ISSN 2618-5628
 
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Meditación  
Atención plena, Mindfulness  
     

 
Pasado, presente y futuro de la práctica de mindfulness (atención plena) con niños y adolescentes
 
Lisenberg, Marina
Attentia
 

 

Origen y desarrollo de la práctica

El mindfulness es una práctica que proviene del budismo, doctrina filosófica que data de 2500 años a.C. Paulatinamente se extendió en Occidente y su llegada puede relacionarse, en la segunda mitad del siglo pasado, con el interés por la divulgación de las filosofías y prácticas orientales de meditación. A la vez, los monjes que huyeron del Tíbet por la invasión china fundaron numerosos centros budistas en las grandes ciudades occidentales.

Vale la pena recordar que el término “mindfulness” es una traducción al inglés de la palabra “sati” en pali (idioma oral en el que se habrían transmitido las enseñanzas) y significa intención, atención pura y presencia.

El término mindfulness, en sentido más amplio, abarca tanto una práctica formal de entrenamiento de la atención como una manera de percibir el mundo, la vida y a uno mismo. Aunque resulta difícil encontrar un término preciso se traduce hoy en día al español como conciencia o presencia plena, atención plena, atención consciente o atención intencional.

El propósito original de la práctica de la atención plena se vincula al objetivo de aliviar el sufrimiento humano. En función de ello, podemos considerar su potencial y estrecha relación con las prácticas de atención primaria en salud. Su impacto en la capacidad mental de concentración y expansión de la atención se despliega tanto en relación con quienes las ejercen como en quienes se benefician de ellas. En términos asistenciales, las terapias cognitivas en especial se enriquecen con la práctica de la atención plena por las posibilidades terapéuticas que ofrece.

Ya a fines del siglo XIX, William James en sus Principios de Psicología resaltaba la importancia de dirigir deliberadamente nuestra atención errante como fundamental para el desarrollo del juicio, el carácter y la voluntad. #

A fines de los años 70, el doctor Jon Kabat-Zinn (2003) se encontraba a cargo de un servicio de medicina clínica en el Hospital Central de la Universidad de Massachusetts. Había aprendido y practicaba personalmente mindfulness, y se propuso investigar sus posibles beneficios. Para observar el funcionamiento mental y el alivio del stress en un contexto clínico desarrolló un curso de medicina integrativa mente-cuerpo de ocho semanas de duración de contenido secular y basado en prácticas contemplativas. Lo denominó programa de Reducción del Stress Basado en Mindfulness ó MBSR (sigla en inglés de Mindfulness Based Stress Reduction Progam). Dicho entrenamiento se hizo más conocido también gracias a la difusión televisiva de un programa que conducía Bill Moyers. Mindfulness se divulgó en la comunidad como la conciencia que emerge del hecho de prestar atención, de una manera particular: deliberadamente, al momento presente y con aceptación (sin juzgar). En el sótano del hospital, Kabat-Zinn enseñaba el MBSR y recibía derivaciones de pacientes que no habían encontrado alivio en otros tratamientos más convencionales. Al efectuar mediciones del proceso en los participantes antes y después del programa inauguró la validación del MBSR en el ámbito médico para un amplio abanico de síntomas asociados a la ansiedad, el manejo del dolor crónico, afecciones cardiológicas, psoriasis y otras dolencias varias.

El entrenamiento MBSR de Kabat-Zinn (2003) dio pie a la creación en 1979 de la Clínica de Reducción de Stress (dentro del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts), que en 2019 cumple cuatro décadas de vida.

Desde ese entonces, los entrenamientos se enfocaron en el cultivo de un manejo más efectivo del dolor, el estrés y la enfermedad. En ese marco, la práctica de la atención plena fue creciendo en los ámbitos de salud y educación.

Son varios los modelos que actualmente se basan en mindfulness a partir del ya mencionado MBSR. Por ejemplo, Segal, Teasdale y Williams (2002) elaboraron el programa MBCT o Terapia Cognitiva basada en Mindfulness; Hayes, Strosahl y Wilson la Terapia de Aceptación y Compromiso o ACT (1999) y Lineham (1993) se dedicó a la Terapia Dialéctica Comportamental o DBT que es específica para pacientes con trastorno límite de personalidad, entre los más conocidos.

La comunidad científica continuó investigando y trabajando cómo la función mental interviene en nuestra capacidad de registrar pensamientos, emociones y sensaciones, y se vio acompañada en las últimas décadas por los avances logrados en el estudio del cerebro gracias a las neuroimágenes y el procesamiento computarizado de la información. Dichos progresos invitaron pues a continuar trabajando con la práctica en los diferentes desafíos vitales.

 

El pasado que se hace presente: los primeros años y la práctica de mindfulness

La importancia potencial de mindfulness no se ciñe al campo terapéutico sino que, por ejemplo, en la última década puede observarse trabajos realizados orientados a validar científicamente las intervenciones basadas en mindfulness en las instituciones educativas.

Los hábitos van condicionando cómo nos relacionamos con la experiencia. Las múltiples vivencias similares encienden circuitos neuronales que se van consolidando en nuevos aprendizajes. Así, desde la primera infancia en adelante, las neuronas se van activando en red a partir de las experiencias vividas a repetición. Aunque también, nos conducen a automatismos muy instalados que nos cuesta mucho cambiar o romper. Cualquier rutina es un ejemplo válido (desde cuanta leche y café se considera mezclar para una taza de café con leche, hasta la forma de anudar el calzado deportivo). Desde muy pequeños aprendemos qué conductas y actitudes son aceptables y cuáles no. Quienes nos crían y educan modelan cómo reaccionar ante cada circunstancia además de manifestar qué sentimientos, pensamientos y valores ellos avalan o rechazan.

Desde los primeros años de vida, aquello que percibimos es procesado mentalmente y nos predispone a actuar en forma automática. Nuestra personalidad queda pues en gran medida condicionada por los hábitos que vamos forjando.

Daniel Siegel (2010), psiquiatra y psicólogo infantil contemporáneo, plantea que la región cerebral que se desarrolla durante el proceso de sintonía emocional en los primeros tiempos de vida es la misma que se activa durante la práctica de mindfulness. Considera así que con la práctica se podría mejorar también la calidad de las interacciones intrapersonales e interpersonales. En términos generales señala además, que lo que elaboran los adultos acerca de sus experiencias vividas en la infancia, es más significativo que aquellas experiencias en sí mismas. Esto impacta de lleno a la hora en que los adultos han de recrear formas de relacionarse con los niños. La reflexión y comprensión de esas influencias se considera hoy en día el mejor predictor de los adultos en el trato con los chicos.

Veamos entonces cómo la práctica de mindfulness puede aportar en esta dirección.

 

La práctica de mindfulness con los más jóvenes

Sabemos que cada día son más las personas de todas las edades que aprenden mindfulness. Padres, educadores y profesionales de la salud se entrenan en atención plena con el objetivo de cultivar bienestar para sí mismos y los demás.

Con el entrenamiento se aprende a captar cómo las circunstancias (internas y externas) activan nuestras emociones y sus correspondientes reacciones fisiológicas en forma automática.

A partir de pausar y prestar atención, podemos manejar la posibilidad de distinguir e incluso alterar los ciclos de escalada emocional que se retroalimentan en los vínculos. Esto tiene particular relevancia con relación a quienes trabajan o conviven con los menores.

Cuando atienden a los más pequeños, los psicólogos, por ejemplo, los invitan a prestar atención al momento presente con curiosidad, con ternura. Quizás podemos tomar en cuenta que los componentes de esta enseñanza son en primer lugar prestar atención o estar conscientes; en segundo término, resaltar el contacto con el momento presente, el aquí y ahora y luego referir a la aceptación, la ternura y la curiosidad como cualidades de esta forma particular de estar presentes. Casi todos los autores que trabajan con niños enseñan que así podemos elegir para luego actuar. Esta posibilidad de registrar opciones resulta muy didáctica con los pequeños. Sin dudas, entrenar la atención los ayuda a consolidar su autorregulación en el proceso de crecimiento.

Hoy en día las demandas de actividad constante, la estimulación electrónica y la orientación a ser productivos nos distraen sin cesar. Tanto adultos como niños y adolescentes reflejamos actualmente cierta intolerancia a la quietud y dificultad para concentrarnos. El multitasking, el “scrolleo crónico” y la indiferencia por cómo estamos afectando al entorno que nos rodea, son sin lugar a dudas característicos de nuestro modo actual de vivir.

Prestarnos atención intencionalmente nos puede facilitar tanto contactar con nuestra ‘tecnología interior” para superar reacciones impulsivas como elegir con mayor presencia cómo manejarnos en relación con el mundo en el que estamos viviendo. Al desacondicionarnos mentalmente de nuestros hábitos, la práctica nos ayuda a detectar las necesidades propias y ajenas con mayor nitidez y precisión.

En otras palabras, con la práctica de mindfulness podemos disponernos intencionalmente a discernir lo que nos sucede o lo que le sucede a un niño y por lo tanto, ejercer un cuidado más conciente de nosotros mismos y de los demás.

Prestar atención es detenernos y percibir los detalles con profundidad y claridad. Es reconocer cuando surgen juicios imprecisos y reconocerlos por lo que son. Estar atentos nos permite despejar nuestros filtros y despegarnos de nuestros gustos y aversiones para captar por ejemplo a un paciente y reconocer como se encuentra.

Cada uno de nosotros habita sistemas humanos (familia, vínculo asistencial) con una forma propia de restaurar nuestro equilibrio y cultivar bienestar. Somos interdependientes. Los chicos necesitan nuestra disponibilidad, conexión y presencia. Las verdaderas redes sociales son humanas e intergeneracionales.

Al estar atentos, en lo individual y colectivo, tenemos el potencial de producir impacto en el modo de cuidarnos, en nuestras relaciones y en cómo habitamos nuestro mundo. Sylvia Comas (2016), una profesional española que capacita en mindfulness, analizó una investigación canadiense llevada a cabo en 2014 que estudió 55 interacciones de niños con sus cuidadores en un centro comercial. Halló que en el 73 % de dichas interacciones los adultos usaban el teléfono móvil en algún momento. Lo que remarca Comas (2016) es que el 40 % de los que usaron el móvil lo hicieron en forma continuada. Aún no tenemos suficientes estudios científicos sobre el desarrollo de estas generaciones criadas bajo el mensaje de que es más relevante para estos adultos lo que está en sus teléfonos que la presencia de los menores a su cargo. El efecto que puede tener esa falta de conexión del adulto es preocupante. Cabe pensar que los chicos que no cuenten con la posibilidad de recuperar la atención del adulto podrían experimentar efectos negativos en su regulación emocional y capacidad de apego. En las jóvenes generaciones, la calidad de su atención está vinculada estrechamente con sus comportamientos en todos los ámbitos, incluyendo el rendimiento en el aprendizaje formal.

Podemos agregar también que hoy en día la atención plena puede ser mal utilizada como un atajo complementario para sostener cierto rendimiento incesante; una forma de existir “productiva” que conlleva el riesgo de consumir y trivializar este recurso valioso y milenario.

 

De cara al futuro

¿Cómo integramos nuestras sensaciones, impulsos e ideas y respondemos en forma conciente y no mecánica? ¿Cómo elegimos deliberadamente en vez de en forma refleja? ¿Cómo posponemos gratificaciones o inhibimos conductas impulsivas?

La práctica es un recurso valioso para encarar los desafíos actuales. Nos sirve a grandes y chicos para desacelerarnos, estar atentos y manejar la sobrecarga de tensión y estimulación excesivas.

A partir de considerar la influencia de las experiencias que moldean nuestros modelos mentales desde la infancia, la práctica intencional de la atención plena o mindfulness puede ser una vía privilegiada para cultivar conciencia y revertir algunos hábitos en las próximas generaciones.

El misterio sobre cómo heredamos particulares tendencias para afrontar el estrés y velar por nuestra vulnerabilidad frente a determinadas circunstancias se está investigando seriamente. La supervivencia de la especie humana depende en gran medida de lo que conservamos y modificamos generación tras generación. Sabemos que las formas de lidiar con aquello que nos amenaza tienen componentes ancestrales y aprendidos. En la medida que pongamos atención a nuestros propios patrones, que repetimos incesantemente, podremos modificarlos.

Cuando estamos presentes, disponibles y conectados los que nos rodean no sólo se benefician sino que también aprenden de copiarlo, especialmente los menores de edad. Si auténtica y deliberadamente prestamos atención podemos tomar la iniciativa con respecto a cómo abordar el abanico de presiones sociales, familiares y culturales en que vivimos. Porque a pesar de nuestras mejores intenciones, solemos asumir sin darnos cuenta gran cantidad de usos, normas y costumbres implícitos e inconcientes.

Al practicar mindfulness se nos hace más sencillo combinar emociones, comportamientos y atención conciente. Incluso vale recordar que cuando podemos validar a los más jóvenes a tener su propia visión y perspectiva se les refuerza su seguridad y capacidad de manejo del malestar o la incertidumbre. Los adultos sabemos que no es nada fácil vivir en un mundo regulado por los grandes. Podríamos incluso preguntarnos, si hoy fuésemos chicos, ¿qué nos resultaría importante que los adultos tomen en cuenta?

La verdadera práctica de mindfulness es cultivar la disponibilidad a abrazar cada situación aceptando e integrando la atención conciente con el discernimiento y la emoción emergente.

La neuroplasticidad en los primeros años nos brinda un terreno fértil para sembrar nuestras mejores semillas. Podríamos aventurarnos a señalar que en cualquier edad, somos responsables del cerebro que activamos por lo que practiquemos o no.

Dicha posibilidad sin embargo se acota cuando tenemos hambre, cansancio o estamos enojados: perdemos capacidad de reflexión y por ende tenemos menor rango de elecciones posible. En esas ocasiones solemos quedar a merced de nuestras emociones y perder la perspectiva. La práctica de la atención plena sólo puede considerarse una opción cuando las necesidades básicas están satisfechas. El sueño y el descanso así como una alimentación satisfactoria, afectan cualquier circunstancia en que se pretenda prestar atención.

Debemos ir más despacio para poder apreciar el momento y contactar con el mundo de las generaciones venideras. Dados el ajetreo y las preocupaciones vigentes, se nos escurren las oportunidades, desperdiciamos el potencial con el que contamos. Prestar atención es la clave. Cuando estamos atentos tenemos la opción de mantener nuestra perspectiva y diferenciarla de los mensajes de consumo y alienación que a veces nos afectan más allá de lo que nos gustaría. La atención sostiene la soberanía de la propia perspectiva.

Los más jóvenes no necesitan dedicación de continuo pero sí presencia en las interacciones importantes. Que imprimamos intención a nuestras acciones. Ellos detectan fácilmente adonde nos dirigimos y si estamos disponibles.

Hagamos la diferencia. Cualquier adulto que tenga capacidad de maniobra frente a su estrés puede cuidar mejor a los chicos y jóvenes que tiene cerca (aunque los chicos no practiquen por sí mismos).

Prestar atención es cuidar y podemos resolver mejor la incertidumbre cuando combinamos atención, intención y comportamiento. Es reconocer nuestra vulnerabilidad cuando algo nos desafía y descubrir cómo pausar cuando lo necesitamos, en vez de contagiar automatismos a quienes nos rodean.

De eso se trató, se trata y se tratará estar plenamente presentes.

Cita # La facultad de dirigir deliberadamente nuestra atención errante, una y otra vez, constituye el fundamento mismo del juicio, el carácter y la voluntad.

Nadie puede ser dueño de sí mismo si carece de ella.

Cualquier educación que mejore esta facultad será una educación par excellence.

Pero obviamente, es más sencillo definir este ideal que proporcionar las instrucciones prácticas necesarias para desarrollarla.

Nota de cita William James Principios de Psicología (1890)

Lisenberg, M. (2018). Capítulo 3 Hábitos que se cultivan con atención. La transición de lo automático a lo conciente. Apartado primaria: Cómo regular las emociones (pp.129-130) Atención Plena para niños y adolescentes. Prácticas de Mindfulness en la crianza, la salud y la educación. Editorial Grijalbo, Buenos Aires.

 

Referencias

Comas, S, (2016) Burbujas de paz. Un pequeño libro de Mindfulness para niños (y no tan niños) Barcelona: Penguin Random House.

Hayes, S. C., Strosahl, K., & Wilson, K. G. (1999). Acceptance and Commitment Therapy: An experiential approach to behavior change. New York: Guilford Press.

Kabat Zinn J (2003)Vivir con Plenitud las crisis Barcelona: Kairós

Kaiser Greenland S. (2016) El niño atento, Mindfulness para ayudar a tu hijo a ser más feliz, amable y compasivo, Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer

Line­han, Mar­sha M. (1993). Cognitive-Behavioral Treat­ment of Bor­der­line Per­son­al­ity Dis­or­der. New York: Guil­ford Press.

Willard C. y Saltzman A (2015) Teaching Skills to Kids and Teens, New York: The Guilford Press.

Lisenberg M (2018) Atención Plena para niños y adolescentes. Prácticas de Mindfulness en la crianza, la salud y la educación, Buenos Aires: Grijalbo

Segal, Z.V., Williams, J. M. G. & Teasdale, J. D. (2002). Mindfulness-based cognitive therapy for depression: A new approach for preventing relapse. New York: Guilford Press.

Shapiro S. y Withe C. (2014) Mindful discipline, a loving approach to setting limits and raising an emotionally intelligent child, Oakland: New Harbinger Publications, Inc.

Siegel D. J, (2010) Cerebro y Mindfulness, La reflexión y la atención plena para cultivar el bienestar. Madrid: Paidós

 

 
2da Edición - Agosto 2019
 
 
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