Introducción
El
tratamiento de exposición prolongada (PE) es considerado un
tratamiento de primera línea para el trastorno por estrés
postraumático (TEPT) según diferentes guías y
consensos de expertos (APA, 2017; NICE, 2018). En algunos casos, el
TEPT puede tener algunas manifestaciones clínicas muy
diferentes según se trate de una persona afectada por la
pérdida de un ser querido, un accidente de tránsito o
un trauma sexual, dificultando al clínico el uso de un
tratamiento altamente eficaz para estos pacientes. En otras
ocasiones, la comorbilidad del TEPT con trastornos caracterizados por
una elevada reactividad emocional, impulsividad, conductas
autolesivas, o síntomas conversivos o somatomorfes puede
llevar a que el clínico determine que no es posible tratar el
TEPT, aun cuando se encuentre razonablemente seguro que su paciente
no tiene riesgo para sí mismo o para terceros.
En
el presente escrito se describirán brevemente los postulados
teóricos subyacentes al tratamiento de PE, el tratamiento de
PE desarrollado por Foa y colegas (Foa, Hembree & Rothbaum, 2007;
Foa, Hembree, Rauch & Rothbaum, 2019), y posteriores adaptaciones
o modificaciones para el abordaje de pacientes con comorbilidad con
el trastorno límite de la personalidad con riesgo suicida, con
crisis no epilépticas psicógenas (CNEP), y con
sintomatología postraumática por pérdida de un
ser querido.
Modelo
del Procesamiento Emocional
El
tratamiento de PE deriva del modelo teórico denominado
procesamiento emocional que se propone integrar teorías del
aprendizaje, cognitivas y de la personalidad sobre el TEPT.
Originalmente este modelo nació como un modelo de redes con el
propósito de explicar el desarrollo y mantenimiento de los
trastornos de ansiedad en general y cómo se recuperan (Foa &
Kozak, 1986; Foa et al., 1989). Unos años más tarde Foa
et al., (1989) emplean este modelo para explicar la psicopatología
postraumática, por qué algunos se recuperan en forma
espontánea y otros no, y por qué algunos
responden mejor que otros a los tratamientos.
En
este modelo, se considera que aquellos que desarrollan un TEPT
codifican el trauma en su memoria como una red asociativa
disfuncional (o estructura del miedo) que contiene representaciones
de estímulos presentes durante y después del trauma
(por ej., olores, características físicas del agresor),
respuestas conductuales de evitación o respuestas fisiológicas
excesivas que ocurren durante el trauma (por ej. miedo, paralizarse),
y significados asociados a estos estímulos o respuestas (culpa
por una acción realizada, desconfianza en los demás,
significados de peligrosidad o incompetencia). Por ejemplo, después
de un secuestro es posible que la persona evite lugares con poca
gente, verifique en forma continua si hay alguien detrás suyo
que pueda secuestrarlo, evite personas que se parezcan de algún
modo al agresor. Estas asociaciones pueden dar lugar a la idea de
vivir en un entorno muchísimo más peligroso del que la
persona estaba dispuesto a considerar. Además, las personas
con TEPT suelen interpretar en forma negativa sus respuestas durante
el trauma. Por ejemplo, si una víctima de abuso intentó
defenderse por todos los medios y no logró evitar el trauma,
es posible que interprete sus reacciones como un indicador de
debilidad o bien de ser vulnerable. Del mismo modo, las personas con
síntomas crónicos de duelo pueden reprocharse por no
haber cuidado lo suficientemente bien a su ser querido, no haber
realizado interconsultas con otros médicos justo a tiempo, o
bien reprocharse por sentirse aliviados después de haber
cuidado por un tiempo prolongado a la persona fallecida.
Foa
y Rothbaum (1998) extendieron este modelo de redes al incorporar el
concepto de esquema (Dalgleish, 2004). Esto les permitió
explicar la influencia de determinados factores de riesgo para el
desarrollo de estas asociaciones disfuncionales como por ejemplo los
registros de eventos traumáticos previos al trauma actual, y
los recuerdos de los momentos posteriores al mismo (la reacción
percibida de su entorno, la interpretación negativa de sus
síntomas postraumáticos como indicador de debilidad o
incompetencia). Ambos registros pueden interactuar potenciando las
creencias extremadamente negativas acerca de los demás y de sí
mismo.
En
este modelo, los síntomas de activación autonómica
reflejan la activación de esta red asociativa, mientras que
los síntomas de re-rexperimentación estarían
indicando una sobreactivación de esta red asociativa.
Con
la intención de impedir la activación de esta red
asociativa disfuncional los pacientes evitan estímulos,
recuerdos, situaciones, lugares o personas que puedan recordarle
directa o indirectamente al trauma. Ejemplos de evitación son:
realizar una gran cantidad de actividades para no pensar en el
trauma, evitar noticias que directa o indirectamente se relacionen
con el trauma (por ej., noticias de incesto en personas que sufrieron
abuso sexual infantil), el uso de sustancias o alcohol para disminuir
el malestar asociado a un recuerdo. En casos de duelo, la persona
intenta evitar todo aquello que le recuerde que dicha persona no está
más como por ejemplo: evitar hablar acerca del ser querido en
tiempo pasado. A primera vista el clínico puede encontrar
dificultades para comprender por qué los pacientes expuestos a
la pérdida de un ser querido algunas veces evitan ver fotos de
su ser querido y otras, pasan largas horas a solas mirando fotos o
recordando momentos con la persona fallecida. Estas conductas de
búsqueda de proximidad constituyen una señal del
fracaso en aceptar esta realidad de haber perdido a alguien, y al
mismo tiempo dificultan el desarrollo de nuevas relaciones y provocan
malestar al mostrarle nuevamente que dicho reencuentro no es posible.
En otras palabras, aquello que se evita en estos casos, ya sea a
través de conductas evitativas propias del TEPT o de conductas
de búsqueda de proximidad, es todo aquello que señale
que la persona no está más (Maccallum & Bryant,
2013).
La
evitación si bien genera una reducción del malestar en
el corto plazo, en el largo plazo impide que el paciente acceda a
información que pueda contradecir expectativas o cogniciones
extremadamente negativas del paciente sobre sus síntomas
físicos, sobre sí-mismo, y el mundo en general. De este
modo, los pacientes con TEPT mantienen las mismas asociaciones
disfuncionales que desarrollaron inmediatamente después del
trauma.
Para
inhibir la activación de estas asociaciones patológicas
de la estructura del miedo deben cumplirse dos condiciones: la
activación de dicha estructura y la incorporación de
información incompatible (Foa & McNally, 1996). La
exposición a situaciones o estímulos no peligrosos que
coincidan con los elementos patológicos que componen la
estructura del miedo cumple con ambas condiciones. Es decir, evitar
personas que se parezcan en el color de piel a la persona que lo
asaltó no aumenta la seguridad de aquel que sufrió el
trauma.
Descripción
del Tratamiento de PE
Si
se decidió comenzar con PE es porque el paciente es un
candidato adecuado para recibir esta terapia. En esta sección
se describirá el programa de tratamiento de Foa, Hembree,
Rauch y Rothbaum (2019). El tratamiento consiste habitualmente en 8 a
15 sesiones de 90 a 120 min., que pueden administrarse una o dos
veces por semana. En la actualidad, se han desarrollado formatos
intensivos de tratamiento cuyo formato puede ser muy variable (véase
Foa, McLean, Zang et al., 2018; Hendriks, Kleine, Broekman et al.,
2018).
PE
se compone de reentrenamiento respiratorio, psicoeducacción
acerca de las reacciones comunes después de un trauma,
exposición imaginal (EX/IM) (por ej., revisar las historia del
trauma repetidas veces seguido de un procesamiento de dichos
recuerdos), y exposición en vivo (EX/IV) a situaciones que la
persona evita por miedo a recordar el trauma (por ej., leer noticias
que se relacionen en contenido al trauma sufrido) o bien por miedo a
volver a sufrir otro. La estructura del tratamiento de a poco invita
al paciente a enfrentar los recuerdos del trauma.
Sesión
1: tiene dos objetivos, por un lado, buscar un consenso mínimo
con el paciente acerca de que evitar mantiene sus síntomas
postraumáticos y en lo posible que revisar la historia del
trauma y exponerse a situaciones de la vida real que le gustaría
volver a hacer, le parecen razonablemente seguras, pero no se anima a
enfrentarlas por miedo. El segundo objetivo es complementar la
evaluación inicial y obtener información acerca de
cuál fue el trauma principal y características del
mismo, determinar su inicio y final, dado que en la sesión 3
se comenzará con la EX/IM. Definir estos aspectos con
anterioridad resulta muy necesario dado que facilita la planificación
de la Sesión 3 se comenzará a realizar la EX/IM. Cuando
existen múltiples traumas se puede organizarlos de acuerdo a 3
criterios: qué trauma re-experimenta con mayor malestar, cual
es aquel que le provoca un mayor grado de deterioro funcional, y cual
es aquel que recuerda mejor. Hacia el final de esta sesión se
introduce una estrategia de reentrenamiento respiratorio.
Sesión
2: en esta sesión se revisa junto al paciente cuáles
son las reacciones comunes al trauma. Un segundo objetivo de esta
consulta es revisar las razones por las cuales la EX/IV puede
ayudarlo a reducir estos síntomas, realizar una jerarquía
y asignar ejercicios entre sesiones. En este momento del tratamiento
se pueden incorporar ejercicios de EX/IV relacionados con diferentes
traumas que le provoquen síntomas al paciente, dado que si un
paciente sufrió un trauma sexual y un accidente de tránsito,
es poco probable que los efectos del tratamiento se generalicen
trabajando sólo uno de ellos.
En
ningún momento se incorporarán ejercicios que puedan
resultar peligrosos para los pacientes. Por esa razón, en
casos de duda es importante determinar junto al paciente si a otras
personas de su grupo social o familiar les parecería razonable
hacer tal o cual ejercicio (por ej. pasear a determinada hora por un
barrio en particular).
Sesión
3: en esta sesión se introduce la EX/IM, se revisan las
razones por las cuales revisar los recuerdos del trauma pueden
ayudarlo a procesarlos. Un error muy frecuente de los terapeutas es
reducir estas razones solamente a la habituación. En la medida
en que el paciente revise los recuerdos una y otra vez por un tiempo
prolongado eso le dará la oportunidad de verlo desde una
perspectiva diferente, le permitirá diferenciar entre recordar
(presente) y estar de nuevo en el trauma (pasado), aprender que el
malestar no sube indefinidamente, que no necesariamente algo malo
sucede si recuerda en un contexto seguro, y como resultado se sentirá
mejor consigo mismo de haber podido enfrentar los recuerdos. La EX/IM
se graba y se asigna como tarea entre sesiones escucharla todos los
días. Cada sesión en donde se emplee la EX/IM debe
estar seguida de una etapa de procesamiento, cuyo objetivo es
ayudarlo a que exprese de qué forma ese trauma impactó
en su vida, en lo posible generalizar aquello que aprendió a
otros traumas en caso de ser necesario, y en sesiones posteriores ir
más allá del contenido del relato del trauma y sus
reacciones de habituación.
Sesiones
intermedias (4 hasta 14): presenta la misma estructura que las
sesiones anteriores. Hacia la Sesión 5 o 6 es esperable que el
paciente haya realizado progresos suficientes como para focalizarse
solamente en aquellos aspectos del relato del trauma que mayor
malestar le generan. Habitualmente a estos pasajes se los llama
“momentos más difíciles”, “momentos
neurálgicos”, o bien en inglés “hot spots”.
Sesión
final: se determina junto al paciente cuáles de todas
las herramientas aprendidas en el tratamiento le resultaron más
útiles, se revisa la jerarquía de EX/IV, e realiza una
breve EX/IM sobre todo le relato del trauma, y se diseña un
plan de prevención de recaídas.
¿Quiénes
son buenos candidatos para el tratamiento de PE?
En
la segunda edición del manual de tratamiento y luego de tres
décadas de experiencia con el uso de PE, Foa, Hembree, Rauch y
Rothbaum (2019) ampliaron los criterios para aplicar el tratamiento
de PE. Foa et al., (2019) sugieren que son buenos candidatos aquellas
personas con diagnóstico principal de TEPT con o sin
psicopatología asociada (por ej., depresión, trastornos
de ansiedad, trastornos de la personalidad, niveles elevados de ira,
de disociación/despersonalización) con independencia
del tipo de trauma que lo haya provocado. También son buenos
candidatos aquellos con síntomas intrusivos, aun cuando éstos
respondan a recuerdos parciales o breves (por ej. víctimas de
accidentes de tránsito con traumatismo de cráneo).
No
obstante, existen algunas comorbilidades o características
clínicas que deben ser abordadas con anterioridad y no debe
ofrecerse el tratamiento de PE sino hasta haber resuelto estos
problemas y haber logrado la estabilización de la persona.
No
debe iniciarse un tratamiento de PE si la persona tiene riesgo
suicida u homicida inminente. Debe evaluarse el uso de PE recién
cuando el riesgo sea abajo y el terapeuta haya desarrollado un plan
que vele por la seguridad del paciente.
Se
sugiere demorar el uso de PE si la persona presenta conductas
autolesivas recientes. Sólo cuando la persona haya aprendido
habilidades para controlar sus impulsos de lastimarse debe
considerarse el tratamiento de PE. Como se verá más
adelante el desarrollo del protocolo integrado de Terapia Dialéctico
Conductual (DBT) y PE (DBT/PE) resulta de gran ayuda para
aquellos pacientes que no pueden inhibir estos impulsos sin ayuda y
cuyos síntomas postraumáticos explican gran parte de su
deterioro funcional (Harned, Korslund,
Foa, & Linehan,
2012).
En
sus inicios se excluyeron del tratamiento de PE a pacientes con
síntomas psicóticos y con problemas de consumo de
sustancias o alcoholismo. Sin embargo, estudios de eficacia recientes
en pacientes que presentan estas comorbilidades han mostrado que PE
es un tratamiento seguro y eficaz en pacientes cuyos síntomas
psicóticos han sido estabilizados previamente gracias al
tratamiento farmacológico (van
den Berg, de Bont, van der Vleugelet
al., 2015; 2016). Respecto de los pacientes con Trastorno por Abuso
de Sustancias o Alcohol, hoy en día se sugiere ofrecer el
tratamiento de PE en forma concomitante e integrada al tratamiento
para el abuso de sustancias, en lugar de hacerlo en forma secuencial
(véase
Back, Foa, Killen et al., 2015). Esto requiere de un monitoreo
continuo del consumo de sustancias dada la relación funcional
entre los síntomas del TEPT y el consumo.
En
algunos casos puntuales, la presencia comórbida de un
Trastorno de Pánico con o sin Agorafobia severos puede
dificultar la implementación de las dos estrategias de
exposición empleadas para tratar el TEPT. En primer lugar,
siempre la presencia de ataques de pánico inesperados e
intensos puede atentar contra el mantenimiento del foco de un
tratamiento, especialmente si el miedo a futuros ataques de pánico
(miedo al miedo) es muy intenso. En segundo lugar, dado que durante
la revisión de los recuerdos del trauma (escrita o imaginal)
los pacientes experimentan malestar, es necesario determinar si este
miedo a recordar puede volverse difícil de tolerar si además
está presente el miedo típicamente panicoso a los
síntomas físicos. Por último, en casos de
Agorafobia comórbida es necesario explorar en qué
medida ésta puede dificultar la asistencia al tratamiento y el
uso de la Exposición In Vivo para el TEPT. En cualquiera de
estos tres casos, es posible que sea necesario ofrecerle al paciente
algunas sesiones de tratamiento cognitivo-conductual para el pánico
que permitan reducir los miedos interoceptivos con antes de comenzar
con PE.
Cuando
el paciente presenta niveles de ira extremos, se sugiere tratarla
como una comorbilidad, antes de focalizare en el TEPT.
Se
excluyen del tratamiento de PE a aquellas personas que creen haber
sufrido un trauma o no están seguras de haber sufrido uno. PE
no es una terapia de recuperación de recuerdos “reprimidos”.
También se excluyen a aquellas personas cuyos síntomas
disociativos son tan graves que pasan a ser el problema principal.
Por último, si la persona aún está en riesgo de
volver a sufrir un trauma es prioritario velar por la seguridad del
paciente antes de considerar el tratamiento del TEPT.
Uso
de PE en casos de Duelo Prolongado
La
superposición entre el TEPT y los síntomas de duelo ha
llevado a muchos clínicos a adaptar los tratamientos para TEPT
a casos en donde el trauma principal fue la pérdida de un ser
querido. En esta sección se describirán algunas de las
modificaciones que pueden resultar útiles para casos de duelo.
Al lector interesado en profundizar se sugiere que consulte el
trabajo del grupo de Katherine Shear (Shear, 2006) y de Richard
Bryant (Bryant,
Kenny, Joscelyne et al., 2014),
quienes enfatizan diferentes aspectos del tratamiento pero se apoyan
fuertemente en los desarrollos de Edna Foa y su grupo (Bryant,
Kenny, Joscelyne et al., 2017; Shear, 2006).
Psicoeducación:
estos pacientes se caracterizan por una marcada dificultad para
aceptar la pérdida de un ser querido a pesar del paso del
tiempo. Si bien pueden tener síntomas de re-experimentación,
conductas evitativas por el malestar asociado a tener recuerdos de
los últimos momentos de la persona fallecida, y malestar
asociado a fechas determinadas, también presentan otras
características clínicas muy importantes como por
ejemplo: no poder creer que la persona haya fallecido, sentimientos
de soledad y de enojo, sentir que en cualquier momento pueden
encontrarse con la persona fallecida, accesos de llanto, sueños
de encuentro, necesidad de hablarle diariamente, sentirse culpable o
mortificado cuando disfruta, necesidad de estar triste para honrar el
recuerdo del ser querido, conductas de búsqueda de
proximidad con la persona fallecida, y cambios prácticos o de
roles en su vida cotidiana, como por ejemplo, asumir aquellas
obligaciones que solía repartirse con dicha persona. Cuando el
fallecimiento se debió a una enfermedad pueden aparecer miedos
intensos a perder la salud.
Selección
del relato del trauma: en muchos casos la pérdida de un ser
querido supone períodos prolongados de cuidados previos a la
muerte, o bien días o meses de internación, y también
los eventos posteriores que siguen a la pérdida. Esto puede
traer dificultades para seleccionar el principio y el final del
relato del trauma, especialmente porque estos pacientes suelen omitir
el momento de la pérdida como el momento principal (Shear,
2006). Sin embargo, se ha encontrado que los síntomas de duelo
disminuyen marcadamente sólo cuando la revisión de los
recuerdos se focaliza en el momento en el cual la persona se entera
que su ser querido falleció. Por esta razón Shear
(2006) sugiere focalizar el relato de la EX/IM en el momento
verdaderamente traumático, la pérdida de la persona.
EX/IM:
en la mayoría de los casos de duelo la emoción
principal no es el miedo sino principalmente el dolor por la pérdida,
por lo cual un objetivo central será ayudar al paciente a
resolver los aspectos problemáticos asociados a dicha pérdida
(por ej., culparse por no haberlo cuidado lo suficiente, bronca con
la persona fallecida). A diferencia de lo sugerido para otros
traumas, y con el propósito de mitigar los sentimientos de
soledad, se alienta al paciente a escuchar el relato del trauma
acompañado de un otro significativo. En general, debido a la
activación que genera revisar esta historia, se ha sugerido
acortar los tiempos de duración de la EX/IM y al finalizar no
sólo procesar o reflexionar acerca de lo que pasó, sino
también buscar una actividad placentera o gratificante
inmediatamente después. También al finalizar la EX/IM
en forma opcional se sugiere dejar a un lado la historia de la
pérdida e imaginarse en una situación placentera.
Una
vez que la persona haya comenzado a aceptar la realidad de la pérdida
y su malestar haya disminuido, se propone modificar la EX/IM, la cual
consiste en una conversación imaginal con la persona fallecida
en donde el paciente le habla, y responde por el ser querido (Shear,
2006). Durante este ejercicio la persona se imagina a su ser querido
inmediatamente después de haber fallecido pero que éste
puede escucharlo. Esta modificación permite reducir con
frecuencia sentimientos de culpa intensos.
EX/IV:
se incluyen ejercicios destinados a retomar proyectos que no podía
hacer por las características de la relación, o bien
cosas que siempre quiso hacer y no tuvo posibilidad. Se proponen
ejercicios que pueden tener importancia práctica para el
paciente como ofrecer en alquiler la vivienda, cancelar
suscripciones, visitar familiares que por aluna razón le
recuerden a la persona fallecida pero con los cuales tienen una buena
relación, realizar actividades que le hubiera gustado hacer
pero no llegó a disfrutar, preparar su comida favorita, entre
otras. En muchos casos también se incorporan ejercicios que
consisten en brindarse o cuidar a los demás, algo que suele
generar gran placer en estos pacientes.
PE/DBT
para pacientes con TEPT y Trastorno Límite de la
Personalidad con intentos de suicidio y conductas autolesivas
frecuentes
DBT
ha demostrado ser uno de los tratamientos más eficaces para
los pacientes crónicamente suicidas y con Trastorno Límite
de la Personalidad (TLP). Aproximadamente la mitad de los pacientes
que consultan con TLP presentan un TEPT comórbido y presentan
un mayor riesgo de conductas autolesivas frecuentes y elevado riesgo
suicida (Harned, Rizvi & Linehan, 2010; Nepon,
Belik, Bolton, & Sareen, 2010).
La
necesidad de abordar en forma prioritaria las conductas autolesivas y
el riesgo de suicidio en pacientes con conductas autolesivas
frecuentes (Etapa 1 de DBT) sumado a la ausencia de eficacia de DBT
para tratar el TEPT (Harned, 2014), llevó a considerar la
conveniencia de integrar el tratamiento de DBT con un tratamiento de
primera línea para el TEPT como PE (Etapa 2 de DBT) (Harned,
2014; Harned, Korslund, Foa & Linehan, 2012; Harned, Korslund &
Linehan, 2014).
El
protocolo integrado DBT/PE mostró una muy buena aceptación
y la mayoría de los pacientes con TEPT y TLP con conductas de
autoinjuria e intentos de suicidio reiterados pudieron realizarlo. La
principal barrera para iniciar el protocolo DBT-PE fue el abandono
prematuro en la Etapa 1 de DBT (Harned et al., 2012; Harned et al.,
2014).
Con
respecto a la seguridad, agregar el protocolo DBT-PE al tratamiento
de DBT disminuyó el riesgo de conductas suicidas y
autolesivas, éstas rara vez aumentaron inmediatamente después
de completar una tarea de exposición (Harned et al., 2012;
Harned et. al, 2014). En el post-tratamiento, pacientes que
completaron el tratamiento de DBT+PE tuvieron dos veces más
probabilidades de haber alcanzado la remisión del TEPT que
aquellos que recibieron sólo DBT (80% vs. 40 %). En el
seguimiento a tres meses, ninguno de los pacientes en DBT mantuvo la
remisión (Harned et al. 2014). Más aun, lo síntomas
postraumáticos no mejoraron significativamente sino hasta la
Etapa 2 (Harned, Gallop & Valenstein-Mah, 2016).
La
teoría biosocial que subyace al tratamiento de DBT sostiene
que las personas con “desregulación emocional”
tienen inhabilidad para enfrentar los estresores emocionales,
interpersonales y conductuales de la vida, pudiendo convertirse las
conductas suicidas en una forma de regular las emociones, solucionar
problemas o influir en el contexto. Dicha desregulación sería
el producto de la combinación de factores biológicos y
de un contexto invalidante (respuestas inapropiadas a la comunicación
de experiencias privadas y/o donde la enseñanza de las
habilidades de regulación emocional es inadecuada).
Un
contexto invalidante (por ej. la familia) tiende a responder a la
comunicación de experiencias internas con respuestas
inapropiadas y extremas, generando un miedo irracional a las
emociones negativas (Linehan, 1993). Al evitar experimentar emociones
negativas, estos individuos no aprenden que pueden tolerar emociones
y que el castigo no siempre acompaña su expresión
(Linehan, 1993). Por lo tanto, la exposición a los recuerdos
del trauma en un contexto seguro permite desconfirmar estas
expectativas.
El
protocolo de DBT/PE incluye un año de DBT el cual supone sus
diferentes modalidades (terapia individual, grupo de entrenamiento en
habilidades, un equipo de supervisión, y coach
telefónico) con el propósito de reducir la
desregulación conductual e incrementar las habilidades
conductuales. Si el paciente se abstiene de conductas suicidas o
parasuicidas por lo menos durante 2 meses, recién en ese
momento se comienza con el protocolo integrado de DBT-PE. Su duración
estimada es de 13 sesiones aproximadamente (Harned et al., 2014).
Este
protocolo supone recibir semanalmente 90 minutos de DBT/PE, 30/60
minutos de terapia individual DBT, y 2,5 horas del programa de
entrenamiento en habilidades. Si el terapeuta principal no cuenta con
la pericia suficiente para abordar el TEPT podrá derivar al
paciente a otra persona que cuente con la destreza necesaria para su
tratamiento.
Desde
el comienzo del tratamiento se desarrolla un plan de habilidades de
DBT para que el paciente pueda manejar sus impulsos o emociones
intensas que puedan aparecer después de una exposición.
En forma acorde, se monitorean las diferentes emociones, la
consecuencia de exponerse, la probabilidad de que algo malo suceda,
las ganas de hacerse daño, de dejar la terapia, de consumir
sustancias, o de disociar antes y después de cada exposición,
para determinar si es necesario emplear dicho plan.
El
protocolo integrado se detiene si el paciente tiene riesgo inminente
de suicidio, conductas autolesivas o intentos de suicidio durante el
tratamiento. En ese caso la duración de la interrupción
depende de la gravedad de la conducta problema, de si dicha conducta
está bajo control, y también si el terapeuta y el
paciente creen que pueden prevenirla. En otras palabras, se
administra PE en forma contingente a dejar de realizar conductas
autolesivas o de riesgo (Carmel, Comtois, Harned, Holler &
McFarr, 2016).
Selección
del trauma objetivo: esta atarea puede resultar un desafío
cuando se trata pacientes con TLP. De ser necesario se establecen
diferentes categorías de traumas, (por ej., abuso sexual,
abuso físico infantil, amenazas verbales) y dentro de cada
categoría se selecciona a su vez un trauma específico
que represente bien cómo eran esos abusos, y se los ordena de
menor a mayor grado de malestar asociado o deterioro funcional. Se
espera que al elegir ese trauma específico de determinada
categoría los efectos del tratamiento se generalicen a otros
traumas de esa misma categoría. En lo posible, se comienza por
aquel trauma que mayor malestar o síntomas le provoque al
paciente. No es necesario abordar todos los traumas de una persona
con el tratamiento de PE para obtener buenos resultados.
Una
vez finalizado el tratamiento del TEPT se continúa con la
terapia cognitivo-conductual dialéctica estándar
focalizándose en los problemas de la vida aumentando las
habilidades para resolver los problemas y alcanzar las metas (Etapa
3)
y pasar de la incompletud a la libertad expandiendo la conciencia,
teniendo experiencias de iluminación y plenitud espiritual
(Etapa
4).
Por
tanto incluir PE para el tratamiento del trauma en TLP asegura un
tratamiento completo de la evitación experiencial, una
disminución de mecanismos para alterar conductas internas y
mayor apertura a experimentar emociones, pensamientos y sensaciones.
PE
en pacientes con TEPT y Crisis no Epilépticas Psicógenas
(CNEP)
Las
CNEP son episodios repentinos e involuntarios que se producen con
alteraciones motrices, de la consciencia, y/o sensaciones.
Superficialmente, se parecen a una crisis epiléptica, pero no
están asociadas a descargas eléctricas epileptiformes y
se presume que están fuertemente asociadas a orígenes
psicológicos. No es inusual observar la CNEP se produzca en el
momento de relatar el trauma psicológico o en situaciones
parecidas a un trauma (por ej., en el momento que el jefe le grita y
lo intimida, una víctima de abusos físicos infantiles
con CNEP puede sufrir una crisis).
Hasta
la fecha, los tratamientos cognitivo-conductuales tradicionales han
sido los que han logrado la mayor validez empírica en el
tratamiento de las CNEP. Estas terapias buscan no sólo
producir cambios en las cogniciones y respuestas emocionales sino
también en la frecuencia, duración e intensidad de las
mismas crisis no-epilépticas (Goldstein et al., 2010; LaFrance
et al., 2014; LaFrance et al., 2009; LaFrance & Friedman,
2009).
Por
otro lado, ha sido reportado extensamente que el trauma psicológico
y las adversidades de la vida representan el factor de riesgo más
común en los pacientes con CNEP (Alper, Devinsky, Perrine,
Vazquez, & Luciano, 1993; Myers, Perrine, Lancman, Fleming, &
Lancman, 2013). Sin embargo, es importante notar que ninguno de los
tratamientos cognitivo-conductuales mencionados anteriormente tratan
explícitamente el trauma psicológico y el TEPT
comórbido que presentan muchos de los pacientes con CNEP.
Como
se vio anteriormente, PE está basado en la teoría de
procesamiento emocional, la cual que propone que la recuperación
natural, luego de haber sufrido un trauma emocional, se impide por
los comportamientos de evitación. La evitación es
uno de los síntomas centrales del diagnóstico de TEPT
(APA, 2013). Representa una solución de corto plazo que sirve
para reducir el malestar asociado a las memorias y a las señales
asociadas al trauma.
Los
episodios de CNEP asociados o no a un TEPT, representan también
una conducta de evitación que se produce a través de un
proceso disociativo. Durante una CNEP, cuando el individuo
enfrenta una experiencia desagradable, se activa una alteración
de la consciencia y descontrol motriz de naturaleza disociativa. Este
tipo de episodio es una de las representaciones de evitación
más pronunciada en general, y en particular, uno de los
síntomas de evitación más extremos que se
observan dentro del TEPT.
Por
lo tanto, resulta lógico proponer un tratamiento de PE a
aquellos pacientes con diagnóstico doble de TEPT y CNEP, dado
que es uno de los más indicados para resolver los síntomas
comúnmente observados en el TEPT, así como también
la evitación experiencial extrema que representan las CNEP.
En
una serie reciente de 16 pacientes diagnosticados con TEPT y CNEP
tratados con PE, se encontró que éstos alcanzaron una
reducción significativa en la frecuencia de las CNEP, en los
síntomas postraumáticos y depresivos después de
12 semanas de tratamiento (Myers, Vaidya-Mathur, Lancman, 2017).
Estos resultados iniciales son prometedores, futuros estudios
aleatorizados y controlados son necesarios para determinar la
eficacia de esta adaptación de PE para reducir los síntomas
postraumáticos y las CNEP.
Es
importante notar que hay un subgrupo de pacientes que presentan con
diagnóstico de epilepsia y de CNEP, lo cual representa un
desafío para el neurólogo que hace el diagnóstico
y para el terapeuta que trata al paciente. Se estima que entre el 10
y el 20% de los pacientes con CNEP son diagnosticados con epilepsia
(Kutlubaev, Xu, Hacket & Stone, 2018). Resulta necesario
trabajar en equipo (neurólogo, paciente y familiares) para
determinar si la crisis es de origen psicogénico o no para
determinar cómo debe responderse a un episodio en el
consultorio y cómo evaluar el resultado del tratamiento (por
ej., si han dejado de ocurrir las CNEP y/o las únicas crisis
que el paciente informa durante la semana son epilépticas).
Para mayor seguridad del paciente, en estos casos se recomienda que
si el episodio dura más de 3-5 minutos sin importar si parece
una CNEP o no, debe llamarse a la ambulancia porque una crisis
epiléptica prolongada puede ser muy peligrosa.
Recomendaciones
para el terapeuta
Antes
de empezar con el paciente, uno debe evaluar las características
del consultorio para asegurarse que se hayan minimizados los riesgos
de que el paciente se lastime durante las crisis (por ej., remover
muebles pesados o con puntas, tener una alfombra para atenderlos
sentados en el piso e caso de ser necesario).
En
la primera sesión de PE, es necesario obtener del paciente (y
si hace falta, de su acompañante) una descripción
detallada de la o las crisis típicas. ¿Qué
apariencia tienen cuando comienzan (por ej., se queda muda y con la
mirada en blanco, empieza a tartamudear, ocurren en forma repentina,
etc.)? Esta información es muy importante para reconocer las
crisis apenas comienzan. ¿Cómo es el episodio (ej.
pierde tono muscular, hay movimientos violentos, puede escuchar, ver,
etc.)? ¿Hay peligro de que se lastime? ¿Ha notado
si hay algo que le ayuda durante el episodio (ej. que alguien le
hable con voz calma, que le tomen la mano, etc.)?. Si hace falta,
¿dónde se lo puede tocar (por ej., se le podrá
poner una almohada debajo de la cabeza, se le puede sostener el
tronco para que no se golpee)?
Es
importante tener un acuerdo con el paciente que no se va a llamar a
la ambulancia excepto
que
la crisis dure más de, unos 30 minutos o que se haya hecho
daño. También, salvo que se encuentre muy obnubilado o
exhausto, la sesión seguirá una vez que se recupere si
queda tiempo (esto es muy importante para no reforzar la evitación
que representa la CNEP). Es importante notar aquí
nuevamente que estas son las recomendaciones típicas, salvo
que el paciente tenga epilepsia y CNEP por lo cual la respuesta es
diferente (si el episodio dura más de 3-5 minutos sin importar
si parece una CNEP o no, debe llamarse a la ambulancia).
En
las primeras sesiones también se le puede proveer al paciente
una tarjeta con el nombre del terapeuta, una explicación breve
acerca de las CNEP, y recomendaciones de primeros auxilios si tiene
una CNEP en público. Esta tarjeta es para que el paciente
pueda usarla fuera del consultorio en caso de emergencia.
Sesión
1 de PE: Durante la entrevista introductoria, cuando se habla con el
paciente acerca de las reacciones comunes al trauma, se incluyen las
CNEP como otra reacción (obviamente menos común) al
trauma, pero que, aun así, se relaciona al TEPT. Se las
define como otro tipo de comportamiento de evitación.
En
cuanto a deberes para la casa, se le pide al paciente que además
de leer los tres primeros capítulos de Reclaiming
your life from a traumatic experience workbook
(Rothbaum, Foa, Hembree & Rauch, 2019) que también
mantenga un cuaderno donde anota durante la semana todos los
episodios de CNEP junto a comentarios de lo que puede haber
contribuido a su producción (ej. desarreglos emocionales,
preocupaciones, eventos importantes, etc.).
Sesión
2: se completa la entrevista de trauma según el manual.
El terapeuta debería estar preparado que el paciente puede
llegar a tener una CNEP mientras se explora la historia de trauma.
Nuevamente, se presentan las razones fundamentales para que el
tratamiento se haga de la forma en que se hace, usando exposición
en vivo e imaginal para contrarrestar los comportamientos de
evitación. Y se explica que las CNEP representan un
mecanismo de evasión muy efectivo que creemos que inicialmente
surgió para proteger al paciente y que le sirvió
durante tiempo, pero que ahora están descontroladas. Una vez
que el paciente entiende que las CNEP son una reacción al
trauma, que son un mecanismo de evitación como otros síntomas
de TEPT, y que este tratamiento apunta a contrarrestar esto, el
tratamiento de PE puede conducirse al igual que cuando se trata TEPT
sin CNEP.
Si
sucede una CNEP en la sesión, se la maneja siguiendo el
acuerdo que se hizo con el paciente y como siempre, si se puede
continuar con la sesión, ya sea con exposición imaginal
o con la etapa de procesamiento, se lo hace. Si no se puede
continuar, de todas formas, el paciente tiene la grabación de
la sesión, y se le instruye que la escuche un par de veces
antes de la próxima sesión.
Es
importante notar que típicamente, habrá un aumento de
frecuencia de las CNEP durante las primeras semanas, así como
puede haber sensaciones de malestar emocional. Conviene dejarle
saber al paciente (y a sus seres queridos) que esto es posible y
hasta en cierta medida, esperado. Sin embargo, a medida que se
avance en el proceso de PE, la frecuencia de las CNEP empezará
a reducirse por lo general, lo cual es muy alentador para el paciente
así como también para el terapeuta.
En
conclusión, PE puede ser una modalidad terapéutica útil
en el tratamiento del diagnóstico doble de TEPT con CNEP.
Requiere algunas modificaciones iniciales a las indicaciones
manualizadas, pero una vez realizadas, el tratamiento puede seguir
como con cualquier otro paciente con TEPT.
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