"Hay
que tener la honestidad suficiente para enfrentarnos con la
enfermedad mental, la información necesaria para reconocerla y
la apertura para incluir a la familia y a los miembros de la
comunidad en los tratamientos" (OMS; 1998).
El
Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es un desorden neurobiológico,
es decir, que involucra la desregulación química y de
circuitos neuronales, al igual que disfuncionalidad de patrones
cognitivos y conductuales aprendidos (Landsman, Rupertus y Pedrick,
2005). La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2008),
incluye al TOC
entre las veinte primeras enfermedades incapacitantes, y entre las
cinco enfermedades psiquiátricas más frecuentes. El
modo en que este trastorno afecta la funcionalidad social y la
calidad de vida, es comparable al trastorno esquizofrénico
(Sookman, 2016). El
TOC
es una condición psiquiátrica padecida por casi el 3%
de la población mundial (de Brujin, Beun, de Graf, ten Have y
Denys, 2009; Fullana et al., 2010) cuyo inicio suele ser temprano: el
50% de los pacientes desarrollan el trastorno antes de los 15 años
de edad, y el 65% antes de los 25 años (Angst et al., 2004;
Fontenelle, Marques y Versiani, 2002; Geller et al., 2001). Entre los
niños, el trastorno suele ser más prevalente en varones
que en mujeres, luego la proporción hombre/mujer se iguala en
la edad adulta (Pérez Rivera y Borda, 2017).
En
los últimos 30 - 40 años, el TOC pasó de ser un
trastorno de mal pronóstico a uno en el que muchos pacientes
pueden esperar una respuesta significativa al tratamiento y,
ocasionalmente, una remisión total de la enfermedad. La
Terapia Cognitiva-Conductual (TCC) del TOC, tiene su núcleo en
el mecanismo de mantenimiento de los síntomas en el tiempo. El
consenso clínico y científico de expertos en TCC del
TOC, fija la herramienta de Exposición (EX) y Prevención
de Respuesta (PR) en el meollo del tratamiento de pacientes con TOC,
independientemente de la edad del paciente, cronicidad de los
síntomas, nivel de severidad del trastorno y contenido de los
síntomas primarios (McKay et al., 2015; Neziroglu, Henricksen
y Yaryura-Tobias, 2006; Rego, 2016). No
recibir EX/PR es una de las variables de mal pronóstico del
TOC (Reddy, Alur, Manjunath, Kandavel, & Math, 2010). En nuestra
experiencia y la de otros expertos en TOC (Sookman, 2016), muchos
pacientes "resistentes" recibieron un TCC inadecuado en
cualquiera de sus fases: psico-educación inespecífica;
ejercicios de EX/PR con terapeuta o auto-administrados insuficientes,
mal diseñados o mal aplicados; sesiones de duración y/o
frecuencia inadecuados; falta de inclusión familiar;
terminación prematura del tratamiento.
También
a destacar, es
la fuerte asociación positiva entre
la alianza terapéutica y la
mejoría de los síntomas, continuidad, satisfacción
y aceptabilidad del tratamiento. Se ha observado que muchos pacientes
no reciben el tratamiento adecuado (Shafran et al., 2009). Esta
realidad clínica de terapeutas que dicen aplicar TCC y
pacientes que dicen recibir TCC, se desvanece al evaluar el contenido
de las sesiones terapéuticas. El entrenamiento general en
psiquiatría, psicología y/o modelo
cognitivo-conductual, es necesario pero no suficiente para adquirir
las herramientas clínicas especificas necesarias para abordar
la complejidad del TOC.
"En
ocasiones es útil reconstruir la historia de los criterios
cumplidos por el trastorno …"
La
sintomatología obsesiva-compulsiva (SOC) esta descripta desde
la edad media (Berrios, 1996). Las primeras descripciones de personas
con acciones reiteradas, gritos, temblores, pensamientos blasfemos,
movimientos involuntarios repetitivos y agresivos, fueron de
individuos poseídos por espíritus demoníacos
(Oesterrich, 1974, citado en Yaryura-Tobias & Neziroglu, 1997).
Históricamente,
la explicación de las obsesiones y compulsiones, avanzaron
desde una visión religiosa a una médica, que se
formaliza en 1838, cuando Jean Dominique Esquirol (1772-1840),
describe la enfermedad psiquiátrica en la literatura. Las
escuelas francesas y alemanas fueron las principales impulsoras del
estudio científico de las obsesiones y las compulsiones. En
1799, Wartburg acuñó la palabra obsesión con su
significado actual en psiquiatría; y en 1838 Esquirol
describió el "delire
du toucher"
y la "monomanie
raissonante" (citado
en Yaryura-Tobías y Neziroglu, 1997).
En
1856, Morel se refirió a las obsesiones como un delirio
emocional; mientras que Falret (1866) describió la "folie
du doute",
y Legrand du Saulle (1875) trató la "folie
du doute du toucher" a
lo que puede considerarse como las primeras descripciones precisas de
la neurosis obsesiva. Las
obsesiones como ideas fijas, fueron descriptas por primera vez por
Buccola (1880) y Tamburini (1883), ambos italianos. En 1872, Westphal
recurrió al término "zwang",
tomado del lenguaje popular alemán, que significa obligar,
coaccionar, imponer para describir ideas y acciones. Para esa misma
época, en Inglaterra, Hack Tuke (1894) califica y denomina
ideas imperativas a las obsesiones. En 1897, Donath utilizó el
término anancasmo, procedente del griego "ananke"-
cuyo significado etimológico es fuerza, necesidad y
protección; y desde la mitología griega "Ananke"
era la personificación de la inevitabilidad, la necesidad, la
compulsión y la ineludibilidad- para referirse a la
personalidad anancástica, la cual fue homologada a la
personalidad obsesiva.
El
primero y más exhaustivo estudio sobre las obsesiones y
compulsiones lo realizó Janet, en 1903. Freud
en 1909 en el Hombre de las ratas la designó como neurosis
obsesiva: es esa «obsesión de comprensión»,
que aparece como síntoma: «se obligaba a comprender
exactamente cada una de las sílabas pronunciadas».
Lacan, seminario III (1984) explicaba, los rituales del obsesivo, que
pueden hacer casi delirante una existencia, ¿qué son?,
sino el retorno del sin sentido ante lo que es el intento del
obsesivo de hacer entrar todo en el sentido para tapar la falla, el
deseo del Otro
(citado en Yaryura-Tobías y Neziroglu, 1997).
El
Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM), al igual que la Codificación
Internacional de Enfermedades
(CIE), surgen de la necesidad de confeccionar una clasificación
de trastornos mentales consensuada, debido al escaso acuerdo respecto
a qué contenidos debería incluir y, también,
respecto al método de conformación por parte de los
psiquiatras y psicólogos. La CIE, desarrollada por la OMS, se
ocupa a nivel internacional, y se utiliza con fines estadísticos,
relacionados con la morbilidad y la mortalidad, los sistemas de
reintegro y los soportes de decisión automática en
medicina. La primera publicación data de 1853, pero recién
en su sexta edición (CIE 6) se incluye la sección de
Enfermedades Mentales. Correspondientemente,
el trabajo conjunto de la Asociación Estadounidense de
Psiquiatría (APA) y la Academia de Medicina de Nueva York,
elaboro una nomenclatura aceptable para todo el país (para
pacientes con enfermedades psiquiátricas graves y
neurológicas). Fue así como en 1952 surge la primera
edición, DSM-I, como una variante del CIE-6. Un aspecto
importante en la realización de esta versión fue el
establecimiento de contactos con los equipos que elaboraron la CIE-6,
con el objeto de hacer que ambos instrumentos tuviesen la mayor
compatibilidad posible.
En
sus primeras versiones (DSM I y II) (1952-1968)
incluyen al TOC
como una «reacción obsesiva-compulsiva» y una
«neurosis obsesiva-compulsiva», respectivamente. En el
DSM-III (1980), se sientan las bases de la descripción actual
del TOC, considerándolo un trastorno de ansiedad. Mowrer
(1939, 1947, 1951) formuló la teoría de los dos
factores del aprendizaje para explicar la aparición de los
síntomas de evitación y miedo. Esta teoría
también se ha aplicado para comprender la aparición y
mantenimiento de la conducta obsesivo-compulsiva (Barlow, 1993;
Dollard y Miller, 1950). Así el TOC es pensado como un
desorden adquirido a través del aprendizaje por
condicionamiento clásico y operante, en personas con una
predisposición biológica.
El
capítulo V del DSM-IV (1994-2000) y CIE-10 (1992) es el fruto
de un trabajo riguroso llevado a cabo por profesionales de todo el
mundo tratando de obtener un amplio consenso. Esto ha sido muy útil
para aumentar la congruencia, y reducir las diferencias entre ambas
clasificaciones, proporcionando criterios diagnósticos para
aumentar la fiabilidad de los juicios clínicos. A
partir de ese momento, el TOC es conceptualizado como una entidad
nosológica discreta dentro del amplio capítulo de los
trastornos de ansiedad; hasta que en las últimas versiones de
ambos sistemas clasificatorios DSM 5 (2013) y CIE-11 (2018), en base
a las investigaciones publicadas en los últimos 20 años,
se lo incluye en un capítulo propio, dando cuenta de la
heterogeneidad del TOC y su espectro (EOC).
Tanto
la literatura norteamericana publicada que, en general, se supone
representa el "estándar de facto" teniendo
carácter normativo, como el "sistema europeo", que
sigue las tradiciones específicas de la psiquiatría
europea y tiene más bien "carácter"
(Gutierrez Miras et al., 2015), consideran que el TOC se caracteriza
por la presencia de obsesiones y/o compulsiones. Asimismo, los
trastornos del denominado Espectro Obsesivo Compulsivo (EOC) son un
grupo de entidades diagnósticas que se entienden y
conceptualizan teniendo como eje principal al TOC.
Los
diagnósticos pertenecientes al EOC presentan unos con otros,
por un lado, similitudes respecto al TOC, y por el otro, diferencias,
que los vuelven entidades diagnósticas diferenciadas. Dentro
de las similitudes, se observa que los diagnósticos incluidos
en el EOC comparten un perfil somático, que está
constituido por obsesiones o conductas repetitivas; características
asociadas, tales como la demografía, el curso clínico,
y la historia familiar; así como también una
neurobiología, etiología y respuesta a terapias
cognitivo-conductuales y farmacoterapia específicas. Desde
la investigación clínica, la hipótesis del
espectro implica moverse de la clasificación categorial por
conjunto de síntomas hacia una clasificación basada en
una presunta patogénesis abarcadora de distintos síndromes
o trastornos (Pérez
Rivera y Borda, 2017).
Resumidamente,
el EOC es una serie de trastornos que comparten la presencia de
obsesiones y/o compulsiones y que pueden ser agrupados de acuerdo al
foco de su sintomatología, siendo éstos: preocupaciones
centradas en el cuerpo o imagen, el control de los impulsos o
trastornos neurológicos (Allen, King, y Hollander, 2003).
Otros postulan que los trastornos del EOC pueden ser vistos como en
un continuum que
va desde la compulsividad a la impulsividad, caracterizándose
los del polo compulsivo por una evitación al daño y al
riesgo; y los del polo impulsivo por la búsqueda de riesgos
(Allen, King y Hollander 2003). Fenómenos
cognitivos tales como obsesiones, pensamientos y preocupaciones
intrusivas son fundamentales para un subconjunto de estas condiciones
(es decir, Trastorno Obsesivo-Compulsivo, Trastorno Dismórfico
Corporal, Hipocondría y Trastorno de Referencia Olfativa) y se
acompañan de comportamientos repetitivos relacionados. El
Trastorno de Acumulación no está asociado con
pensamientos intrusivos no deseados, sino que se caracteriza por una
necesidad compulsiva de acumular posesiones y angustia relacionadas
con su descarte. También se incluyen en la agrupación
trastornos del comportamiento repetitivo centrados en el cuerpo, que
se caracterizan principalmente por acciones recurrentes y habituales
dirigidas a la epidermis y carecen de un aspecto cognitivo prominente
(Tricotilomanía y Trastorno de Escoriación). Los
síntomas en todos los trastornos, resultan en una angustia
significativa o un deterioro significativo en las áreas de
funcionamiento personal, familiar, social, educativo, ocupacional u
otras áreas importantes.
Esencia
del TOC: fenomenología a la clínica
La
Terapia Cognitiva-Conductual (TCC) contribuye y refina los aportes
históricos y diagnósticos del TOC (obsesiones y
compulsiones), exponiendo un hecho fundamental: el mecanismo de
mantenimiento de este trastorno
adquirido es a través de un doble proceso de aprendizaje (por
condicionamiento clásico y operante) en pacientes que
presentan una predisposición biológica (Borda, 2006).
Las
ideas obsesivas son generadoras de ansiedad/depresión/asco; y
las estrategias reductoras de dicho malestar son los rituales,
compulsiones o conductas de evitación (Foa, Yadin, y Lichner,
2012). Minuciosamente, una
sensación de ansiedad o asco a un estímulo o situación
es adquirida por condicionamiento clásico; las obsesiones son
intentos de dar sentido a la asociación estímulo-situación
por el afecto de malestar. Luego, las estrategias de neutralización
son adquiridas por aprendizaje por condicionamiento operante, ya que
éstas funcionan aliviando el malestar.
La
teoría del aprendizaje por condicionamiento clásico y
operante, hacen imprescindible redimir el concepto de HÁBITO,
para comprender la dificultad que nuestros pacientes deben superar.
En la conducta humana persisten un gran número de patrones
instintivos, aunque, por su capacidad de racionalización, gran
parte de la vida instintiva del ser humano ha sufrido un proceso de
complejidad, mezclándose auténticos instintos con
conductas voluntarias o hábitos, que
nuestra consciencia o la de otros decidieron que son actividades
positivas y las repetimos hasta que parezcan automáticas. La
dificultad de abandonar la realización de las conductas de
neutralización, también se explica en su característica
de hábito fuerte, es decir, se
desarrollan al menos una vez por semana, por lo cual la intensión
consciente, que permite predecir el comportamiento, está
disminuida. Los hábitos de pensamiento y físicos pueden
ser automáticamente activados por personas o cosas a nuestro
alrededor. Además, los
hábitos relacionados con la supervivencia, son
"inconscientes" automáticos, o sea, se mantienen
vigentes aunque nuestra mente este distraída.
Las
obsesiones y compulsiones pueden adquirir diversas formas. Es
importante resaltar que muchos pacientes tienen más de un tipo
de obsesiones y compulsiones, por lo cual, la lista de los fenotipos,
no se traduce perfectamente en los tipos de pacientes. La
interacción
o círculo vicioso
entre los componentes diagnósticos aprendidos son el cimiento
del tratamiento de primera línea según las guías
de consenso internacional de tratamiento (APA, 2007; NICE, 2005),
libros y artículos de personalidades destacadas en el estudio
del TOC (Abramowitz, 2009; Derisley, Heyman, Robinson, y Turner,
2008; Einstein y Menzies, 2004; Foa et al., 2012; McKay et al., 2015;
Riggs y Foa, 1993; Neziroglu et al., 2006; Pourdon y Clark, 2005;
Rego, 2016; Wilhelm y Steketee, 2006). Es de crucial importancia que
los clínicos conozcan el
modo idiosincrático en
que el paciente relaciona las conductas de seguridad con los
estímulos obsesivos y los patrones disfuncionales de
pensamiento; así como también la cualidad temporal
del alivio que las compulsiones generan, reforzando así la
veracidad del contenido de las obsesiones y la utilidad imperiosa de
responder con compulsiones y/o rituales. Los
factores gatillos o disparadores más estudiados en TOC son:
situaciones estresantes (Horowitz, 1975), cambios de humor (Freeston,
Rhéaume, y
Ladouceur,
1996), embarazo y parto (Neziroglu, Anemone, y Yaryura-Tobias, 1992)
situaciones de mayor responsabilidad (Salkovskis, 1999) y situaciones
con altos niveles de incertidumbre.
Queremos
hacer especial hincapié en que es
el mecanismo y no la forma o contenido del síntoma lo que
define la topología del trastorno.
Por ello, consideramos obsesión o "patrón
cognitivo" al elemento que siempre favorece la aparición
del "patrón afectivo" de malestar; y compulsiones
o "patrón conductual mental o físico" a
aquello que el paciente haga o no haga, con la finalidad de intentar
neutralizar, controlar o disminuir dicho malestar {ver
Figura 1}.
Avanzando
prolijamente sobre los elementos involucrados en el TOC, comenzaremos
con la conceptualización
del PATRÓN
COGNITIVO (Pérez
Rivera y Borda, 2017). Éste puede adquirir distintas formas
(pensamientos, imágenes y/o sensaciones) y contenidos (que
reflejan
temores que acompañan el ciclo vital del paciente, son
desagradables y/o mórbidos; están vinculados con
aquello que consideran más importante, cuestiones que valoran
o atesoran más: la salud, la familia, la religión, el
trabajo o la escuela, las relaciones interpersonales, y/o su
reputación personal. Sabemos que las obsesiones son reflejo de
un estilo
de pensamiento mágico,
donde existe la creencia de que nuestras ideas pueden actuar creando
o deshaciendo eventos específicos. También, pueden
implicar la anticipación
de consecuencias negativas, si
uno se expone a las situaciones que desencadenan aquellas y/o no
lleva a cabo alguna acción protectora (compulsión,
etc.). Conviene señalar que una obsesión no siempre
implica miedo a un daño específico; un tercio de los
pacientes informan una noción vaga del daño ("algo
malo le sucederá a mi hijo") o dicen experimentar
simplemente un malestar que
no pueden tolerar si no llevan a cabo el ritual. Así, un
paciente puede experimentar un intenso malestar ante cosas
desordenadas o asimétricas sin anticipar consecuencias nocivas
por el estado de desorden; mientras que otro paciente puede pensar
que si no ordena o pone bien las cosas, él o su familia
sufrirán un accidente Los fenómenos sensoriales
visuales, auditivos, táctiles o sensoperceptivos, del tipo
"siento como si estuviesen sucias", "siento que
alguien se metió dentro mío", también
pueden ser formas que adquiere la obsesión en este trastorno.
El
patrón cognitivo se define por su carácter intrusivo,
no deseado, incontrolable, no característico de esa persona, y
por involucrar resistencia (Pourdon y Clark, 2005). Los errores
cognitivos típicos en las personas con TOC y que los conducen
a interpretar de una forma errónea los pensamientos intrusivos
normales, son: la importancia excesiva del pensamiento, la necesidad
de certeza, el control de los pensamientos, la responsabilidad
exagerada, consecuencias del malestar y miedo
a las experiencias positivas;
y otras asociadas pero no especificas al TOC dado que se presentan en
otras patologías que son la sobreestimación del peligro
y el perfeccionismo (OCDWG, 1997; Pérez Rivera y Borda, 2017).
Consideramos
de magnitud, rescatar la crucial importancia del PATRON
AFECTIVO en el TOC. Cabe
resaltar que dicho factor no aparece como elemento diagnostico ni en
DSM V ni CIE 11. La
aparición y/o contenido del patrón cognitivo, se
encuentra acompañada del componente afectivo de malestar
(ansiedad, asco o distraes) que denominaremos PATRÓN
AFECTIVO (Pérez
Rivera y Borda, 2017). El
TOC desde sus primeras descripciones fue catalogado como neurosis de
origen emocional y se lo definió como la expresión de
una lesión funcional del Sistema Nervioso Autónomo,
como postuló Morel, debido a causas psicodinámicas
según la teoría de Freud, o como una psicastenia de
base psicofisiológica como lo propuso Janet. En la segunda
mitad del siglo XX, se lo clasificó como un trastorno de
ansiedad (DSM-III y IV) y dentro de los trastornos neuróticos
secundarios a situaciones estresantes (CIE-10). Sin embargo, la
mayoría de las investigaciones de los últimos 10 años
sobre TOC, estudiaron principalmente el componente cognitivo y
mecanismo de mantenimiento de los síntomas (Barahona-Corrêa,
Bugalho, Guimarães, y Xavier,
2011).
La
experiencia clínica de los autores, permite afirmar que el
patrón afectivo negativo atraviesa el TOC; el
TOC es un trastorno afectivo, no solo cognitivo y conductual.
El TOC es sustancialmente un trastorno emocional. Las enfermedades
psiquiátricas más devastadoras (por ejemplo: depresión,
esquizofrenia y trastornos afectivos) involucran desórdenes
emocionales (Kandel, 2007). Éstos, pueden ser analizados desde
el modelo de triple vulnerabilidad: biológica, psicológica
general y psicológica especifica (Barlow 1993, 1998; Garcia
Soriano, Clark, Belloch, del Palacio, y Castañeiras, 2012).
Actualmente,
hay consenso en considerar que las emociones constituyen una serie de
mecanismos corporales desarrollados durante la historia evolutiva de
los organismos (filogenia), susceptibles de modificarse -al menos en
parte- mediante el aprendizaje y la experiencia (ontogenia) y cuyo
principal objetivo es aumentar la homeostasis, la supervivencia y el
bienestar del organismo (Adolphs, 2002). Las emociones nos mueven
hacia aquello que se evalúa como agradable, y nos apartan de
lo que nos resulta aversivo, adquiriendo un papel fundamental en la
toma de decisiones y la solución de conflictos. Así,
las reacciones emocionales resultan de especial utilidad cuando nos
enfrentamos a información variada e incompleta, o a
situaciones demasiado difíciles como para ser resueltas
exclusivamente a través de razonamientos.
La
principal función del cerebro es satisfacer instintos
básicos de la supervivencia -el
deseo sexual, la búsqueda de comida y resguardo y las
respuestas agresivas tipo «pelea-o-huida»-. La teoría
evolutiva del cerebro triúnico de Paul Mc Lean, podría
ser útil para comprender la interrelación de los
componentes centrales (patrón cognitivo + patrón
afectivo + patrón conductual) y las alteraciones
neurobiológicas del TOC. Sintéticamente,
el cerebro humano es en realidad tres cerebros en uno: el reptiliano,
el sistema límbico y
la neocorteza.
El cerebro
reptil,
que comprende el tallo
cerebral,
regula los elementos básicos de supervivencia,
es compulsivo y estereotipado. El conjunto de núcleos
cerebrales que regulan las emociones forman el Sistema Límbico
(área tegmental ventral, núcleo accumbens, hipocampo,
núcleos septales laterales, corteza frontal). Recientemente,
otras estructuras han sido adicionadas al sistema límbico
tradicional (Andrewes, 2001). Éstas son la amígdala y
la corteza orbito-frontal. El sistema límbico junto con las
estructuras de la corteza frontal, procesan los estímulos
emocionales y los integran a funciones cerebrales complejas, las
cuales incluyen: decisiones racionales, expresión e
interpretación de conductas sociales e incluso la generación
de juicios morales, entendiéndose estos últimos como
los actos mentales que afirman o niegan el valor moral frente a una
situación, pensamiento o comportamiento (Kandel, 2007).
La neocorteza,
especifica a la especie humana, regula emociones específicas
basadas en las percepciones e interpretaciones del mundo inmediato.
La evolución del cerebro paleomamífero (sistema
límbico) fue por tanto visto como algo que libera a los
animales de la expresión estereotipada de los instintos
dictada por el cerebro reptil. El cerebro neomamífero añadió
entonces mayor flexibilidad a la conducta emocional instintiva al
habilitar a los sujetos para basar la conducta emocional en procesos
interpretativos complejos y utilizar la solución de problemas
y la planificación a largo plazo en la expresión de las
emociones.
En
el TOC, se podría ultimar una desregulación de los tres
cerebros, por lo cual, debido al contenido del componente cognitivo
(pensamientos y/o imágenes),
se desarrollan las emociones de ansiedad, asco y distrés, que
posteriormente son neutralizadas con conductas específicas
(componente conductual). Asimismo, las emociones básicas que
se activan ante determinadas situaciones, por su naturaleza de poner
en riesgo la supervivencia, apremia conductas de protección
(rituales, compulsiones, conductas de evitación y/o
estrategias de neutralización).
Siguiendo
con el concepto del TOC como un trastorno afectivo, observamos que
tanto el sentimiento de ansiedad como el de asco son sentimientos
básicos, adaptativos, filogenéticamente preparados y
ligados al instinto básico de supervivencia (Pérez
Rivera y Borda, 2017). La
evolución parece haber determinado que el organismo responda
de forma selectiva a ciertos estímulos potencialmente
"asquerosos" (objetos, olores, etc.) con objeto de
prevenir la contaminación y la enfermedad (se ha dicho que el
asco es el guardián de nuestro cuerpo). También de
forma similar a las respuestas de ansiedad, las respuestas de asco
son muy fáciles de adquirir y muy difíciles de
eliminar. Aunque a veces las respuestas de ansiedad y de asco puedan
parecer análogas (ambas incluyen la evitación y/o
escape), fisiológicamente son claramente distintos. Más
aun, la respuesta del sistema nervioso autónomo, es casi
opuesta (Taboas, Ojserkis, y McKay, 2015). En
el caso del TOC, las reacciones negativas adaptativas de ansiedad y
de asco viran por su nivel cuantitativo y cualitativo hacia lo
patológico (Pérez Rivera y Borda, 2017). Así,
surge la necesidad imperiosa de hacer algo para reducir el malestar
afectivo y hacer frente a los pensamientos obsesivos.
Los
patrones cognitivos y afectivos del TOC, más allá de su
cualidad, siempre provocan patrones
conductuales
{ver Figura 2}.
En
el caso del TOC, las conductas de este tipo (compulsiones, rituales
y/o conductas de evitación) son rígidas, repetitivas,
intencionales, obligatorias, incontrolables y tranquilizadoras
(Pourdon y Clark, 2005). Asimismo, pueden
ser clasificadas por el carácter de éstas, en físicas
o mentales. La
mayoría de la bibliografía, emplea los términos
de ritual,
compulsión y conducta de evitación como sinónimos.
Por razones clínicas, nosotros creemos fundamental esclarecer
los conceptos. Ritual hace hincapié en el modo de la conducta
manifiesta o encubierta, es decir, al patrón
rígido y secuencia de pasos o etapas con un principio y un
final bien definido. Compulsión hace especial referencia a la
necesidad imperiosa de la conducta manifiesta o encubierta, de ser
realizada. Conductas de evitación son los modos de eludir el
contacto con situaciones o estímulos que pudieran desencadenar
el malestar obsesivo.
Continuando
con la descripción de los componentes del TOC, los PATRONES
CONDUCTUALES
del TOC, por su función, pueden ser englobados bajo el título
de estrategias
de neutralización.
Éstas son llevadas a cabo en forma repetitiva, siguiendo
reglas específicas, cuya finalidad no es proporcionar placer,
sino prevenir o reducir el malestar (o el aumento de éste) o
prevenir algún acontecimiento o situación temida
(p.ej., consecuencias desastrosas como matar a alguien o ir al
infierno). Esas
conductas no son aprendidas por ensayo y error, sino que respetan
pautas establecidas por su creador; no
están conectadas de forma realista, con aquello que pretenden
neutralizar o prevenir o bien, son claramente excesivas.
Tratamiento
de Primera Línea del TOC: Ciencia + Arte
Actualmente,
la
TCC del TOC se basa en la aplicación de la estrategia de
exposición (EX:
implica
ayudar al paciente a confrontar situaciones (estímulos
internos o externos) que le desencadenan sus pensamientos obsesivos)
y
prevención de la respuesta (PR:
implica
instruir al paciente de abstenerse de realizar cualquier conducta o
pensamiento (activa o pasiva, mental o física) que pueda
prevenir o reducir las consecuencias de desastrosas/temidas/no
deseadas de las obsesiones) (Abramowitz,
2009; APA, 2007; Borda, 2006; Foa et al., 2012; McKay et al., 2015;
Neziroglu
et al., 2006;
NICE, 2005).
EX/PR
es un tratamiento especialmente diseñado para el TOC,
basado en la premisa que las obsesiones son estímulos
condicionados nocivos que provocan una respuesta de neutralización
activa y obligatoria. Esta
herramienta simple en su formulación lógica, es
altamente compleja en su aplicación clínica.
La CONCEPTUALIZACIÓN
DEL CASO,
es quien precisa la ciencia y arte que caracterizan a EX/PR. Como es
de esperar, la mejoría en la calidad de vida de los pacientes
con TOC es fácilmente observable al disminuir los
requerimientos de tiempo y esfuerzo que la realización de las
conductas de neutralización le demandan; el paciente empieza a
disponer de tiempo para disfrutar. Además, EX/PR
no solo rompe el circulo vicioso de TOC, sino que también
disminuye la frecuencia de aparición y el impacto afectivo de
las obsesiones, al tiempo que discute la veracidad del contenido de
las ideas obsesivas (Abramowitz,
2009; Clark, 2005; Foa, Ilaim McCarthy, Shoyer, y Murdock, 1993;
McKay et al., 2015).
Todos
los pacientes con TOC, incluso con buen "insight",
contribuyen al ciclo vicioso del TOC. Refieren comprender
lógicamente la falta de veracidad del contenido de las ideas,
al igual que la falta de necesidad, absurdo o exagerado de las
conductas de neutralización. Sin
embargo, cada vez que el paciente experimenta malestar o necesidad de
llevar a cabo una conducta de neutralización, se observa que
la interpretación errada de las intrusiones y la búsqueda
de una respuesta segura de retorno al equilibrio afectivo, son los
principios que rigen.
Luego, constantemente los pacientes con TOC antes de comenzar el
tratamiento, se sienten obligados a responder de manera que los
componentes afectivos y conductuales del TOC sean respetados.
Luego,
como muestra la figura 3, es muy importante PSICOEDUCAR
a
nuestros pacientes sobre el hecho de que las compulsiones, rituales
y/o conductas de evitación parecen
automáticas, pero en realidad se ejecutan deliberadamente,
luego de la URGENCIA DE
RESPONDER. Son
conductas que se imponen a la persona con una frecuencia excesiva y
que permiten recobrar de un modo temporal la sensación de
alivio, dado que las mismas disminuyen la sensación de
malestar, reforzando el contenido del patrón cognitivo. {Ver Figura 3}
Con
la TCC, enseñamos una forma alternativa y superadora de
responder ante las intrusiones obsesivas, que seguramente alguna vez
en forma aislada e involuntariamente, el paciente ya realizó.
El
tratamiento de elección es la EX a los estímulos que
provocan ansiedad a fin de que tenga lugar un proceso de habituación;
y la PR de
La
combinación de las herramientas de EX y PR (EX/PR), es el
tratamiento cognitivo-conductual de elección para el TOC (Foa
et al., 2012). Es importante transmitir esta información a los
pacientes, especialmente cuando están experimentando
dificultad de abstenerse de realizar las conductas de neutralización
y/o participar activamente en los procesos de exposición
durante y entre las sesiones.
Años
de investigación han comprobado que los
sentimientos negativos asociados a las obsesiones se disipan solos
sin la necesidad de realizar ritual alguno, ya que: tratar de
eliminar un pensamiento aumenta la sensibilidad al mismo (la búsqueda
de control aumenta la focalización). La realización de
las conductas neutralizadoras no permite comprobar qué
sucedería con el afecto negativo si no las llevaran a cabo; y
finalmente, todos los sentimientos, incluso los agradables, se
disipan por si mismos (Pourdon y Clark, 2005). Entonces,
con EX/PR, bloqueamos (extinguimos) las conductas neutralizadoras que
refuerzan y mantienen en el tiempo la preocupación obsesiva,
facilitando así el proceso de habituación al malestar.
La
habituación en el tratamiento del TOC, permite aprender a
tolerar las emociones.
En
detalle, a través de procedimientos de EX
y PR,
los pacientes confrontan reiteradamente los estímulos temidos,
bajo condiciones controladas, con la ganancia de disipar o extinguir
los miedos y adquirir una sensación de seguridad en presencia
del estímulo. Durante la fase de evaluación, los
pacientes REGISTRAN
dichas situaciones o estímulos que favorecen la aparición
de los síntomas típicos del TOC. Es importante recalcar
que, la intervención efectiva implica, una EX
repetida y prolongada (de
90 a 120 minutos) a las situaciones y pensamientos que producen
malestar; al mismo tiempo el paciente debe abstenerse completamente
(PR
total)
de llevar a cabo las conductas de neutralización a pesar del
fuerte requerimiento experimentado (Foa et al., 2012; McKay et al.,
2015; Neziroglu et al., 2006). De este modo, la EX proporciona una
información que desconfirma las asociaciones y creencias
erróneas del paciente (p.ej., que sin rituales la ansiedad
permanecerá y ocurrirán las consecuencias temidas) y
promueve la habituación del malestar, al extinguir el
reforzamiento que las estrategias de neutralización favorecen.
En consecuencia se reducen de modo estable y permanente los tres
componentes que conforman el TOC.
La
habituación,
es un fenómeno del sistema nervioso, en el cual hay una
disminución en la respuesta a un estímulo cuando el
estímulo se presenta repetidamente durante un largo período
de tiempo (McSweeney y Swindell, 2002; Storsve, McNally, y
Richardson, 2010); este disminución en la respuesta no es
atribuible a cambios en la excitabilidad de las terminales aferentes
(Groves y Thompson, 1970) ni a la excitabilidad de la motoneurona
(Spence, 1966). Por esto, la habituación debe ser considerada
como un proceso central independiente de factores como la adaptación
sensorial, la fatiga o procesos de retroalimentación
inhibitoria eléctrica (Orsini y Maren, 2010).
La
habituación es la disminución y eventual desaparición
de reacciones como consecuencia de su repetición, como una
adaptación negativa, en la cual el organismo aprende a no
responder aunque haya un requerimiento conductual proveniente de la
experiencia. Domjan (1983) propone que la habituación es la
disposición decreciente del organismo para responder como
resultado de una estimulación repetida; es decir, el
sujeto deja de responder a un estímulo aunque siga siendo
capaz totalmente de percibirlo y esté en condiciones de
realizar la respuesta.
La respuesta habitual deja de darse porque los impulsos neurológicos
sensoriales no se transmiten a las neuronas motoras en base a un
proceso neurológico de habituación. La
habituación de la actividad celular ocurre en la formación
reticular del tallo cerebral (Groves y Thompson, 1970; Orsini y
Maren, 2010). Clínicamente
la habituación se observa cuando la necesidad de responder
(componente conductual del TOC) y los niveles de ansiedad del
paciente, disminuye en forma natural durante la EX/PR.
Hay
una considerable evidencia de que la
habituación no es un fenómeno transitorio,
pues puede llegar a presentar una retención al menos parcial
de varios días o incluso semanas (Carew, Pinsker, y Kandel,
1972). La retención a veces prolongada de la habituación
en los pacientes bajo tratamiento de EX/PR hizo pensar (Kozac y Foa,
1997) que además del decremento observado inmediatamente, es
decir, durante el entrenamiento, habría que considerar un
efecto a más largo plazo. En el caso de la habituación
a largo plazo, la disminución de la respuesta se supone es
producida por la exposición a estímulos ambientales,
previamente asociados al estímulo habituador, que provocan una
pre-representación en la memoria a corto plazo en el momento
de su nueva presentación, convirtiéndole en un
estímulo esperado (Wagner,
1978).
La
habituación entendida como aprender a no responder, representa
un cambio en la conducta que debe ser considerado un aprendizaje en
el sentido que normalmente damos a este concepto.
{Ver Figura 4}
Único
Factor Pronóstico del Tratamiento
Actualmente,
estudios científicos sofisticados destacan que la efectividad
del tratamiento TCC- EX/PR, depende principalmente del modo en que es
aplicado. La
importancia crucial de saber las herramientas
cognitivas-conductuales, no es suficiente para alcanzar los mejores
resultados. Simplemente, no
existe tratamiento cognitivo-conductual del TOC sin ALIANZA
TERAPÉUTICA.
La
relación terapéutica es una verdadera alianza de
trabajo; se define como el vínculo emocional entre paciente y
terapeuta que permite trabajar en colaboración y
focalizadamente hacia la funcionalidad del paciente (Foa et al.,
2012). Además, el rumbo del proceso
de tratamiento, es la búsqueda de un cambio significativo
desde el punto de vista clínico (disminución de los
síntomas) y de validación social (funcionalidad –
estándares sociales); transferido a la vida diaria y
generalizado a diferentes aspectos de la vida del paciente; y
durables en el tiempo (los cambios deben mantenerse por años).
El programa de tratamiento es estandarizado en el sentido de que
todos los pacientes deben recibir EX/PR (Franklin y Foa, 2011;
Neziroglu et al., 2006; Pietrabissa et al., 2016). De igual manera,
es individualizado
en el sentido de las formas que EX/PR adquiere.
En detalle los resultados esperados son: la sustitución de las
evaluaciones erróneas por una visión equilibrada del
significado de una obsesión; prevenir o eliminar cualquier
estrategia de neutralización (compulsiones, rituales y/o
conductas de evitación abiertas o encubiertas); aprender que
las obsesiones, más allá del contenido desagradable o
bizarro, pueden ser dejadas de lado, sin ninguna consecuencia
negativa para la persona o terceros; y que el afecto negativo intenso
que desencadena el contenido de las obsesiones, disminuye por sí
mismo, gracias al fenómeno de habituación. La
disminución en la frecuencia, duración e intensidad de
los síntomas primarios y la mejora en la calidad de vida, son
la fehaciente constatación de los efectos del tratamiento
(Franklin y Foa, 2011; McKay et al., 2015).
Todo
tratamiento eficaz del TOC debe ser personalizado. Para
ello, requiere ser iniciado con una evaluación sistemática
y del significado funcional en el sistema social del paciente, de los
síntomas obsesivos-compulsivos. La conceptualización
del caso favorece la alianza terapéutica con el paciente y la
familia, y permite planificar los ejercicios terapéuticos
(EX/PR) en tiempo y forma, que mejor reflejen la función
intra-individual e inter-personal de los síntomas, que a veces
son desadaptativos y otras veces medidas de protección.
Dado
la implicancia neurálgica para el éxito de tratamiento,
queremos extremar lo fundamental
que es para los pacientes tener
acceso a un tratamiento apropiado a sus necesidades.
La aplicación de tratamientos adecuados en cuanto a intensidad
y especificidad, es altamente recomendable para evitar deterioros
innecesarios hacia la cronicidad, inhabilidad, intransigencia
sintomática y "TOC resistentes". Los expertos
sugieren programas o modelos de educación continua con
supervisores calificados, para optimizar la recuperación de
los pacientes (Sookman, 2016).
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