Nota
editorial: Este
artículo fue originalmente publicado en la Revista Argentina
de Clínica Psicológica IV (2). Agradecemos el permiso
para su reproducción.
Nota
de autor: Mi
agradecimiento al Dr. Torcuato Di Tella, sociólogo, Profesor
de la Universidad de Buenos Aires, por los datos biográficos
de los primeros años que tan generosamente compartió
conmigo.
Los
primeros años Kamala Di Tella nació en Nuzvid, una
pequeña aldea de la entonces provincia de Madrás, en el
sur de la India (hoy Andhra Pradesh), en una familia de zamindaris,
terratenientes que en la época de los ingleses desempeñaban
también funciones de intermediarios en la recolección
de impuestos. Tenía dos hermanas (una mayor y otra menor) y
dos hermanos mayores.
Su
familia se mudó a la ciudad de Madrás, capital del
estado, una ciudad grande, tercera o cuarta en la India. Ahí
tuvo su primer experiencia de diversidad cultural, pues el idioma
natal y de su familia y región era el telugu, mientras que en
la ciudad y hacia el sur se hablaba el tamil, nada vinculado al
telugu y escrito con caracteres distintos. Kamala aprendió
ambos idiomas, además del inglés, en que recibió
su educación secundaria y universitaria, en la Universidad de
Madrás, donde obtuvo el título de Bachelor of Sciences,
con especialización en biología.
Poco
después del advenimiento de la independencia, en 1947, el
gobierno expropio los derechos de los zamindaris y también
parte de sus tierras, lo que afectó el nivel económico
de su familia. Esta quedó, de todos modos, vinculada con la
antigua aristocracia india, con cuyos dos de sus miembros se casaron
sus hermanas, Padma y Radha. Coma estudiante, Kamala, siguió
de cerca el movimiento de la independencia de la India, presencian en
una ocasión una visita de Gandhi a Madrás. En esa época
se vinculó a grupos socialistas dentro del Partido del
Congreso. En 1951 obtuvo una beca para realizar un posgrado en
economía en la Universidad de Ohio, en Athens, y viajó
a los Estados Unidos. Allí conoció a su futuro esposo,
Torcuato Di Tella, quien se encontraba realizando su maestría
en sociología en la Universidad de Columbia. Al terminar su
posgrado trabajó un año en un Free Asia Committee, que
actuaba entre los estudiantes de ese origen, buscando vincularlos con
actividades culturales y educativas en el país del norte.
En
1953, juntos partieron en un viaje de estudios visitando Suecia,
Yugoeslavia e Israel. En cada uno de esos países permanecieron
varias semanas, visitando granjas, cooperativas, empresas públicas
e instituciones educativas. En Israel estuvieron en numerosos
kibutzim, permaneciendo en alguno de ellos suficiente tiempo como
para ser invitados a ganarse la comida con su trabajo. Concluida esta
experiencia deciden volver cada uno a su país de origen para
meditar sobre el futuro de su relación y después de
unos meses Torcuato viaja a la India, donde se casan en la ciudad de
Hyderabad. Viajaban a menudo entre Hyderabad y Madrás, donde
vivía la familia de Kamala y juntos participaban en
actividades políticas, ligadas al Partido Socialista de la
India. Kamala era amiga de varios destacados dirigentes,
especialmente el Dr. K. B. Menon y el Dr. Lohia, responsables de una
de las primeras divisiones de izquierda. Veía mucho a su
cuñado "Vizi", quien a pesar de ser heredero de un
pequeño principado en Andhra era diputado socialista en Delhi.
Por esa época Kamala había fundado un Socialist Book
Club, al que había donado buena parte de sus libros y donde le
hizo dar a su marido alguna charla sobre América Latina
(debidamente escuchada por un informante de la policía). A
pesar del muy poco revolucionario carácter de estas
actividades, las autoridades no renovaron el permiso de residencia de
Torcuato, y aunque se realizaron numerosas gestiones no fue posible
revertir la decisión que incluía una orden de expulsión
y amenaza de arresto en caso de no irse del país. Partieron
entonces hacia Londres donde permanecieron desde 1955 a 1957. A pocos
meses de estar allí nació su primer hijo: Víctor
Arún. En Londres Kamala empieza su análisis personal y
comienza a interesarse en las perspectivas que esa disciplina le
abría. Se contacta con la Universidad para comenzar su carrera
de psicología, pero un ofrecimiento de trabajo a su marido en
el Instituto de Sociología en la Universidad de Chile le
impide llevar adelante su proyecto. Este cambio fue difícil de
sobrellevar para Kamala ya que también implicaba la
interrupción de su análisis personal, pero aceptó
a condición de retornar luego a Londres.
En
1957, antes de instalarse en Chile, llega a Buenos Aires donde
permanece un mes, tiempo necesario para conocer a todos los parientes
de Torcuato que rápidamente simpatizaron con "la hindú".
Una vez en el país vecino tuvieron, como caracterizaba a la
pareja, una intensa vinculación con el ambiente intelectual y
político de allí. Entre sus amigos estaban el
historiador Claudio Véliz y los dirigentes socialistas
Clodomiro Almeyda y Raúl Ampuero. Kamala retomó su
análisis con un psicoanalista que usaba el inglés para
trabajar pero muy pronto aprendió el idioma. En 1959 nace su
segundo y último hijo: Andrés Lautaro. Un ofrecimiento
de trabajo a su marido, ahora con destino en Buenos Aires, la obliga
a una nueva mudanza y a postergar algunos años más su
deseo de volver a Inglaterra. La estadía en Argentina se
prolongó más de lo planeado originalmente.
Al
poco tiempo de estar en Argentina, Kamala comienza a analizarse con
Marie Langer, usando ya el español como lengua. Su círculo
de amigos incluía a muchos profesionales interesados en el
psicoanálisis, entre ellos Ignacio Maldonado, Jorge Farini
Duggan, Poupée Villafañe, Octavio García Faure y
otros discípulos de Raúl Usandivaras; Susana Lustig,
Mike y Mariana Sweet, Grace Home, Clara Aisenstein.
Promediando
los sesenta formó parte del equipo del Dr. Goldemberg en el
Hospital de Lanús. Infatigable viajera, visitó varios
países de América Latina y Europa y volvió en
varias oportunidades a su tierra natal. Cuando sus hijos eran ya más
grandes Kamala tomó la decisión de trasladarse con
ellos a Londres donde completaría su formación,
especializándose en la Clínica Tavistock, que ya le
había confirmado su admisión. Su esposo se les uniría
a comienzos del año siguiente. Corría 1968 y vivió
muy de cerca las repercusiones del mayo francés; su vida
social no perdió intensidad, toda clase de gente de cualquier
color, religión e idioma, barbudos y pelilargos, que alarmaban
a los vecinos, frecuentaban su casa de Londres, siempre abierta a
brindar hospedaje a quien lo necesitara.
La
profundización y la especialización de sus intereses
Durante
su estadía en Londres, que duró hasta fines de 1972, se
sumergió en la formación como psicoterapeuta infantil
en la Clínica Tavistock especializándose en autismo con
Frances Tustin, jefa de la Child Guidance Clinic. Además de la
estimulante relación profesional que mantenían ambas,
se forjó entre ellas una entrañable relación de
afecto que se mantuvo con la misma intensidad cuando Kamala retornó
más adelante a Buenos Aires. Si alguien en Argentina deseaba
contactarse con Tustin la vía más efectiva era a través
de ella. Y gracias a la generosidad que la caracterizaba, fueron
muchos los profesionales que tuvieron la oportunidad de conocer a
Tustin en su casa de Amershan y supervisar con ella casos clínicos.
Por esas curiosidades del destino, la muerte de ambas ocurrió
con pocos días de diferencia y al poco tiempo de haberse
encontrado, o despedido, las dos en Inglaterra.
Conjuntamente
realizó el Curso de Observación de Lactantes en la
Tavistock, cuya responsable organizativa era en ese momento Martha
Harris, sucesora en dicho cargo de Esther Bick, la creadora del
método. Con ambas tuvo la oportunidad de formarse realizando
seguimientos prolongados de bebés en su medio familiar,
entrenándose en la observación detallada y en la
aplicación de los conceptos psicoanalíticos para la
comprensión del material observado. Esta experiencia dio a su
espíritu inquieto, investigador y comprometido con la realidad
un método para acercarse a ella y escrutarla en los inicios de
la vida humana.
A
partir de ese momento en sus viajes incluía la oportunidad de
observar de cerca la relación madre/bebé. Lo hizo en su
país de origen, India, en Grecia y en las culturas Aimara y
Quechua de Bolivia. Durante su formación en Tavistock creó
profundos lazos de amistad con profesionales no sólo ingleses
sino de todo el mundo que pasaron por allí y a quienes más
tarde, con esta facilidad para acercar lo distante y generar tramas
duraderas, invitó a Buenos Aires. Entre ellos: Adriano
Giannotti, Michel y Geneviéve Haag, Manuel Pérez
Sánchez, Renata Gaddini, Dilys Daws, Eric y María Rhode
y tantos otros.
Antes
de regresar a Argentina, en plena crisis matrimonial, viaja a Suecia
donde enseña observación de lactantes a pediatras en el
Hospital Karolinska y más tarde en el Down State Medical
Center de New York.
En
1973, cuando regresó definitivamente a nuestro país,
comenzó a trabajar como psicoterapeuta de niños,
especialmente de niños psicóticos y autistas Kamala
tenía la convicción profunda de que el conocimiento y
la comprensión de la naturaleza humana no se obtenían
de un solo libro. Era abierta a diferentes corrientes de pensamiento.
Sabiendo que en ese momento trabajaba en Buenos Aires el Dr. Carlos
Robles Gorritti, pediatra y psicoanalista de niños formado en
Estados Unidos en la Escuela del Yo, se contactó con él
y durante muchos años trabajó y supervisó a su
lado muchos pacientes en el Hospital de Niños. Cuenta el Dr.
Robles Gorriti: "lo
interesante de estas horas de supervisión era que cuando se
iba Kamala el que estaba enriquecido era yo, precisamente por la
entereza, la honestidad, la seguridad y la humanidad en el trabajo
con los niños".
En
1978, por la situación política que atravesaba nuestro
país, renuncian al Hospital de Niños y se trasladan al
Hospital Italiano de Buenos Aires, donde generan el Servicio de Salud
Mental Pediátrica, del que fuera Jefe el Dr. Robles Gorriti,
dependiente del Departamento de Pediatría bajo la dirección
del Dr. Carlos Gianantonio.
Kamala
participó activamente en la formación de
psicoterapeutas y en la supervisión general de los
tratamientos del Hospital de Día del mencionado Servicio. Le
costó algunos años crear allí un espacio para el
tratamiento de niños autistas con psicoterapia psicoanalítica
individual, cuya supervisión tuvo a su cargo imprimiéndole
el sello de su modalidad clínica creativa. Del mismo modo fue
promotora de la creación del área de Temprana Infancia
(0 a 3 años) ya que consideraba que era necesaria una
especialización en los aspectos psicológicos a tener en
cuenta en los tratamientos de niños tan pequeños, como
así también, la evaluación y la detección
temprana indispensables para la prevención.
Con
varios profesionales interesados en autismo infantil que tenían
experiencia con niños autistas formó un grupo de
estudio donde enseñó en profundidad la obra de Frances
Tustin y supervisó con ellos, a lo largo de 10 años,
más de 100 casos clínicos de niños y su
recuperación en diferentes grados. Kamala sostenía que:
"Desde el punto de vista de esta recuperación mental,
la cura no aparece de un día para otro;
es una gradual construcción de la vida interior del niño
tanto como su mundo exterior de relaciones. Es como poner un ladrillo
sobre otro junto con el cemento para afirmar la construcción.
Para estos niños autistas la psicoterapia psicoanalítica
es indicada, porque sólo a través de una relación
transferencial el terapeuta puede llegar a entender y compartir los
miedos y el pánico del inundo caótico y catastrófico
del niño autista. El terapeuta tiene que ayudar a levantar las
barreras a través de una gran atención y un holding".
A
su vez, consideraba de relevante importancia el trabajo con los
padres para orientarlos y ayudarlos a modificar el modo de relación
que tienen con el hijo (Di Tella, 1994).
Como
era previsible, o quizás inevitable, a poco de estar en el
Hospital Italiano generó el proyecto de enseñar allí
el método de observación de lactantes. Con la claridad
que la distinguía y esa puntería que acertaba siempre
en lo esencial, focalizó la atención en los pediatras
y, junto al Dr. Horacio Lejarraga, Jefe de Residentes de Pediatría,
ideó un Seminario Introductorio a fin de "involucrar
a los pediatras en la Observación de Lactantes haciéndolos
más sensibles a los conceptos psicológicos y de salud
mental y, consecuentemente, extenderlos al trabajo preventivo con
niños pequeños".
En vez de iniciar un seguimiento prolongado por dos años, el
trabajo consistía en hacer observaciones de bebés en
consultas pediátricas, luego relatarlas detalladamente por
escrito, para supervisarlas después en el grupo. Intentaba
promover una mirada del bebé desde otro lugar para poder
descubrir otros aspectos. Así nació en 1980 el Primer
Seminario de Observación para residentes en pediatría
que más tarde se abrió a profesionales de otras
disciplinas relacionadas con la salud mental y la educación.
Kamala supervisó este proyecto con Martha Harris, quien la
alentó para que lo continuara. Siempre mantuvo un asiduo
contacto con el grupo de la Clínica Tavistock, a la que
visitaba anualmente. Sostenía que el trabajo profesional debía
mantener tres direcciones: el intercambio con el alumno, la
confrontación con los pares y el diálogo con los
maestros, como una forma de garantizar el saber. Y ella enseñaba
con su ejemplo.
Durante
14 años consecutivos dictó dichos seminarios, siendo
uno de los cursos de mayor continuidad en el Departamento de Docencia
e Investigación de dicho Hospital. Al crearse la Carrera de
Médico Especialista en Pediatría Infanto Juvenil, el
Seminario de Observación de Lactantes se convirtió en
un requisito obligatorio para los aspirantes.
En
1989, un grupo de profesionales que supervisaba con ella seguimientos
prolongados de bebés, le proponen contar con un encuentro
semanal extra a fin de debatir y profundizar en las primeras etapas
de la vida psíquica. Ellos fueron: Rubén Fiori,
pediatra; Celina Tamarit, estimuladora temprana; Beatriz Bergman,
Liliana Berta, Mónica Cardenal, Ruth Fiszelew y Ana Lía
Ruiz, psicólogas. Al calor de la chimenea de su casa de la
calle Sucre, en el barrio de Belgrano, frente al verde paisaje que
ofrecían los amplios ventanales y entre esculturas y objetos
de la India, alfombras y tapetes orientales, surgió la idea de
crear una Asociación que nucleara a todos los profesionales
que, habiéndose entrenado en el método, quisieran
seguir investigando sobre la relación madre/bebé,
dialogar con disciplinas afines, a la vez que divulgar los
conocimientos sobre el tema. Recuerdo su asombro, mezcla de
incredulidad y deseo, pero era incapaz de no apoyar el interés
de alguien por un proyecto, y fue así que nació APOLA,
Asociación para la Observación de Lactantes, que
presidió entusiastamente hasta su muerte.
Numerosos
especialistas de diferentes áreas de la salud mental en
primera infancia, de nuestro país y del extranjero,
compartieron sus experiencias y brindaron sus aportes. El espíritu
de la institución era el de dialogar, debatir, compartir, para
comprender cada vez mejor el complejo inundo del lactante y del niño.
Su
perseverancia, sostenida por la profunda convicción del rol
trascendente que la Observación de Lactantes tiene para la
comprensión de los inicios de la vida psíquica, y en
consecuencia para la prevención temprana en Salud Mental, tuvo
en 1993 dos importantes reconocimientos. El primero de ellos de la
Dra. Lucila R. P. de Agnese, Jefa del Servicio de Psicopatología
Infanto Juvenil del Hospital de Clínicas José de San
Martín, quien le ofreció dictar el Seminario en dicho
Servicio. El segundo, de la actual Coordinadora General del Curso de
Observación en Tavistock, Gianna Williams, quien viajó
a la Argentina, tomó contacto directo con la obra realizada y
le propuso a Kamala realizar el Curso tal cual como se dictaba en
Londres, contando con su aval. Estos resultados fueron para ella una
alegría que la alentaba aún más a continuar la
lucha por sus ideales que no eran personalistas sino que apuntaban a
lograr cambios en la concepción de la temprana infancia, de
modo de variar las prácticas que aún no tienen en
cuenta la complejidad, vulnerabilidad y la relevancia de este
temprano período para el ulterior desarrollo psicofísico
del ser humano.
Un
modelo de Maestra
Kamala
no practicaba ningún tipo de discriminación, apuntaba
siempre a la esencia de lo humano. Todos encontraban a su lado un
espacio distinguido, un impulso a seguir adelante. Hacía
sentir como nadie que lo que uno era o realizaba tenía un gran
valor, y alentaba para que nos hiciéramos cargo de ello. Si
algo la enojaba era la falta de perseverancia, sabía que nada
se conseguía sin la constancia de la gota de agua. Y ella
practicaba esa sabiduría oriental. No era fácil
seguirle el ritmo, tocaba varias sinfonías a la vez, mientras
no olvidaba ocuparse de cada uno de sus amigos, de sus discípulos,
de sus alumnos, de su familia. Trabajaba en asistencia y docencia y
generaba nuevos proyectas que unían a personas de diferentes
países del inundo. No le faltó tiempo para, en su
madurez, acercarse a la filosofía budista, siendo una eficaz
organizadora de la visita del Dalai Lama a nuestro país.
Promovía
la tertulia, la comunicación y el intercambio de experiencias.
Su casa de la calle Sucre reunía y albergaba a los más
variados invitados: físicos, antropólogos,
psicoterapeutas de diferentes escuelas, maestros, artistas plásticos,
políticos, actores, lamas y embajadores, quienes disfrutaban
de su calidez y espontánea alegría. Hablaba poco de sí
misma, prefería escuchar y siempre, decía, tenía
algo para aprender. No escribió mucho, pero en sus
supervisiones desplegaba toda la riqueza de su pensamiento en lúcidas
y esclarecedoras preguntas y en profundas comprensiones del material
presentado. Trasmitía comprensión y apoyo creando un
clima de trabajo en el cual tratar de comprender y ayudar al paciente
eran los objetivos principales. Este era el mejor modelo para un
psicoterapeuta a quien no dejaba de recordar la responsabilidad que
tenía en la continuación de los tratamientos. En qué
nos equivocamos era más importante que en qué estuvimos
bien, porque no se supervisaba para deslumbrar con los conocimientos
sino para aprender. Una regla que ella era la primera en cumplir.
El
jueves 27 de octubre de 1994, pocas horas antes de asistir a una
reunión en la que recibiría un reconocimiento público
de FUNI (Asociación para el Futuro del Niño) por su
trabajo en pro del bienestar del niño y su familia, murió
repentinamente en su casa de Belgrano. Allí nos despedimos de
esta maravillosa mujer, ciudadana del mundo, que nos ha legado un
patrimonio invalorable: un modelo de honestidad, generosidad y
sabiduría, atributos de una verdadera Maestra.