ISSN 2618-5628
 
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Psicología comunitaria  
Salud mental  
     

 
Salud mental y vulnerabilidad social: personas en situación de calle
 
Seidmann, Susana
Universidad de Belgrano (UB)
Universidad de Buenos Aires (UBA)
 
Di Iorio, Jorgelina
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) 
 

 

La salud mental en clave de cuidados

Las condiciones de fragilidad corporal, emocional, vincular y de ciudadanía en las que se despliega la vida cotidiana de quienes se encuentran en situación de calle, dan lugar a la emergencia de narrativas sobre malestares y padecimientos en clave de un amplio espectro de daños sociales, psíquicos y corporales que los afecta, tales como estigmatización, criminalización y segregación, enfermedades físicas y padecimientos de salud mental tanto en niños, adolescentes como adultos (Médicos del Mundo, 2012; Neiling, 2010, Lenta, 2016, Seidmann et al., 2010, Informe Censo Popular Personas en Situación de Calle, 2017, Boy, 2010). Esos mecanismos de segregación, estigmatización y discriminación operan obstaculizando la exigibilidad, la justiciabilidad y la equidad en salud. El derecho a la salud (OMS, 2008, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2009) no se limita a la estar sano, sino que es un derecho transversal que obliga a los Estados a adoptar medidas de conformidad con el principio de realización progresiva para generar condiciones de vida lo más saludable posible, afirmando que la salud mental requiere especial atención (Zaldúa et al, 2017).

La Ley Nacional de Salud Mental (LNSM) reconoce la salud mental como "un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona" (Art. 3 – Ley 26.657). Mientras que algunas corrientes de la psicología reduce el campo de problemas de la salud mental a estructuras internas y a-históricas, que anularían aspectos centrales de la persona, desde una perspectiva crítica se la entiende como un objeto complejo multidimensional y donde la participación social es un aspecto central en el proceso de salud-enfermedad-atención (Zaldúa et al 2017).

 

Marginaciones Sociales en Contextos Urbanos: Personas en Situación de calle

Estar en situación de calle, personas de la calle, habitantes de calle, deambulantes, personas sin hogar, homeless, son algunos de los términos que se encuentran en la literatura internacional para hacer referencia a una problemática social compleja. Además de déficit de vivienda y de trabajo, acumulan otro conjunto de vulnerabilidades psicosociales entre las que se incluyen debilitamiento de la red socio-familiar de apoyo, aislamiento social, padecimientos físicos y de salud mental, exposición a violencias, así como también dificultades en el acceso a derechos sociales, culturales y políticos. La problemática no se reduce a quienes literalmente utilizan el espacio público como lugar de pernocte, sino que la calle constituye un escenario de vivencia y supervivencia en un continuo proceso de posesión/desposesión material y simbólica. La calle, en tanto que término polisémico, implica abrigo, es decir, el lugar donde se está alojado, y modo de vida, en tanto que compleja red de relaciones que se torna invisible para el conjunto de la sociedad (Di Iorio et al., 2017).

"Estar en situación de calle" no es un estado o una cosa, sino una relación social, donde lo efímero se convierte en constante, emergiendo una forma de padecimiento social relacionada con expresiones de inequidad e injusticia social, configurándose identidades estigmatizadas. Constituye una de las formas institucionales en las que se expresan las marginaciones sociales en los contextos urbanos, entendida en términos de complejas relaciones entre diferencias económicas, desigualdades jurídicas y desafiliaciones sociales (Di Iorio et al., 2015).

En la Ciudad de Buenos Aires, según los datos oficiales, se estima que hay aproximadamente 1066 personas en situación de calle {ver nota de autor 1}. Sin embargo, para las organizaciones sociales que trabajan con la temática, el número se cuadriplica, y no se reduce a quienes viven literalmente en el espacio público. Según el Primer Censo Popular de Personas en Situación de calle {ver nota de autor 2}, realizado por más de 40 organizaciones vinculadas con el tema en mayo de 2017 {ver nota de autor 3}, estar en situación de calle incluye a quienes habitan el espacio público, quienes se encuentran en la red de alojamiento nocturno de la Ciudad que incluye paradores y hogares conveniados y quienes se encuentran en situación de calle. Según este relevamiento (Censo Popular, 2017) se encontraron 4394 en situación de calle y hay 1478 personas alojadas en la red de alojamiento nocturno {ver nota de autor 4}.

 

Quiénes son: caracterización de la población en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires

En general, la mayoría de las personas que se encuentran en situación de calle no nacieron en la calle, sino que fueron llevadas a esa situación. La situación de calle constituye una síntesis de múltiples condiciones, es decir, no puede ser explicada a partir de un único factor, pese a que las PSC por lo general atribuyen su situación a una situación de crisis biográfica, que no puede ser superada o atravesada por "dificultades personales", haciendo que algo transitorio evolucione hacia una situación habitual, la cronicidad. Sus historias se caracterizan por poseer trayectorias laborales y educativas fragmentadas y, aunque no estén insertos en el mercado laboral y educativo formal, la mayoría realiza actividades precarias de generación de ingresos para su subsistencia y se incluyen en distintas ofertas socio-educativas no formales como estrategia de cuidado de sí mismo (Seidmann et al., 2015).

La profundización de la distancia social entre quienes se encuentran en situación de calle y el resto de la sociedad da lugar a que sean vistos como grupos socialmente amenazantes, culturalmente estigmatizados y económicamente marginales. Como fue descrito en trabajos previos (Seidmann et al., 2012, 2016, Di Iorio et al., 2016, 2017), son grupos definidos por esta condición de privación y exclusión, producto de un proceso continuo de posesión y desposesión material, simbólica y afectiva, lo que los hace poseedores de atributos socialmente desacreditadores, dando lugar a procesos de estigmatización (Goffman, 2003).

En el caso de las personas en situación de calle, además del déficit de vivienda y de trabajo, se caracterizan por el debilitamiento de la red socio-familiar de apoyo, aislamiento social, padecimientos físicos y de salud mental, exposición a violencias, así como también dificultades en el acceso a derechos sociales, culturales y políticos. Tal como expresa el Primer Censo Popular de Personas en Situación de Calle (2017), la problemática no se reduce a quienes literalmente utilizan el espacio público como lugar de pernocte, sino que incluye todo otro conjunto de personas que utilizan la red de alojamientos nocturnos transitorios -hogares y paradores, y quienes se encontrarían en riesgo de situación de calle {ver nota de autor 5}. A esto se suman las diferencias por género, por edad y por etnia. Siguiendo a Crenshaw (1995 citado en Molina, 2013) no se trata de una suma de desigualdades, sino que cada una de éstas intersecciona, se cruza, de forma diferente en cada grupo social mostrando estructuras de poder existentes en el seno de la sociedad. Es decir, impacta en las configuraciones subjetivas, pero también en el modo que se definen y abordan estas desigualdades.

Frente a la imagen de peligrosidad, emergen discursos sociales sostenidos a partir de la criminalización y negativización de las prácticas cotidianas de esta forma de marginalidad urbana. Se construye una percepción de amenaza y riesgo frente a la ocurrencia de determinados tipos de fenómenos y las representaciones mediáticas que se construyen en torno a ellos. Es decir, se define una condición o un grupo en tanto amenaza a los valores e intereses de una sociedad. Siguiendo a Thompson (2014), entre esa percepción del riesgo y las construcciones discursivas que circulan en amplias franjas de la sociedad se sedimentan episodios de pánico moral, donde se ponen en juego discursos, representaciones sociales y prácticas regulatorias.

Ante el "peligro" simbólico que representan como desviación de la norma, se organizan dinámicas sociales reguladas desde el prejuicio, la discriminación y otras formas de violencia simbólica, social y física. El concepto de estigma (Goffman, 2003) hace referencia a un atributo profundamente despreciativo que emerge de la trama del orden social vigente. Son atributos que peyorizan a alguien y permiten confirmar, por oposición, la normalidad de otros, posibilitando prever en qué categoría se halla y cuál es su identidad social, generando distanciamientos y enfrentamientos en las relaciones sociales.

La cronificación de esta situación de vida, genera que se inscriban simbólicamente desde la lógica del déficit, y genera que las personas en situación de calle construyan una territorialidad organizada a partir de la circulación por diferentes dispositivos que ofrecen diversos servicios. Se entiende por dispositivo a un conjunto heterogéneo de elementos en los que se incluyen individuos ejerciendo distintos roles, con uno o varios objetivos en común, que surgen para atender un problema o una situación, desplegados en un tiempo particular, que "se implementan para una cierta población e implican la utilización de diferentes formas de encuadre de trabajo, requisitos y normas de funcionamiento, horarios, formas de contener, de escuchar y de orientar" (Pawlowicz 2011, p. 177).

Pese a lo que pudiera considerarse desde una mirada ingenua, la cotidianeidad de las personas que están en situación de calle, en el sentido de la experiencia vivida (Jodelet, 2008), se caracteriza por el despliegue de un conjunto de secuencias preestablecidas temporal y espacialmente, que constituyen aquello que les permite definir, comprender y actuar en el medio.

En ese escenario de interacción, de encuentro entre quienes ofrecen determinados servicios –operadores o referentes institucionales- y las personas en situación de calle, circulan significaciones y valoraciones, convirtiéndose las personas en situación de calle en objeto de representaciones sociales (RS). Las RS constituyen sistemas de interpretación que rige la relación con el mundo y con los otros, orientando y organizando las experiencias de la vida cotidiana (Jodelet, 2008) Es decir, "se organizan bajo la forma de un saber que dice algo sobre el estado de la realidad, una actividad de pensamiento, de apropiación de la actividad exterior y de elaboración psicológica y social de esa realidad" (Di Iorio, 2008, p. 51). Conforman categorías que permiten clasificar, interpretar y dar sentido a la vida cotidiana, cobrando especial relevancia en su elaboración, el contexto y la vivencia de los actores sociales involucrados, lo cual constituye un "saber experiencial" (Jodelet, 2013). Es decir, hay una relación entre el modo en que determinado objeto es definido –RS- y las prácticas o acciones que se despliegan entre esos sujetos, existiendo entre RS y prácticas relaciones de interdependencia y transformación recíproca. Esas prácticas, que se configuran en formas institucionales específicas (dispositivos) y las RS que las condicionan, están ancladas en discursos sociales legitimados histórica y culturalmente. Esos discursos organizan lo decible, lo narrable, lo pensable, se establecen como valor de verdad y operan como instrumentos ideológicos: "contribuyen a la construcción de identidades sociales, en tanto que ubican a los sujetos que interactúan discursivamente en ciertas posiciones que suponen particulares formas de ser y estar en el mundo" (Stecher, 2010, p. 100).

La vida cotidiana de las personas en situación de calle se organiza en función de sus recorridos por diferentes dispositivos socio-asistenciales, estableciéndose entre quienes concurren y quienes brindan asistencia, y entre los propios concurrentes, relaciones de cuidado. Se identificó el predominio de lógicas tutelares ancladas en representaciones sociales sobre las personas en situación de calle basadas en el descontrol, la irresponsabilidad y la incapacidad, que los colocan como objetos de control y como receptores de cuidado, atribuyendo que no saben ni pueden cuidarse. Es decir, se los infantiliza en algunas organizaciones, castigándolos cuando transgreden las normas institucionales (Seidmann, et. al., 2015). De acuerdo con esto, los dispositivos de intervención se sostienen en prácticas que pretenden "recuperar aquello perdido", invisibilizándose procesos de reafiliación o de configuración de nuevos lazos sociales.

Al describir las instituciones por las que transitan en búsqueda de satisfacer ciertas necesidades básicas, aluden a vivencias de control, y bajo un aparente discurso de atención y cuidado, sienten que se los estigmatiza y discrimina:

Y mismo estos lugares como que a veces no entienden que ellos mismos hacen que sigamos en la misma situación porque a veces no entienden que vos estás en la calle, y que si la bardeás es por la situación, y entonces quieren que hagas todo bien, es como que estamos en dos veredas diferentes" (sesión de retroalimentación 1)

"Hay comedores donde te re discriminan, ya te ven y no te dan chance para que les muestres como sos, entonces cuando es así, ni lo intento" (sesión de retroalimentación 2)

Frente a esas prácticas, que se asocian con lo que fue definido como lógica tutelar, los participantes refieren que "hay lugares que son diferentes", "donde te hacen sentir como persona", "donde no parece que te están despachando" (sesión de retroalimentación 1). Este sentirse considerado o reconocido, se traduce en prácticas menos estigmatizantes, propias de lo que fue definido como lógica restitutiva. Expresan, además que en el circuito de asistencia "te dan todo" -comida, ropa, para bañarte, algún lugar donde dormir- pero "no te escuchan, y nosotros necesitamos ser escuchados" (sesión de retroalimentación 1), "te piden que dejes el rancho {ver nota de autor 6}, que cortes con todo para entrar algún lugar, como si no los tuviéramos más que a ellos" (sesión de retroalimentación 1) Es decir, ante ese entramado asistencialista, que promueve lugares pasivos, surgen otras intervenciones que focalizan en la importancia de la participación de las personas en situación de calle para la reducción o eliminación de los efectos negativos de ciertos padecimientos, promoviendo la construcción de otros posicionamientos sociales. Según Montero (2006), la participación es un proceso continuo, incluyente y libre en el que hay variedad de actores, de actividades y de grados de compromiso, orientado por valores y objetivos compartidos, que da lugar a transformaciones individuales y colectivas. Como dice Sánchez (2000), participar incluye "tener parte de" algo que pertenece a un grupo, "tomar parte en" algo con otros y "ser parte de" algo, es decir, involucrarse.

Tal como refieren las personas en situación de calle, los pares, "estar con otros" aparece como una estrategia de subsistencia y de resistencia, que se relaciona con lo que anteriormente se definió como dimensión inmaterial del cuidado:

"Creo que la forma de resistir en la calle, por ahí es... no sé, yo no confío por ejemplo de las personas que están solas siempre... me genera desconfianza eso (...) siempre considero que hay que tener una pierna, un compañero". (sesión de retroalimentación 2).

"¡Claro! Por más que vos estés tirado, te acercás al lado de otro, y le brindás una mano..." (sesión de retroalimentación 1).

"... en la misma calle, encontré gente que jamás en mi vida pensé que me iba a dar una mano... porque nunca estuve en la calle, y además en otro país... es muy loco! Incluso yo allá en mi país, veía a los cartoneros y jamás les di bola... y bueno, y acá, un cartonero no sólo me dio de comer, porque cuando llegué me habían robado todo, y no me pidió nada a cambio..." (sesión de retroalimentación 2).

Es posible leer allí, en el "estar con otros", la posibilidad de prácticas de supervivencia, y estrategias de cuidado y autocuidado. Así cuidar significa enfrentar un sinfín de peligros potenciales y constituye una vigilia permanente. El encuentro con los otros, además de ofrecer un lugar de protección y seguridad, permite el intercambio de experiencias, aprendizajes y malestares, que se sobrellevan al tener "una pierna, un compañero" con el cual resistir.

Asimismo, los participantes relatan experiencias vividas en otros espacios, por lo general no tan reconocidos o legitimados desde el circuito socio-asistencial formal, en los cuales las personas en situación de calle participan activamente, lo que es vivido como pasaje desde posiciones objetualizantes, en las que no son considerados, a posiciones activas, en lo que respecta a la gestión de sus propios padecimientos. Son por lo general organizaciones sociales que brindan algún tipo de asistencia para personas en situación de calle, y que parten del supuesto de que la persona tiene un saber sobre su situación y que el intercambio con otros, reconociéndolo desde su diferencia, contribuye a la construcción de autonomía.

La inclusión de la categoría de cuidado para comprender el entramado salud mental-personas en situación de calle, pone en evidencia cierta tensión entre lo ofrecido por los dispositivos socio-asistenciales, y lo percibido como necesidad por los beneficiarios. Mientras que el circuito socio-asistencial se organiza principalmente a partir de ofrecer cuidados materiales para necesidades que efectivamente tienen las personas en situación de calle (vestido, alimentación, higiene, descanso, etc.), quienes están en situación de calle expresan necesitar ser escuchados y generar nuevos vínculos (cuidado en su dimensión inmaterial) (Di Iorio et al 2016).

La valorización positiva que hacen de su inclusión en instituciones en las que participan activamente de las propuestas, diferenciando niveles graduales de responsabilidad y compromiso, refuerza la importancia de lo relacional, no sólo porque promueve que sean considerados como sujetos de derechos, sino porque son reconocidos desde su potencialidad más que desde su incapacidad, incluso para quienes, por la cronificación de su situación, serán beneficiarios del sistema social de asistencia de por vida.

Esas otras formas de organización social heterogéneas que describen las personas en situación de calle, permiten satisfacer las necesidades de cuidados cotidianos, alejándose de las formas tradicionales. Estas necesidades, tanto en términos de lo que deben afrontarse por las fallas del circuito socio-asistencial (fragmentación, precarización y estigmatización), como en términos de restablecimiento de redes primarias que funcionan como vínculos protectores, ponen en evidencia la capacidad de las personas en la gestión de sus propios padecimientos, y la potencialidad de la participación como modo de producción social de salud.

La vulnerabilidad psicosocial, tanto en sentido material como simbólico, impacta negativamente sobre el desarrollo de alternativas de integración social, generando un predominio de lo provisorio, y propiciando una participación pasiva dentro de un entramado asistencial de amplia extensión, tal como se muestra a partir de los resultados. Pero, la perspectiva de cuidados desde los propios beneficiarios, en términos de cuidados profanos o cuidados legos (Haro Encinas, 2000) se podrían considerar como parte de un proceso de empoderamiento orientado a dar respuestas a necesidades relacionadas con la salud desde una perspectiva integral. Este tipo de cuidados, generados en espacios intersubjetivos de interacción social, proveen herramientas útiles para la vida cotidiana en situaciones de vulnerabilidad social y emergen en los procesos de encuentro y discusión colectiva, generando apoyo social y construcción de redes sociales efectivas.

Lo vincular, entonces, se configura como eje central de las intervenciones psicosociales en contextos de vulnerabilidad psicosocial. En ese sentido, frente a un entramado asistencialista, se hace necesario construir otros posicionamientos, en los que se focalice en la necesidad de la participación de las personas, en el apoyo a sus cualidades positivas y en el fomento de sus capacidades, para lograr transformaciones que mejoren su calidad de vida y su acceso a bienes y derechos, de los que son continuamente expulsados.

 

Transformaciones subjetivas, colectivas y comunitarias

#Malabardeando: hacemos malabares para dejar el bardo

En lenguaje coloquial, el término "bardo" es utilizado por las PSC para referirse a situaciones conflictivas, problemas o excesos, que tienen consecuencias negativas para las personas. Específicamente la expresión hacemos malabares para dejar el bardo habilita a las personas en situación de calle a incluirse como sujetos activos en la gestión de riesgos y la reducción de daños, a partir de la socialización de estrategias, así como también en la construcción colectiva de prácticas de cuidado y autocuidado. Por malabares se entiende al arte de manipular y ejecutar espectáculos con uno o más objetos a la vez volteándolos, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente, usualmente sin dejar que caigan al suelo. Los malabares se conocen por su dificultad y por la necesidad de ciertas habilidades.

De acuerdo con esto, cada domingo, en "la previa de la olla" {ver nota de autor 7}, como dicen quienes participan regularmente antes de la comida en el comedor comunitario, se juntan para "hacer malabares para dejar el bardo". Se trabaja sobre aspectos relacionados con la tensión entre sometimiento y emancipación, con miras a la construcción de autonomía y cambio. Pero, ¿cómo se evalúa el impacto que posee ese trabajo psicosocial? ¿Qué elementos permiten observar transformaciones subjetivas, colectivas y comunitarias?

#ElAbrigoEsElColectivo

Los relatos de los participantes se manifestaron, en un primer momento, diferenciando transformaciones subjetivas ("en mi"), colectivas ("en el grupo") y en lo que los participantes llamaron "afuera", remitiendo a la relación con el barrio y con otras instituciones {ver nota de autor 8}. Bajo la categoría emergente "el abrigo es el colectivo", con la que las personas en situación de calle hacen referencia al sostén afectivo generado por la participación social y por la posibilidad de "hacer grupo", se organizó el material en términos de funciones psicosociales que deberían verse fortalecidas como consecuencia de la participación como eje de la intervención: ampliación de la red social, reactivación de la afectividad y desarrollo de habilidades sociales.

a) Ampliación de la red social: el debilitamiento de la red social, así como lo provisorio del tipo de vínculo que construyen las personas en situación de calle producto de su situación, es parte de sus padecimientos. Los participantes registran ampliación y fortalecimiento de la red social desde "que vienen a la olla": tienen a quien contarle cosas, tengo amigos, empecé a ir a lugares que no me imaginé que iba a ir como la universidad, conocí más gente que no me ve sólo como alguien que vive en la calle, nos pasamos data [información] de lugares piolas para ir, esperamos encontrarnos acá los domingos porque le ganamos horas al día. Estas ideas dan cuenta del apoyo social (emocional e instrumental), del acceso a recursos (simbólicos y materiales) y de la importancia del encuentro con el otro. Se observa, además, lo que Speck (citado en Dabas, E. y Najmanovich, D.; 1995) denomina "efecto de red" aludiendo a lo que se produce cuando un colectivo descubre que juntos pueden lograr algo distinto a cuando lo intentaban por separado: "si esto da resultado [en referencia a como la radio y el malabardeando hacen que la gente que concurre se sienta mejor]: ¿por qué no lo hacemos más seguido". Se registran relatos de los participantes en los que refieren que están más tiempo juntos, no sólo en la Asamblea sino en otras instituciones a las cuales concurren.

b) Reactivación de la afectividad: frente a la desesperanza aprendida (Seligman, 1989) o fatalismo latinoamericano (Martín-Baró, 1983), se observa como gradualmente se transita de un momento que los participantes llaman "como dormido, anestesiado" a "despertarse". Mientras el primero alude al relato de situaciones de alto nivel de padecimiento subjetivo sin que se expresen explícitamente emociones, ni en lenguaje verbal ni en no verbal; el segundo momento se relaciona con la conexión emocional. Ésta aparece tanto por compartir relatos de experiencias infantiles o familiares satisfactorias, por el anhelo de lo que tenían que ahora no tienen, así como también enojo y malestar por las vivencias actuales.

c) Desarrollo de habilidades sociales: Las habilidades sociales, son capacidades que posee una persona para percibir, entender, descifrar y responder a estímulos sociales, especialmente en el vínculo de interacción con otros (Blanco Abarca, 1983). Existen primeras habilidades sociales, habilidades sociales avanzadas, habilidades relacionadas con los sentimientos, habilidades alternativas a la agresión, habilidades para hacer frente al estrés y habilidades para la planificación. Se identificaron cambios especialmente en los primeros cuatro tipos de habilidades sociales. Entre las primeras habilidades sociales está el desarrollo de la empatía: "tengo a quien contarle algo, y esos también me escuchan a mí, nos registramos, y eso está buenísimo, no pasa no en todos lados", "es loco porque es un lugar donde si no venís una vez, te buscan", "nos encontramos en otros comedores y nos saludamos o preguntamos si viste a fulano". Entre las habilidades avanzadas, se encuentra el aumento de la participación, no sólo en las propuestas del Malabardeando sino en otros escenarios de interacción. Los participantes pudieron identificar en el análisis de sus trayectorias, un aumento gradual de la propia participación, así como de la posibilidad de expresar las propias opiniones, lo que también es considerada una habilidad social avanzada: "yo antes venía sólo a comer, después empecé a colaborar en la cocina y ahora estoy en la radio", "un día me dieron el micrófono para que cuente algo de los paradores, y después pregunté si me podía sumar (...) hoy tengo un bloque de tango en la radio con otro compañero", "es como que te sentís incluido, te dicen que te sumes, que podés opinar, y en un momento te animás, y acá estamos". En relación a las habilidades relacionadas con los sentimientos, se hace referencia a la posibilidad y capacidad gradual de expresar emociones y afectos, así como el enfrentamiento de sus miedos. Este tipo de habilidad es altamente valoradas por los participantes, atribuyendo al dispositivo un potencial expresivo e inclusivo: "tu opinión cuenta", "es un lugar donde te podes expresar", "está el que dice algo en el grupo o pide el micrófono en la radio, y los que parece que no te están escuchando, que están en cualquiera, pero que después se acercan y te piden un tema o que hables de tal cosa", "un día se nos ocurrió hacer un sketch durante la radio y se pudo hacer, y al ruso le encanta hacer magia, y vos decís que tiene que ver con la radio, y bueno nada, pero todos pueden hacer algo", "tenés a quien contarle las cosas, ¿sabés lo que significa eso, que alguien te escucha?". Finalmente, las habilidades alternativas a la agresión son puestas en juego en este espacio, en dónde el cuidado del otro es un eje central. Compartir, ayudarse, ejercer el autocontrol de la agresividad, negociar, son habilidades adquiridas y aprendidas colectivamente: "podés decir y opinar, pero siempre con respeto, porque a veces el otro te violenta o te lo pide mal", "la gente viene mal, todos la pasamos mal a la noche, pero no da pudrirla acá, porque venís a buscar un espacio de tranquilidad", "te controlás un poco más cuando venís", "si sé que voy a venir me cuelgo menos, no tomo tanto para poder venir pillo", "te vas distinto, como en otra onda, y entonces cuando te vas de acá no la bardeás [exponerse a peleas en este caso] tanto", "no es que agachas la cabeza, pero empezás a pensar que no da engancharse tanto en el mambo del otro".

#PoderMutante

El aumento de la participación y ese sentimiento creciente de ser-en-relación-con-el-mundo, experimentado por las personas en situación de calle, dio lugar a nuevos procesos de intervención.

La problematización de las trayectorias de vida y de los modos en que habitan la ciudad, en función del modo en que se configura una rutina de subsistencia, permitió que las personas en situación de calle reconocieran la base normativa desde la que se construye el espacio público. Es decir, en función de los sentidos atribuidos se registran usos diferentes del espacio según grupo social, los cuáles se califican como adecuados o inadecuados en base a los criterios social y culturalmente atribuidos. De algún modo, ese argumento es el que legitima el control social sobre el espacio urbano, el cual genera múltiples formas de violencia institucional de la que las personas en situación de calle son objeto.

Una a la que se prestó particular atención fue la invisibilización del problema, acompañada de "correrlos" de los lugares públicos en los que "ranchan" o paran habitualmente, bajo el discurso de la inseguridad y la peligrosidad.

Frente a esto, la idea de "poder mutante" que traen los participantes y que surge del análisis inductivo de los datos y de la validación de los mismos por parte de los/as participantes, alude a la mutación/transformación que viven quienes quedan en situación de calle (padecimientos, deterioros, no acceso a derechos) y también a la trasformación o los cambios que pueden conseguirse de manera colectiva para mejorar su calidad de vida. Entonces el "poder mutante" es identificado por las personas en situación de calle como su capacidad de generar cambios en su vida cotidiana y de incluirse activamente en la gestión de sus padecimientos, tal como se pone en evidencia en el dispositivo Malabardeando y en la inclusión como parte del Censo Popular de Personas en Situación de calle {ver nota de autor 9}.

 

Consideraciones finales

A partir de lo presentado, se registra como las personas en situación de calle dan cuenta de un proceso de transformación que va desde las vivencias de soledad y aislamiento hacia un creciente sentimiento de ser en-relación-con el mundo y de ser-con-otros.

Es decir, se muestra como esta intervención-investigación-acción se traduce por un lado, en la construcción de un sentido de comunidad -expresado en la identificación con la organización y en la pertenencia al espacio-, y por el otro, en el empoderamiento - expresado en el desarrollo de habilidades sociales, ampliación de la red social, y reactivación de la afectividad.

La promoción de esos procesos psicosociales da cuenta de una lógica de intervención que promueve la autonomía más que la dependencia. Podría argumentarse que las transformaciones en el plano individual y grupal, tal como muestran los relatos de los participantes, se traducen en un proceso de transformaciones comunitarias, es decir, en acciones de incidencia en lo público. El mejoramiento individual y colectivo que se expresa en acciones paliativas centradas en mejorar la calidad de vida de ciertos grupos sociales, producto de la participación como estrategia de intervención, da lugar a otros procesos incluso en quienes se encuentran en situación de sufrimiento social.

Lo que los participantes señalan como cambios, en términos de nuevos aprendizajes, se manifiestan en un proceso de afiliación producido por la inclusión activa de las personas en actividades concretas, se producen aprendizajes particulares, que se traducen en la posibilidad de ocupar otros lugares sociales. En este sentido, el Malabardeando puede ser pensado como una "comunidad de práctica".

La producción de conocimiento científico y tecnológico, la formación de profesionales y la construcción de la agenda de las políticas públicas son dimensiones de la relación Universidad-Comunidad que operan en los procesos de reproducción-transformación social, que exigen colocar la reflexividad como programa epistemológico. De acuerdo con Prilleltensky & Nelson (2002), la investigación puede generar opresión o emancipación, no sólo en función de sus resultados sino del proceso en sí mismo. En este sentido, la dimensión política adquiere central relevancia, ya que el poder no es algo que afecta de tal o cual manera a las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad con las que se interviene, sino que el poder es constitutivo de las prácticas de investigación e intervención, y se introduce en la forma en que se piensa acerca de con quienes se trabaja y en la forma en la que se los trata. Es decir, se usa poder para investigar e intervenir sobre el poder.

 

Notas de autor

1. Según el relevamiento anual realizado el 10 abril de 2017 por el Gobierno de la Ciudad, tal como establece la Ley N° 3706/11 de Protección y Garantía Integral de los Derechos de las Personas en situación de calle y en riesgo a la situación de calle de la Ciudad de Buenos Aires.

2. El Censo Popular surge frente a la negativa del Gobierno de la Ciudad de incluir a las organizaciones vinculadas al tema en el relevamiento, tal como establece la Ley Nº ° 3706/11. También como respuesta a la negativa de diálogo con las organizaciones en el marco de las audiencias en la causa judicial iniciada en abril de 2016, "DONDA PEREZ VICTORIA y otros CONTRA GCBA SOBRE AMPARO", Juzgado en lo contencioso administrativo Nº 4, Poder Judicial, Ciudad de Buenos Aires. Disponible en http://www.saij.gob.ar/gobierno-ciudad-buenos-aires-debera-realizar-relevamiento-personas-situacion-calle-nv15216-2016-08-10/123456789-0abc-612-51ti-lpssedadevon

3. El Censo Popular se realizó del 8 al 17 de mayo de 2017 y el informe preliminar se presentó el 20 de julio de 2017. Entre las organizaciones participantes, se incluyó este equipo de investigación UBACyT Programación 2014-2017 como parte del trabajo de investigación-acción que se viene realizando.

4. #AMiNoMeContaron: visibilizar para Humanizar. Informe Preliminar del Primer Censo Popular de Personas en Situación de Calle. Ciudad de Buenos Aires, 2017. Disponible en: https://www.facebook.com/censopopularpsc/?fref=ts

5. Según la Ley N° 3706/11 de Protección de derechos de las personas en situación de calle (CABA), están en riesgo de calle: 1. personas con sentencia de desalojo, 2. personas que viven en hoteles bajo el subsidio habitacional otorgado por el Decreto 690/GCABA/06 y sus modificatorios o amparos, 3. quienes duermen en estructurales temporales o asentamientos, 4. personas institucionalizadas en cárceles, hospitales generales y hospitales monovalentes (salud mental) con posibilidad de egreso, jóvenes por cumplir 18 años institucionalizados en el sistema de protección con pronto egreso.

6. Rancho o ranchada: término utilizado por las personas en situación de calle para referirse al espacio físico en el cual pernoctan, pero que fundamentalmente se define por la configuración de un patrón de vínculos que reproducen el ámbito de lo familiar.

7. En referencia al comedor comunitario que funciona los días domingos en el local de la Asamblea Plaza Dorrego, en el barrio de San Telmo, al que concurren 150 personas en situación de calle a almorzar.

8. Los resultados de esta sistematización fueron presentados en una comunicación libre en el VI Congreso Regional de la Sociedad Interamericana de Psicología, realizado en la Ciudad de Rosario del 14 al 17 de Junio de 2016.

9. Con el acompañamiento del equipo de investigación, un grupo de personas en situación de calle de la Asamblea se incluyó activamente en el diseño y ejecución del Censo Popular de Personas en situación de calle. Algunos aspectos del proceso, así como imágenes y el informe preliminar están disponibles en https://www.facebook.com/censopopularpsc/?fref=ts

 

Referencias

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1ra Edición - Diciembre 2018
 
 
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