Nota
editorial: Este
artículo fue originalmente publicado en la Revista Argentina
de Clínica Psicológica VII (1). Agradecemos el permiso
para su reproducción.
La
obra de Horacio Piñero ha sido reconocida como una de las más
destacadas en los inicios de la psicología en la Argentina,
aunque su trayectoria desbordara el campo psicológico (Aráoz
Alfaro, 1938; Ardila, 1979; Cortada, 1978; Foradori, 1935 y 1944;
Gotthelf, 1969; Klappenbach, 1988, 1996: Korn, 1919; Mouchet, 1965.
1972; Papini, 1976; Roselli, 1991: Rovaletti, 1985; Vezzetti. 1988).
Gregorio Aráoz Alfaro, por ejemplo, recordaba que destacados
discípulos de Piñero en el campo de la fisiología.
Soler, y sobre todo Houssay, se habían formado junto a Piñero
(Aráoz Alfaro, 1938). Y precisamente varios cursos de
fisiología en la Universidad de Buenos Aires a cargo de
Horacio Piñero, solo han sido conocidos a partir de las
versiones que de los mismos tomara Bernardo Houssay (Piñero,
1908).
Con
todo, la historiografía de la psicología ha destacado
casi exclusivamente el aporte de Piñero en el desarrollo
temprano de una psicología experimental, la cual, desde
nuestra perspectiva no había sido suficientemente
caracterizada. En efecto, el primer rasgo que se destaca en el
análisis de la temprana psicología argentina es el
fuerte impacto del pensamiento francés.
Así,
en la conocida conferencia del propio Piñero en París
en 1903, la genealogía que el autor introducía para la
Argentina era Europa en general, y Francia en particular. Y mientras
afirmaba que "intelectualmente, somos en realidad franceses"
(Piñero, 1903a: 404), ni una sola vez a lo largo de la
conferencia aparecía mencionado el largo pasado colonial
vinculado a España, ya que, cultural y políticamente la
Argentina de finales de siglo abjuraba de la filiación
española. Sarmiento, por ejemplo, ya muy crítico
respecto al legado español en el Facundo, recurría en
1883 al concepto de raza, para cuestionar la mezcla característica
de América Hispana, originada por la colonización
española. Y más todavía, una de sus principales
condenas a España, se apoyaba en la difundida teoría de
la magnitud craneana, expresión a su vez del desarrollo de la
inteligencia: "es de creerse que el [cerebro] del español
no haya crecido más que en el siglo XIV, antes que comenzase a
obrar la Inquisición" (Sarmiento [1883] 1915: 171).
Diversos
historiadores de las ideas se han referido a la cuestión. Así,
mientras David Viñas y Noé Jitrik señalaban el
valor consagratorio del viaje a París (Jitrik, 1970; 1982;
Viñas, 1964), José Luis Romero señalaba la
devoción de la élite intelectual y política
argentina por Francia e Inglaterra (Romero, 1982).
Y
en el caso de la formación de Piñero, graduado en
medicina en la Universidad de Bue-nos Aires, es de destacar la
extraordinaria similitud entre el plan de estudios de medicina
promovido en 1880 en dicha universidad por Herrera Vegas, a su vez
graduado en París, y el plan de la Facultad de Medicina de
París (de Asúa, 1986 y 1987). Y agrega Miguel de Asúa:
"En general, todos los profesionales [médicos] argentinos
destacados efectuaban, más tarde o más temprano, un
viaje de perfeccionamiento a Francia. En particular, los más
responsables de la elaboración de planes de estudio para la
FMBA [Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires],
tuvieron formación académica en la FMP [Facultad de
Medicina de París]... Casi todos los profesores de la FMBA
entre fines y principios de siglo habían sido formados en
Francia..." (de Asúa, 1987: 97).
En
dicho contexto, el término psicología experimental
significaba algo muy diferente en Argentina que en Alemania o Estados
Unidos. En otros trabajos hemos discutido los diferentes alcances y
concepciones de la psicología surgida en el último
cuarto de siglo pasado en Alemania, Inglaterra y Francia
(Klappenbach, 1994a; 1994b; 1994c), según una particular
perspectiva historiográfica iniciada por Canguilhem (1958) y
madurada en el propio ámbito anglosajón por Blumenthal
(1980), Danziger (1979; 1990) y Kelly (1981), entre otros. Aquí
limitémonos a subrayar que la psicología que se
constituyó en la Argentina llevaba, por una parte, el sesgo
clínico característico de la psicología
francesa. Y al mismo tiempo, el prestigio del método
experimental. Con todo, en el prestigio del método
experimental, las huellas de la psicología experimental
alemana se limitaban a la divulgación llevada a cabo también
por un francés, Ribot, en su clásica obra sobre La
psicología alemana contemporánea
(Ribot, 1979). Para un médico argentino de principios de
siglo, el prestigio del método experimental se debía
fundamentalmente, a la Introduction
a l'étude de la médicine expérinzentale
de un discípulo de Magendie, Claude Bernard (Bernard, [1865]
1959).
Para
Claude Bernard, la experimentación resultaba la culminación
de la medicina científica, pero advirtiendo que el
"laboratorio de un médico fisiólogo tiene que
estar unido al hospital" (Bernard, [1865] 1959: 185), ya que "la
medicina experimental no excluye la medicina clínica; por el
contrario, sólo viene detrás de ella" (Bernard,
[1865] 1959: 182). Tal concepción, suponía, asimismo,
que no existía "ninguna diferencia radical en la
naturaleza de los fenómenos fisiológicos, patológicos
y terapéuticos" (Bernard, [1865] .1959: 234).
En
ese sentido, la mirada clínica, simultáneamente
investiga. Por ello, en Francia, la clínica adquirió un
estatuto experimental que no remitía al laboratorio
necesariamente. Así, afirmaba Foucault, "los enfermos del
hospital son bajo muchos aspectos, los sujetos más adecuados
para un curso experimental" (Foucault, 1983: 125).
Bajo
tal concepción, y ya introduciéndonos en el campo de la
patología mental, Charcot, en sus
Lecciones sobre las enfermedades del sistema nervioso
, se autorizaba precisamente en Bernard para enfatizar que "existe
en patología todo un dominio que aparece privativo al médico,
que él sólo puede cultivar y fructificar y que
permanece necesariamente cerrado al fisiólogo quien,
sistemáticamente confinado en el laboratorio, desdeña
las enseñanzas de la sala del hospital" (Charcot, 1887:
1, la traducción nos pertenece).
En
definitiva, y teniendo en cuenta ese impacto del pensamiento médico
y clínico francés, he denominado a la temprana
psicología argentina bajo el concepto de psicología
experimental y clínica. En efecto, clínico, era el
espacio conceptual bajo el cual Horacio Piñero reunía
su colección de artículos de 1916, titulados
precisamente Trabajos
de psicología normal
y
patológica
(Facultad de Filosofía y Letras - Laboratorio de Psicología,
1916). Y clínico también era, por su parte, el encuadre
que Ingenieros otorgara a su libro Histeria
y sugestión,
al subtitularlo como Estudios
de Psicología clínica.
Por último, el propio José Ingenieros en dicho libro,
se refería a los estudios sobre desagregación del
psiquismo llevados adelante por Janet y Grasset, señalando que
gracias a ellos, la concepción de automatismo superior y
psiquismo inferior "se va incorporando a la psicología
experimental y clínica" (Ingenieros, 1919b: 311).
Asimismo.
cuando el propio Horacio Piñero trataba de explicar la
genealogía de la psicología científica, es
decir, de la nueva psicología, adhiriendo a las tesis de
Binet, ponía de manifiesto que no era solamente el
Laboratorio, tampoco la psicología experimental, y mucho menos
Wundt las personalidades o emblemas que orientaban su enseñanza
de psicología. Por el contrario, Wundt era colocado en el
mismo plano jerárquico que Charcot y Ribot, concluyendo que
"de este trío surge: la observación clínica,
la investigación experimental y la divulgación
científica" (Piñero, 1902c: 117). Y poco después,
aclaraba mejor, la escasa importancia otorgada a Wundt dentro de esa
trilogía: "La escuela de Wundt, fundador de la psicología
experimental en Leipzig, también ha ejercido influencia sobre
nuestros estudios; pero, debo advertirlos, no ha tenido la enorme
repercusión que encontró en América del Norte,
donde cincuenta laboratorios siguen aún las orientaciones del
gran maestro. En mi opinión hacen demasiada psicometría,
y la psicometría es sólo un pequeño capítulo
de la psicología (Piñero, 1903a: 407, la traducción
me pertenece).
En
definitiva, de aquel trío como le llamaba Piñero,
solamente las figuras de Charcot y Ribot, a los que debían
sumarse los aportes de Grasset y Janet y, más ampliamente de
la psicopatología originada en Francia en su con-junto. Se
constituirían en modelos para la primera psicología
científica argentina.
En
definitiva, cualquier adscripción de Piñero a una
supuesta psicología experimental de carácter universal,
pero iniciada en Alemania, encuentra pocos datos empíricos en
que sustentarse. Por el contrario, ya la obra temprana de Horacio
Piñero, revela inclinaciones diversas, en un panorama donde se
destacaban cuatro intereses principales: primero, la clínica;
segundo, la fisiología; tercero, la docencia universitaria;
cuarto, la asistencia pública. Un quinto campo de interés,
sería sin lugar a dudas la psicología. Y cuando ésta
emergiera. Lo haría en el cruce de los cuatro campos
anteriores. Aun cuando la relación de la psicología con
la clínica y la fisiología haya sido más
evidente. En efecto, en el marco del Curso de Psicología
Experimental dictado por Piñero en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires, había un espacio
dedicado a la psicología clínica (Piñero, 1902x,
1903; Klappenbach, 1996). En el curso de 1902, en la segunda clase
sobre psicología clínica. Piñero presentó
un caso clínico de idiocia. En el cual enunciaba con precisión
lo que he denominado su concepción experimental y clínica:
"Viene Charcot con su método anátomo-clínico
y da un gran impulso a la fisiología normal, le da a la
clínica un gran concurso. No podemos hacer vivisección
mental. La enfermedad mental y nerviosa nos suple y ella hace la
vivisección que necesitamos para el estudio de la función
cerebro-espinal. Una hemorragia cerebral, por ejemplo, nos demuestra
la parálisis de un brazo y de una pierna... La enfermedad
coloca al hombre en las condiciones de un animal en experiencia...
Existe más perfección en la enfermedad que en el
Laboratorio. ¿Qué todo es anormal?... pero si el
síntoma es una función desviada. (Piñero, 1902b:
448-449)"
Es
decir que la concepción fisiológica de la psicología,
era preparatoria de un interés clínico general: "nos
hemos propuesto estudiar la atención de esta forma, como
introducción al estudio de la Retardación mental"
(Piñero. 1910b: 512, subrayado en el original). Al mismo
tiempo, Piñero recurría a conceptos fisiológicos
para explicar fenómenos clínicos; así, en el
mismo caso clínico, y evidenciando la impronta riboteana,
argumentaba que el desarrollo exagerado del olfato, "demuestra
una reversión a tipos anteriores de la organización"
(Piñero, 1902b: 446).
En
definitiva, la clínica patológica, en tanto partía
del estudio de una función desviada, se convertía en
una experimentación natural para el estudio de la función
orgánica normal y viceversa. Clínica y fisiología,
entonces, no eran más que las dos caras de una misma moneda.
Pero
el mismo caso clínico ilustra bien los otros intereses de
Piñero, en general menos visualizados en su relación
con el naciente campo psicológico. Así, en el intento
de explicar las causas de la idiotez, Piñero indicaba que eran
debidas a un padre alcohólico, concluyendo que -así es
como la tuberculosis y el alcohol se dan la mano para producir estos
monstruos a la sociedad" (Piñero, 1902b: 452). En
realidad, las explicaciones con las cuales Piñero intentaba
demostrar que las vegetaciones adenoideas y el retraso mental se
debían al alcoholismo del padre sólo podían
explicarse en razón del pasa-je del registro fisiológico,
clínico y experimental en el que Piñero había
iniciado la presentación del caso clínico, a un
registro higiénico, centrado en la problemática de la
asistencia pública. En tal sentido, la afirmación de
que "este niño es un producto que prueba los estragos
del alcohol" (Piñero 1902b: 452), no parecía
desprenderse del caso clínico examinado, si se toma en
consideración que, después de todo, el historial
revelaba que se trataba del menor de nueve hermanos sin que se
informara en ningún momento que alguno de sus otros hermanos
padeciera de un síntoma relacionado. Más vale, como
hemos analizado, tal afirmación debe interpretarse en función
de los intereses higienistas de Piñero (Klappenbach, 1996).
Así
también, resulta ilustrativo el primer caso clínico que
presentara Piñero en dicho curso, el de un niño de
trece años de edad que padecía de enanismo. Tras un
prolijo razonamiento fisiológico que atribuía tal
enfermedad a la debilidad de la glándula tiroidea, la
preocupación asistencialista aparecía en la conclusión:
"Todos estos sujetos enanos e infantiles se engendran en
familias tuberculosas, alcohólicas, etc., etc., son organismos
degenerados que no se adaptan al medio, que son incapaces de luchar
por la vida, que carecen de los elementos de defensa que se
encuentran en el ser más inferior: cualquier enfermedad los
destruye, no saben resistir" (Piñero 1902a: 387).
Tal
generalización etiológica sorprende en un historial
clínico dominado por la prolijidad del examen clínico,
la actualización del conocimiento fisiológico de la
época, y la pertinencia del tratamiento aplicado, que llegó
a incluir hasta cirugía con el objetivo de injertar glándulas
tiroides de perro. Nuevamente, el salto hacia el registro higienista
fundamentaba la afirmación de Piñero, evidenciando ese
interés en la asistencia pública, aun de sus trabajos
más clínicos, experimentales y fisiológicos.
La
preocupación de Piñero por el tema ya se había
manifestado cuando se desempeñaba como Secretario de la
Asistencia Pública de Buenos Aires en 1895. En cierta
oportunidad, defendía un proyecto del Director de la
Asistencia Pública, Juan B. Señorans, que proponía
crear la figura de Inspector Médico, diferente a la de Médicos
Seccionales. Estos últimos se ocuparían de la atención
clínica de los "pobres de solemnidad" (Piñero,
1895: 197), mientras los primeros estarían a cargo de "la
vigilancia estricta de los individuos procedentes de puertos
sospechados" (ibídem), con el objeto de "precaver al
país contra las enfermedades infecciosas exóticas"
(ibídem). Y si bien la tuberculosis no aparecía
explícitamente mencionada en dicho Informe, en cambio aparecía
en uno posterior de Señorans y Piñero, referido a la
vacunación de animales vacunos sospechados de tuberculosis en
la Capital Federal (Señorans y Piñero, 1895), y en
general, era una de las preocupaciones principales de la asistencia
pública en aquellos años, que había nominado a
una Comisión Especial de notables para estudiar la profilaxis
de la enfermedad (Méndez, Cantón y Gache, 1895).
Los
primeros escritos de Piñero, entonces, revelan ese cruce de
intereses, al mismo tiempo que su notable actualización en
semiología clínica y en fisiología. Los casos de
coup de chaleur observados en el tórrido febrero de 1899 en la
sala del Dr. Ayerza, evidenciaban la agudeza en el análisis de
la sintomatología clínica (Ayerza y Piñero,
1899). Asimismo, es de destacar el debate en términos
anatómicos y fisiológicos que era capaz de sostener con
los principales clínicos franceses y alemanes, a partir del
historial de un paciente fallecido por una enfermedad congénita
del corazón, la enfermedad de Fallot (Piñero, 1899).
También
en la cuestión de las afasias, tema sobre el que disertó
en Congreso Latinoamericano de Río de Janeiro, ponía de
manifiesto que frecuentaba las publicaciones más importantes
de la época, entre ellas las especializadas como la Revue
Neurologique. L'Encéphale, la Rivista de patologia nervosa e
mentale, o aquellas más generales. Como La Semaine Médicale.
Frente a las posiciones de Broca, Bouillaud. Déjerine y aun
las del prestigioso Pierre Marie, Piñero defendía los
postulados de Trousseau, con solvencia y erudición. En
particular que "la afasia es una, simple e indivisa, total,
motriz y sensorial a la vez" (Piñero, 1909: 396), y que
la afasia implicaba una "lesión del entendimiento"
(Pifien), 1909: 395).
Si
fuera pertinente una delimitación de campos de saber muy
precisa, tema discutible a principios de siglo, nos parece que en el
terreno de la psicología. Piñero no alcanzaba esa
versación y dominio que evidenciaba en el terreno puramente
fisiológico o clínico. O en todo caso, donde Piñero
evidenciaba alguna condición de especialista era en aquellos
tópicos de la psicología que se cruzaban con cuestiones
de fisiología general o de fisiología del sistema
nervio-so, como en los casos de afasias, idiocias o enanismo ya
mencionados.
En
síntesis, el interés de Piñero por la psicología
se derivaba de sus intereses fisiológicos, clínicos e
higienistas. En efecto, sostenía la continuidad entre el mundo
fisiológico y psicológico, de manera análoga a
la continuidad existente entre el mundo inorgánico y el
orgánico (Piñero. 1904a). Piñero adhería
en ese punto a las posiciones fisiológicas que había
conocido de primera mano en su viaje por Francia e Italia de 1896
(Aráoz Alfaro, 1938), en particular las sostenidas por Le Bon,
Paulhan, Richet y Sergi, entre otros (Le Bon. 1874; Paulhan, [1889]
1902: Richet, [1887] 1899; Sergi [1890] 1895). Desde tal posición,
Piñero establecía la identidad entre los centros
poligonales cerebrales y los actos del psiquismo inferior (Piñero,
1901). En verdad, lo que denominara "concepto psicológico
del sistema nervioso", era el intento de explicar cada una de
las funciones nerviosas en términos psicológicos. En
tal dirección, los fenómenos psíquicos no se
diferenciaban de la corteza cerebral, y de tal manera, se refería
a "una tensión de nuestro espíritu, ... localizada
en el cortex psíquico" (Piñero, 1902d: 512,
subrayado en el original).
Al
respecto, Piñero adhería claramente a las principales
tesis de Grasset y la Escuela de Montpellier. En primer lugar. al
intento de explicar la clínica médica a partir de las
observaciones realizadas en el hospital, según la tradición
de Bernard, pero interpretadas desde la moderna fisiología
(Grasset, 1898). En segundo lugar, a la reformulación de las
enfermedades nerviosas, en parte retomando y en parte corrigiendo las
lecciones de Charcot (Grasset, 1886). Por último, a la
interpretación fisiológica del llamado psiquismo
inferior -o automatismo mental en la terminología de Janet-,
para lo cual recurría a un esquema poligonal que gozó
de enorme prestigio en el país a principios de siglo (Grasset,
1898, 1903, 1906). Según el esquema de Grasset, los fenómenos
de desagregación de la personalidad podían ser
analizados fisiológicamente a partir de las perturbaciones
entre los centros psíquicos inferiores automáticos o
inferiores -centro auditivo, visual, táctil, kinético,
centro del habla y centro de la escritura- y el centro psíquico
superior o centro O, responsable de la personalidad consciente, de la
voluntad libre y del yo responsable (Grasset, 1898. 1903, 1906). En
el naciente campo psicológico argentino, el esquema poligonal
de Grasset fue reproducido textualmente por Ingenieros (1919b: 311) y
en un trabajo realizado en el Laboratorio de Psicología
dirigido por Piñero (Peradotto, [1912] 1916: 395-417). Por su
parte, el diagrama evolutivo de los fenómenos psicológicos
del propio Piñero, que partía de los órganos
receptores sensitivos para concluir en la consciencia superior y la
personalidad, evocaba inequívocamente el esquema poligonal de
Grasset (Anargyros, 1916).
Por
otro lado, Piñero tampoco diferenciaba los conceptos de mente
y cerebro. Así, expresaba que "el tonismo mental, la
tonicidad cerebral, es el estado fisiológico del cerebro que
parece corresponder a LA CONSCIENCIA" (Piñero, 1902d:
514, subrayados y mayúsculas en el original). También
se preguntaba "si estos procesos fisiológicos descriptos,
corresponden a los fenómenos psicológicos que se llaman
consciencia y atención" (Piñero, 1902d: 517). Con
todo. al explicar la noción de consciencia, evidenciaba que no
adscribía a ninguna teoría de la correspondencia
psicofísica, del doble aspecto o del paralelismo psicofísico:
"De manera que la personalidad consciente, la noción de
ese yo de los psicólogos antiguos, no es otra cosa que el
tonismo mental; es la cohesión funcional de todos los
elementos de asociación de la corteza, que le permiten recibir
las sensaciones de la periferia, transformar-las y elevarlas a los
centros de percepción superior, que las reúnen y
orientan en determina-das direcciones, siempre que sea un hecho la
integridad absoluta del órgano. Habrá CONSCIENCIA pues,
cuando haya contigüidad de todos los neurones corticales, cuando
la circulación riquísima de que está provisto el
cerebro no falle; y habrá, por último, consciencia del
yo, existencia psíquica perfectamente normal, cuando los
centros de asociación estén en inmediatas relaciones
con los ganglios de la base, con el polígono cerebral, con los
centros de los actos psíquicos inferiores" (Piñero,
1902d: 514-515, subrayados y mayúsculas en el original). En
síntesis, no es que existiera correspondencia entre la
consciencia como fenómeno psicológico y la tonicidad
cerebral, como fenómeno fisiológico. Por la misma
razón, tampoco existían mecanismos de mediación
entre ambos fenómenos. Para Piñero, la cuestión
era mucha más inmediata, y suponía la identidad plena
entre ambos fenómenos; la consciencia era la tonicidad
cerebral, y así lo sintetizaba: "La enfermedad de nuestro
sujeto, que compromete seriamente la integridad anatómica, de
la corteza cerebral, hace difícil sino imposible la atención,
que es la acomodación mental y la consciencia, que no es otra
cosa que la tonicidad cerebral" (Piñero, 1902d: 521,
subrayados en el original).
De
la misma manera, en uno de sus trabajos teóricos de mayor
envergadura, retomaba expresiones de Rolland, y aseguraba que la
función psíquica es una función orgánica
y su estudio es y será un problema de pura fisiología
(Piñero, 1910b: 512). Piñero no dudaba que el fenómeno
de la atención se localizaba en d córtex psíquico,
y que era, "ante todo, un fenómeno de actividad nerviosa,
de origen central, que se inicia por un período de
concentración inhibitoria, seguido por otro de actividad
invisible, y que constituye la atención propiamente dicha"
(Piñero. 1910b: 512. el subrayado en el original). Más
todavía, todos los procesos psíquicos superiores, no
eran más que modificaciones del acto reflejo, aun cuando los
procesos de mediación "no permiten sospecha al acto
mismo: hay elección, memoria. Inteligencia y el reflejo se
hace instinto y el instinto voluntad" (Piñero, 1910b:
510).
Expresiones
como las transcriptas, revelaban que la psicología aparecía
subordinada a la fisiología, o más todavía,
psicología no sería más que fisiología,
o, al menos, un aspecto de la fisiología, según una
tradición para la cual el problema de las funciones de los
seres vivos y del movimiento animal condujo a "legitimar el
tratamiento de tópicos psicológicos en un con-texto
fisiológico" (Danziger, 1990: 26, la traducción es
mía).
No
es el momento de señalar que también resulta posible
encontrar formulaciones próximas a un paralelismo psicofísico
en la obra de Mero (Klappenbach, 1996). En todo caso. Lo que puede
resultar de interés para una publicación argentina de
Psicología Clínica, es que ya en sus orígenes,
la psicología argentina tuvo una formulación
fuertemente apoyada en la fisiología y en la clínica.
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