorta. Un destilado
alimentado también por la influencia del futuro en el
presente.
La
autoestima inicial tiene mejores posibilidades:
a)
si el niño experimenta que se aceptan sus pensamientos,
sentimientos y el valor de su persona.
b)
si lo invitan a jugar un juego limpio, con límites definidos
con claridad; con una "libertad" limitada, no solo
experimenta una sensación de seguridad, sino que cuenta con
elementos para evaluar su propio juego;
c)
si los padres no recurren a la violencia o la humillación; si
para calificar toman en cuenta las necesidades y deseos del niño.Esa
convicción se transmite por el cuidado respetuoso y no
intrusivo. El amor no se siente consistente cuando se utiliza para
manipular obediencia o sometimiento. Un niño cuyos
pensamientos y sentimientos son tomados en cuenta aprende a aceptarse
a sí mismo.
Diferentes
presentaciones de la autoestima
La
autoestima fluctúa: puede ser más o menos alta, más
o menos estable y necesita ser alimentada, en grados diversos, desde
el exterior. Aunque las bases se construyan durante la infancia, la
autoestima no es inalterable en otras etapas de la vida.
La
autoestima es un estuario caudaloso, turbulento, con cambiantes
mareas. Los ríos que desembocan en la autoestima son la
infancia, las realizaciones, la trama de relaciones significativas,
pero también los proyectos (individuales y colectivos) que
desde el futuro hacen posible el presente. Por supuesto que con
tantos afluentes la autoestima es turbulenta, inestable.
A)
Alta y estable
Las
circunstancias "exteriores" y los acontecimientos de vida
"normales" tienen poca influencia sobre la autoestima. El
individuo está fuera de la manada, sin obedecer ni polemizar
con los demás. No consagra mucho tiempo ni energía a la
defensa o la promoción de su imagen. No necesita defenderla.
En todo caso se defiende sola.
Pero
la excesiva confianza en el propio valor y eficacia podría
hacernos más vulnerables a los peligros por cierta
omnipotencia que nos impide reconocer nuestros límites y
limitaciones. Las
personas con una buena autoestima no vacilan en pedir ayuda a los
demás. Están seguras de que la ayuda es un préstamo
que podrán devolver. Y los demás son como los bancos:
le prestan al que tiene con qué responder.
B)
Alta e inestable
Aunque
elevada, la autoestima de estas personas padece grandes altibajos.
"Se ponen locos" ante las críticas y fracasos,
percibiéndolos como amenazas y nos refriegan en las narices
sus éxitos y sus virtudes. Los sujetos de autoestima alta y
estable son mucho más atemperados y positivos, mientras que
los de autoestima inestable siempre están pendientes de
desafíos o del reconocimiento de los otros. La presencia
constante de amenazas revela la labilidad de la autoestima.
Hay
dos modos de reaccionar al fracaso. O aceptarlo y sacar una enseñanza
o se echa la culpa a los demás A partir de un acontecimiento
dado, tendemos a atribuirle ciertas características: lo que ha
ocurrido depende de mí o del exterior, va a reproducirse o
será un hecho aislado, es representativo o limitado.
Este
sentimiento de fragilidad conduce a situar la autoestima como
preocupación central. Así como les exige preservarla a
cualquier precio y apelar a una actitud agresiva (para promoverla) o
bien pasiva (para protegerla). Ambas actitudes responden a un
sentimiento de vulnerabilidad, consciente cuando corresponde a una
autoestima baja, y a veces inconsciente, en el caso de una autoestima
elevada pero frágil.
Las
personas con autoestima elevada pero inestable luchan denodadamente.
Sus tentativas son constantes para destacarse, dominar, hacerse
querer o admirar. La imagen les reluce pero no es oro. Cuando se
empaña asoma una inquietante inseguridad. Estos perfiles de
autoestima se encuentra como base de diversos trastornos
psicológicos: ira incontrolable, abuso del alcohol y drogas,
adicción al trabajo, depresiones y colapsos narcisistas (Véase
Las
depresiones,
Hornstein, 2006).
El
éxito es postizo cuando se siente como un implante, una
prótesis, cuando implica desgaste emocional, ansiedad excesiva
y riesgo depresivo. Así como un sentimiento de fragilidad que
provoca inquietud o vulnerabilidad ante las agresiones (reales o
imaginarias) sobre la autoestima. Los logros nunca aportan demasiada
seguridad. El equilibrio narcisista esta perturbado, hipotecado en
defenderse de las experiencias negativas. Tienen la tentación
de la huida hacia adelante, de brillar
para no dudar.
C)
Baja e inestable
Su
autoestima es vulnerable. Debido a éxitos o satisfacciones
puede subir un poco. Sin embargo, ese sentimiento es frágil y
su autoestima se resiente cuando amagan las dificultades.
Las
personas con baja autoestima pagan tributo al juicio de los otros. Su
temor a engañarse o engañar a los demás los
expone a dudas, a sentirse tránsfugas, impostores. La
vivencia de impostura transforma los aplausos en dudas constantes
acerca del mérito real.
Son indecisos por
temor a equivocarse. Con el pretexto de desensillar hasta que aclare
(prudencia), terminan montando poco y nada el caballo
(pusilanimidad).
El
síndrome del impostor puede ser crónico en sujetos con
baja autoestima que suelen pensar que no están a la altura del
reconocimiento logrado.
Padecen de una ansiedad permanente en el cumplimiento de sus tareas.
Esta ansiedad los expone a estados depresivos a pesar de "éxitos"
notables. Su incomodidad ante el éxito se basa en que éste
les produce "disonancia cognitiva" producto de la
contradicción entre la idea que tienen de sí mismos y
la mirada de los otros. Si bien necesitan los logros, los temen
porque los colocan ante una enorme exigencia.
D)
Baja y estable
En
este caso, la autoestima se ve poco afectada por los acontecimientos
exteriores favorables. Están resignados y hacen pocos
esfuerzos para valorarse a sus propios ojos o a los de los demás.
Si
no se sienten queridos tenderán a replegarse en lugar de
renovar vínculos satisfactorios. Si creen haber fracasado,
tenderán al autorreproche y a paralizarse sin darse otras
oportunidades. Se ilusionan con fantasías de éxito y
gloria, pero el temor a las decepciones los paralizan. Dependen
excesivamente del reconocimiento de los otros.
En
personas con baja autoestima predominan las emociones negativas
(vergüenza, cólera, inquietud, tristeza, envidia) y
padecen de un sentimiento de vulnerabilidad al sentirse amenazadas
por las vicisitudes de la vida cotidiana. Cualquier riesgo es una
amenaza. Se
dedican más a la protección de su autoestima que a su
despliegue, más a la prevención de los fracasos que al
asumir riesgos. Evitar arriesgarse a la crítica o al rechazo.
Permanecen en la sombra, porque no están dispuestas a
exponerse.
Cuando
la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las
adversidades y las personas encallan frente a vicisitudes superables.
El déficit en la autoestima no supone incapacidad para logros
ya que se puede tener el talento y empuje necesarios para lograrlos.
Sin embargo disminuye la eficiencia y la capacidad de alegrarse con
sus logros que serán vivenciados como insuficientes.
¿Existe
una autoestima equilibrada?
No
creemos que sea posible establecer un "justo medio". En
rigor se trata de una "autoestima llevadera", o sea
"suficientemente buena". Para simplificar a veces la
llamaremos autoestima "equilibrada" o "consolidada".
Con
una autoestima equilibrada las ilusiones suelen ser un preámbulo
de la acción, en vez de representar una alternativa: su modo
de actuar (aceptar riesgos, intentar desarrollar sus competencias,
ampliar sus límites) permite consolidar la autoestima.
¿Cuándo
la ilusión es "buena" y cuándo es "mala"?
Es negativa cuando es un sustituto de la acción. En
el
lenguaje corriente ilusión quiere decir muchas cosas:
creencia, fantasía, proyecto, etc. Acá tratamos de
darle un significado preciso. Lo primero será separarla de la
noción de error. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones
falsas no. El error es una carencia (de conocimiento). La ilusión,
un exceso de creencia, de imaginación. Hacerse ilusiones es
tomar los propios deseos por la realidad. Puedo equivocarme sin que
sea en función de mis deseos (entonces se trata de un error,
no de una ilusión). La ilusión, aunque pueda ser falsa,
y aunque lo sea la mayoría de las veces, no es error. Es una
creencia.
El
narcisismo trófico preserva cierto
equilibrio
entre fantasía y realidad. Winnicott
(1971)
ha descrito la relación estrecha entre la fantasía, el
juego, la creatividad y los fenómenos culturales. ¿Y
cómo se logra ese cierto
equilibrio?
De otro modo, ¿cómo se evita que la fantasía
instale un alejamiento de la realidad? La clave, la actitud de los
padres, si pueden o no disfrutar las ilusiones del niño,
añadir sus propias fantasías y desprenderse de ellas.
La actitud deseable de los padres no consiste en sumergirse en la
ilusión ni en ejercer una racionalidad a ultranza, sino en
tener la capacidad de jugar con las fantasías sin perder de
vista el hecho de que se trata de un juego.
Las
personas con autoestima equilibrada soportan una evaluación
mientras que los de baja exigen aprobación. No se trata de
miedo al fracaso, sino de alergia
al fracaso. Cuando
la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las
adversidades y las personas se atascan en escollos superables.
Prefieren
tener un lugarcito asegurado en un grupo poco valorizado socialmente.
Están dispuestos a compartir los éxitos grupales y
encuentran allí la seguridad de una dilución de las
responsabilidades si las cosas terminan mal.
La
autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y
protección. Algunos necesitan enormes esfuerzos para
protegerla: negación de la realidad, huida o evasión,
agresividad hacia los demás. Sacrifican mucho de la calidad de
vida y se torturan ante exigencias por expectativas propias y ajenas.
¿Cómo
sobreponerse al temor y afrontar lo nuevo? Entrenándose con
frustraciones que no lo tumben y con gratificaciones que lo
compensen, aunque no sean inmediatas, aunque sean promesas. Las
personas autoevalúan su habilidad en la ejecución de
tareas, su concordancia con los patrones éticos y estéticos,
la forma en que otros las aman o aceptan y el grado de poder que
ejercen (Mother
Hornstein, 2006).
Resumiendo:
los
cimientos necesarios para una autoestima equilibrada implica que los
otros primordiales lo hayan criado con amor y respeto, le hayan
ofrecido reglas estables y razonables que contribuyeran a generar
expectativas
adecuadas, sin recurrir al ridículo, la humillación o
maltrato físico y que hayan confianza en sus capacidades.
Vínculos
y autoestima: relaciones narcisistas
¿Cuáles
son las funciones del otro? ¿Realización del deseo?
¿Neutralizar angustias? ¿Sostén de la autoestima
o de la consistencia yoica? En las relaciones narcisistas los otros
cumplirán diversas funciones para el sujeto: balance
narcisista, vitalidad, sentimiento de seguridad y protección,
compensación de déficits, neutralización de
angustias, realización
transaccional
de deseo.
No
es que el vínculo narcisista desaparezca, como lo pide una
ideología "optimista".
Es
que convive y comparte el poder con vínculos
actuales.
Entonces, hay reconocimiento de
la
diferencia entre pasado y presente. Los otros tienen vida propia.
Regidos por sus propios
deseos,
más tarde o más temprano, tenderán a imponer su
modalidad, su propio narcisismo y su propio realismo. Se rehusarán
(aunque no siempre) a un lugar que no quieren o no
pueden
ocupar. Tal diferencia exige reconocer una realidad que difiere de la
fantasía. Lo que
implica
sufrimiento, no necesariamente neurótico.
La
función narcisista del mundo objetal es aportada por la
concepción del psiquismo
como
sistema abierto. En esta concepción, y no en las otras, el ser
(registro
identificatorio)
coexiste
con el tener
(registro
objetal).
Autoestima
y lo histórico-social
La
persona incrementa su autoestima en la medida en que se siente más
próxima a los proyectos que demandan sus ideales. Una
frustración narcisista puede precipitar una depresión
al producir un colapso parcial o completo de la autoestima si el
sujeto se siente incapaz de vivir acorde con sus aspiraciones. Esas
aspiraciones pueden estar a años luz o relativamente cercanas.
Cuanto más lejos estén, más recursos se
dedicarán a disimular ese hiato.
Frente
al estallido de las normas tradicionales, el individuo cuenta con una
guía interior que extrae de la mirada de los otros y la suya
propia. La persona sumergida en valores múltiples y
contradictorios debe reconstruir ideales. Cada uno se las arregla
como puede frente a la multiplicidad y la movilidad de los referentes
colectivos que fundan el reconocimiento social. En la actualidad los
vínculos sociales son más inestables. Y entonces la
construcción de la autoestima y su preservación están
más basadas en la autonomía y la eficacia personal.
La
autoestima se resquebraja cuando la sociedad "maltrata"
al sujeto. La degradación de los valores colectivos incide
sobre los valores personales, "instalados" en la infancia
pero siempre "actualizándose", como un programa de
computación. ¿Cómo recuperar una credibilidad
apuntalada por convicciones éticas compartidas y compartibles?
La falta de brújulas éticas no puede sino hacer
tambalear la autoestima.
Nuestro
país vive socavado por la desocupación, por la
pauperización generalizada, por la decepción con la
corporación política y su imposibilidad de mirar otra
cosa que sus prebendas y sus rituales. Para vivir, para que la vida
tenga sentido, debe haber proyectos. Evitar el "sálvese
quien pueda". La trama cultural puede ser productora de un
narcisismo trófico, que apuntala identidades, proyectos,
ideales.
El
que elude enfrentar estas crisis tiene que encerrarse en un búnker
al que no afectará el afuera, sus turbulencias diversas, sus
duelos masivos. Hemos vivido "dentro" de esa crisis
multidimensional (política, social, económica y ética)
que nos asedia en las últimas décadas. ¿Cómo
historizar sin que la nostalgia corte las alas de la creación?
Referencias
Bourdieu,
P. y Wacquant, E. (2005). Una
invitación a la sociología reflexiva.
Siglo XXI, Buenos Aires. (Trabajo original publicado en 1992)
Freud,
S. (1978). Psicopatología de la vida cotidiana. En Obras
Completas, Tomo VI.
Buenos
Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1901).
Freud,
S. (1978). Introducción al narcisimo. En Obras Completas, Tomo
XIV. Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo
original publicado en 1914).
Freud,
S. (1978). Duelo
y melancolía.
En Obras Completas, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
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