"La
autoconciencia es nuestro don supremo, una joya tan preciosa como la
vida misma. La que nos hace propiamente humanos. Pero lleva el más
alto costo de todos los costos: la herida de la mortalidad."
Irvin D. Yalom (2009)
"Solo
sé que no sé nada",
asevera Platón en
el Menón acerca de lo expresado por Sócrates,
para referirse a que su maestro no está diciendo que no sabe
nada, sino que no se puede conocer algo con absoluta y total certeza.
Aquella seminal aseveración ateniense nos detiene a
reflexionar acerca de la naturaleza del conocimiento, pero también
sobre cuál es el proceso mismo de ese conocer. No cabe duda de
la ironía que conlleva su célebre frase, la que
condensa la referencia a una particular destreza, quizás la
más importante habilidad de que disponemos los seres humanos:
la capacidad de evaluar a las propias capacidades: Auto referirse
(Zelazo, 2007).
A
lo largo de la gran tradición filosófica, el término
conciencia ha tenido múltiples significados. Desde el
conocimiento gnóstico-objetivo del mundo, pasando por el
reconocimiento que el hombre tiene de sus propios estados como
aspectos subjetivados, hasta la actitud de retorno a sí mismo
como auto implicado. El sujeto siente, sabe y conoce. Es por ello que
muchos filósofos, consideran que la filosofía no es
otra cosa que el análisis de la conciencia. En Descartes, la
conciencia del pensar será la "auto" evidencia de
su existir. Para Kant fue imprescindible distinguir la conciencia
discursiva de la conciencia intuitiva, a fin de intelegir el
conocimiento de lo inmanente del conocimiento de lo trascendente.
Posteriormente la filosofía post Kantiana diverge en múltiples
caminos, pero jamás abandona su consideración; Hegel
con el desarrollo del espíritu como autoconciencia, los
fenomenólogos privilegiando a "lo vivido", Bergson
pensando la noción de conciencia como un principio creador de
la realidad, etc.
Fue
un procedimiento iniciado por Freud que él denominó
Introspección Psicoanalítica, el que permitió al
ciudadano corriente indagar acerca de su propia conciencia,
inaugurando lo que posteriormente terminó consolidándose
como praxis psicoterapéutica. Así, muchas han sido las
técnicas que se fueron incorporando desde entonces. Solo por
mencionar algunas diseminadas: el insight, el "darse cuenta"
gestáltico, el registro diario de pensamientos automáticos
y su reestructuración cognitiva propia de la Terapia Cognitiva
Conductual. Todos conceptos labrados en diferentes metateorías,
pero que, no obstante, aluden al mismo mecanismo: la capacidad de
reflexionar sistemáticamente sobre los propios procesos
mentales. Es por ello que podemos afirmar hoy día, que toda
Psicoterapia trabaja con procesos metacognitivos y que dichos
procesos son una función fisiológica del Sistema
Nervioso Central humano: la conciencia reflexiva o autoconciencia.
Etimológicamente
conciencia
proviene del latín: cum; con, scio; conozco, y cumscio,
"conozco junto a…". Es importante distinguir en el
idioma inglés, así como en el alemán los
términos: Conscious (Gewissen), como estar consciente de
adquirir experiencias, del otro término: Consciousness
(Bewusstein), referido al entendimiento, la conciencia reflexiva y al
"sí mismo como objeto de conocimiento". Locke fue
quien se refirió a la self-consciousness como conciencia de la
propia identidad, cómo uno es el objeto de la propia
observación. Diferente es el uso de la expresión: self
awareness, referida a la percatación de sí mismo
corporalmente, del siguiente: aware of awareness, o sea concibiéndose
uno mismo como sujeto consciente de la experiencia. La habilidad de
reflejar la propia percatación, en tanto una percatación
de segundo orden, sería el fenómeno denominado
autoconsciente (Beitman, 2004).
¿Por
qué tanta profusión terminológica? Los registros
históricos más antiguos demuestran el gran interés
que la humanidad ha tenido en sí misma. El proceso de
auto-reflexión inevitablemente conllevó el cuestionarse
acerca del origen de la condición humana, la esencia de la
humanidad como un colectivo y por supuesto, su singular destino
reservado. Se sabe gracias a la antropología, que el Homo
Sapiens Sapiens eligió la cooperación solidaria para
sobrevivir. El poder ayudarse entre congéneres potenció
su adaptabilidad, ya que su constitución, carente de recursos
defensivos como lo son los grandes caninos, unas garras o una
cornamenta, requirió el entrar al alma del prójimo,
conocer sus sentimientos e intenciones. Ello solo pudo ser gracias al
desarrollo de un sistema nervioso altamente complejo en aptitudes
sociales, y que, entre otras cosas, posibilitó desarrollar el
altruismo y la compasión.
Nuestro
antecesor, el Homo Erectus, fue quien con su aporte en el dominio del
fuego pudo expandirse "fuera de África",
probablemente sofisticando su conciencia exploradora. A la vez que
dejaron el legado a sus descendientes, los Homo Sapiens, la facilidad
para la adquisición del lenguaje, con su enorme potencial para
desplegar abstracciones. Estos últimos supieron manejar su
conciencia basal y percatarse de la finitud de la vida. Se presupone
este saber, pues enterraban a sus muertos. Fue la gran capacidad
comunicativa la que conformó una nueva dimensión de la
realidad, el universo simbólico. Esa dimensión
simbólica retro-actuó, en y con las mismas funciones
mentales superiores de estos primates antropoides, complejizándolas
para dar lugar a la capacidad que caracterizamos como autoconsciente.
Advino entonces el último gran salto evolutivo en la serie de
los homínidos hace 40.000 años, The Great Leap. El Homo
Sapiens Sapiens ya meditaba, especulaba, embellecía y se
preguntaba ¿Qué y cómo es el conocer? Poseía
conciencia sopho-estética, es decir conocimiento.
Bases
cerebrales de la conciencia
En
1990, cuando se declara la década del cerebro, la comunidad
neurocientífica estipula que el estudio de las bases
cerebrales de la conciencia pasaba a constituirse en <La
última frontera del conocimiento humano>.
Ello se debía, por un lado, al desarrollo de recientes y
sofisticadas técnicas de generación de imágenes
del S.N.C, R.M.N funcional, S.P.E.C.T, etc.; y, por otro lado, porque
estudiantes educados en la década del 60, alcanzaron puestos
de poder en los distintos departamentos de ciencia cognitiva y habían
explorado en su propia corporalidad estados alterados de conciencia.
Ni
el más acérrimo dualista se atrevería en la
actualidad a refutar el hecho de que la conciencia en tanto vivencias
referidas al cuerpo, la identidad, el control y la localización
corporal no depende de un sustrato material, el Sistema Nervioso
Central, y de la integridad de su funcionamiento biológico
(Baars, 1993, 1998).
Su
adecuado funcionamiento supone siempre la involucración del
tálamo y de la corteza hemisférica, así como
también de las vías neuromoduladoras troncales
interactuando conjuntamente en el sistema activador reticular troncal
extendido.
La
conciencia conforma fenomenológicamente en vigilia, una unidad
en función continua (no se vivencia en sucesión
discontinua) abierta y selectiva. Si bien se alterna con el dormir,
se deben distinguir entre sí, tres fenómenos muy
diferentes ligados a ella. La vigilancia, como estado intransitivo
que, variando en grados, oscila en intensidades diurnas. La atención
selectiva, por el otro lado, que selecciona acorde a un filtrado
diferenciador, los contenidos y objetos de conciencia. Y por último
el acceso consciente propiamente dicho, en tanto toma de posesión,
o como solemos expresarlo verbalmente, "el tener en mente"
el objeto/contenido en cuestión.
Es
una actividad integrada, en tanto excitaciones reverberantes
sincrónicas neuronales tálamo-corticales, que se
organiza como un sistema altamente complejo y auto organizado con
múltiples módulos y vías interactuantes a partir
de bucles de retroalimentación. Masiva, propagada y
distribuida, la conciencia posee una función integradora de la
información en el tiempo, organizada en rangos de jerarquía.
Funciona en dinámica no lineal, ya que cambia sus contenidos
con diversidad y en diferentes grados de libertad. A mayor
complejidad, mayor repertorio de estados posibles.
Como
mencionamos anteriormente, la conciencia funciona como un todo
integrado en múltiples niveles de actividad, mediada en red y
con centros o hubs de tránsito de información.
Subconjuntos de redes que coalesen en un único complejo. Es
por ello extremadamente lábil y muy perturbable por noxas o
estímulos desmesurados.
El
desarrollo de marcadores empíricos de esta capacidad
sincrónica y coherente fue un notable avance de la ciencia,
con implicancias clínicas y neurológicas
importantísimas. Como fue por ej. la detección
electrofisiológica de la onda P300 (Dehaene, 2014) que nos
permitió medir cuánto tiempo toma un episodio discreto
de conciencia: 500 mseg.
Así
es como finalmente surge esta majestuosa aptitud que podemos reportar
verbalmente. La que nos posibilita "ver", "identificar",
"reconocer" una realidad dada o mejor dicho un modelo del
mundo. Porque la conciencia, no deja de ser un fenómeno
emergente de todas estas dinámicas enumeradas, y como tal, un
proceso creativo de reconstrucción de la realidad, que da
lugar a la experiencia subjetiva referida en primera persona.
Para
expresarlo de un modo gráfico y poder comprender
metafóricamente a la conciencia, podríamos
representarnos al tálamo como un "proyector de
imágenes", o sea, un umbral sincronizador que
permanentemente proyecta sus imágenes en "una pantalla
iluminada" representada por la corteza cerebral. Claro que, con
una particularidad: también es el cortex el que procesa
información detallada y que retro actúa con el mismo
tálamo en loops reverberantes. Configura una onda que barre
continuamente y ensambla de forma anteroposterior a cada hemisferio,
posibilitando de esta manera la integración funcional de
ambos: el complejo tálamo-cortical. A la que se denominó
frecuencia gamma en el registro electroencefalográfico
(Llinás, 2002).
En
la actualidad se plantean dos grandes teorías en el estudio de
las bases cerebrales de la conciencia. La Teoría del Espacio
de Trabajo Neuronal Global (Dehaene, Changeaux, Naccache, Sackur y
Sergent, 2006) y la Teoría de la Información Integrada
(Tononi, 2012).
La
Teoría del Espacio de Trabajo Neuronal Global explica cómo
el contenido de conciencia se hace globalmente disponible como
percatación consciente. Comienza con el procesamiento entre sí
de conexiones de micro-configuraciones iniciales que están
codificadas en diversos módulos. Luego pasan por patrones que,
desconectados en tanto procesadores, se van activando débilmente
pero de forma progresiva, hasta adquirir una fuerte activación
que los hace pre-conscientes. Finalmente se realiza una selección
de información relevante que, con activación
significativa, se amplifica y disemina al resto del SNC, poniéndola
a disposición compartida con el resto del cerebro. La
información entraría en un área de
almacenamiento específico, que se pone a disposición
del resto del cerebro, una selección de acción que se
comparte. Es selección de un subconjunto de procesadores, y
luego, una diseminación flexible de esa información. En
definitiva, es una inteligencia colectiva como resultado de un amplio
intercambio de mensajes entre diferentes áreas cerebrales.
La
Teoría de la Información Integrada postula que los
estados conscientes son extremadamente ricos en información y
se constituyen en una entidad única e integrada con un gran
repertorio de estados diferenciados. La fortaleza de sus postulados
permite medir el tamaño/unidad de ese repertorio vinculado a
una red de interacción causal. Se puede anticipar de esta
manera una hipótesis testeable: a mayor integración,
mayor sinergia combinatoria y, por ende, mayor conciencia.
El
objetivo buscado no es menor. Se intenta determinar si una persona se
encuentra en un estado clínico denominado Estado de Conciencia
Mínima que permite diferenciarlo de un estado vegetativo
(Unresponsive Wakefullness Syndrome) u otros estados comatosos (Koch,
2017). La importancia clínica de esta distinción es muy
relevante.
Pero
¿cómo medir la conciencia? Para ello se estimula el
cerebro con pulsos electromagnéticos gracias a un
magnetoencefalógrafo (MEG) y luego se mide la actividad
eléctrica despertada con un EEG de alta densidad que mide de
10 a 100 electrovolts a las neuronas piramidales corticales en
conducción volumétrica. En un registro de EEG, la
conciencia se evidencia con señales fluctuantes de alto y bajo
voltaje, pero desincronizadas. Técnicamente, se cambia de
canal con estimulación magnética transcraneal que hace
reverberar a la corteza durante 200 pulsos y luego se registra la
nueva actividad en un EEG de alta densidad (con 256 electrodos
secos).
Si
el SNC está despierto (conectividad intacta) muestra un patrón
de alta complejidad y esa diversidad se captura con una medida
matemática que es la que se usa en un algoritmo de compresión
(ZIP): el índice de perturbación de complejidad (PCI).
Si el PCI tiende a 1, luego es máxima la complejidad
registrada. Si el SNC no reacciona a los pulsos magnéticos es
porque la actividad cortical esta suprimida, luego el índice
tenderá a cero.
Se
estableció de esta manera un nivel de corte, el umbral
crítico. La mínima medida de actividad cerebral
compleja, que soporta conciencia: un PCI de 0,31. Por debajo de este
umbral se puede reportar con un buen índice de confiabilidad
que una persona no está conciente (Casarotto, et al., 2016).
Las implicancias clínicas que se derivan de estas
investigaciones son trascendentales en relación a la
estimación de los pronósticos y los tratamientos que se
ofrezcan y realicen los neurólogos a sus pacientes.
Neurodesarrollo
de la conciencia
Cuando
se considera el despliegue progresivo del neurodesarrollo de la
conciencia, se puede constatar que la primera y fundamental
distinción es la realizada entre el propio cuerpo y el entorno
circundante. Vemos como entre los 3 y 6 meses, el control de los
movimientos corporales marca su ritmo y todo lo que brinda un
feedback sensorial será experimentado subjetivamente como "no
del cuerpo" y por ende perteneciente al mundo exterior. Es la
clásica etapa sensoriomotora claramente descripta por Piaget.
Al
año y medio, el niño que ya deambula y posee alguna
competencia lingüística, tiene expresiones simples de
estados globales conscientes prenómicos (Preoperatorios).
Tiene la aptitud del reconocimiento corporal en el espejo, pero ello
es una auto-percatación corporal especular (body self
awareness) no una verdadera autoconciencia.
A
los 18-24 meses, encuentra equivalencias entre las propias acciones y
sus claras contingencias y ello le posibilita una estructuración
del pensamiento en la que comienza a descubrir las relaciones
causa-efecto, más por intuición que por proceso
reflexivo. Se trata de una conducta autodirigida. No obstante, las
consecuencias que se generan en los otros por su personal accionar,
todavía el niño no las evalúa adecuadamente.
Entre
los dos años y los dos años y medio, el lenguaje ya fue
adquirido y realiza una utilización de los pronombres
personales muy precisa, el "yo" diferente del "mi".
Es el comienzo del lenguaje reflexivo y la posibilidad de nombrar
sentimientos sociales, como lo es, por ejemplo, la expresión
"yo tengo vergüenza". Se vivencia él mismo
como expuesto a la reprobación del otro, a ser observado o
descubierto por un otro judicativamente.
Por
entonces es que comienza la segunda distinción fundamental en
el campo de la consciencia: entre "el propio cuerpo material"
y lo vivido como "una realidad mental inmaterial configurada".
Es la experiencia fenoménica de dualismo, propia de la
psicología cotidiana del individuo. La psicología
popular expresaría esto como la presencia de una
auto-conciencia incipiente.
Para
los 3 años y durante los tres siguientes, el niño ya
responde en base a los estados internos de los otros, habiendo
adquirido una Teoría de la Mente plena (Premack y Woodruff,
1978). Al decir de Baron Cohen, el Módulo de la ToM o sea el
conocimiento de estados mentales para predecir estados mentales de
otros, está bien desarrollado y configura claramente
representaciones triádicas: uno, tú y la representación
que tienes tú de él (Baron Cohen y Lombardo, 2013).
Neurobiólogicamente
según Damasio, hay que diferenciar aquella conciencia nuclear
o primaria, "el sentir lo que sucede", de una conciencia
extendida o secundaria. La nuclear es cuando se procesa un
acoplamiento sensorio motor objetivador y se modifica el estado
corporal. La extendida implica una objetivación lingüística
y autobiográfica. (Damasio, 2000).
La
conciencia nuclear se gesta desde un arousal activador troncal, que
mediado por vías no especificas del Sistema Activador
Reticular Ascendente termina involucrando extendidamente a los
tálamos y en particular a sus respectivos núcleos
reticulares. Este sistema funciona como un "reóstato"
y es el que nos despierta y nos marca el ciclo rítmico
sueño-despertar provisto por el fotoperíodo circadiano.
Es la conciencia que evalúan clínicamente los
neurólogos en sus pacientes con la escala de Glasgow, en 15
grados diferentes de niveles, desde la somnolencia hasta el coma
profundo. Cualquier lesión que involucre al S.A.R.A.E.T
afectará su funcionamiento, al igual que lesiones en el
tegmentum pontoencefálico del diencéfalo. También,
esta conciencia nuclear estará afectada si la lesión
fuera bilateral y localizada en ambas cortezas cinguladas anteriores.
La
consciencia extendida o secundaria (Edelman y Tononi, 2001) es un
procesamiento netamente cortical que involucra tanto la cara medial
hemisférica como la dorsal. Desde la corteza cingulada
anterior, las spindell cells de Von Economo de las capas II y III, se
proyectan a distancia para modular la integración de las
emociones. Simultáneamente las diferentes memorias (semántica,
episódica, etc.) se ensamblarán en la memoria de
trabajo situada dorsalmente en cada hemisferio, manteniendo la
continuidad vivencial y el diálogo interior gracias al
lenguaje lateralizado. Es esta consciencia, la que nos posibilita
vivirnos con una identidad, una historia y una vida propia y
singular.
Es
necesario hacer una salvedad: la conciencia y la atención son
dos funciones cerebrales superiores independientes. Los estudios
llevados a cabo con el diseño -Split Brain- permitieron
determinar que la conciencia volitiva es independiente en cada uno de
los dos hemisferios. Involucra una competición entre ambos con
control preferencial lateralizado en el izquierdo. Si bien la
identificación de objetos es independiente en cada uno, la
atención es común y no se puede dividir en mitades. La
atención es unitaria y unifocal, claro que con recursos
limitados (Gazzaniga, 2013). En el diseño experimental del
cerebro hendido, se puede afirmar que es posible disociar la
conciencia en dos, y cada una de ellas no se dará cuenta de
que la otra falta. Con la particular singularidad de que no se
"extrañará" al contenido al que no tenemos
acceso. Estos experimentos llevaron a Gazzaniga a postular su noción
de "intérprete",
localizado lateralmente en el hemisferio izquierdo, que nos brinda
una regularidad de patrones y de hipótesis congruentes. Un
narrador que reconstruye una historia plausible para justificar las
acciones. Es el intérprete el que nos ajusta a la realidad,
elaborando una <historia en contexto>, el que nos coherentiza
en una unificación consistente (Gazzaniga, 2012).
La
autoconciencia
Se
denomina con este término al conocimiento que tiene la
conciencia de sí misma. Conciencia de
conciencia. Darse cuenta de la propia actividad conciente y por
consiguiente de sí mismo, siendo conciente con capacidad de
auto-monitorearse. En esta definición queda subsumido, que se
trata pues de una función recursiva en referencia a los
propios estados mentales, gracias a la recursividad que nos
posibilita el lenguaje simbólico. Funda la experiencia de un
self como consciente de sí-mismo (Hofstadter, 2008).
La
autoconciencia es una composición en tanto propiedad
emergente, que se ensambla desde procesos modulares subyacentes
distribuidos. No reside en ningún lugar particular, sino en el
feedfoward encadenado a lo largo de la alerta consciente y que se
activa volitivamente cuando un sistema evaluativo deviene su propio
evaluador.
Debe
distinguirse conceptualmente la autoconciencia (self consciousness)
de la conciencia de poseer un cuerpo o percatación corporal en
tanto esquema corporal evidenciable en el test de auto reconocimiento
en el espejo (self awareness). Este test ha sido también
demostrado en primates antropomorfos, elefantes y delfines. No se
trata de simple atención focalizada en la propia corporalidad,
ni de mera auto percepción como descripción de
características corporales personales. La autoconciencia como
proceso auto referencial probablemente sea característico y
propio del ser humano. Es esencial para el despliegue de las
funciones ejecutivas centrales: la toma de decisiones; la
anticipación de consecuencias en el juzgamiento de múltiples
escenarios alternativos simulados, el comparar resultados
potenciales; la estipulación selectiva de metas y sus
contingencias recompensantes; la inhibición de impulsos y el
ensamblado de complejas jerarquías de desempeño para
evitar el ensayo y error conductual.
Pero
es, sobre todo esta aptitud auto-consciente, la que podemos emplear
como estrategia para poder considerar nuestras propias creencias por
encima de los procesos ejecutivos superiores. La clásicamente
descripta capacidad de reflexión y su singular habilidad para
posibilitarnos un cambio de perspectiva. El poder reflexionar sobre
los propios procesos cognitivos o el pensar sobre los propios
pensamientos, es una habilidad precisamente metacognitiva (Normann y
van Emmerik, 2014). Todos estos, fenómenos autoconcientes o
metaconcientes formulados por la High Order Theory de D. Rosenthal
(Rosenthal, 2006).
El
self
Todos
espontáneamente nos reconocemos como "sujetos" de
nuestra experiencia mental consciente y automáticamente
asumimos que ese estado es propio y privado, confinado a un "yo"
poseedor de dicho estado. Lo que en psicología referenciamos
como "subjetividad". Pero esta realidad, que llamamos
subjetiva, es una construcción unificada y multidimensional
que percibimos como un teatro cartesiano, al decir de Dennet y que
tiene una audiencia "única" y muy significativa:
el self (Dennet, 1992).
En
ciertas ocasiones uno puede verse a uno mismo observándose
mientras se despliega el mundo. Observándose, observar de cómo
es que se observa al mundo.
No
estamos refiriéndonos a un homúnculo cerebral en
regresión infinita, sino a un particular efecto de
desdoblamiento de perspectiva. Una perspectiva más abarcativa
de la consciencia y que funda la noción de self (Leary, 2007).
El
self como una unidad dinámica, es constituyente
del individuo en tanto consciente de su propia identidad y
de su relación con el medio. Es pues, el punto de referencia
de todos los fenómenos físicos, psíquicos y
relacionales. Un self, que es al mismo tiempo agente de perspectiva y
objeto de percepción, un "Yo" consciente que tiene
a un "Mi" como objeto de conciencia. Fenómeno ya
advertido por William James en 1901, el knower "I", del
known "Me". Cuando el "Yo" se refleja sobre
sí mismo, remite nuevamente a la experiencia sujeto/objeto,
donde el "Yo" juega el rol de sujeto y "Mi
conciencia" el rol de objeto.
El
self es de naturaleza dialógica, con referencia interpersonal
subsumida, creado bajo la forma de narraciones imaginarias y
coherentes que el mismo self se cuenta a sí mismo. Da sentido
de identidad y continuidad temporal gracias a una estructura
narrativa que le da sustento (Gazzaniga, 2013). Es por ello que puede
afirmarse que el self es un subproducto tanto de lo corporal, lo
conceptual, lo narrativo, como también de lo social. El self
se vive en "un eterno presente rememorado" (Edelman y
Tononi, 2001) donde las unidades de conciencia salientes son a su vez
contrastadas con acoplamientos pasados de memorias episódicas
y narrativas adquiridas en nuestra vida de relación.
Esta
experiencia de una agenciación activa, brinda una "sensación"
o vivencia subjetiva que guía la acción. Es necesaria
para que haya un control complementario bottom-up y top-down
simultáneo, con unificación de comando y control.
Devenir autoconsciente es ser uno objeto de la propia
atención/conciencia. Es tener consciencia de conciencia para
procesos cerebrales internos elevados, es pensar sobre el pensar, es
percatarse uno de las propias operaciones mentales superiores. Tener
libre albedrío.
La
subjetividad como proceso experiencial es la construcción de
una perspectiva de la consciencia que nos hace sentir que "estamos
a cargo" de nuestro accionar, y no que existe una causación
descendente ex-nihilo. En todo lo anteriormente expuesto no se está
describiendo una realidad fragmentada de la conciencia, sino un
efecto consecuente de la recursividad propia de ella. Es esta
particular disposición la que determina la experiencia
psicológica de dualismo que, operativamente en nuestra vida de
relación, sentimos todos: la de poseer una mente funcionante y
diferencial que "habita" dentro de un cuerpo (Sigman,
2017).
La
conciencia hunde sus raíces en estructuras neurales arcaicas,
el tronco cerebral superior, pero su expansión hacia un nivel
más elevado y complejo de funcionamiento se lo debemos
fundamentalmente a la extensión que nos dan los distintos
tipos de memorias: la memoria semántica y la episódica
o autobiográfica de Tulving. En especial la memoria de trabajo
sita en el lóbulo frontal.
La
working memory es un set preparatorio de procesos mentales que
sostienen información temporal limitada, al servicio de la
cognición. Acorde a lo investigado por Baddeley, conforma tres
aspectos: 1) una coordinación central ejecutiva, 2) un block
borrador visuo-espacial y 3) un bucle fonológico (Baddeley y
Hitch, 1974, Baddeley, 2000).
Este
tercer elemento descripto, nos remite al lenguaje, que es procesado
lateralmente en general por un solo hemisferio, el izquierdo en los
diestros. Decir que el lenguaje humano es simbólico, es
expresar que el lenguaje nos provee del recurso representativo.
Sostener una representación de aquello ausente. Por ej., en el
caso de la utilización de pronombres personales, ellos no
tienen valor por sí mismos, sino representativo. Su identidad
está dada por el sustantivo al que se refieren en cada caso.
Los pronombres son palabras o morfemas cuyo referente no es fijo,
sino que se determina en relación con otros que normalmente ya
se han nombrado. En vez del nombre, "por el nombre" o "en
lugar del nombre". Necesitamos precisar cómo estas dos
capacidades, conciencia primaria y loop fonológico, se
combinan para entender el surgimiento del fenómeno
auto-consciente. Por un lado, tenemos un loop de retroalimentación
tálamo-cortical que conecta el núcleo anterior talámico
con el lóbulo frontal, como parte de la onda gamma que recorre
cíclicamente al hemisferio. Por otro, y en segundo lugar,
debemos identificar un loop ántero-posterior o parieto-frontal
de índole lingüística y que nos provee la
recursividad simbólica. Ambos bucles convergen funcionalmente
en la anteriormente mencionada working memory izquierda. La que
gracias a su coordinación centralizada puede simultáneamente
sostener una representación en línea del curso de la
conciencia y ofrecérsela en tanto contenido como una copia
eferente a la atención focalizada. Configura de esta manera
una recursión de segundo grado. El foco atencional selectivo
ofrece un punto de referencia nuevo y descentrado, una perspectiva,
cual punto de fuga en la perspectiva de las artes visuales. Desde ese
foco como punto de vista supramodal y respecto del espacio fenoménico
vivido, la conciencia puede volcarse sobre sí misma. El
"observador"
deviene en este proceso "auto-consciente"
de su campo fenoménico de conciencia. Caracterizamos a esta
función como una función auto-reflexiva de la
autoconsciencia. La misma se vivencia por el individuo como un
distanciamiento del contenido del pensamiento y de las emociones, un
mayor reconocimiento de los propios juicios y hasta una claridad
expresada como "expansión de la conciencia" sin que
por supuesto así sea. Se trata solo de una auto referencia
perceptiva que nos permite ser conscientes de los propios estados de
consciencia o "de sentimientos de estar con consciencia".
Las continuas reentradas de la memoria episódica también
gracias a la working memory, finalmente generan un self
autobiográfico de experiencias pasadas, así como
también de proyecciones futuras, reordenando la temporalidad
como tiempo subjetivo. Dicho de una manera más coloquial, se
sostiene un símbolo verbal de la persona: el "Mí",
que pueda referirse a un agente capaz de accionar: "el Yo".
El
director de la orquesta
La
consciencia de conciencia es, quizás, la más alta de
las actividades cerebrales. Es una emergencia suprasistémica
auto-organizada de un global working space. Posibilita el
auto-monitoreo para evaluar consecuencias futuras del accionar.
Compone siempre un modo de organización, un modelo de sí
mismo y un modelo del mundo. Es capacidad de instrumentar la propia
acción con control cognitivo en situaciones multi tarea o
multi respuesta, a fin de poder tomar decisiones más
acertadas. Esta función provee la ilusión de un aparato
mental, dando la impresión de un "fantasma
en la máquina"
o de un "desdoblamiento
cuerpo-mente".
Como lo expresa Damasio, ella es nuestro excepcionalismo, "Cuando
la mente adquiere un punto de vista, -un punto de vista subjetivo,
esto es- cuando la consciencia comienza propiamente"
(Damasio, pag:143 2018).
Si
nos aproximamos a describir la autoconciencia fenomenológicamente,
ella se caracteriza como un esfuerzo mental no automático sino
deliberado, asistida por gran control atencional. Siempre toma mucho
más tiempo el poder seleccionar información relevante y
por ello se requiere de una atención selectiva sostenida para
una disposición ejecutiva diferenciada. No obstante, la
autoconciencia decae rápidamente y es difícil de
sostener en el tiempo, si no se la entrena. Temporalmente sería
adecuado decir que pulsa, que se organiza en episodios secuenciados y
limitados volitivamente.
Anteriormente
se ha expresado que gracias a la autoconciencia poseemos la facultad
metacognitiva, como representación de representaciones que nos
posibilita ni más ni menos que el razonamiento mismo. También
lo es la construcción de un self auto-biográfico, en
tanto representación de la experiencia subjetiva vivida en el
pasado y actualizada en tiempo presente. Simultáneamente con
una capacidad cronoestésica proyectada: el poder relacionar el
self con el futuro y proyectar el sí-mismo a un mañana
simulado. Viajar mentalmente en el tiempo y predecir con anticipación
y previsión el futuro.
Esta
vivencia de un sí-mismo persistente como una entidad continua
en el tiempo es condición de posibilidad de otro fenómeno:
la auto-noesis. Se entiende por auto-noético el conocimiento
que tiene una persona de sí misma, la inclusión del
self en un espacio de conocimiento. Cómo un "yo"
objetiva a su "mi" en un mismo sujeto. Un sistema
cognoscitivo que quiere entenderse, cómo es que funciona en
tanto sistema de conocimiento.
Ahora
bien, en relación con la práctica psicoterapéutica
¿Qué ventajas tiene una persona autoreflexiva?, ¿Por
qué la capacidad autoconsciente es esencial y significativa en
las diversas practicas psicoterapéuticas, independientemente
de sus teorías referenciales?
En
primer lugar, porque facilita una mayor objetivación
en el reconocimiento y la formulación de metas. El delimitar,
precisar, discriminar y co-definir objetivos terapéuticos
alcanzables. También el desarrollar la atención
selectiva, flexibilizándola volitivamente con amplitud y
variación de cambios atencionales.
En
segundo lugar, porque nos permite el reconocimiento de dos modos de
procesamiento diferenciados y así poder optimizar un
distanciamiento
cognitivo operativo (Kahneman, 2013). Lograr la pausa necesaria para
un desacople de emociones automatizadas (Ayduk y Kross, 2010);
afrontar experiencialmente emociones para poder reevaluarlas al
realizar re-appraisal cognitivo. También el observar los
pensamientos sin valorarlos como acontece con el entrenamiento en
conciencia plena o mindfulness.
En
tercer lugar, para un descentramiento
o reflexión de perspectiva consciente. Una mayor examinación
o indagación y cuestionamiento de creencias nucleares.
Generación de disonancias cognitivas. Exploración de
diversas explicaciones para un mismo suceso y eventualmente
combinarlos creativamente. La re-estructuración cognitiva o
reformulación conceptual planteada por la T.C.C y que apela a
modificar las cogniciones problemáticas.
Todo
ello con la misma finalidad compartida por toda praxis
psicoterapéutica: la promoción de hábitos y
cambios saludables en la creación de nuevas categorías
o significados y que otorguen valor a una ejecución pragmática
y responsable. Si la conciencia cambia, el cerebro cambia, entonces
uno cambia, luego la realidad cambia.
Una
paráfrasis final. S. Freud nos invitaba a "Hacer
conciente lo inconciente",
pero tampoco debiéramos olvidarnos de la importancia de "Hacer
autoconciente, lo conciente".
Que ello no nos remita simplemente a sentir y saber de la propia
existencia. Tampoco a creer que la única certeza con que
contamos es la conciencia de finitud. También disponemos de la
creatividad que nos ha permitido ser quienes somos.
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